Capítulo 41
Año nuevo.
Narra Kimberly:
Suspiré y toqué el timbre de la casa de mis padres. La última vez que estuve aquí no todo fue muy bien, que digamos. Pero ahora estaba segura de que no iba a ser como la última vez; ya tenía todo claro, ya sabía la verdad.
Brad, a mi lado, me tomó la mano y me guiñó el ojo. Habíamos prometido a mis padres que pasaríamos las navidades aquí en París, pero hubo cambios de planes. Decidimos pasar la Navidad con los chicos y el Año Nuevo en París, ya que ellos estaban comprometidos ese día.
Juli iba a pasarla en casa de la familia de Matteo. Leire se había ido a Chile con su familia; de verdad le hacía falta ese viaje, últimamente había estado un poco mal con lo que ocurrió. Sin embargo, Brad y yo seguimos con la tristeza intacta por la muerte de Kyler.
La puerta se abrió y Flor, al verme, se abalanzó sobre mí y me dio un fuerte abrazo. La extrañaba muchísimo.
Al separarse de mí, tomó mis mejillas con sus manos.
-¡Qué feliz estoy de que por fin todo esté bien! -exclamó.
Sonreí.
-Yo también.
En eso, su mirada se desvió hacia Brad. Él le sonrió amablemente, algo sorprendente considerando que sus sonrisas suelen ser burlonas y sarcásticas.
-Oh, pero qué guapo eres -le dijo Flor con una sonrisa pícara.
-Un gusto, señora Flor. Mi nombre es Agustín Pascual, conocido como Brad -respondió él con un tono ligero.
Estrecharon sus manos mientras yo contemplaba la escena con una sonrisa en el rostro.
-Me alegro de que mi pequeña Kimberly tenga a un chico bueno en su vida.
-Créeme, no es fácil lidiar con esta chismosita -le contestó entre risas.
Flor se rió mientras yo negaba lentamente, cruzándome de brazos al mirar a Brad.
-Eres un pasado -le dije con picardía.
Él me guiñó el ojo y así pasamos a la mansión. Brad observaba cada rincón detalladamente mientras mi mente divagaba en Gonzalo; quería verlo y darle un abrazo ahora que sabía que era mi abuelo.
-¡Bienvenidos! -gritó mi mamá, dándome un abrazo y un beso en la mejilla.
Flor se llevó nuestro equipaje. Aún no podía creer cómo conoció a Gonzalo y cómo se hicieron pareja; era algo tan inesperado.
-Kimberly, sé que han pasado por días difíciles pero quiero que sepan que estoy con ustedes -dijo mi madre con ternura.
Asentí mientras le sonreía agradecida.
En ese momento, ella miró a Brad también con una mirada comprensiva.
-Siento mucho lo de Kyler. Era un buen chico -comentó mi madre.
-Sí que lo era -respondió Brad-. Cómo cuando le dijo que usted tenía arrugas.
Mi madre se echó a reír; jamás la había visto reír así antes.
-Cómo olvidar que me confundió con Kimberly pero versión vieja-dijo entre risas.
Fruncí el ceño sin entender del todo esa anécdota. En ese instante, Kamila corrió hacia mí dándome un cálido abrazo. La cargué y le di besos en la mejilla.
-Mi preciosa -le dije sonriendo.
-Hermana -susurró ella con su voz chillona típica.
-Espero que la pasen bien aquí-mencionó mi padre a mi lado-. Hola, hija.
Me dio un abrazo y miró con disgusto a Brad.
-Hola, pianista. Parece que el puñetazo sirvió de algo.
Fruncí el ceño por las palabras de mi papá y mis ojos se abrieron de par en par.
-¿Le diste un puñetazo?-mencioné sorprendida.
Mi padre se encogió de hombros, como si fuera algo trivial.
-Lamento lo de tu amigo-le dijo mi padre con seriedad.
Brad asintió, aunque su expresión era más de diversión que de ofensa.
-Vayan a sus habitaciones -nos dijo mi padre-. Le dije a Flor que dormirán en habitaciones diferentes.
Brad elevó ambas cejas y sonrió burlón. Al ver que mi padre lo miraba serio, tragó grueso y hizo una mueca de reproche.
Caminamos hacia las escaleras mientras mis padres se ocupaban de ordenar las cosas para la cena de fin de año, cuando una voz nos detuvo en seco.
-¿Kimberly?
Bajé el último escalón y me giré hacia la puerta. Una lágrima perdida cayó por mi mejilla y corrí hacia él, abalanzándome contra su pecho. Olía a vainilla, un aroma que siempre me había reconfortado. Me aferré a sus brazos como si no quisiera soltarme nunca.
-Mi pequeña Kimberly, discúlpame, de verdad discúlpame -dijo con un tono entre melancólico y cálido.
No quería escuchar sus disculpas; solo anhelaba ese abrazo. Siempre supe que había algo familiar en él; su rostro estaba presente en mis recuerdos, nítido y borroso al mismo tiempo. Pero ahora que conocía la verdad y sabía que era mi abuelo, una oleada de felicidad me llenó el corazón.
Al separarme, él me extendió su mano y me ofreció unos caramelos de chocolate.
-No te disculpes, gracias por todo lo que hiciste por mí, Gonzalo, abuelo.
Al escuchar esas palabras, su rostro se iluminó. Miró a Brad y elevó ambas cejas con una sonrisa pícara.
-Así que tú eres el que le sacaba sonrisas a mi Kimberly por texto cuando vino a París -dijo con un tono juguetón.
Brad asintió y me miró burlón, disfrutando del momento.
-El mismo señor Gonzalo -contestó él con un guiño.
Mi abuelo se volvió serio por un instante pero luego sonrió nuevamente.
-Espero que cuides a mi pequeña. A pesar de ya ser mayor, siempre será la primera pequeña de la familia.
Me eché a reír ante la forma en que lo decía; era tan tierno y protector.
-La he cuidado bastante bien -dijo Brad burlón, sacando pecho como si fuera un héroe.
Mi abuelo asintió con aprobación mientras yo no podía evitar sentirme agradecida por tenerlo de vuelta en mi vida.
No podía seguir así, no hallaba cómo cerrar mi vestido. Julia lo diseñó, y bueno, parece que he estado subiendo de peso. No podía subirme el cierre y ya estaba perdiendo la paciencia. Flor estaba ocupada organizando la cena y no podía ayudarme; en estos momentos necesitaba a Julia. Me miré en el espejo, todavía con mi mano detrás haciendo el esfuerzo de subirlo.
El vestido era bonito, de un azul cielo, con un escote en V que resaltaba mi abdomen; como hacía frío afuera, lo acompañé con un abrigo de algodón blanco. Mi cabello lo tenía liso y caía suavemente sobre mis hombros.
Brad estaba en la habitación de al frente. Mi padre seguía insistiendo en que no teníamos que compartir habitación, pero lo que no sabía era que Brad y yo, en las giras, dormíamos juntos. Y esta noche, Brad no se iba a quedar tranquilo en su habitación.
La puerta se abrió lentamente.
Brad la cerró con cuidado y le pasó el seguro.
Al verme, su mirada recorrió mi cuerpo de arriba abajo y se mordió el labio. Llevaba puesto un traje formal que le quedaba muy bien; su cabello estaba desordenado, dándole ese aire desenfadado que tanto me gustaba, y su piercing le daba un toque sexy.
-Joder, qué preciosa estás-me dijo acercándose a mí con una sonrisa traviesa.
-Necesito ayuda, pero ¡ya!-le respondí, dándome la vuelta para que pudiera subir mi vestido.
Sentí su mano tocar el cierre, pero en ese momento lo que hizo fue bajarlo.
-Brad, ¿es broma? ¡Es tardísimo!
-¡Shh!-me interrumpió dejando suaves besos en mi cuello y deslizándose lentamente hacia el lóbulo de mi oreja.
Mi piel se erizó y mis pechos se endurecieron ante su cercanía.
-Brad...-susurré, intentando mantener la calma mientras mi corazón latía desbocado.
-No puedo estar lejos de ti...-dijo él con voz profunda, acercándome más a la pared.
-Déjame sola un momento...-le pedí, aunque en el fondo deseaba disfrutar de esta intimidad antes de que llegara la hora de la cena.
Su mano recorrió mi muslo con suavidad mientras sus labios continuaban explorando mi cuello. Su contacto era electrizante. En un instante, su mano se deslizó hacia mi parte íntima, haciéndome soltar un jadeo involuntario. Él puso su otra mano sobre mi boca para silenciarme.
-¡Shh! No querrás que el señor Curie me dé otro puñetazo-murmuró con una sonrisa burlona.
La mezcla de deseo y peligro me hizo sonreír también.
-Entonces hazlo de una vez; estoy ardiendo-le dije con voz entrecortada.
Su expresión cambió a una mezcla de picardía y deseo desenfrenado mientras comenzaba a bajar mi braga lentamente.
*
Mientras caminaba, tropezando con todo a mi alrededor, ya estaba perdiendo la paciencia.
Brad, que caminaba a mi lado, me tapaba los ojos. Mis padres me van a matar. Solo faltan seis minutos para que se acabe el año y se le ocurrió la brillante idea de escaparnos como dos adolescentes. Por favor, no somos eso.
Finalmente, me detuvo. En este lugar no se escuchaba nada; todo era silencio, excepto por la risita de Brad y su respiración cerca de mi oreja.
-¿Estás lista para darle la bienvenida al año nuevo?
-Brad, mis padres se van a molestar.
Escuché su risa suave.
-No pasa nada. Ellos están entretenidos con sus amigos; no creo que se den cuenta de nuestra ausencia.
-Brad, mis padres se darán cuenta -insistí, un poco preocupada.
-No lo harán. No seas aburrida.
-No lo soy.
-Si lo eres -me contestó, divertido.
-No.
-Si.
-¿Quieres quitarme las manos de los ojos? -le pedí.
-Oh, sí, claro -dijo y, al quitar sus manos de mis ojos, me quedé boquiabierta.
-Brad... -murmuré al ver el lugar.
Era increíble, casi igual al sitio al que fuimos en España donde se veía la ciudad y dónde Kyler tuvo la cita con Leire.
Aquí era aún más hermoso: las luces de Navidad brillaban en las casas y todo lucía mágico bajo la nieve. Encima de una mesita, Brad había colocado una botella de vino y unos bocadillos.
Me abracé a mi abrigo; no hacía frío, pero los nervios me invadían.
-Faltan cuatro minutos para la medianoche -anunció
-Es una locura lo que hicimos -le dije riendo.
Él sonrió burlón.
-Siempre soñé con esto: escaparnos faltando cinco minutos para la medianoche un treinta y uno de diciembre.
Me reí mientras el vapor frío salía de mi boca.
-Nos vamos a congelar aquí arriba -dije entre risas.
-No seas dramática -respondió él con una sonrisa burlona.
-Vale, ya -miré su reloj en su muñeca-. Faltan dos minutos.
Brad me miró fijamente y tomó mis manos entre las suyas.
-¿Algo que quieras decirme antes de que se acabe el año? -preguntó con un tono juguetón.
-Gracias por aparecer en mi vida. Este año es especial porque te conocí gracias a la melodía de un piano; si no fuera por ser curiosa aquella noche, no te habría conocido. No sabía que Leire era manager de una banda hasta que su pianista llamó por completo mi atención.
Él sonrió al escucharme y me dio un beso en los labios. Las luces de la ciudad comenzaban a parpadear; eso significaba que ya faltaba un minuto para terminar el año.
-Estoy sorprendido por cómo lograste cambiar mi vida; cómo te has convertido en alguien tan importante para mí. También estoy feliz de haberte conocido; este año no fue fácil por muchas razones, pero es significativo porque te encontré a ti. Me ayudaste a dejar atrás mis miedos y afrontar la realidad sin cometer errores ni perder oportunidades. Esta noche es nuestra cita especial que nunca llegué a invitarte aquel día en la playa. Te prometí que cuando tuviéramos una cita le daría un significado especial. Aunque tengamos muchas citas por delante, hoy quiero preguntarte: Kimberly Curie, ¿quieres ser mía para siempre? ¿Quieres ser ma jolie chismosa eternamente?
Mi corazón se llenó de amor y esbocé una pequeña sonrisa ante sus palabras sinceras.
-Sí, Brad, acepto esta promesa. Acepto ser tu Jolie chismosa -respondí afectuosamente.
Él sonrió ampliamente y me besó nuevamente justo cuando los fuegos artificiales iluminaban el cielo. La ciudad estalló en gritos jubilosos; ya era Año Nuevo.
-Feliz Año Nuevo, mi chismosa -dijo él con alegría.
Sonreí radiante ante su felicidad:
-Feliz Año Nuevo, mi engreído.
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