Capítulo 8

"El amor es el principio de todo, la razón de todo, el fin de todo."
—Lacordaire
—La gametogénesis es el proceso de formación de células sexuales maduras o gametos.
La voz de la doctora resuena en mis oídos mientras me esfuerzo por concentrarme. Me imagino cómo está mi cara en este momento en clase; he estado tan distraída, con tantas cosas en mente.
Debo prestar atención, el examen es dentro de una semana y siento que no estoy preparada.
Mientras hago un corazón en mi cuaderno, mis compañeros siguen atentos y preguntando.
El asiento de Leire está vacío, me dijo que regresaría hoy temprano. Estoy nerviosa y ansiosa. No le he escrito a Brad, aunque lo deseo, mi conciencia me frena.
Vale, Kim, eres una pasada.
Sin embargo, necesito dejar las cosas claras. No quiero parecer desesperada ni que piensen que soy una chica complicada que rompe relaciones ajenas. Si él no tuviera novia, sería diferente.
Mi móvil suena, sacándome de mis pensamientos.
Nicolas: Ey, Kim ¿vendrás a trabajar? Es miércoles y se trabaja horrible. Espero tu respuesta, tía ;)
Suspiré al recordar mi trabajo.
He estado tan ocupada pensando en otras cosas que ni siquiera he podido concentrarme en ello, no llevo ni dos semanas trabajando y ya me da pena.
—Señorita Curie—me sobresalto al escuchar mi nombre, sabía que esto iba a pasar.
—El proceso de la gametogénesis en el sexo femenino, ¿cuál es su nombre?—me preguntó la doctora con una mirada intensa.
Mis compañeros estaban atentos a mi respuesta. Sabía la respuesta, ese tema lo tenía claro. Pero no salía de mi boca.
El timbre sonó justo a tiempo y me levanté para guardar mis cosas en la mochila.
Mi móvil volvió a sonar.
Julia: Te espero afuera, tengo hamburguesas.
Sonreí mientras metía mi última libreta en la mochila. Pero antes de cargarla sobre mi hombro, la voz de la doctora me detuvo.
—Señorita Curie, tenemos que hablar.
Respiré profundo y me acerqué al enorme escritorio lleno de papeles y hojas de anatomía que solo me causan dolor de cabeza.
—¿Sí...? -pregunté con un nudo en la garganta.
Se quitó las gafas y tomó un sorbo de café antes de hablar.
-Te he notado distraída en clase -dijo revisando un papel en su mano-. He visto tus últimas calificaciones y no son las mismas. Tres días ausente y llegas despistada. Kimberly, aquí queremos estudiantes ágiles e inteligentes; por eso los preparamos bien para que sean muy buenos profesionales. ¿Tienes problemas en casa?
-Ninguno -respondí rápidamente.
Entrecerró los ojos y negó levemente con la cabeza.
-El examen es en unos días; no quiero decepcionarme contigo.
-Le prometo que saldré bien -respondí con una mezcla de determinación y ansiedad antes de retirarme con un nudo en la garganta.
No puedo abandonar la carrera; es lo que me gusta. Sin embargo, sé que me he descuidado últimamente. Desde el accidente de Kamila todo ha cambiado; viví el gran susto de mi vida y esos tres días fuera del país han afectado mis calificaciones y mi trabajo.
Caminé hacia la salida y al cruzar el pasillo vi a una pareja discutiendo. Carraspeé para despejarme y ambos me miraron con desdén.
Vale, soy una chismosa-pensé mientras hacía una mueca y seguía caminando. He aprendido que la universidad no es el mejor lugar para discutir con tu novio.
-¡Tengo noticias! -me dijo Julia con una sonrisa pícara en su rostro.
-Vale, ya sé lo que me vas a decir -mencioné sin mucho interés.
-Joder. Kimberly, amo tus ánimos -expresó mientras miraba su móvil-. ¡Los invencibles están de vuelta!
Elevé ambas cejas y le di un mordisco a mi hamburguesa.
-¿Escuchaste lo que te dije, Kim? Dije que los invencibles están de vue... -intentó continuar, pero la interrumpí.
-Vale, ya escuché -tragué grueso.
Julia estaba emocionada por Matteo, y no quería arruinar su entusiasmo.
-Más tarde veré a Matteo -comentó con la boca llena.
-Eres una pasada, tía -le dije negando con la cabeza.
Ella rió, disfrutando del momento.
-Es increíble. He hablado un día entero con él y me cae de maravilla -confesó sonriendo de la nada.
-Te gusta.
-Vale, lo admito. Es muy majo, tiene una sonrisa perfecta, un físico que te mueres y, pues, es cantante. Todo tan perfecto.
-Julia... Leire...
-No me importa Leire. Y a ti no debería de importarte lo que piense o diga ella. Es vuestra mejor amiga, pero joder, es muy obstinada.
Negué dándole otro mordisco a mi hamburguesa.
-Pero lo mío es diferente. A mí no me gusta Brad. En cambio a ti te gusta Matteo.
Julia rió con sarcasmo.
-Eres una mentirosa.
-Vamos, Julia, no comiences. No quiero hablar de Brad.
-¿Cómo fue el beso? -me preguntó sonriendo pícaramente.
-No fue un beso -expresé furiosa-. Fue un error.
-Vale, si tú lo dices. Pero dime: ¿besa bien?
Sonreí por la expresión que puso. No lo voy a negar; ese beso fue algo inesperado y sus labios son cálidos. La verdad es que besa muy bien.
Sacudí la cabeza para sacar esos pensamientos estúpidos de mi mente.
-Si quieres pruebas tú, y después me dices.
Abrió la boca de manera exagerada.
-No seas pasada. El chico serio es el más guapetón de la banda. Pero vale, no te lo quitaré.
-Cuidado con Matteo, no sabes cómo es.
-Aparte de precioso, es muy sexy. Lo sé perfectamente.
Volví a sonreír; la verdad me alegra ver a Julia feliz.
*
Me miré en el espejo y me retoque los labios con labial rojo. Me encanta ese color; siento que combina muy bien con mi piel y mis ojos.
Hace rato le mandé un mensaje a Flor preguntando por Kamila, y me dijo que estaba bien, así que no me preocupo. Ahora quiero concentrarme en mi trabajo y mis estudios como antes.
-Kim.
En ese momento, Julia entró en mi habitación rebuscando entre mis cosas.
-Julia...
-Vale, ya conseguí lo que quería.
Me agarró de las joyas una cadena muy preciosa que me regaló mi madre el día de mi cumpleaños.
-Julia, cuídala.
La miré de arriba abajo y me sorprendió su cambio. Lleva puesta una falda de cuero negra igual que la mía, una camisa escotada color rosa y unas botas negras.
-Lo haré.
-¿Qué le dirás a Leire?
-Le dije que iba a salir con las chicas.
Negué lentamente y agarré mi bolso de mano antes de apagar la luz de mi habitación. Miré la camisa que Shinais, la amiga de Lina, me dio; pensé que era para mí. Literalmente, solo quiere la firma de Brad. No entiendo por qué se acercó a mí a pedirme eso. ¿Será que es una trampa de Lina? Pero ella me advirtió.
Joder.
Bajé las escaleras y me encontré a Leire en la sala hablando por teléfono, como siempre. Leire es la mayor de nosotras tres, la más madura, y se comporta como una mamá gruñona. Pero en realidad, es la más hermosa de las tres; su cuerpo es perfecto. Aunque sea un poco obesa, tiene unas caderas increíbles; cualquier chica desearía tener el físico de Leire.
-¡Kim! -exclamó dándome un abrazo-. Te extrañé.
Sonreí y le correspondí, aunque fue el abrazo más rápido de los que me ha dado.
-Lo siento, sabes que no me gustan los abrazos -mencionó leyendo una etiqueta que tiene en su mano.
-¿Cómo fue su última presentación? -pregunté con un poco de interés.
-¡Súper bien! La pieza importante de la noche era Brad; se lució, la verdad, me alegró mucho.
Elevé ambas cejas. Brad es un gran pianista, claro que se lució.
-Bueno, iré a mi trabajo. Me alegra que todo haya salido como lo planeaban.
-Sí -murmuró.
Caminé hacia la puerta pero su voz me detuvo.
-¿Qué está pasando entre Brad y tú? -me preguntó directamente sin rodeos.
Tragué grueso; me duele no contarle lo que pasó entre Brad y yo. Es como si no le tuviera confianza; no sé cómo lo vaya a tomar.
-Kim, no me molesta que se lleven bien. Lo único es que no quiero verte sufrir.
Fruncí el ceño.
-¿Sufrir? -pregunté confundida.
-Kimberly, Brad es un tipo impulsivo y puede que se esté comportando diferente contigo. Pero no te ilusiones. Brad es el mejor chico, lo es. Pero es orgulloso y no será capaz de decirte la verdad sobre su vida.
-¿Por qué siempre hablan de Brad como si fuera un delincuente?
No me gustan los rodeos; ya basta con lo de mis padres. No me interesa la vida privada de Brad. Quizás sí quisiera saberlo, pero todo a su tiempo.
-Brad no es ningún delincuente. Es un chico muy reservado y tiene sus razones.
-Me confunden -expresé abriendo la puerta y cerrándola con fuerza detrás de mí.
Me molesta que no confíen en mí y no me cuenten la verdad. No puedo estar tranquila pensando que Brad es un chico misterioso. Físicamente es un hombre de pocas palabras, con una mirada profunda y penetrante. Aunque sea reservado con su vida, los días que llevamos hablando me confesó lo más mínimo sobre su vida... pero algo es algo ¿no?
Estacioné mi coche en el garaje del bar y sentí una extraña sensación, como si hubiera pasado meses sin venir. Cuando entré, noté que había muchos autos estacionados, lo que indicaba que había una buena cantidad de clientes.
El primero que vi al llegar fue el vigilante. Tiene un físico impresionante; Dara me dice que todas las chicas vienen solo a verlo. Junto a él está Jonas, el que prepara los cócteles. Creo que son los únicos dos mayores del bar, y cuando digo mayores, me refiero a veintiséis y treinta años.
-¡Hola! -lo saludé. Me abrió la puerta con una pequeña sonrisa.
El bar estaba tal como lo imaginé: repleto de gente. Las mujeres lucían hermosos vestidos costosos, mientras que los hombres llevaban trajes impecables.
Desde la entrada, vi a Nicolás, como siempre perdiendo la paciencia con los clientes. Nuestras miradas se conectaron; por un instante me miró, luego al cliente y volvió a mirarme con una sonrisa de oreja a oreja. No sé cuáles son las intenciones de Nicolás conmigo; sé que ha estado actuando extraño con el tema de Brad. Pero decidí olvidarme de eso esta noche.
-¡Pero mira quién ha regresado! -exclamó Nicolás acercándose a mí con una gran sonrisa y una bandeja en la mano.
-Hola, principito de Inglaterra -le respondí dándole un pequeño abrazo.
-Vaya, ya era hora tía -mencionó Dara apareciendo de repente-. Hola, Kim.
-Hola, Dara -le dije con una pequeña sonrisa.
Me alegra mucho verlos, aunque no haya compartido tanto con ellos. Dara y Nicolás son las únicas personas con quienes he logrado establecer alguna conversación, ya que Sofía no es muy sociable, aunque también es muy amable.
-Deberías hablar con Elissa -me dijo Nicolás dándome un suave golpe con su pañoleta en el brazo.
Le sonreí nuevamente y decidí caminar hacia las oficinas de la señora Elissa. No es tan mala como la pinta Nicolás.
Caminé por el largo pasillo admirando cada uno de los lujosos cuadros que adornan el bar. Cualquiera diría que se trata de un lugar pijo del que no provoca ni estar; pero no. Es diferente: es muy llamativo y tiene un aire antiguo.
Toqué dos veces la puerta y al escuchar el "adelante", la abrí.
Lo primero que visualizo es un gran cuadro con el nombre "Discobar" en él, y una fotografía de la señora Elissa con una gran sonrisa, sentada en un sofá con una copa de cóctel. La señora Elissa no es tan mayor; tiene unos ojos verdes muy llamativos. En este momento, está sentada en un pequeño escritorio revisando unos papeles.
-Kimberly Curie -mencionó mi nombre.
-Hola, señora Elissa -le sonreí incómoda.
-¿Señora? -repitió la palabra de manera exagerada, mostrando un tatuaje recién hecho en su mano-. Dime Elissa.
Asentí con una pequeña sonrisa, aunque salió más bien como una mueca.
-¿Cómo sigue tu hermana? -me preguntó mientras revisaba un papel.
-Bien, se recuperó muy rápido.
-Me alegra. Oye, hemos visto cómo preparas los cócteles y a partir de hoy, no serás mesera. Serás la ayudante de Jonas.
Sonreí en señal de agradecimiento; me alegraba su noticia. No es que me avergüence de ser mesera. Un trabajo no avergüenza a nadie; los clientes se comportan muy respetuosos y Jonas también es amable conmigo.
-El sueldo será el mismo -aclaró.
-Vale, eso no me importa -respondí.
Claro que me importa, por eso estoy trabajando.
-Me contaron que estudias medicina -mencionó con una gran sonrisa.
-Exacto.
-Me alegra que estés estudiando esa carrera tan bonita, Kimberly.
Estaba a punto de responderle cuando su móvil sonó, interrumpiendo la conversación.
-Dame tres minutos, atenderé esta llamada -dijo.
Asentí y miré nuevamente el lugar. No tiene muchas decoraciones; las paredes son de color azul marino y hay un estante con muchos libros bien ordenados. En un rincón está una computadora con un pequeño escritorio. Supongo que es el puesto del señor Pascual.
Algo llama mi atención en ese escritorio: un portarretrato donde puedo ver la foto de tres chicos junto al señor Pascual y la señora Elissa. De lejos no puedo distinguir bien sus rostros, pero uno de los chicos me resulta familiar.
Me levanté de la silla para ver el retrato más de cerca, pero justo en ese momento aparece la señora Elissa y mi corazón da un vuelco. No quiero que piense que soy curiosa.
-¿Estás bien? -me pregunta al colocar su teléfono en el escritorio.
-Sí, claro -le respondí, mirando de reojo aquella foto.
-Bien. ¿Tienes alguna pregunta? -me dice al notar mi cara de confusión.
Puedo jurar que esos dos chicos que aparecen en la foto los conozco de algún lado, pero no logro identificarlos. Tal vez necesite gafas...
Mierda.
-Bien entonces ve a trabajar -me indicó con amabilidad.
Asentí nuevamente y antes de girarme e irme, volví a mirar el retrato por última vez. Qué extraño...
*
-Kim, dos cócteles.
Estar en esta área es demasiado estresante. Pensé que sería una maravillosa idea, pero resultó ser todo lo contrario. En este momento, odio la voz de Nicolás cada vez que me pide bebidas o cócteles. Todo es:
Kim, cóctel. Kim, los cócteles.Kim, dos cervezas. Kimberly, una botella de vino.
¡Joder!
-Tía, te veo estresada -menciona Jonas con burla.
Le dedico una mirada fulminante. Él está muy relajado mientras yo estoy muriendo, con ganas de sentarme. Mis piernas duelen y mis pies arden. Estoy segura de que voy a sufrir de las articulaciones y los músculos. No tengo dudas al respecto.
-Tía, no te estreses. Solo tómate tu tiempo. Prepara suficientes cócteles; si alguien quiere la misma bebida, solo prepara el vaso. No es para tanto.
Siguiendo su consejo, lo hice y la verdad es que me ayudó mucho. La gente comenzó a pedir más cerveza o chupitos en lugar de cócteles. Sin embargo, siento un dolor horrible de cabeza y el olor del alcohol me tiene muy mal. Joder, no voy a tomar alcohol nunca más en mi vida.
-Me alegra que hayas tenido paciencia, tía -mencionó Dara con una pequeña sonrisa.
Dara se encarga de la administración del dinero, Nicolás y Sofía quien solía hacer esa tarea, parece que el trabajo de mesera le queda muy bien.
-Kim. Kim. Kim -llama Nicolás varias veces el diminutivo de mi nombre-. Tía, tienes una paciencia increíble.
-Nicolás, odio tu voz en estos momentos -expreso sentándome al lado de Dara.
Nicolás hace un puchero.
-Vale, ¿Jonas? ¿Te encanta mi voz?
Jonas sonríe y niega lentamente.
-Todo de ti -dice burlón guiñándole el ojo.
-Es una pesadilla escuchar tu voz chillona a cada rato -menciona Dara.
Nicolás la mira y niega decepcionado.
-A ti te encanta mi voz -le dice con confianza.
Dara enarca una ceja.
-Ni en sueños -le responde con firmeza.
-Te apuesto dos dólares a que terminan discutiendo -susurra Jonas a Sofía.
-Vale, yo apuesto a que gana Nicolás -responde Sofía con picardía.
Elevo ambas cejas al escuchar aquellas palabras. Parece que durante los dos días que no he estado aquí han ocurrido cositas entre ellos. ¿Sofía y Jonas? ¿Es en serio?
-Adara, no seas pasada -exclama Nicolás-. Mi voz no es chillona.
-¿Ah sí?...
-Tu cabello es una mierda y nadie te dice nada -sonrío ampliamente al ver cómo se divierten.
Eso pareció enojar a Dara.
-Menudo gilipollas. Tu cabello se parece a un fósforo.
Nicolás se sonroja y comienza a silbar mientras Sofía le entrega dos dólares a Jonas con una sonrisa burlona en su rostro.
La verdad es que me incomoda verlos discutir, aunque resulta gracioso verlos; son como dos niños pequeños.
-Es que mi cabello tiene un solo color y no como el tuyo que tiene un arcoíris de colores...
-Seguramente las pelotas las tienes del mismo color -responde Dara mientras deja de escribir y guarda lo anotado en la barra.
-Lo siento, mi amor. El beso será en otra ocasión -le dijo Sofía a Jonás, dándole dos palmadas en la espalda.
Jonás frunció los labios y sonrió burlón.
-¿Estáis juntos? -preguntó, esperando a que Sofía se alejara de nosotros.
Jonás sonrió como si ya supiera lo que iba a preguntar.
-No -respondió-. Solo echamos un polvo de vez en cuando.
Elevé ambas cejas. Vaya, fuertes declaraciones.
-Vale. Entiendo.
-No quiere una relación; yo sí la quiero... pero no está preparada para una relación.
-¿Pero sí para follar? -exclamé, negando levemente mientras limpiaba la barra. Sé que no es de mi incumbencia, pero lo que hacen está muy mal.
-No entiendes, Kim. Es ocho años menor que yo.
-Vale, me imagino. Pero, ¿la amas?
-Desde el primer día que la vi encima de mí -dijo burlón.
-Eso es un sí -reí.
Le di dos chupitos a Nicolás para que se los llevara a los únicos clientes que quedaban en el bar. Era la una de la mañana y mis párpados estaban pesados; solo quería dormir, mi espalda dolía. De repente, mi móvil sonó, haciéndome dar un respingo.
Brad: Hola chismosa.
Fruncí el ceño al ver una foto mía dándole los chupitos a Nicolás. Miré hacia la dirección donde fue tomada la foto y allí estaba él.
Su mirada conectó con la mía. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza y mis manos comenzaron a sudar. Dios, ¿por qué aparece cuando estoy destruida?
Se acercó a la barra mirando para ambos lados. Llevaba puestos unos vaqueros negros un poco ajustados y un abrigo de algodón del mismo color. Caminaba con las manos en los bolsillos del abrigo; su cabello estaba desordenado como siempre y un poco más largo. Su piercing... oh Dios, cómo extrañaba verlo con su piercing.
Respira, Kimberly.
Vamos, respira...
Inhala...
Exhala...
Inhala...
Exhala...
-Hola, Chismosa-mencionó apoyándose en la barra, en el mismo lugar donde le di la cerveza aquella noche cuando lo conocí.
-Hola, Brad -le sonreí disimuladamente. Aún estaba molesta por lo que hizo.
-¿Me das una cerveza? -pidió golpeando ligeramente la barra con sus dedos.
-Vale -respondí mientras le servía la cerveza. La bebió lentamente, dejándome ver su mandíbula marcada y su perfil perfecto.
Joder, lo admito: está guapísimo.
-¿Cómo sigue tu hermana? -preguntó, sacándome de mis pensamientos.
-Bien -respondí. No sé por qué carajos me pongo nerviosa ante él.
-¿Salimos un rato? -me pidió, escuchando una súplica en su voz.
No podía salir de mi trabajo así como así.
-Esperaré a que se vayan los últimos clientes y salimos -dije finalmente.
Él asintió mientras miraba hacia las cámaras del bar.
-¿Qué mierda haces aquí? -exclamó Nicolás al ver a Brad con desprecio como en la última vez que estuvo en el bar.
Brad se levantó y metió nuevamente las manos en los bolsillos del abrigo.
-¿Nicolás, me extrañaste? -le dijo con sarcasmo.
-Tío, no seas un salido y vete de aquí si no quieres problemas -respondió Nicolás con hostilidad.
Y allí volvía mi estúpida confusión e intriga: ¿cómo es que estos dos se conocían? ¿Por qué Nicolás le hablaba así a Brad y él no le decía nada?
-Vale, ya me iré; solo esperaré a que tu jefe venga y le diga a Curie que se puede ir a casa -argumentó Brad sentándose nuevamente en la barra.
-Brad, no te conviene -murmuró Nicolás mirando hacia las cámaras nuevamente.
-Me importa una mierda. Llama a tu jefe y dile quién está aquí -replicó Brad con firmeza.
Elevé ambas cejas perdiendo la poca paciencia que me quedaba.
-Ves, no lo vas a hacer porque a ti tampoco te conviene, Nicolás -contesté con tono desafiante.
Brad se levantó dejando la botella de cerveza sobre la barra; antes de marcharse me miró intensamente:
-Te espero fuera del bar.
Antes de que pudiera preguntarle, Nicolás se alejó. Observé a Dara negar lentamente mientras contaba el dinero. No sé qué trama con Nicolás, pero sospecho que él tiene información sobre Brad. Leire siempre me dice que le dé tiempo para conocer su vida privada, y eso me intriga.
Leire está al tanto de todo esto y, a pesar de ello, no me dice nada. Entiendo que no debería andar contando la vida de sus chicos a la gente, pero, siendo su mejor amiga, es natural que confíe en ella. Nunca revelaría la vida personal de los chicos; jamás lo haría. Sin embargo, he decidido dejar de ser una entrometida y esperar a que sea Brad quien me cuente.
Salí del bar con mi bolsito casi arrastrándolo por el suelo. Me duele todo: las piernas, los pies, la espalda, la cabeza. Estoy cansada y no quiero pensar en nada más. Cada vez que me duele la cabeza me pongo de mal humor, pero con Brad es diferente; muy diferente.
Él está recostado en su auto, fumando un cigarrillo mientras observa la luna llena. Solo deseo que me pida disculpas y pueda irme a casa si esa es su intención.
-Es tardísimo -mencionó al ver su reloj.
-Lo sé. Por esa razón necesito irme a casa; mañana tengo clase.
Él elevó ambas cejas y se acercó a mí, tirando el cigarrillo al suelo y pisándolo con su zapato.
-Siento lo de anoche -murmuró. Su voz sonaba más ronca de lo normal y eso me preocupaba.
-¿Estás bien? Tu voz...
-Curie, mi voz es así -aclaró mientras se acercaba más a mí.
Ok, este sujeto me va a matar del infarto.
-Aunque cuando estoy contigo suena más ronca de lo normal -mencionó.
Mis pelos se erizan cuando el aire frío de la noche golpea mi cara.
-¿Tienes frío? -me preguntó al quitarse el abrigo.
Negué con la cabeza, pero mis labios temblaban y las palabras no salían. ¿Por qué carajos no puedo hablar?
Me dio su abrigo y lo acepté; estaba muriéndome del frío.
-Creo que deberías irte a casa -expresó tragando grueso.
Me coloqué el abrigo; olía a su colonia, un aroma que me encantaba.
-¿Curie, por qué lo haces? ¿Por qué te esfuerzas tanto trabajando? -preguntó con curiosidad.
Fruncí los labios y suspiré, tratando de procesar mi respuesta.
-Quiero ser independiente y tener estabilidad económica propia -le dije sinceramente.
Él elevó las cejas y se acercó aún más a mí. Su dedo rozó mi mejilla mientras colocaba un mechón de cabello detrás de mi oreja.
-Eres una chica valiente además de chismosa -mencionó sonriendo.
Su sonrisa...
-Me lo dicen todo el tiempo -respondí con una leve risa.
-Pero seguramente no te lo dijo un pianista engreído y odioso como yo.
Reí ante sus palabras estúpidas.
-Vale, sí. Gracias.
-Curie... -murmuró mi nombre, acercándose de nuevo a mí.
Mi corazón dio un vuelco y mi estómago comenzó a doler.
Dime que no lo vas a hacer de nuevo, Brad...
A la mierda, lo haré yo. Rompí los centímetros que teníamos y junté mis labios con los de él. Primero no me correspondió; supuse que estaba en shock, como yo el otro día. Pero después me correspondió, aferrándose más a mí.
Kimberly, no...
Cállate.
Lina...
Me separé de él bruscamente. Vale, no. Kimberly, ¿qué hiciste? No, no, no...
-Lo siento -mencioné, cerrando los ojos.
Escuché una risa de su parte.
-No pasa nada. Creo que tenías todo el derecho de vengarte.
Abrí los ojos y elevé las cejas.
-No, claro que no. Fue un error.
-¿Segura? Porque para mí no fue un error.
-Brad, es un error apenas se de ti. Y de paso tienes novia.
Él frunció el ceño como si le hubiera dicho una estupidez o una mentira.
-¿Novia?
Ahora hazte el estúpido, Brad.
Él rió como si le hubiera contado el mejor chiste del mundo.
-Eres un idiota -mascullé.
-Lo soy.
-Tienes novia y me buscas.
-Te busqué porque te iba a pedir perdón. Pero ahora no vale la pena. Ya buscaste venganza.
Lo miré con los ojos entrecerrados.
-¿Qué pensará tu novia?
-Yo...
-Que eres un idiota.
-Vale, ya te dije que lo soy, pero cuando estoy contigo...
-Brad...
-Kimberly, yo no tengo novia.
-Menudo gili... ¿Qué?
Fruncí el ceño. Ahora anda negando a Lina. Qué idiota.
Ya se lo dijiste y lo besaste.
Ay, no... qué mal me siento.
-Si te refieres a Lina, ella no es mi novia.
-No me digas que es una fan tuya con la que te besas en la boca -expresé molesta.
El sonrío ampliamente, divertido.
-Tú me besaste y no eres mi fan -dijo burlón.
-¡Idiota!
-Me lo dijiste dos veces, y admití que lo soy.
-Pues te lo diré miles de veces -le respondí, metiendo mis manos en el bolsillo de su abrigo.
Sentí un alivio enorme recorrer mi cuerpo. Lina no es su novia, pero aún así se besan. Pero, ¡joder!, ¡NO ES SU NOVIA!
-Lo sabía -dije para mí misma.
-No lo sabías -me contestó con una sonrisa pícara.
-¿Te veo mañana? -me preguntó, todavía mirando mis labios.
-Vale. Si tú quieres -me encogí de hombros, tratando de parecer indiferente.
-Claro que quiero, por eso te lo estoy diciendo.
-Eres un idiota -le dije mientras me alejaba de él.
-Me lo dijiste tres veces -respondió abriendo la puerta de su auto.
Le saqué el dedo medio en un gesto juguetón antes de subirme a mi propio auto. Tiré mi bolsito en la parte trasera y reflexioné por un momento.
¿Por qué me siento feliz?
Vale, estoy feliz.
Increíble noche.

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