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14 | Ser galán tiene su precio


(Narración: Yoon Gi)

Me he quedado sin palabras para definir a Jimin.

Impresentable, maleducado, incívico, egoísta, desorganizado, desagradecido... Todas esas acepciones se le quedan cortas. Cortísimas. Son conceptos diminutos, diría que casi microscópicos, al lado de su intolerable actitud.

¡Cómo se atreve a dejarme plantado! Nunca nadie había llegado a tanto.

Primero me muestra su linda sonrisa y me dice que tenía pensado pasarse a verme al despacho, sin cita, por supuesto, porque lo de seguir los protocolos no va con él pero, por lo menos, iba a aparecer. Después me vacila por teléfono, exactamente igual que lo hizo con lo de llamar a la puerta y, cuando ya me ha fastidiado lo suficiente, me suelta tan tranquilo que se ha dado cuenta de que no puede gastar ni un segundo en saludarme porque tiene que irse a retocarse el pelo.

Encima ha rechazado la estética privilegiada de mis camerinos. Que si no soporto el calor del secador, que si tampoco el tirón fuerte, que si mi cabello requiere mimo y bla, bla, bla. ¡Siempre saca ese bla, bla, bla! ¡Increíble!

Pero lo peor no es que me haya dejado como un estúpido, con la mano pegada al pomo del office mientras mi cabeza localizaba un excelente y perfecto lugar para invitarle a cenar con alguna excusa, no. Lo que me cuesta digerir es que haya dicho que vendría a verme otro día... Si se acuerda.

¡Pero bueno!

¿Qué le pasa? ¿Tan poco significativo soy para él? Arg; no puedo más. Le detesto. De verdad, le odio mucho. Casi tanto como ese "chaito, bye, señor Min" que acostumbra a dedicarme agitando la mano con su cara de niño inocente. Parece que no ha roto un plato en su vida, tan encantador él. Y, claro, con esa expresión logra que su presencia me genere esa sensación de obnubilación ilógica. ¡No lo soporto!

—Nam Joon, tráeme una bebida de la cafetería. —Tras la huida del actor de mis pesadillas me dejé caer en la silla frente a la estantería, con el pecho como un volcán en erupción—. La que sea, me da igual, pero que esté fría.

—Señor Min... —El aludido se incorporó de su puesto, con las manos a la espalda y un titubeo que me irritó aún más de lo que ya estaba—. Verá... En mi humilde opinión, el señor Eun...

—No menciones a ese individuo —corté—. Cumple con el encargo.

Me pareció que carraspeaba, nervioso. Hacía bien en estresarse. Muy pero que muy bien. A fin de cuentas, había participado de forma activa en la escenita de Jimin cuando debería de haberle cortado. Sin embargo, había mostrado más camaradería hacia ese actorucho con aires de emperador persa que hacia mi persona, el respetable CEO gracias al cual gozaba de un sueldo magnífico. Debería despedirle por desagradecido. Ya lo creo. Y, ya puestos, al becario con instinto de dalai lama también.

Resoplé. Mis ojos se posaron en las carpetas clasificadas. A... B... C... D... Un segundo... ¿M? ¿Pero qué tipejo inculto ponía la M después de la D?

—¿Por qué están los dosieres así? —me dirigí a la sala, sin mirar a nadie en concreto pero a todos al mismo tiempo—. ¿Dónde os han dado el título universitario? ¿En una rifa? ¡El abecedario es básico! ¡Clave! ¡Esencial! ¡Esta administración es un antro de analfabetismo!

—Señor... —Nam Joon insistió en hablarme—. Min...

Giré el cuello, cual ave rapaz al acecho para a continuación taladrarle con la mirada.

—Perdone por mi intromisión en sus asuntos pero me parece importante trasladarle que solo accedí a telefonearle porque, antes de que usted llegara, el actor cuyo nombre no me permite mencionar lucía de lo más ilusionado ante la perspectiva de verle —dijo, a toda velocidad—. Mientras preparábamos los documentos me preguntó por usted varias veces.

Arqueé la ceja. ¿Qué?
—No conocía sus horarios —continuó, más rígido que un maniquí de cera—. Creo que se decepcionó porque le dijo que le dedicaría solo unos minutos y por eso se ha ido así.

Jimin decepcionado por mí. Era mas viable que una vaca volara con el rabo y atravesara el firmamento de Seúl.

—Si tanto deseaba hablarme se hubiera quedado.

—La decepción nos hace tomar decisiones incorrectas.

¿Eh? Parpadeé. Nah.

—Pues entonces que lo arregle y pida la cita correspondiente. —Por supuesto, me mostré inflexible. Demasiado blando había sido ya—. Y de la forma apropiada, con el manager por delante.

—Lo que usted diga, señor Min. —Nam Joon agachó la cabeza—. Cita previa solo a través de Jung Hoseok.

—¡Exacto! —reafirmé, antes de regresar el ojo a la estantería—. Mientras ordena este basurero ortográfico. Necesito que luzca como deber ser. Las carpetas correlativas. Alineadas en vertical. No caídas, rectas. Sin polvo. Inmaculadas.

—Como ordene, señor Min.

—Lo quiero listo en cinco minutos. —Me perdí de nuevo por el pasillo, rumbo al despacho—. ¡No, en cinco no! ¡En uno! ¡Olvida la bebida! ¡Ponte a colocar!

Eso era lo importante: mi empresa. Lo que Jimin pensara, quisiera o dijera no debía afectarme. Claro que no. ¿Por qué mi cabeza se empeñaba en complicarlo? Con lo sencillo que era. Lo único que tenía que hacer era hablar con su nuevo manager, Hoseok, de su insolencia e ignorarle de ahora en adelante. Un CEO como yo no debía prestarle atención a un idol presumido que no hacia otra cosa que sembrar estrés a su paso. Había cometido un error gordísimo al invitarle a comer porque ahí había ocurrido lo de Kaisoo, le había conocido de forma más informal y entonces...

¡Entonces nada! ¡Nada! ¡Eun, descarado egoísta!

Entré en la oficina, aún enfadado pero insuflado en la decisión de centrar la mente. Allí seguían Tae Hyung y Jung Kook. El primero, se mantenía en el mismo lugar donde le había dejado, estirado como una regla medidora, con el pie picando a golpecitos mi suelo mientras tecleaba en el ordenador a saber qué tontería porque, que yo supiera, no tenía nada pendiente que redactar. El segundo le observaba con resignación desde el asiento de enfrente.

—Ese reloj que llevas... —le escuché titubear—. Es bonito.

—Gracias. —Tae Hyung ni le miró.

—Te da un aire elegante. —Jung Kook se esforzó por ampliar—. Atractivo.

—Gracias.

Por Dios. Para una vez que aquel cantante le prestaba la atención por la que tantos meses había suplicado, iba y adoptaba el modo "inmunidad a tus encantos". Cuando se fuera, andaría lamentándose y dándose golpes contra la mesa. Lo veía venir.

—Y... —El idol se revolvió en la silla—. ¿Dónde te lo has comprado?

—No lo recuerdo.

Uf.

Me acerqué, con ganas de propinarle a mi secretario un zape en la cabeza al tiempo que analizaba la mejor forma de sacarle del caparazón pero no llegué a hacer nada porque entonces un intenso trueno alertó del clima exterior y modificó la escena por completo.

—¡Woa! ¡Madre mía! —Jung Kook dio un enérgico salto que le situó frente a la ventana en menos de un parpadeo—. No sabía que iba a llover. —Amplió las aberturas metálicas de la persiana horizontal—. Está cayendo una buena.

Tae Hyung retiró por fin los ojos del ordenador.

—Los meteorólogos no suelen acertar en lo que a lluvia se refiere —comentó—. A mí me han sorprendido ya varias tormentas en la calle sin paraguas. Por eso ahora llevo uno siempre conmigo.

—Debería seguir tu costumbre —contestó el aludido—. Yo no suelo andar solo pero en una ocasión, durante uno de mis días libres, también me llovió encima y me enfermé.

La mente se me fue, sin que pudiera evitarlo, a Jimin.

Se había marchado a pie, con tan solo una ligera camisa de seda blanca y sin cobijo alguno contra la tempestad. Podría resfriarse aunque eso, por supuesto, no era problema mío. Además, lo que le ocurriera le estaría bien empleado. ¿Por qué entonces salí a la calle con el abrigo en una mano y el paraguas negro de Tae Hyung en la otra, rebuscando por las aceras encharcadas la silueta de aquel indeseable ser?

"El actor cuyo nombre no me permite mencionar lucía de lo más ilusionado ante la perspectiva de verle".

Las palabras de Nam Joon me revolvieron las ideas. Rayos; qué sin sentido. Con los desplantes que me dedicaba. Con su falta de educación. Con su ausencia de consideración. ¿Cómo podía valorar si quiera por un instante que pudiera ser cierto que yo le interesara?

"La decepción nos hace tomar decisiones incorrectas".

Definitivamente, me había convertido en un blando. Para colmo, el corazón se me enterneció al detectarle, un buen trecho después, agazapado en la esquina de un techo, empapado, abrazado a sí mismo y temblando de pies a cabeza.

¡Me enternecí! ¡Yo, que había sido esculpido en hielo me sentí temblar el corazón! ¡Inaudito!

Aunque fue aún más increíble acercarme y percibirme cual galán de una de mis series. Salvo por la ropa, obvio, porque iba como un pordiosero pero lo que contaba era el talante. Paso seguro. Altanería. Expresión seductora. Dignidad tipo "vengo a salvarte". Y el plus infalible de cubrirle con el paraguas y dejarle caer el abrigo sobre los hombros. O sea, lo que venía a ser todo un triunfador.

—Parece que no has aprendido nada de lo de Kaisoo —me mostré sereno—. Vas por libre y haces lo que te da la gana sin escucharme. Por eso después tienes problemas.

Jimin dio un respingo y se volvió, con las mejillas teñidas de un leve rubor rosado y los ojos abiertos en expresión de sorpresa. Normal; claro. Ni yo mismo me creía lo que estaba haciendo.

—Abróchate el abrigo, que hace frío y estás empapado. —Me permití acercarme—. Te vas a resfriar.

Tiré de los lados de la cobija para colocársela mejor. El paraguas se tambaleó con mi movimiento y me mojé el hombro pero no me importó. Por primera vez reparaba en el hermoso brillo de las pupilas castañas que me observaban con timidez mientras le abotonaba la prenda hasta el cuello.

—Gracias... —musitó—. Señor Min...

Ahí podría haber aprovechado para soltarle sus verdades. Decirle que su tendecia histriónica no podía tolerarse, que sus cambios de actitud me confundían, que los horarios y las normas debían respetarse y que tenía que darme el lugar de CEO que me correspondía, por mencionar algunas de la larga lista. Pero allí, bajo el estruendo de lluvia al caer sobre la lona que nos cubría, me quedé en silencio, con la mano pegada al último botón, respirando su aliento debido a la escasos centímetros que nos separaban.

Sentí que me asía de la sudadera. El corazón se me aceleró. Me incliné un poco más. Sus labios quedaron tan cerca que bastaba un leve movimiento para rozarlos con los míos. Y entonces...

Entonces me empujó.

Sí, ese angelito con alma de demonio revenido puso las manos por delante, me apartó y retrocedió como si yo tuviera la peste. Encima me quitó el paraguas.

—¡Ay, señor Min, no invadas mi espacio! —protestó—. ¡Recuerda que me se me bloquean los chakras!

No me dio tiempo a replicar. Un auto atravesó el charco que se había formado a mi lado a gran velocidad y me lanzó toda esa cochambrosa agua estancada encima. Quedé, literalmente, bañado en porquería.

Inconcebible que me pasara esto a mí.

Del todo inconcebible.

N/A: buenas, mis bonitas soñadoras, aquí estamos otras vez. Primera actualización de esta historia en 2025 y, aunque he tardado más de lo que me había marcado porque ando corrigiendo fics terminados, estoy encantada de regresar con este par de dos tan único.

Muchas gracias por el amor que le están dando a la historia en cada voto/ comentario que dejan. Las amo a montones. 💜✨

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