Nueva
Empecé a correr lo más rápido que pude con dirección lo que creía era la salida, la veía tan lejos hasta que llegué al pie de la escalera.
—¡Hey!
No me giré a ver de quien se trataba, me preocupaba más salir. Subiendo los escalones de dos en dos estaba a nada de llegar a la puerta que me llevaría a la libertad.
Pero como el universo es culero alguien me frenó tomándome por los hombros cual muñeca de trapo.
—¡No me jodan! ¡Déjenme ir maldita sea! —protesté igual que una niña que era alejada por su madre del estante de juguetes que moría por llevarse.
Levanté la vista para ver a mi captor, se trataba de un hombre muy alto de piel bronceada y cabello albino... Joder que mamado está. Su expresión era de entre enojo o confusión, no logro descifrarla.
¡Oh paren todo!
Su expresión me recuerda a Larry, la ardilla que tiembla y dice "Soy Larry, la ardilla que tiembla, grrr... Tengo frío".
—¿Cómo llegó una humana aquí? —Otro chico de cabello negro como mi alma llegó con nosotros.
—No lo sé, Nev. Reportemos esto con Miiko —dijo la roca versión exhibicionista señalándome.
Genial, ahora soy un "esto".
Volví a intentar liberarme dando golpes al hombre que no le hacían nada, cuando reconocí el camino por el cual me llevó el jabalí de hace rato mis temores volvieron.
—¡La verga a la licuadora! —dije agarrando vuelo para darle una patada al albino en la entrepierna.
Como lo esperé me soltó para cubrirse la parte golpeada, aproveché para dar unos pasos para alejarme, pero el otro vato se me atravesó el camino.
—No te vas a escapar —aseguró con una gran sonrisa en su rostro que mostraba sus colmillos. AYÚDAME VIRGENCITA.
—¡Atrás! Tome dos clases de karate y no dudaré aplicar lo que aprendí —dije adoptando una posición de defensa.
—¿Tú de nuevo? —reconocí esa voz al instante. LA ZORRA VOLVIÓ.
Giré la cabeza horrorizada topándome con la tipa de la otra vez con una cara de pocos amigos, el jabalí humanizado y un pitufo bastante alto la acompañaban. Hasta aquí llegué y no hice nada de provecho en mi vida. Perdón abuelita.
—¡No me maten! Solo quiero ir a casa —empecé a rogar dejándome caer al suelo de rodillas.
Sentí las miradas extrañadas de todos, a excepción del pitufo que se cruzó de brazos y sonreía burlonamente.
—Nadie te va a matar —Sentí una mano en mi hombro, levanté la vista topándome con un rubio de ojos verdes, creo que le enorgullece su abdomen marcado. Tremendo lavadero que se carga este güero.
—Pero igual serviría de carnada —habló el morocho tuerto. ¿Qué acaba de decir?
—No serviría de nada, es una humana —habló el peliazul que me recordó a Rapunzel.
—Nevra, Ezarel, no digan esas cosas. La pobre no está entendiendo nada —comentó un chico que no supe en que momento llegó. Me dio la mano para ayudarme a levantarme, agradecí y noté que tiene un cuerno en la frente. ¿Qué pedo? ¿Le fueron infiel a medias o qué?
—No importa si entiende o no, igual volverá a su celda... Espera ¿cómo escapaste? —La mujer zorra se me acercó con una mirada severa empuñando su bastón.
—Me liberaron... Un hombre, traía una máscara. Como de dragón —respondí recordando al sujeto.
—Ese maldito... Jamón, Leiftan síganme. Los demás encárguense de la humana —ordenó la mujer con autoridad, no hay duda de que es la jefa, trata así a tantos hombres buenorros y no protestan.
—Bueno, Miiko dijo encárguense. Tu especialidad Kero —comentó el pitufo fingiendo lástima—. Sé feliz con tu nueva esclava.
—O nueva carnada —dijo Nevra.
—O nueva servidumbre —mencionó el albino mamado.
¿Y estos quiénes se creen? Ya verán...
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