PREFACIO
《Max》
Me levanto a la misma hora de siempre, en los domingos, como si un reloj, dentro de mí estuviera establecido por defecto a esa hora.
Giro lentamente la cabeza y veo el reloj que está en el velador junto a la cama.
Son las 9:30 AM.
Pero siento algo diferente esta vez, más bien un olor agradable, dulce, muy familiar. El olor de unos panqueques recién hechos.
Esta vez... No se quedó dormida.
Es algo sorprendente viniendo de ella, digo; después de todo es mi hija.
Para ser honesto, ella sacó todo lo bueno de la mamá... Y luego estoy yo, el papá. Si pudiera decir, en qué se parece en mí, diría que somos buenos haciendo enojar a su abuela y a mi esposa.
Hoy es un día muy importante para ella, se gradúa de la universidad.
El tiempo pasa tan rápido, que no me di cuenta, ¿en qué momento creció tanto? He estado en todas las ocasiones importantes en su vida.
Hoy no iba a ser la excepción.
Un tenue rayo de sol entró por la ventana de la habitación, lo suficiente como para cegarme unos segundos, me levantó de la cama con algo de frío; bostezo y me estiro sentado en la cama; luego me dirijo al baño para ducharme y quitarme la cara de somnoliento que vi en mi reflejo, en el armario de la habitación que está frente a la cama.
Ese baño fue algo rejuvenecedor.
Tengo un buen estado físico, lo he mantenido muchos años, también me alimento muy bien, por lo que no aparento la edad de alguien de cuarenta y dos años. Si me pongo vanidoso, me quitaría veinte años, y me daría un 9.5/10.
Okey, tal vez estoy exagerando un poco.
Tengo unas cuantas canas en mi cabeza, pero no miento al respecto de verme algo joven.
Terminé de vestirme, y me puse mi mejor ropa de gala. Si no lo hago, mi esposa querrá elegir la ropa por mí y estaríamos toda la mañana en eso. Me ha pasado incontables veces, pero admito que me gusta verla haciendo eso.
Salí de la habitación.
Bajando por las escaleras, el olor de los panqueques se hacía más intenso, y mi estómago no se hizo esperar con un gruñido digno de un cómic. No es para menos, realmente huele delicioso.
Es lo mejor que sabe preparar, por no decir lo único que sabe hacer o no le queda tan mal; mi esposa y mi hija son pésimas en la cocina.
Aunque yo tampoco sé cocinar.
Pero los panqueques a ellas les quedaban de maravilla, saben muy bien, el punto exacto en la mezcla, para que queden deliciosos.
Entré a la cocina.
—E... —Antes de que pudiera decir algo, ella notó mi presencia.
—Buenos días, papá. ¿Te tiraste el closet encima? —Se burla de mí con ese tono de voz tan característico igual al de su mamá.
Eso quiere decir que no podré escaparme de ella tampoco.
—... No te burles de tu padre tan de mañana, ¿cómo estás, hija? —Me siento en una de las sillas junto al mesón.
Noté claramente que aquí, faltaban dos personitas importantes.
—¿Solo estás tú? —pregunto algo obvio.
Solo está ella aquí en la cocina, pero ese no era el fin de la pregunta, si no, que me diga donde están las desaparecidas.
—Si te refieres a mamá y a la abuela, salieron a comprar unas cosas, ven siéntate en la mesa, ya está listo. —Termino de colocar unas tazas de café, junto con unos platillos con panqueques, y algo de jarabe.
¿Salieron a comprar a esta hora? Pero en unas pocas horas, ya tenemos que irnos.
Me senté, al lado de ella.
Solo los dos... ¿Cuándo fue la última vez que estuvimos solos como padre e hija?
Mejor me olvido de mi esposa y mi madre, quiero disfrutar de la compañía de mi hija, tengo pocas oportunidades como esta.
Sí, adoro a mi hija y decirlo en voz alta no es una opción.
—Esto definitivamente huele muy bien. —Me pierdo en el dulce aroma de los panqueques.
Sin más tomé uno y le di una buena mordida, dejando escapar mi felicidad, pero entre toda esa delicia de desayuno.
Ella parece feliz de verme comer lo que preparó.
Se parece a su mamá, sin duda alguna.
La miré fijamente de pies a cabeza y noté que ella aún estaba en pijamas.
—... Tú, ¿estás lis...ta? ¿Tie...nes todo preparado? ¿Te sien...tes bi...en?... ¿Por qué... Sigues en pijama? —dije mientras mastico.
—Papá, deja de hacer muchas preguntas; además, en serio eres muy despistado, ¿verdad? ¿Recién notaste el pijama? —habla al mismo tiempo que evita reírse—. Sí papá, está todo listo y no hables mientras masticas, sabes que eso no le gusta a la abuela. —Me señala los panqueques al mismo tiempo que me regañó.
Los dos disfrutamos del desayuno en silencio, esa era la regla de mi madre, lo cual no lo entendía del todo, eso es algo que últimamente hace... o le enseño a hacer a mi hija, después de todo ellas pasan todo el tiempo juntas.
Pero conmigo no fue así, eso es lo extraño.
¿Será la edad?
Noto que está algo inquieta, puedo darme cuenta fácilmente.
Supongo que es la famosa intuición de los padres.
—Oye papá, ¿cómo conociste a mamá? —Su mirada irradia curiosidad.
Esa pregunta no me la esperaba, incluso hizo que detuviera la taza de café a medio camino en dirección a mi boca. Su pregunta está más allá de mis habilidades paternas.
¿Quiere que le hable de amor, o qué solo le diga como la conocí?
Sea cual sea, no estoy seguro.
—¿Quieres saber cómo era tu mamá? —respondo con otra pregunta, para asegurarme de qué era lo que quería oír.
—Sí, cuéntame más papá. —Ella se emociona.
Entonces iré con eso.
Aun así, no sé exactamente por donde comenzar, la historia de como conocí a su mamá es tan extensa que cabrían en seis libros sin duda alguna, la conozco desde que tengo diez años.
De hecho, me sorprende que su mamá se fijara en mí, tuve algo de suerte.
No siento la suficiente confianza, para contarle cómo me enamoré de su madre.
Creo que si alguien más me preguntase eso podría responder de manera sencilla, pero; contárselo a mi hija. eso ya es un asunto diferente, siento que se burlará de mí.
Terminé de llevar la taza de café a mi boca para darle un sorbo.
Qué bien sabe.
—Bueno, está bien, esto tomará algo de tiempo... —Doy un sorbo más de café y continuo—. Cuando tenía diez años...
Diez... años... Eso suena tan lejano.
—... Estaba en casa de una amiga de mi madre, vivía muy lejos en la zona sur del país, la visitaba de vez en cuando para quedarse una semana entera.
—Adivino, la abuela Hana, te arrastró con ella, ¿cierto? —Rié con mucha fuerza.
—Cierto. —Suspiro suavemente y doy otro sorbo de café, como algo de panqueque y luego de tragar, continuo—, era una excompañera de universidad, la verdad no sabía mucho al respecto en ese entonces.
—Vamos, papá no seas dramático. —Se burla.
—No, no lo soy... Tenía diez años, para serte sincero mi recuerdo más antiguo era de cuando tenía ocho años —Me levanto por un poco más de café y vuelvo a los pocos segundos a sentarme para continuar el relato—. En esa vista en específico, en aquel pueblo conocí a una chica... Bueno fueron cuatro.
—.... ¿Sí? ¿Cuatro? ¿Allí estaba mamá?
—Sí, allí estaba tú mamá.
Ella sonríe de oreja a oreja, como si estuviera escuchando el mejor cuento de hadas de su vida; a pesar de que ya tiene veintitrés años.
—... Dime, dime más... —Mastica el panqueque que tenía en su mano.
A mí, viene un recuerdo lejano, un déjà vu, al ver su emoción y la manera en la que me presta atención, muy similares a las de mi esposa.
Si se trata de imitar a tu mamá, sin duda es la mejor; pero eso no te lo diré.
—No sé qué decirte exactamente —digo con algo de vergüenza, pero trato de disimularlo—, tengo muchas cosas que podría contarte, pero para resumirlo; diría que el momento, en el que ella y yo, decidimos estar juntos, fue en el baile de la universidad en el segundo año... —Ella me presta mucha atención a lo que digo.
Realmente esto es vergonzoso.
—¿Estaba hermosa? ¿Era linda? ¿Te volvía loco? —Sus ojos brillan de curiosidad y alegría.
Ese bombardeo de preguntas me toma por sorpresa y me asusto un poco.
¿Tanto quiere saberlo?
Sería mejor si se lo pregunta directamente a su mamá, ella podría entrar en más detalles. de hecho ¿por qué no se lo preguntó directamente a ella?
—¿Ahora quién es la que hace muchas preguntas? —Me burlé de ella.
Disfruto un poco haciéndome el desentendido a sus preguntas, mientras comía panqueques.
—... Respóndeme. ¡PAPÁ! —dice molesta.
Sin duda eres igual a tu mamá, la paciencia no es tu virtud hija.
Incluso; me sorprende lo que estudió, se necesita mucha, mucha paciencia en esa profesión, o al menos eso pienso yo.
—Está bien, está bien... —Me levanto de la silla y me acerco a ella.
Sentí ganas de besarla en la frente. Y eso hice, se sorprendió un poco; ella me abrazó fuertemente.
—¿Qué te pasa papá? —pregunta algo confundida.
—Eres idéntica a tu mamá hija, te amo mucho.
De pronto sonó la puerta de la entrada.
—Hablando de ella, llegó —dice entre pequeñas risas—. Será mejor que te quites la camisa de tu equipo, papá; mamá te va a matar, si le dices que irás así. —Se empezó a reír nuevamente.
Miré mi outfit de pies a cabeza.
—Pero sí está genial, ¿no? Soy un entrenador de fútbol muy famoso, me va muy bien.
—No papá, con mamá créeme que no —habla muy segura—. ¡Ah! Y no creas que te escaparás de mí, quiero oír el resto de la historia.
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