Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9 | Kaisoo


(Narración: Jimin)

Los del restaurante me han regalado una ensalada groumet. Me la han preparado sin decirme nada, la han metido en un frasco de cerámica blanca precioso y me la han entregado con un ceremonioso "disfrútela a gusto, por favor" que casi me hace llorar de verdad.

Qué gente más estupenda. Me siento apenado por la escena que les he montado porque ha sido fea y, además, no estaba en mis planes. Pero, claro, tampoco lo estaba que Yoon Gi fuera a sacar a pasear su odiosa actitud de líder omnipotente de esa manera.

No lo entiendo.

Primero me da su pañuelo para que cuide mis ojos y se muestra de lo más comprensivo y después me mira como si ansiara tirarme un rayo solo porque me he estirado un poco en su coche, he pedido la comida y he cogido el plato para servirle. Por cierto, que haya cambiado la vajilla por eso me parece tan loco como que el universo vaya a desaparecer por no regar la dichosa macetita de la administración a las ocho en punto.

Todo muy típico de él, el CEO obsesivo y exagerado de siempre. Aún no sé cómo se me ha podido pasar por la cabeza la idea de que quizás fuera  agradable. Es evidente que necesita litros de esa tila que le prepara su secretario para parecer mínimamente normal. No, qué digo litros; decalitros o hectolitros. No hace falta más que ver cómo se ha puesto con lo de la ensalada.

He pinchado las tres hojitas que quedaban en el cuenco porque las había dejado ahí y se las iban a llevar. Puede que para otra persona desperdiciar comida no sea importante pero, debido a mi economía, estoy acostumbrado a aprovecharlo todo. No iba a permitir que el jefe metiera su tenedor y cruzara espadas contra el mío solo para que las sobras se tiraran a la basura.

¡Arg! ¡Por Dios! Si pudiera le hubiera dado un zape en la nuca. Más aún porque me ha llamado incívico actor egoísta. A mí, que soy una persona que lo comparte todo y que tengo mil veces más educación que él.

¿Se puede ser más odioso?

Por eso me negué a ceder. De ahí se desencadenó la intervención de los empleados del local, mis lágrimas de cocodrilo, la ensalada gratis y que el señor Min, como desea que le llame, haya pagado la cuenta con el gesto propio de una efigie egipcia antes de meterse en el coche de un portazo y encender el motor en un silencio espantoso que me empezó a asfixiar a los pocos minutos.

—Me puedo bajar aquí —musité, cuando dejamos atrás la zona—. Me va bien.

—No, te llevo a casa —respondió, con la vista fija en la circulación—. Dame tu dirección.

Ni loco.

—No es necesario —insistí—. Supongo que tendrás muchas cosas que hacer.

—Por supuesto que tengo muchas cosas cosas que hacer —gruñó.

—Entonces déjame en esa esquina y vete a hacerlas.

Le señalé un supermercado. Se lo pasó. Ay; ¡pero por qué!

—Era... —Me hundí en el asiento, con el tarrito entre las manos—. Ahí... 

—Es ilegal detenerse en un lugar que no esté adecuadamente habilitado para tal fin.

Entrecerré los ojos. Debía ser el único ser en todo Seúl que se tomaba en serio esa norma.

—Pues para en el primer lugar que consideres adecuado —me resigné—.  Me da igual dónde.

Frenamos ante un semáforo. La gente empezó a cruzar bajo el sonido del característico pitido.

—¿Y si te ocurre algo? —Sus ojos oscuros, serios pero más serenos, se giraron hacia los míos—. Te quieres bajar pero no llevas guardaespaldas. No me quedaría tranquilo pensando que te he dejado caminando por ahí sin protección.

Ahí lo noté. El salto en el pecho que me dejó sin aliento. El desconcierto ante el mismo tono amable que le había escuchado antes. La impresión de sentirle...  ¿Atractivo?

No. Eso sí que no. Nunca.

—Estoy acostumbrado a salir solo. —Me faltó tiempo para darle al botón del seguro de la puerta, quitarme el cinturón y huir del vehículo, con las mejillas ardiendo—. ¡Chao, señor Min! ¡Nos vemos!

—No, oye, espera.

Seguí mi camino. Incluso apreté el paso.

—¡Que te esperes he dicho! —le escuché bramar, de fondo—. ¡Jimin, inconsciente! ¿Que no escuchas? ¡Es peligroso!

No le tomé en serio. Pensé que su concepto de peligro se limitaría a zonas sucias y a tiendas con alguna que otra mosca zumbando por el escaparate. No me di cuenta de que, con las prisas, había tomado el rumbo a Kaisoo, una zona de alterne famosa por la venta de sustancias ilegales, apuestas y disputas entre mafias.

Aún lucía el sol cuando me topé con los primeros bares. Vi una pareja borracha un callejón discutiendo a gritos y a varios tipos con aspecto de "como me mires te golpeo" que me hicieron ponerme más recto que el palo de una escoba y abrazarme al bol de la ensalada. Torcí por una callejuela atestada de cubos de basura con la idea de cortar el recorrido y regresar a la avenida principal. No conté con que justo ese sería el punto de reunión de una de las bandas.

Uy, uy, uy.

Quise pasar inadvertido por detrás de los contenedores, a pasitos de tortuga con estilo ninja silencioso incorporado. Un pie. Otro pie. Así; genial. Andaban a lo suyo. Un poquitín más. Me detuve ante las risotadas. Otro par de pasos y... ¡Bam! Le pisé la cola a un pobre gato.

—¿Qué haces fisgando aquí, pelirrojo? —De repente me encontré rodeado de esos individuos con pinta de haberse fugado de prisión, con su jefe delante tronándose los nudillos—. Por esta calle no se puede pasar, lo sabe todo el mundo.

—Yo... —Me eché a temblar—. Per- perdón...

—¿Que llevas ahí? —Reparó en mi cerámica—. ¿Estás vendiendo sin mi autorización?

—No... —Ay; auxilio—. No me dedico a...

—Es una ensalada groumet.

La inesperada intervención de Yoon Gi me hizo dar un brinco. ¿Estaba ahí? ¿Cómo era posible?

—Ni se te ocurra tocarla, que es mi comida. —Aluciné al verle interponerse entre el tipo y yo como si nada, con su mirada típica de "aquí mando yo". —Y, por supuesto, a mi chico tampoco se le toca.

—Oh, ¡qué valiente! —Su interlocutor se frotó los puños—. ¿Quieres pelea?

—No sé. —Yoon Gi no se achantó—. Depende de lo que quieras tu así querré yo.

Me quedé boquiabierto ante semejante cambio de registro. Había pasado de ser un CEO maniático protestando por una servilleta a convertirse en un malote de barrio con cara de pocas bromas en medio segundo.

—Entonces prepárate.

—Llevo preparado desde que has abierto tu bocaza maloliente.

¡Ay, no! ¡De verdad le quería pegar! ¡No, no, no!

—Mil perdones por habernos metido en su callejón privado, señor dueño de la mafia. —Me situé frente a Yoon Gi, con una inclinación de respeto—. Me equivoqué de camino pero no se preocupe que ahora mismo lo arreglo. —Le dejé caer la ensalada entre las manos—. Acepte esto a modo de disculpa.

No les di opción a más. Tiré del brazo de mi jefe, que ya se había  remangando las mangas de la chaqueta y contemplaba a los presentes como si fuera el rey de las artes marciales, invoqué mis dotes de campeón mundial persigue autobuses y, en menos de un mili segundo, le saqué de allí.

—¡Esto es inadmisible! —Por descontado, en cuanto paramos de correr, Yoon Gi se lió a protestar—. ¡Inaudito! ¡Inconcebible! ¡Incomprensible! ¡Iba a partirles la cara a todos esos pandilleros mascachicles!

O ellos a él, una de dos.

—¿Por qué me lo has impedido? —prosiguió—. ¡Te buscaban intimidar! ¡Pedían a gritos una paliza!

—Es que eran muchos.

—¿Y qué?

—Que te podías lastimar.

—¿Y qué?

Por Dios. Mira que era difícil tratarle.

—Que no quería que te hicieras daño por mi culpa. —Le así con más presión de la manga de la chaqueta—. Aunque... —Los nervios me cerraron la garganta—. Gracias por aparecer. Me había bloqueado. Sin ti no sé lo que hubiera hecho.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro