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CATORCE

CAPITULO DEDICADO A: JennydeBalladares T amoooo❤️

***

Lo que tenía frente a mis ojos era una fantasía cumplida.

Lucas esposado a una cama, totalmente desnudo.

Y no, no estaba soñando, estaba más despierta que asustado en madrugada.

Luego de hablar con Axel, entramos al edificio, el dueño de aquel establecimiento de cinco pisos era mi mejor amigo, allí habían muchas habitaciones disponibles para sus hombres y algunos de sus familiares que vivían allí. Lucas se negaba a cooperar así que lo tuvieron que traer a rastras hasta la habitación que había pedido para él, justo al lado de la mía.
Yoce se quedaría a dormir en la misma habitación que Majo, ya que Axel confiaba en ella para protejer a mi hermana y yo confiaba en Axel.
Así que luego de quitarme las esposas, bañarme, tomar muchas pastillas, dormir, mandar a atender a Lucas y comer algo, aquí estaba yo: a las cuatro de la mañana viendo a Lucas desnudo.

Y lo mejor de todo era que él no estaba dormido, y me miraba con los ojos entrecerrados, mostrando toda su ira.

Yo también tenía ira, así que había llegado el momento de soltar toda la tensión.

Cerré la puerta de la habitación con seguro y caminé hasta el chico esposado en la cama.

—¿Dormiste algo? —pregunté burlona.

Él miró hacia arriba, al techo, ignorándome.

Llegué hasta la cama y me subí, colocándome a horcajadas sobre él. Mi albornoz de seda se subió, descubriendo mis muslos, y sin ninguna prenda íntima que tapara mi sexo, pude sentir su pene tibio siendo aplastado por mis glúteos.

Miré cómo apretó sus labios, formando una línea que reflejaba claramente su tensión. Yo, en cambio, estaba excitadísima.

—¿Cómo te sientes? —pregunté, mirando su mano envuelta por una malla.

—Asesinaste a mis compañeros —reprochó, hablándome por primera vez luego de muchas horas.

Negué.

—Yo no los asesiné.

—Pero sí a tu padre.

—No era mi padre —hablé, intentado controlar mi respiración.

—Sí el de tu hermana.

—Padre no es el que engendra, querido —defendí y él no lo refutó.

—¿Que es lo que quieres, Mackenzie? —preguntó rendido.

—Ese nombre fue mi infierno personal. No me llames así —le exigí.

—No estoy aquí para dibujarte un cielo precisamente —me hizo saber.

—¿Sabes cuál es el parecido entre Mackenzie y Black? —pregunté, mientras soltaba el nudo de mi albornoz— Que ninguna se queda con las ganas de hacer algo.

Lucas contuvo la respiración cuando mi cuerpo desnudo estuvo a su vista, lentamente deslicé la tela por mis hombros, dejándola caer a mi espalda, en los muslos de Lucas.

—Cuando te conocí... estaba dispuesta a ser la sádica, la dominante, la activa —hablé, luego deslicé mi mano derecha por mi cuerpo—. Pero ahora que veo a otro Lucas... no me apetece hacer el trabajo sola.

Mi mano llegó hasta mi monte de venus y terminó el recorrido en mi clítoris, acaricié lentamente esa área, mirando cómo Lucas se ponía rojo con su vista fija en los movimientos de mi dedo.

—Lucas ¿No quieres terminar lo que empezaste? —pregunté con la respiración agitada, sintiendo un cúmulo de placer en mi vagina.

Él alzó la mirada y la fijó en mi rostro, sus ojos estaban brillosos, sus pupilas dilatadas, su respiración subía y bajaba, y su pene crecía introduciendo su extensión lentamente por mis nalgas.

—Cuando te quite las esposas, Lucas, tienes dos opciones —hablé sin detener las caricias en mi clítoris—. Me follas como si mañana se acaba el mundo... o sales por esa puerta y mueres a mano de los hombres que la protegen.

Sentí como levantaba sus caderas, un movimiento involuntario cuando una persona no puede controlar el placer y necesita detenerlo.

—¡Ay carajo! —siseó, desviando su mirada.

Saqué mi mano de mi sexo y agarré la tela del albornoz, en uno de sus bolsillos estaba la llave de las esposas, las saqué y me incliné sobre Lucas para quitárselas.
Mi sexo rozó intencionalmente con el inicio de su pene y un suspiro cargado de placer salió de ambos.

Cuando le quité las esposas, y coloqué las llaves en el piso, me puse recta sobre su cuerpo y lo miré. Un nuevo brillo estaba en sus ojos, era la malicia, y realmente no me atemorizó, me excitó aún más todavía.

Con su mano sana rodeó mi cintura y en un movimiento brusco me colocó de espaldas a la cama, mis piernas abiertas alrededor de sus caderas y su cuerpo desnudo aprisionando el mío.

—Eres malvada —susurró—. Me estás obligando.

—¿Lo estoy haciendo? —lo reté— Te veo muy cómodo.

—Muy malvada —chistó—, no mereces contemplación.

Deslicé mis manos por sus hombros anchos y miré sus ojos claros.

—No te estoy pidiendo contemplación, Lucas.

Eso bastó, bastó para empezar a liberar la tensión que sentíamos en ese momento. Su codo izquierdo estaba sobre mi cabeza, afincado allí, ya que su mano herida no podía hacer nada rodeada por la malla, mientras que su brazo derecho aún rodeaba mi cintura y me aferraba a su cuerpo. Nuestros labios se encontraron bruscamente, soltando aire violento por nuestras bocas, estábamos desenfrenados, sumergiéndonos en un juego de maldad sexual, de un deseo diabólico.

Su lengua invadió mi boca agresivamente y la mía se entrelazó de la misma forma con la de él. Su mano se deslizó por nuestros cuerpos, tomó su glande para ubicarla en mi entrada y suspiró.

Mi boca se abrió y un gemido sonoro salió de mí cuando Lucas me abrió más las piernas con sus muslos y me penetró de una estocada.
Sentí mis pliegues ampliarse hasta adaptarse a su extensión y volver a cerrarse para acoplarse a su pene. Solo tuve un jadeo de advertencia cuando empezó a penetrarme molesto, rudo, agresivo... yo llevé mis manos hasta su espalda y me aferré con uñas allí, mientras levantaba las caderas para encontrarme con las suyas.

—Eres mi peor pesadilla —susurró jadeante en mis labios.

—Me encargaré de ser tu infierno personal —prometí, desvié mis labios de los suyos y me fui directa a su hombro para morderlo y así poder contener los chillidos que salían de mi boca.

Lucas afincó sus codos sobre mi cabeza y se impulsó, para llenarme por completo.

Estaba extasiada, excitada, anhelante de más, quería sentir cada parte de él dentro de mí, quería besarlo, succionar su alma vengativa y juntarla con la mía, bailar en odio, susurrar maldiciones, sumergirnos en placer.
Odiaba a Lucas, lo odiaba con todo mi corazón, y por eso aquel momento era placentero, tan placentero que me hacía amarlo.

Y es que las cogidas con enemigos son las mejores, bañadas en furia, pasión y odio.

Subí mis piernas hasta pegarlas a sus glúteos y allí hundí mis talones, mientras afincaba mi cabeza de las almohadas y cerraba mis ojos.
Lucas me estaba controlando completamente y no podía permitirlo, por eso tomé impulso y me alcé, haciéndolo caer de espaldas al colchón, me subí a horcajadas sobre él y, antes de permitir que una negativa salga de sus labios, moví mis caderas.

Esta posición era placentera, lo sentía por completo dentro de mí, toda su extensión entrando profundamente llevándome a otra dimensión.

—¡Carajo! —siseó Lucas, cerrando los ojos y aferrando su mano sana a un lado de mis caderas.

Tomé sus pelo oscuro y brillante y lo jalé hacia mí, él se sentó y rodeó su brazo libre por mi cintura, pegándome más a él, mientras que la mano que estaba en mi cadera la llevo hasta mi glúteo y apretó, guiando mis movimientos a unos más profundos y eróticos.

—Me... pusiste... en una situación... complicada —reproché jadeando.

—Es mi trabajo —respondió, sus manos se apretaron más y su boca se acercó a mis senos.

Tomó un pezón con sus labios y chupó suave, cuando probó, alzó la mirada, la clavó en mis ojos y, sin apartarla, succionó más fuerte, haciéndome cerrar los ojos, lanzar mi cabeza hacia atrás y soltar maldiciones bañadas en placer.
Su lengua recorrió mi pezón hinchado y, dejando besos por mi arco, se acercó hasta el otro, succionando y lamiendo.

Con mi mano aún en su cabello, lo jalé hacia mí y estampé sus labios con los míos, mis caderas se movían frenéticamente, tratando de acabar con la presión y el cúmulo de placer ubicado en mi vientre y vagina.
Mis labios se movían lentos, lo contrario a mi cuerpo, Lucas apretó más fuerte mi glúteo y se alzó para encontrarse con el movimiento de mis caderas.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —gemí en sus labios, ya al punto del colapso.

Lucas me detuvo y me giró nuevamente, pegando mi espalda del colchón, se colocó entre mis piernas y con una rodilla flexionada, sus codos afincado a los lados de mi cabeza y su mano sana presionando las dos mías, siguió moviéndose sobre mí, penetrándome con fuerza, sin contemplación.

Sonreí extasiada por las sensaciones que me abarcaban y amenazaban con estallar, me alcé una última vez y estallé.

Mi cuerpo convulsionó, temblando, hundí mis talones en el colchón, arrugando mis dedos de los pies, tratando de contener aquello.

—¡Ah!

—¡Sí! —gritó Lucas al unísono conmigo,  empezando a temblar sobre mí.

Sentí su semen rodar por mis glúteos lentamente, mis fluidos bañar completamente mi orificio, su cuerpo sudado y recargado en el mío.

Él se acercó a mi rostro y besó mi clavícula lentamente, subiendo a mi cuello, luego se separó y se acostó a mi lado.

Yo no me moví hasta luego de unos segundos, me levanté, tomé mi albornoz y me lo coloqué, me agaché, agarré las llaves y las guardé en mis bolsillos.

Las piernas me temblaban mientras caminaba hasta un escaparate a un lado de la habitación, de allí saqué unos pantalones y se los tiré a Lucas, él se los puso sentándose en la cama y me miró luego de hacerlo.
Con una seña de mi cabeza le di la orden de acostarse, él miró la puerta y sopesó si hacerme caso o no, hasta que suspiró y rendido se lanzó a la cama.
Tomé las esposas que habían caído en el piso y se las coloqué nuevamente.

Cuando me coloqué recta y caminé hasta la puerta, me detuve y lo miré sobre mi hombro.

—Fuera de esta puerta no había nadie, Lucas.

Él me miró indignado y sin darle tiempo de reprocharme salí de la habitación.

Había algo importante que hacer y no podía retrasarlo por más tiempo. Llegué hasta mi habitación, tomé mi celular y sentada en la cama empecé a marcarle a uno de mis contactos.
Sé que era de madrugada, pero él no tenía pinta de dormir mucho, así que tenía esperanzas de que contestara y me permitiera hablarle.

Realmente necesitaba de su ayuda.

Desde que mi madre murió cuando yo tenía dieciocho años, me di cuenta que en ésta vida o eres la víctima o el agresor, y la posición de víctima no era la mejor opción en muchos casos.

Por eso elegí ser el agresor.

Me había cansado de ser la víctima por casi diez años, me había cansado de ver a Yoce convertirse en una, me había cansado de ver a mi madre llorar y suplicar por misericordia, me había cansado, pero había sido tarde.
Ahora me quedaba Yoce y había jurado que no sería tarde para ella, no lo iba a permitir, y me parecía razón suficiente para justificar mis malos actos.

Su protección. Su vida. Su felicidad. Su estabilidad emocional. Su corazón.

Era una justificación más que suficiente para mí y si para Dios no lo era, pues me iría al infierno sin pedir clemencia, pero Yoce se iría al cielo y sería feliz.

Por esa razón en medio del sufrimiento iba a sonreír, sin importar nada.

El pitido del celular cesó y el sonido de una respiración calmada se abrió paso por mis oídos.

—Ministro —pronuncié sonriente.



• • •

El niño bueno folla como una bestia, eh.

GRACIAS POR VOTAR MIS PAPAYITAS
(Ya les tengo nombre)

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