13 | El plan de la mentira perfecta
(Narración: Jimin)
Ahora sí que no puedo dejar de mentir.
Yoon Gi me ha pillado en la zona de la fotocopiadora. Se supone que allí nunca entra nadie, menos aún el jefe. ¿Por qué tengo que tener tan mala suerte? Encima me ha visto en todo mi esplendor, sentado en el suelo sin zapatos y en esa posición de flor de loto para la que se requiere hacer un cursillo de experto.
Madre mía; de la angustia que me ha entrado se me ha olvidado hasta respirar. Si Nam Joon no hubiera aparecido, ¿qué habría sido de mí? Hubiera terminado de rodillas frente a la puerta de la empresa, suplicado por una piedad que no hubiera llegado. Porque no lo hubiera hecho, ¿no?
Ay; yo ya no sé nada.
Pensaba que el jefazo montaría un show visceral. Estaba seguro de que me acusaría de convertir su empresa en un basurero por haberme dejado el material de oficina sin ordenar y que después se referiría a mí como individuo indigno del universo, culpable del caos del planeta, irresponsable de las desgracias del mundo y demás. No me esperaba que se limitara a darme la espalda, a murmurar un "ponte los zapatos" y a desaparecer. Al menos por un rato porque después le he vuelto a ver en la administración.
Mientras clasificaba los rotuladores en mi cubículo de la esquina ha asomado la cabeza. Ahí me he puesto súper nervioso porque se me ha quedado mirando un buen rato con una expresión de lo más taciturna. Luego se me ha acercado. Juro que he rezado para que la tierra me tragara. No encontraba forma de cubrirme mejor la cara.
—¿Cómo dices que te llamas? —se ha interesado, en un sorprendente tono normal.
—Se- Seon J-J-J... —Obvio, no me ha quedado otra que seguir con el rollo del tartademudeo—. Ju-Ju-Ju...
—Vale, déjalo —me ha cortado—. Mira, Seon Ju, me gustaría que te centraras en dejar el recibidor pulcro e impoluto. Quiero verlo más limpio que el mueble de una exposición de arte, ¿lo entiendes?
Exagerado.
—S-s-s-s-siiiiiiiiiiiiii. —Esta vez he extendido el monosílabo de forma involuntaria. Cosas del estrés, supongo—. Se-señor M- M-Miiiiiiiiiiin.
—Hazlo rápido.
—Cla- cla- claro.
Se ha marchado. Me he dispuesto a coger aire pero no me ha dado tiempo porque ha vuelto. Esta vez se ha dado un paseo por las mesas de los demás, con las pupilas clavadas en mí como un par de taladradoras. He tosido. Me he cambiado de posición para evitar mirarle. He bebido agua. No me he tranquilizado.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Ha vuelto a preguntarme.
Mucho. Más de un año.
—Po- po- po- poco.
—¿Y por qué no te he visto antes?
—Hace recados, señor Min. —Nam Joon me ha echado un cable—. Suele estar fuera de la empresa.
Lo siguiente que he escuchado ha sido el portazo de su despacho. Solo entonces el oxígeno me ha regresado a los pulmones aunque los músculos se me han quedado agarrotados. Y ni qué decir del cerebro. Se me ha convertido en un licuado de ideas. Ideas catastróficas.
No contento con suplantar a Eun J, ahora mi verdadero yo también es una persona inventada. Eso significa que estoy atrapado en la mentira. ¿Qué se supone que voy a hacer?
—Debes tranquilizarte. —Nam Joon me leyó el pensamiento mientras colocaba la última tanda de carpetas de colores en la estantería, con las manos temblorosas—. Después, tenemos que devolver el móvil de Eun J a su empresa, emitir una carta formal de disculpa por la cancelación de su contrato y crear uno nuevo para ti con otros datos.
Me volví, con la boca abierta como un buzón de correos. Espera, ¿qué?
—Jung Hoseok es un manager independiente con el que me llevo muy bien —continuó, con los ojos en la pantalla del ordenador y el teléfono en la mano—. Si le llamo, estoy seguro de que aceptará representarte.
Pero...
—Además, lleva la carrera de Jeon Jung Kook, que también participará en la serie. —Me echó un vistazo rápido a fin de asegurarse de que le prestaba atención—. Él te puede ayudar a adaptarte.
Marcó mientras trataba de masticar aquel plan. Sonaba bien. No, mejor que bien. Era perfecto. Podría convertirme en actor y cumplir mi sueño aunque, claro, lo haría siendo otra persona. Eso estaba mal.
—¡No! —Corrí a su mesa antes de que pulsara el último número—. ¡Detente! —Bloqueé el aparato con la mano—. ¡Me vas a meter en un lío!
—Jimin, el lío lo tienes desde que decidiste modelar para Tifanny.
—Fue un trabajo puntual.
—De eso nada. —Meneó el dedo a los dos lados—. Tu rostro ahora representa una influyente firma de moda. No puedes desaparecer.
Procesé, en silencio y una a una, cada palabra.
—Vas a salir en todas partes —continuó—. Has tenido suerte de que me haya tocado a mí preparar tu documentación. Gracias a que vi una de las fotos te reconocí, arreglé tu nombre y algunos detalles. De lo contrario, quizás ahora estarías en comisaría acusado de un delito de suplantación.
Rayos; en eso no había caído. Ay, ay, ay. Había sido un estúpido al creer que ser despedido era lo peor que podía pasarme. Ay, ay, ay. Incluso había sacado de quicio a Yoon Gi amparado en que era invulnerable. Ay, ay, ay.
—Debí reconocer que había roto la cámara. —Me dejé caer en la primera silla que pillé, desinflado—. Si lo hubiera hecho, todo se habría reducido a tener que buscarme otro trabajo.
—No te sientas culpable, que lo que has hecho es sensacional.
Arqueé una ceja. ¿Eh?
—Mira, yo soy una persona que ama la tranquilidad —se inclinó sobre mí, con los codos en la mesa—. Adoro la idea de poder trabajar en un ambiente tranquilo, sin gritos ni escándalos.
—Normal —parpadeé—. Eso es lógico.
—Claro. —La voz se le tornó en un murmullo—. Por eso no puedo evitar observar con entusiasmo cómo Yoon Gi se ha relajado desde que te relacionas con él.
—Te equivocas —negué con la cabeza—. El jefe es más rígido que una barra de hierro oxidada.
—No tanto —rebatió—. Hoy no ha protestado por el polvo ni por el orden alfabético, ha regado la maceta él mismo y, lo más importante, no te ha despedido aunque te ha descubierto haciendo yoga. Jamás le había visto comportarse así.
Ya. Bueno.
—Me parece que le gustas.
¿Que yo qué? Nah, imposible. ¿Gustarle? Qué buena broma.
—No, no, no —corregí—. Yoon Gi me odia.
—¿Estás seguro?
Asentí.
—¿Y tu a él? —preguntó a continuación—. ¿Le detestas del mismo modo?
Tendría que haber dicho que sí. Era lo suyo. Sin embargo, no había podido meditar a gusto de modo que seguía arrastrando el ilógico embobamiento mental con el que me había tocado lidiar desde que me había levantado.
—Debería. —No fui contundente—. Me altera los nervios.
Nam Joon se echó hacia atrás. A continuación se quitó las gafas, y se rascó la barbilla. Me retorcí las manos. Se volvió a poner las lentes. Me dedicó una larga mirada pensativa. Desvié la vista al suelo. Rayos; ya la había liado.
—Bueno, mira —dijo, tras un período eterno—. Mientras aclaras lo que sientes, insisto en que acordemos con Hoseok un contrato a fin de evitarte problemas legales con Tifanny y ganarme yo, de paso, un tiempo de tranquilidad laboral. ¿Te parece bien? —Y añadió—. Será la mentira perfecta.
Ni cómo objetar. En apenas medio minuto, ya me había presentado al manager por teléfono. El pobre tenía una gripe espantosa que no le permitía hablar sin toser pero aún así nos atendió, se mostró muy agradable y lució encantado de asumir mi currículum en sus filas. Tanto fue así que no dudó en enviar a Jeon Jung Kook en persona para que pusiera los sellos de la empresa en mi contrato en ese mismo momento.
Me tocó bajar a los camerinos y cambiarme de identidad. Luego Nam Joon me presentó al idol que, por cierto, me pareció hiper simpático, y charlamos un rato antes de que desapareciera por los pasillos con la excusa de saludar a alguien. Ahí aprovechamos para tramitar la devolución del teléfono, la carta de disculpa y redactar los papeles que figurarían en mi carpeta. Y, en esas estábamos, cuando Yoon Gi irrumpió en la estancia y un nudo de molestas mariposas se me instauró en el pecho.
¿Pero por qué rayos tenía que notar ese tipo de cosas? Cogí aire. El jefe no. Fuera. Me caía mal. Muy mal.
"Creo que le gustas".
Nah, mentira. Obvio no. Aunque, ¿y si Nam Joon estaba en lo cierto? Poseía una capacidad intelectual envidiable.
Ay, ay, ay.
Me entraron la dudas. Un maremoto de sensaciones se adueñó de mí, entre ellas, algo parecido al entusiasmo. Me puse tonto. Le saludé con una sonrisa, le hablé con afecto y hasta le dije que tenía pensado ir a verle. Pero, por supuesto, el señor Min se encargó de bajarme de la nubes y pisotear mi ilusión en un santiamén. Solo tuvo que mencionar que necesitaba cita previa para escuchar mi saludo.
¿Cita previa? Por Dios, ¡pero cómo podía ser tan rígido! ¡Después de haber estado juntos toda una tarde! ¡Insensible!
Por eso se la devolví. Recuperé mi papel de idol insolente, le solté lo del ministerio y le llamé por teléfono desde la misma administración con ironía deliberada. Eso le descolocó. Aunque no tanto como lo hizo después nuestra breve conversación.
—De verdad, tu forma de manejarte por la vida es inadmisible —decidió—. Sin embargo, ya que estás aquí, puedo tomarme unos minutos en el office para que te quedes satisfecho de haberme trasladado el saludo.
Minutos. Y, ¿satisfecho? ¡Anda ya! Prepotente. Creído. Presumido. Lo inadmisible en todo caso era él.
—¡Uy, no, qué cabeza! —Me llevé la mano a la frente, en un gesto de fingida consternación—. ¡Acabo de recordar que no puedo quedarme ni un segundito! Lo lamento pero es de vital importancia que acuda a mi estilista personal.
Yoon Gi parpadeó, fuera de jaque.
—Aquí tenemos estilistas también.
—Es que resulta que si me tiran un poquitito del pelo me lloran los ojos y me mareo. —Me pareció que fruncía el ceño, asqueado—. Pero si me peinan despacio me baja la presión por estar con el calor del secador tanto tiempo. Mi cuero cabelludo requiere de un mimo especial.
—Ya. —Sonó molesto—. Cómo no.
—Entonces vendré otro día, si me acuerdo, a saludar previa petición de hora como en los trámites burocráticos. —Le despedí con la mano—. Hasta ese momento, ¡chao, señor Min! —Le di la espalda—. ¡Bye!
—Jimin, espera —Le escuché lejano—. Un momento.
Apreté el paso.
—¡Que te pares! —bufó—. ¡Actor maleducado! ¡Uno no puedo aparecer y marcharse así!
Obvio no le hice caso. Y quedé como todo un triunfador. Lástima que el dulce sabor del éxito se empañara al salir, todo digno yo, a la calle y que me cayera encima el aluvión de agua de una tormenta que no había previsto.
Rayos; eso era suerte.
N/A: Bueno ya va tomando más forma la trama. ¿Qué tal vamos? ¿Tienen algún personaje favorito? Yo me divierto mucho con la genialidad de Jimin aunque reconozco que amo escribir ese carácter rígido y gruñón de Yoon Gi jajaja. Y me gusta Tae con su jung_kook_ te_ amo_eres_perfecto", que es justo lo que yo pensé al verle en el live. Aaaaaah! No me lo podía creer! Kooooooookieeeeeee! Ay, cómo le amo! 💜 ❤️🤧🥺✨
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