moneda de un peso
Desorientado estaba entre las oscuras calles, no se veía ni un alma. Los recuerdos y la melancolía lo consumían con cada paso, con cada gota de sangre y suspiro de vida que gastaba en llegar a casa.
A lo lejos, divisó un teléfono, sus ojos se abrieron en esperanza, y como pudo corrió a el.
Al estar dentro tocó sus bolsillos, y del bolsillo derecho tan solo sacó una moneda, la única que tenía.
Conmocionado, puso la moneda con rapidez, ahora, ¿A quién llamaría?
Tan solo puede llamar una vez, podría llamar a alguien de la Port Mafia para que lo viniera a socorrer, y así se salvaría. Pero, con cada doloroso latido llamaba a un nombre, a una persona.
Llamó a ese número, y el pitido de marcando resoraba en su mente, si no respondía, es su fin.
Al tercer pitido contestó.
—¿Hola?
Esa voz iluminó sus ojos azulados, que sin querer se le escapó una lágrima.
— Osamu...
Habló lento aquel nombre, lo dijo con cariño y amor.
—¿Chuuya?, ¿Pasó algo?
Se oía preocupado.
Abrió la boca para contarle pero en ello, tosió, se tapó la boca y al ver que botaba sangre, su mirada se nublo por las lágrimas del dolor que sentía.
—¿Estás bien, Chuuya?
Lo había escuchado.
— Tal vez no dure mucho, me dieron veneno.
Dijo esa frase lentamente por el dolor.
—Te iré a buscar, dime donde estas.
Otra tosida con sangre.
—Por favor Chuuya, dime.
Suplico.
Hubo un leve tiempo de silencio, donde Chuuya se recuperó tan solo para hablar.
— No sé donde estoy, solo te quería escuchar, y pedir perdón por dañarte. Perdóname, Osamu.
— No te despidas Chuuya, saldrás de esto, solo aguanta. Por favor.
El tono arrepentido le dolía, le dolía escuchar a su amado sufrir.
De la otra línea se escuchaba un abrir y cerrar de puerta, y ahora que el castaño estaba corriendo.
Otra tosida, y está vez sus piernas se debilitaron, y lo hizo caer de rodillas.
Sus guantes se mancharon de carmín.
Sus ojos se nublaron de lágrimas.
— No puedo más..
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