Capítulo 4
Ahorita en este momento solo quiero que amanezca rápido.
No he descansado, no me he acostado, y solo pienso en la noticia que me dio mi madre:
Kamila, mi hermana, está en el hospital en cuidados intensivos. Me duele mucho la idea de que pueda estar cerca de la muerte. Mi madre no me dijo qué le ocurrió, supongo que es una irresponsabilidad de ellos dos.
No le he dicho a las chicas lo que está pasando. Sé que son capaces de acompañarme a París, pero no quiero preocuparlas. No quiero llegar sola con todo lo que está ocurriendo.
Debo aprender a manejar mis ataques de pánico y defenderme sola en esta situación tan complicada y familiar.
El sonido de una bocina me hace dar un respingo del susto.
Agarré mi bolso con todo lo necesario y salgo de mi habitación sin hacer mucho ruido.
Al bajar las escaleras, me encuentro a Leire y... oh no. Leire está dándole unos apuntes a Brad, y él asiente afirmando lo que ella le está diciendo.
¿Qué hace ese chico tan temprano aquí?
¿Acaso no duermen?
Respiro hondo y sigo bajando las escaleras, seguro escucharon la bocina del taxi.
—Recuerda, hay que tener todo listo para la gira mañana....Hola, Kim—me saluda Leire con una sonrisa.
Termino de bajar los últimos escalones y la miro. Ella observa mi bolso confundida, se debe estar preguntando qué pasa.
—¿Para dónde vas con ese bolso?—pregunta.
Sé que ya se debe estar dando una idea de lo que ocurre, yo nunca salgo de casa con un bolso tan grande.
—Viajaré a París, mi vuelo sale en tres horas—dije tratando de evitar más preguntas.
Brad mira a Leire y ella lo mira a él.
—¿Vas a viajar tú sola—me pregunta ella.
—Sí, no tengo tiempo. Kamila está en el hospital.
—¡¿Qué?!—exclama Leire, sus ojos abiertos como platos.
No aguanto más y las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.
Si tan solo yo estuviera a su lado, nada de esto le estaría pasando. Es una niña de cinco años, feliz e atenta, a pesar de que tengo dos años sin verla, la quiero un montón.
Solo no quiero que pase por lo mismo que yo viví.
Leire me rodea con sus brazos y me da un cálido abrazo, ese abrazo que necesitaba anoche cuando mamá me dio la noticia.
Brad me mira con una expresión triste, y rápidamente me separo de Leire, había olvidado que él estaba presente y no quiero que sienta pena por verme llorar.
—¿Faltarás a la universidad?—pregunta Leire dejando su móvil en la mesa.
No le he escrito a la directora acerca de mi situación, no podía faltar hoy.
Me importa más mi hermana que las evaluaciones.
He sido una buena estudiante durante todo el curso y faltar un día no debería ser motivo suficiente para suspenderme.
—Hablaré después con la directora...
El taxi vuelve a sonar la bocina.
—Dile a Julia que la quiero. Las voy a extrañar.
Antes de marcharme, miro a Brad, está apoyado en la mesa mirándome con esos ojos tan hermosos entre confusión y curiosidad. Debe estar preguntándose quién es Kamila, pero después tendré tiempo para explicarle.
—No mueras en un accidente de tránsito con una de tus fans—extiendo mi mano hacia él con una sonrisa.
Vamos Kim, te va a dar un infarto.
Él sonríe y me corresponde estrechando mi mano firmemente.
—Mientras tú seas mi fan, moriré feliz-responde, guiñando su ojo.
*
Llegué al aeropuerto con una punzada en el pecho.
Desde que me despedí de Brad, esa sensación me acompaña, y aunque no hemos compartido muchas palabras estos días, siento que lo voy a extrañar.
A veces, incluso en los momentos de silencio, hay una conexión que no puedo ignorar. Su lado cariñoso es un misterio que me intriga, no lo conozco bien, pero algo dentro de mí me dice que es un gran chico.
Estoy nerviosa, asustada y triste.
No quiero llegar y enfrentar esta situación sola, especialmente con la idea de ver a mis padres. Sé que no debo juzgarlos ni culparlos por lo que le está sucediendo a mi hermana, pero desde hace casi cinco años y medio, su preocupación por mí parece haberse desvanecido.
Sus mensajes son escuetos: "Hija, ya te pagamos la universidad".
Eso es todo. No hay preguntas sobre cómo estoy, ni llamadas para saber cómo me va en la carrera. Nada.
No quiero volver a los recuerdos del pasado. Mejor dicho, no quiero volver al pasado.
—Feliz viaje, señorita Curie-sonreí.
Curie.
Ese nombre tiene un poder especial cuando lo pronuncia Brad, su acento francés le da un toque tan encantador que siento escalofríos.
No quiero dejar que mis sentimientos se compliquen más allá de la amistad.
Pero al mismo tiempo, necesito descubrir quién es realmente él detrás de esa fachada misteriosa.
*
Llegué a París hace dos horas y no hay señales de mis padres en el aeropuerto.
Sé que no iban a venir, no les comenté que venía porque sé perfectamente que no me dejarían venir. Pero ellos conocen mi carácter impulsivo y desobediente.
Pedí un taxi hace media hora y no ha llegado.
Estar aquí me trae muchos recuerdos, una presión en el pecho se apodera de mí, como un dolor que no voy a olvidar nunca.
Quiero llorar, pero no puedo. Debo controlarme, tengo que hacerlo.
No quiero volver a mi estado de depresión ni regresar a esos ataques de pánico que me han perseguido.
De repente, escucho una voz familiar detrás de mí:
—Señorita Kimberly.
Me giró hacia aquella voz...
Es Gonzalo, el chófer de mi papá. Aquel señor serio pero a la vez gracioso, quien me llevaba al colegio y me traía a casa.
Él es quien siempre me contaba cuentos y chistes, quien cantaba tangos graciosos mientras conducía.
Lo recuerdo con esas bolsas bajo los ojos, su cabello lleno de canas, sus ojos negros llenos de historias y ese bastón que solía agarrar para jugar. Siempre ha sido muy importante para mí.
Gonzalo luce igual como lo recordaba, pero más envejecido.
Su mirada refleja tristeza y cansancio, pero también felicidad al verme.
Sin pensarlo dos veces, salto hacia él y le doy un abrazo fuerte, él me corresponde al instante, acariciando suavemente mi cabello.
—Hueles a caramelo de vainilla—susurro mientras lo abrazo.
Se separa de mí y se limpia una lágrima que baja por su mejilla.
—Caramelo de chocolate-responde con una sonrisa triste mientras extiende su mano y me da uno de esos caramelos que tanto me gustan.
Sonrío ampliamente, hacía años que no probaba uno de esos caramelos que solía darme cada vez que venía a recogerme del colegio.
—Sus padres me mandaron a recogerla—dice finalmente mientras ayuda a meter mi bolso en el auto.
—¿Cómo sabe mi padre la hora en que llegaba?
—Sabe cómo es su padre-responde con una leve sonrisa—. Le llegó una llamada del aeropuerto en España informándole que una de sus hijas tomó un vuelo a París.
Levanto ambas cejas, olvidé que mi padre, ex político, tiene contactos en todos lados.
—Es hora de irnos-menciona Gonzalo, abriendo la puerta del auto grande y lujoso de mi padre.
—¿Sabes lo que ocurrió?—le pregunto mientras camino hacia el vehículo con el corazón latiendo rápido.
Él niega lentamente, aunque sé que tiene información sobre lo sucedido, simplemente no quiere decírmelo.
—Gonzalo, sabes cuánto me preocupo por mi hermana. Dime qué ocurrió, necesito saber la verdad.
Él niega nuevamente mientras coloca mi bolso en el maletero.
—Señorita, los indicados para comentarle lo ocurrido son sus padres...
—Gonzalo, sabes que mis padres no me van a decir nada. Ellos no les importa cómo me siento.
Olvidé que Gonzalo no tenía la autorización para revelarme ninguna novedad o información privada sobre mi familia.
Era como esas películas y telenovelas donde el mayor domo escucha y calla. Así es Gonzalo, siempre tan leal a su papel.
—No se exprese así de sus padres, señorita—me dijo mientras abría la puerta del auto.
Rodé los ojos y me monté en el vehículo, sintiendo una mezcla de resignación y rebeldía.
—Pensé que había dejado atrás sus berrinches—mencionó al poner en marcha el auto.
El hospital queda muy lejos del aeropuerto, y el trayecto parece interminable. En ese momento, mi teléfono vibró con una notificación que abrí rápidamente.
Número desconocido: Hola chismosita :)
Una sonrisa se dibujó en mi rostro a pesar de mis esfuerzos por mantenerme seria.
Sabía que esa broma no iba a cesar pronto.
Me preguntaba quién le habría dado mi número, ¿sería Leire o simplemente lo había conseguido?
La punzada en mi pecho volvía a aparecer. No sé por qué sonrío estúpidamente ante sus mensajes.
No, Kimberly Curie, no sonrías así.
Yo: Hola engreído.
Miré rápidamente la pantalla. Su respuesta llegó enseguida.
Número desconocido: Prefiero ser engreído que chismoso, Curie.
No pude evitar volver a sonreír al leerlo.
Yo: ¿Quién te dio mi número?
Tardó unos minutos en responder.
Número desconocido: Quizás lo robé del teléfono de Leire ;)
En ese instante, Gonzalo carraspeó para llamar mi atención.
Me había olvidado momentáneamente de que estaba en el auto y que él era muy observador.
—¿Todo bien por España?
Asentí tratando de desviar la atención de lo que realmente me preocupaba y olvidando los mensajes de Brad que habían llegado también con dos notificaciones más.
—Sí, claro. Todo bien—sonreí, aunque sabía que era una sonrisa falsa.
Gonzalo elevó ambas cejas, como si estuviera esperando a que le confesara la verdad detrás de esa máscara alegre.
—¿Las chicas cómo están?
—Bien. Leire ahora es manager de una banda—hago una pausa, recordando la primera vez que vi a Brad—.Y Julia estudia diseño y estilismo.
—¿Todavía quiere ser modelo?—menciona riéndose.
Yo río con él.
—Sí. Todavía es su sueño. No hay quien le haga cambiar de idea. Pero prefiere no mezclarse con eso, quiere ser diseñadora.
Gonzalo tuvo la oportunidad de conocer más a Julia.
Ella siempre le decía que quería ser modelo y diseñadora.
Después de un tiempo, le comenté sobre Leire y su nueva aventura musical.
Gonzalo se mostró interesado, pero no volvió a preguntar más sobre el tema, lo que me hizo sentir un poco aliviada. Aprovecho para volver mi vista al móvil.
Número desconocido: ¿Llegaste?, ¿Cómo sigue tu hermana?
Sabía perfectamente que me iba a preguntar eso y que también le iba a preguntar a Leire sobre mi hermana.
Yo: Ahorita mismo voy hacia el hospital :(
Suspiro profundo.
Número desconocido: Tranquila, todo va a estar bien. Te escribo luego, Leire me va a matar si no me ve en el piano. ;)
En ese momento, Gonzalo pone la radio y dice:
—Parece que alguien me tiene que decir algo muy importante.
Sonreí por su intento de distraerme.
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo al ver aquel edificio gigante donde la gente sufre.
Desde la ventanilla del auto puedo ver el lujoso auto de mamá y una rabia intensa invade mi cuerpo.
Gonzalo estaciona el auto al lado del de mi madre y lo apaga. Me mira con comprensión, sabe cómo me siento en este instante y eso me reconforta.
_No dejes que el pánico y la tristeza se apoderen de ti, señorita Kimberly—me recuerda con esa voz suave pero firme que siempre tenía cuando yo estaba internada.
—Trataré de llevar las cosas con calma.
Respiro hondo y bajo del auto, cerrando la puerta con fuerza detrás de mí.
Aquí el clima es diferente al de España, está cálido pero también soleado.
Camino al lado de Gonzalo, sabiendo que no me va a dejar sola en este momento tan difícil.
Mientras avanzamos hacia el hospital, pienso en lo frágil que es la vida y cuánto deseo que todo salga bien para mi hermana.
Entramos al edificio lo primero que veo es un grupo de enfermeros hablando y riéndo.
Seguido a una chica caminando de un lado a otro y por último un grupo de personas donde el medico les dice una información.
Se siente sumamente extraño estar aquí desde aquel accidente que cambio mi vida completamente.
Caminamos hacia el ascensor y entramos, mientras Gonzalo colocaba su cara seria, como de costumbre.
Avanzamos por el pasillo de las lamentaciones, un lugar donde las personas lloran tras recibir malas noticias del doctor, y eso acelera mi respiración.
La sala de emergencias.
Al girar en otro pasillo, a lo lejos puedo distinguir la silueta de una mujer.
Aquella mujer de gran figura, con cabello teñido de cobrizo que destaca a distancia, tacones de punta fina y un vestido lujoso que se ajusta a su cuerpo.
A su lado está su marido, un hombre que no aparenta su edad, vestido con un traje formal y un reloj costoso.
Mis padres.
No quiero expresarme mal hacia ellos, son mis padres, quienes me criaron y me dieron una buena vida. Pero me pregunto: ¿de qué sirven los lujos si falta el amor familiar?
Como si sintieran mi intensa mirada, ambos me miran perplejos.
Mi mamá me observa de arriba abajo como si no creyera lo que ve sus ojos, mientras mi padre me mira con los ojos muy abiertos.
Se acercan rápidamente para abrazarme, pero detengo su avance con la mano.
—¿Dónde está Kamila?—pregunto.
Mi padre pone la típica cara que solía tener cuando les reclamaba algo.
—Está en emergencia. Se cayó de las escaleras y recibió un golpe muy fuerte en la cabeza. Le hicieron tomografías y el doctor dice que hay un traumatismo leve y su brazo izquierdo fracturado.
Y lo dice tan tranquilo...
—¿Cuándo se cayó?
—Ayer, cuando tu madre te avisó.
Miro a mi madre, tiene ojeras y los ojos llorosos. Pero eso me molesta aún más.
—¿Dónde estaban ustedes dos que no estaban pendientes de Kamila?
Mi padre suspira.
—No vengas con tus reclamos. Sabes perfectamente que no pasamos todo el día ocupados. Gonzalo y Florencia no pueden encargarse de la casa ni de Kamila al mismo tiempo...
Lo interrumpo.
—No me interesa. Me importa un pepino si están ocupados o no.
—Kimberly...
—Saben perfectamente que ustedes son los padres de Kamila y son los encargados de criarla y cuidarla. No es responsabilidad ni de Gonzalo ni de Flor.
—Tambien somos tus padres y siempre te cuidamos.
Solté un chasquido.
—¿Mandándome a otro país, sin ni siquiera saber el motivo? Crees tú que eso es cuidar.
—No sabes el motivo.
—Claro, olvidaba que estaba hablando con el ex político más nombrado de Francia.
Mi padre se frota los ojos y mi madre agacha la cabeza.
—No me hables así—me responde con esa voz autoritaria que tiene—. Somos tus padres y no debes hablarme así, no sabes lo que tenemos que afrontar mientras tú estás en España...
—Enzo...—menciona mi madre suavemente.
Mi padre la mira antes de alejarse de nosotros.
No sé qué problemas están afrontando ni qué tengo que ver yo con eso. Lo único que sé es que descuidaron a mi hermana, y eso es lo que realmente me duele.
—Hija...—menciona mi madre tocando suavemente mi hombro. Sus ojos marrones me miran con cansancio—. Ojalá algún día puedas entender todo lo que está pasando.
—Ojalá algún día me puedan explicar, porque no estoy entendiendo nada.
Ella también se aleja y se sienta al lado de mi padre.
Caminé hacia el cuarto donde tienen a Kamila, sintiendo la rabia correr por mis venas.
Desde afuera, por la ventana, puedo verla. Mis ojos se ponen llorosos al verla tan indefensa, inocente, conectada a esos aparatos.
—No le eches la culpa a tus padres, ellos no son los culpables—me giré al ver a la persona que me habló—. Tiempo sin verte, Kimita.
—¿Aran?...
Me abalanzo hacia él para darle un abrazo y casi nos caemos al suelo.
—¡Hola, Kimita!—me susurra mientras me abraza con fuerza.
—¿Cómo estás?—pregunté alejándome un poco para mirarlo mejor.
—¿Qué tú crees?—me guiña el ojo.
Aran es mi exnovio, comenzamos nuestra relación cuando empecé a estudiar medicina.
Es cinco años mayor que yo y ese fue uno de los motivos de nuestra separación.
La universidad lo envió aquí a París para terminar su carrera justo cuando yo empezaba.
Es muy complicado...
—¿Ya eres doctor?—pregunté mirándolo de arriba abajo.
Él ha cambiado tanto. Lleva un uniforme azul oscuro y una bata blanca con su nombre bordado en ella.
—Oficialmente doctor—sonríe, dejando al descubierto esos hoyuelos que aparecen cada vez que lo hace.
Aran no aparenta la edad que tiene, es rubio, ese típico estadounidense con ojos azules y una nariz perfecta que parece esculpida.
Vuelvo mi vista hacia Kamila, sintiendo un nudo en el estómago.
—¿Se pondrá bien?
—Soy su doctor y se pondrá bien, no hay nada malo, solo un pequeño traumatismo y su clavícula fracturada.
—Siento que esto es mi culpa.
—No es tú culpa.
—Si lo es.
—¿Porque no mejor nos tomamos un café?
Asentí.
Estamos en la cafetería, y Aran no me quita la mirada de encima, eso me incomoda un poco.
No tanto como la mirada hipnotizante de Brad, es muy diferente.
Aran ya no me provoca ese revoltijo en el estómago como antes, hemos quedado como amigos y es mejor así, él todavía respeta esa decisión.
—Gracias—mencioné.
Él sonrió.
—No hay de que, solo te tengo que decir algo importante, no debía decírtelo en el hospital.
Fruncí el ceño y el continuó:
—Bien. Sabes la noche en que trajeron a Kamila... Tu hermana estaba muy mal. La doctora suplente se hizo cargo. Hoy fui a hacerle una visita y encontré sus exámenes... Y vi algo que me dejó confundido, el historial clínico fue borrado.
Analizo cada palabra que Aran comenta. Mis padres me dijeron que se cayó de las escaleras, pero ¿por qué borraron datos del historial clínico?
—¿Y cómo la curiosidad es grande? Revisé tu historial clínico también, hay datos borrados ahí también. Tus padres mandan a borrar información de sus historiales médicos.
—¿Sabes por qué lo hacen?—pregunto confusa, sintiendo cómo mi corazón late más rápido.
Él niega con la cabeza.
—No, supongo es que todos los políticos hacen eso para cuidar la imagen de su familia. Incluso le pregunté a la reservista y ella también dijo que no sabía nada.
—No te preocupes, yo me encargo de esto, no te metas en esos asuntos, creo que yo soy la que debería de investigar. Gracias por decirme.
De repente, Aran toma mi mano suavemente sobre la mesa.
—Kim—me dice—, sé que esto es difícil, pero tienes derecho a saber la verdad sobre tu hermana y sobre ti misma. No estás sola en esto, estoy aquí para ayudarte.
Asentí.
¿Por qué todos ocultan cosas?
—¿Cuándo te vas?
—Cuando despierte y deje de estar en la sala de emergencia—respondí, tomando un sorbo de café.
Elevó ambas cejas, sorprendido.
—¿Cómo están las chicas?
—Bien.
—Estás muy cambiada, ¿sabes?—me dijo con una sonrisa.
Sonreí en respuesta.
—Gracias, Aran. Tú también.
En ese momento, mi teléfono vibró y vi un mensaje de Brad.
Número desconocido: ¿Estás bien?
Me había olvidado de guardar su número.
Yo: Mi hermana está mejor, el doctor me dijo que estaba bien, y yo estoy agotada :(
Guardé su número y miré a Aran.
Él me observaba, pero rápidamente desvió la mirada hacia el periódico que estaba en la mesa.
Brad: Entiendo... nosotros tenemos presentación en Barcelona mañana y Leire está que nos jode la paciencia. Y Matteo está triste porque hoy es su cumpleaños y cancelamos lo acordado.
Sonreí como una boba.
Matteo, estaba muy emocionado por celebrar su cumpleaños en un bar, pobre de él.
—¿Has conocido a alguien?—me preguntó, con curiosidad.
Levanté la mirada, confundida.
—¿Eh?
—Conozco ese brillo en tus ojos. ¿Quién es?—insistió, carraspeando para aclarar su voz.
—No, claro que no. Estoy hablando con Leire, me dijo que mañana viajaba a Barcelona en una gira con la banda—respondí rápidamente.
Aran elevó ambas cejas nuevamente.
—¿Conoces la banda donde trabaja Leire?
Asentí.
—Escucho hablar siempre a las personas de esos chicos, dicen que son unos idiotas, pero cantan bien.
Fruncí el ceño.
—No son unos idiotas, solo son muy reservados.
Él se echó a reír.
—Se nota que ahora es que conoces de esa banda, ellos se han metido en varios líos.
—¿Cómo sabes eso?
—¿No has visto las noticias sobre los invencibles?
Negué lentamente.
A veces me preguntaba si era la única estúpida que no sabía de la existencia de esa banda tan famosa y de sus integrantes. No sabía que Leire era una manager famosa, cuando salíamos, la gente la miraba con admiración y le pedía su número, pero ella no les prestaba atención.
Ahora sí le prestaba atención a Leire porque su pianista era muy interesante.
—¿No has bailado más?—me pregunta cambiando de tema.
—Desde que tuve la lesión, no—respondí con un suspiro.
—¡Te lesionaste!—exclamó sorprendido.
—Sí, fue el año pasado, no era para tanto. Ahora trabajo en un bar elegante.
Frunció el ceño al escuchar eso.
—¿Tu padre sabe?
—No... eso creo—respondí con incertidumbre.
Me levanté para ir de regreso al hospital, pero su mano tomó la mía suavemente.
—Te extrañé, Kimita—confesó con una sonrisa nostálgica.
—Yo igual, Aran. Gracias por todo—agarré mi bolsito de mano y me alejé de él.
No quiero confundirlo, vine hasta París para ver a mi hermana y esperar que se recupere.
Aprovecho y le mandé un mensaje a la señora Elissa explicándole lo ocurrido.
El estrés y todo lo que pasó me hicieron olvidarme de comunicarle la situación. Espero que me entienda, no quiero perder mi trabajo.
Regresé al hospital y, al entrar, me topé con mi padre.
—Si quieres, te llevo a casa para que dejes el equipaje.
—No traje equipaje, solo me quedaré un par de días. Me voy cuando Kamila esté bien.
—Bien, tu madre y yo iremos a cambiarnos y ordenar algunas cosas.
Me encogí de hombros.
—Me alegra verte, hija—dijo él con una sonrisa.
Dejé a un lado mi rabia y le respondí con sinceridad:
—Igual yo.
La noche ya había caído y mi cuerpo estaba exhausto.
Tenía sueño, pero mi mente seguía dando vueltas sin parar.
Mi cabeza dolía intensamente mientras Aran revisaba a mi hermana una vez más.
Cada vez que me decía que se iba a mejorar, era un gran alivio, pero la preocupación seguía latente.
Leire me envió varios mensajes diciéndome que mañana a primera hora se van a Barcelona para tres presentaciones en distintos bares.
Por otro lado, Brad no me ha escrito más. Supongo que debe estar ocupado con sus cosas, así que trato de no ser fastidiosa ni enviarle mensajes repetitivos.
A veces me repito el mantra "tiene novia" para calmarme, pero hay algo en esa situación que me molesta más de lo que debería.
Mis padres aún no han llegado, así que le dije a Gonzalo que fuera a casa y comiera algo, pero no quiere dejarme sola.
En este momento está sentado recostado en un sillón con los ojos cerrados, y no puedo evitar pensar en lo duro que debe ser su trabajo.
Al igual que Flor, su pareja, quien es un poco menor y también trabaja como cocinera en la mansión. A su edad deberían estar despreocupados y disfrutando de la vida, no lidiando con tantas responsabilidades.
La señora Elissa fue comprensiva, me dijo que tomara mi tiempo y se aseguró de depositar mi sueldo.
Nicolás, Dara y Sofía también me enviaron mensajes llenos de apoyo y fuerzas. Solo necesito un abrazo... aunque a veces siento que no estoy lista para eso.
En ese momento, Aran aparece nuevamente con una bandeja de comida humeante.
—Ten—me dice con una sonrisa cálida—. Espero que te ayude un poco.
No tengo hambre, pero no quiero despreciarla.
—Gracias—digo mientras acepto la bandeja y la coloco en la mesa sin muchas ganas de comer.
Él se sienta a mi lado, con la mirada cansada y las líneas de preocupación marcadas en su frente.
—La vida de un médico no es tan fácil—menciona, frotándose los ojos con cansancio.
Se quita el gorro quirúrgico, revelando su cabello corto y desordenado.
—Ya me está dando miedo—respondí en broma.
—Eres una chica fuerte, puedes con esto y muchas cosas más—dice con una sonrisa alentadora.
Reí, aunque en el fondo sentía un nudo en el estómago.
—Fuerte no soy. Lo valiente que tengo lo perdí-confesé, bajando la mirada hacia mis manos entrelazadas.
Él me mira fijamente, como si intentara leer mis pensamientos.
—¿Por qué lo dices?—me pregunta.
Suspiro profundamente, buscando las palabras adecuadas.
—No soy tan fuerte como crees. No puedo cuidar a mi hermana como debería.
—Ey_me toma las manos con suavidad—. Eres valiente. Sé que vas a poder con esto. Recuerda que me tienes a mí. Sé que lo nuestro terminó, pero cuenta conmigo.
—Gracias, Aran. Pero es mejor estar un poco alejados, quedamos en que íbamos a estar alejados.
De repente, una enfermera aparece corriendo por el pasillo con la respiración agitada.
—Doctor Smith, el paciente doscientos ha empeorado—anuncia urgentemente.
Aran se levanta rápidamente, colocándose de nuevo el gorro quirúrgico con una expresión de concentración en su rostro.
—Te veo más tarde.
*
El sonido de una voz llamándome hace eco en mis oídos.
—Kimberly—escucho un susurro lejos—Kim. Kim.
Un estruendo se hacen presente
—¡Corre!.
Un disparo, seguido por otro. Mis manos con sangre, la oscuridad, el bosque, un dolor en mi abdomen. Gritos de dolor.
El sonido de una ambulancia. El sonido de las sirenas. El estruendo de un auto explotar
—Kim. Kimberly. Kimberly
Me sobresalto y frotó mis ojos. Una persona está parada frente de mi que reconozco al instante, Aran me mira preocupado.
Me levanto y recordé que estoy en el hospital.
—¿Estas bien?—me pregunta todavía preocupado
—Si claro. Tenía pesadilla
Él asintió. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que Gonzalo no está. Quizás se fue a la mansión.
—Te despertaba para decirte que tú hermana despertó y ya está fuera de peligro.
Respiro con alivio.
—Ya la trasladaron a las habitaciones de la planta baja pediátrica.
Estoy feliz, muy feliz. No quiero que la descuiden y no vuelva a pasar por esto, se cómo se siente estar en emergencias, se como debe de estar ahora.
Solo quiero darle un abrazo y decirle cuando la quiero.
Aran es un buen medico y la verdad siempre voy a estar agradecida con el por cuidar a mi hermana.
Llegamos a la habitación.
Agarré el pomo de la puerta y la abrí sin pensarlo dos veces, me conseguí a Kamila sentada comiendo una sopa.
Tiene un hematoma en la frente y su brazo izquierdo enyesado, casi lloré por verla así en ese estado, pero lo importante es que ya salio de peligro.
—Me permites la sopa, yo sé la termino de dar—la enfermera me mirá desconfiada.
—Sabe como darla estudia medicina y es su hermana.-mencionó, Aran con una sonrisa.
La enfermera me la dió con confianza y salió de la habitación.
Me senté al lado de ella, está más grande, tiene los mismos ojos de mi madre, la mirada de mi padre y mis mismas expresiones.
Su cabello castaño y lacio, sus mejillas pálidas y sus labios rojos. Es la pequeña versión de mi.
—Hola Kami—la saludé. Desde un principio me miró con extrañeza—. ¿Te acuerdas de mí?
Ella asiente y sonríe.
—Hola hermana—expresó con aquella voz delicada.
Sonreí y una lágrima corrió por mi mejilla, la abracé con delicadeza.
—Hola mi princesa—le doy un beso en la mejilla.
Ella sonríe. Tiene la misma sonrisa de mi madre.
Volteo y ví a Aran, esté se despide y me deja sola con Kamila.
—¿Me trajiste helado?—pregunta con voz chillona
Yo reí.
—Si pero.. primero tienes que terminar de comer.
Ella hace un puchero y termina de comer.
—¿Sabes que pasó?—le pregunté.
—Me caí de las escaleras—mencionó con la boca llena.
La puerta se abre de par en par entrando, Gonzalo, mamá, papá y por última Flor.
Flor, está como la recordaba, su cabello sigue igual de corto, y su piel esta con arrugas pero sigue estando igual que antes. Me abraza y me da un beso en la mejilla.
Mis padres se acercan a Kamila y la abrazan
—Solo necesitaba qué su hermana estuviera a su lado, para que se recuperará-mencionó Gonzalo
Yo sonreí, mis padres me miraron no quiero hablar con ellos. No ahora.
—Ve a descansar a la mansión—expresó papá haciéndole una señal a Gonzalo.
Gonzalo, asintió viéndome.
Me acerqué a Kamila y ella abrió los brazos para darme un cálido abrazo.
—Te quiero-susurró
—Yo también mi pequeña.
Miré a mis padres y le di un abrazo a Flor.
—Cuidala.
Ella asintió.
El camino del hospital a casa es un poco largo. Aprovecho para mandarle un mensaje a Leire.
Son las nueve de la mañana y a primera hora se iban a Barcelona me imagino que ya llegaron.
Estoy feliz que ya mi hermana está mejor. La verdad pensé que iba hacer peor, pero es como dice Gonzalo, solo necesitaba que yo estuviera aquí.
Todavía estoy pensando en lo que me dijo Aran de los historial médico. ¿Porqué mis padres borraron eso? ¿Que ocultan?.
Papá es la clase de persona muy reservada, no les gusta que la gente sepa de su vida privada, ni la de su familia siempre ha sido así. Pero tampoco es que borre de un hospital un historial clínico.
Leire: Acabamos de llegar, los muchachos están insoportable.
Yo: Pobre de tí.
Gonzalo me queda viendo con una ceja arqueada.
—¿Me vas a decir la razón de esa sonrisa?.
—No hay razón—le respondí sin importancia
—Señorita Kimberly no me mienta.
—Es la verdad. Estoy feliz que mi hermana está fuera de peligro.
Y no es mentira.
—¿Ese doctor?
Despego la vista de mi móvil y lo miré confundida.
—¿Aran?—pregunté con el ceño fruncido.
—Estaba muy pendiente de ti, anoche cuando dormías.
Elevé ambas cejas, me imaginé que pasó toda la noche pendiente de mi, la verdad no es una sorpresa para mí.
—Él fue mi ex novio en la universidad—le dije. Gonzalo frenó el auto de repente.
Mi corazón se aceleró, el sabe que no me gusta que haga eso.
—Lo siento—se disculpó poniendo el coche en marcha—. ¿Pero como qué fue su novio?
—Tuvimos algo en la universidad. Pero no duró mucho.
—Señorita es mayor que usted.
Reí la verdad todos en la universidad nos recordaban eso.
—Si lo sé. Ya no tenemos nada somos solo amigos.
Elevó ambas cejas y siguió conduciendo a velocidad normal.
La mansión está cambiada, ya no es la misma. Antes era de color crema, ahora es blanca completa. Hay un nuevo vigilante, el portón era de color gris ahora es negro.
Remodelaron el jardín, hay una fuente con una estatua de una "C" y un puño en alto. El portón se abre la verdad está más bonita.
Subo las escaleras y veo cada retrato, en la primera, sale mi madre, mi padre y Kamila en la sala.
En la segunda salimos todos en una fiesta donde yo tenía catorce y mamá tenía a Kamila en brazos.
En la tercera salimos los tres yo tenía como unos doce años y ellos lucian muy jóvenes. Y en la última me dió una presión en pecho, sale mi madre, mi padre, mi abuela y yo. Trato de no verla mucho y alejarme de ella.
Camino por aquel pasillo donde corría cuando salía de mi habitación y me iba a la de mis padres solo porque tenía pesadillas de noche.
Y de repente recuerdo a la pequeña Kimberly corriendo de un lado a otro:
—Mamá—gritaba dandole golpes a la puerta de su habitación.
Tomo el pomo de la puerta de mí habitación y la abrí lentamente, está hace un sonido fuerte como siempre.
Lo primero que veo es mi closet con varias figuras de mariposas pegadas en ella. Me gustaba pegar figuritas en las paredes de mi habitación.
Seguido veo mis peluches y muñecas arriba de mi pequeña biblioteca donde tengo cuentos de todas clases.
Pero siempre me gustaba los que me contaba Gonzalo.
Mi lámpara de noche, mi cama, mis almohadas. Mi mesa donde tengo varias libretas de la escuela, y mi pequeña camara, debajo de ella, está mi álbum de fotos. Sonrío al verle la portada.
La abro y veo todas las fotos que les tomaba a Gonzalo distraído, fotos que les tomaba a mis padres, y fotos que me tomaba a mi misma.
Siento un ruido debajo de mi cama y me pongo en alerta.
Sale debajo de ella mi pequeño pelusa, mi gato, recuerdo que era mi mejor amigo.
—Hola Pelusa—lo levanto y lo abrazo—. Me extrañaste.
—Va a comer algo señorita—mencionó Gonzalo, apareciendo en mi habitación.
Bajé mi gato al suelo sacudiendo mis manos.
—Comeré después.
Cerró la puerta de mi habitación, y le eche otro vistazo. La verdad está como la dejé y eso me alegra.
Mi teléfono vibra y veo que es una notificación:
Brad: Foto.
"Leire está que nos deja sin huevos"
Reí cuando ví la foto, salía Leire con sus manos en la cintura y una cara poco amigable. Los chicos estás discutiendo y Brad le pone cachos a Kyler.
Pienso en Julia la llamo:
—Kimberly Dios mío ¿como sigue Kamila?—su voz es preocupante
—Esta mejor ya no está en peligro.
—Me alegra demasiado
—¿Estas sola en casa?.
—Bueno ahorita estoy en la cafetería.
—Olvidé que estabas en la universidad.
—Pero no estoy haciendo nada importante, solo me como una hamburguesa. Pues hoy me tocará dormir sola en casa, Leire se fue de gira.
—Así me dijo. Oye cuídate mucho.
—Lo haré. Cuando salga de la universidad iré con mis compañeras ha una sesión de fotos.
—Esta bien. Te quiero.
—Yo igual Kim. Cuida a Kami.
Nota del autor:
¡Ehhhh!. Quise que el ex saliera en los primeros capítulos, para que se vayan dando una idea de como es. ¿Qué les pareció Aran? Lindo verdad;).
En noviembre cerraré y publicaré todos los capítulos que queden pendientes. Es solo un adelanto.. los quiero muack, muack.
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