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12 | Le odio

Dedicado con cariño a Mel-Fdz con motivo de su cumpleaños.
Espero haber recordado bien el día. ¡Felicidades! 🥳❤️

(Voz narrativa: Yoon Gi)

He descubierto que en mi empresa hay un becario de nombre Seon Jung que se dedica a hacer yoga en horas de trabajo. Deja el recibidor como si fuera un mercadillo ilegal de bolígrafos baratos, se escabulle a la habitación de la fotocopiadora y después se tira al suelo para seguir los pasos de un ridículo tutorial de Youtube realizado por algún individuo sin nada útil que hacer en la vida. Y encima se quita los zapatos.

Inaudito.

No, ¿qué digo inaudito? Es intolerable. Increíble. Inconcebible. Debería despedirle. Esa conducta no se puede consentir. Ya lo creo que no. Mas, sin embargo, en vez de comportarme acorde a mi posición y echarle a patadas del edificio, lo he dejado estar. ¡Yo, que no soporto la parsimonia ni la procrastinación me he dado la vuelta y he fingido que no pasaba nada! ¡Con lo grave que es el asunto!

¿Cómo es posible?

No dejo de preguntármelo. Pero la conclusión que saco me repatea tanto que me niego a aceptarla: dejando a un lado el hecho de que es un chico inseguro porque no para de tartamudear, resulta que su voz se parece a la de Jimin.

¡Rayos! ¡Estoy que me llevan los demonios! ¿Pero por qué me tengo que acordar de ese incívico actor egoísta a todas horas, ah? Es terrible. Por su culpa he perdonado al novato. Eso significa que no puedo ejercer mi trabajo como procede. Arg; cómo le odio. Nunca me ha asqueado tanto alguien como lo hace él. Lo juro.

—Has tomado una excelente decisión al no despedir a Seon Jung. —Tras una hora de silencio en la que me encerré en el despacho y me dediqué a morderme el carrillo y renegar de Jimin, Tae Hyung carraspeó y se sentó frente a mí—. Con acciones como esta tu posición de líder se consolida.

Me limité a observarle. Qué va. Entre la ropa de pordiosero y la actitud de bobo comprensivo que me cargaba encima, mi imagen de CEO respetable acababa de morir. Todo por causa del Eun de las narices.

—Kim Nam Joon hablará bien de ti. —Tae insistió en su discurso positivo—. De ahí derivará que los demás trabajadores te tengan más estima. Ya lo verás.

—¿Y a mí que más me da? —emití la pregunta con ira contenida—. Que me estimen no cambia que tendría que haber echado a ese dalai lama frustrado a la calle.

—Ay, Yoon Gi, mira que eres radical.

—De radical nada —refunfuñé—. Es la verdad. Y que sepas que solo me he comportado así por una estupidez que debo eliminar como sea.

Los ojos castaños del secretario se abrieron en un claro signo de curiosidad.

—Ni me vayas a preguntar porque no te voy a decir. —Me anticipé—. Ahora, si has terminado, date un paseo por ahí o métete en internet a revisar las redes de Jung Kook por treinteaba vez en lo que va de tarde.

—¿Te sirvo tila? —No se movió.

Negué.

—¿Algún aperitivo dulce para relajar los ánimos?

Volví a negar.

—¿Recordamos un poco la suave brisa de las olas meciéndose sobre el atardecer?

Jamás. Era lo que me faltaba para crisparme del todo.

—Me marcho a la administración. —Me levanté como si un motor a propulsión me empujara el trasero—. Necesito comprobar que la pulcritud ha regresado a mi recibidor o no podré irme a casa tranquilo.

—No lo creo que eso sea lo... —Se interrumpió en cuanto abrí la puerta—. Aaaaah...

Me giré, confundido ante su repentino cambio de registro pero no me dio tiempo a preguntar por qué se encogía y trataba de esconder la nariz tras las páginas de la agenda. La alegre voz que me saludó, impregnada del inconfundible timbre musical que había convertido mi última degustación groumet en un concierto de k pop, me lo dijo todo.

—¡Señor Min! ¡Buenas tardes! ¡Qué bueno que aún no se haya ido! ¡Pensaba que no le encontraría pero creo que he llegado justo a tiempo!

Oh, no. ¿Jung Kook? ¿Aquí? ¿Hoy? Y, ¿sin avisar?

Dejé a Tae Hyung y me centré en la imagen del recién llegado. Jeans grises desgastados. Camiseta blanca sobre la que lucía otra camisa de seda azul abierta remangada hasta los codos. Tatuajes en el brazo. Cabello castaño. Piercing en orejas y labio.

Sí, era él.

Vaya por Dios.

—Más bien casi a tiempo. —Le sobrepasé, con los ojos puestos en el fondo del pasillo—. Me estoy yendo.

—¡Oh, no, no, no! ¡Espere! ¡Deme un minuto! —me interceptó—. Voy a ser breve.

Lo dudaba. Jung Kook era de todo menos breve.

—Mañana —sentencié—. Pero que tu manager llame primero. No atiendo sin cita, no lo olvides.

—Es que Hoseok está enfermo.

—En tal caso llama tu.

—¿Y no se lo puedo contar ahora? —insistió pero, antes de que me diera tiempo a negar de algún modo, cogió carrerilla, obvió mi cara de malas pulgas y se embaló—. Mire, he estado pensando en el papel de la serie que me va a dar. ¿Aún no ha decidido cuál será? ¿Puedo proponérselo yo? ¡Quiero ser el mejor amigo del protagonista!

Y yo quería irme a una isla desierta llena de hermosas florecillas que no perdieran sus hojitas por la falta de riego de los irresponsables de mis empleados y, sin embargo, me tocaba velar por la maceta. No todo se podía en esta vida.

—Adoro el concepto de consejero que intenta que el chico consiga el amor de la persona que le gusta. —El joven prosiguió—. ¡Y aún estaría mejor si mientras le ayudo ignoro que el otro personaje secundario se ha fijado en mí! —continuó—. ¡Qué dramón! ¿Se imagina el enganche? ¡Ya lo estoy viendo!

—Sí, eso sí lo veo. —Mi mirada pasó a Tae Hyung. Me lo había puesto que ni pintado—. ¿A qué tu también lo ves?

—Yo... —El aludido levantó los ojos de la agenda, más blanco que la cal de la pared—. No sé.

—¡Oh, Tae, no te había visto! ¡Hola! —Jung Kook asomó la cabeza sobre mi hombro, con las pupilas marrones en mi secretario y una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Te encuentras bien? El otro día dijiste que me llamarías pero, como no lo hiciste, pensé que te habías enfermado.

—He estado bastante ocupado.

En eso coincidía. Debatir durante horas la idoneidad de telefonearle o no con el móvil en la mano gastó muchas horas.

—Y, ¿aún te queda mucho por hacer?

—Sí.

Fruncí el ceño. Kim, bobalicón. Mucho aconsejarme a mí pero era incapaz de aprovechar la oportunidad que le acababa de caer del cielo.

—Bueno, cuando puedas entonces. —El idol se encogió de hombros, resignado, y regresó a mí. ¡Rayos, no! ¡Me quería largar!—. Volviendo al tema, señor Min, si me diera el papel acertaría de pleno. Le aseguro un boom en pantalla porque he hecho buenas migas con el actor protagonista y, ya sabe, el buen rollo se capta.

—¿Cononces a Eun J?

El corazón me dio un brinco involuntario. Desde luego, qué asco. Odiaba notarme así.

—Se ha cambiado a mi empresa —asintió—. De hecho, estoy aquí porque Nam Joon me ha llamado para que le ayude a rellenar la modificación de datos. Parecía un poco perdido.

¿Cómo? ¿Jimin estaba aquí? Dios mío; era el colmo. Después de correr tras él por todo Kaisoo y de haberle dedicado mi preciada tarde entera, ¿aparecía por la empresa sin avisarme? ¡Cuánta desconsideración!

—Voy a mirar unas cosas. —Sorteé al idol a la velocidad del rayo y metí un acelerón por el pasillo—. ¡Tae Hyung, deja la agenda y atiende a Jung Kook!

No supe si lo hizo. Es más, ni siquiera reparé en si respondía. En lo único en lo que podía pensar era en que el actor estaba en la administración y que tenía que verle antes de que se fuera. ¿Por qué? Según yo, para echarle en cara su falta de organización hacia mi persona. No contaba con que nada más divisarle, de pie frente a la mesa de Nam Joon, riéndose con aire desenfadado de lo que éste le decía, me fuera a quedar en blanco.

Arg; ¡pero por qué me tenía que pasar esto!

—¡Señor Min! —Su exclamación sonó encantadora—. ¡Hola! ¿Cómo ha transcurrido tu día? Justo estaba por terminar aquí. Iba a pasar a verte.

Iba... A... ¿Verme?

Era lindo saber que me tenía tan presente como yo a él pero, ¿sin orden? ¿Y la planificación necesaria en la vida? Sacudí la cabeza. No, no, no.

—Así no se hacen las cosas. —La réplica me salió en automático—. Para hablar conmigo se requiere cita previa.

Jimin arrugó la nariz.

—Cada día debe tener las tareas organizadas previamente y con suma puntualidad. —continué—. Los imprevistos deben solicitarse de igual modo.

—O sea que para decirte "hola" tengo que solicitarlo como si esto fuera un ministerio público —concluyó, con un gesto de hastío—. Okey, no te estreses, jefe, que ahora mismo lo arreglo.

—No, no se trata de que...

—Dame un momentito —me cortó. Sus pupilas se dirigieron a Nam Joon, que permanecía en silencio, observando—. ¿Te importaría telefonear al celular del CEO Min y pasarme la llamada, por favor?

Parpadeé, alucinado. ¿Qué?

—Ah... Pues... —El trabajador tomó el teléfono—. No, claro que no.

El móvil me empezó a sonar. Pero qué rayos. Descolgué.

—Señor Min, soy Jimin. —Le escuché en estéreo, tanto a través de la bocina como por la oreja que tenía libre—. He venido a la empresa a modificar mis datos y quería saber si dentro de tu escrupulosa e importantísima agenda me darías un microsegundo muy micro para saludarte o prefieres que espere aquí lo que estimes conveniente si necesitas remarcar tu liderazgo.

¿En serio iba otra vez con esas?

Uf; pero cómo le odiaba.

N/A: Ah Dios mío! Pensaba que no me saldría esta semana el capítulo. Me atasqué 🤧 Pero con paciencia llegué. En ese sentido, es posible que deje un anuncio sobre actualizaciones en el muro. Ando valorando centrarme solo en algunos fics (este sería uno de ellos) para publicar más seguido y tener menos problemas yo al escribir las tramas pero todavía lo tengo que pensar un poco. Se admiten consejos 🥺🤔

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