Capítulo 39
Narra Kimberly:
Mis ojos dolían; ya no salían lágrimas de ellos. Mi cabeza también dolía. Todo dolía: mi corazón, mi alma, mis pensamientos... absolutamente todo.
-Debes descansar -me dice Nicolás con voz suave.
Estamos en la mansión de Brad. Él ha estado triste, serio, de mal humor; peor aún, se siente más triste que nunca. No ha dormido, no me da la cara. No es un buen momento para hablar, pero lo que sí sé es que nadie quiere aceptar esta dolorosa realidad. Brad no puede estar en su departamento, ni en el que compartía con los chicos. La tristeza lo invade por completo; ver la guitarra de Kyler lo hace llorar, y a pesar de ser fuerte, las lágrimas brotan sin control.
-¿Él está todavía en su habitación? -le pregunto a Nicolás.
Él asiente lentamente.
-No ha querido salir. He tratado de hablar con él, pero no quiere escuchar a nadie. Seguro quiere estar solo... Es muy fuerte todo esto. Yo tampoco puedo asimilarlo ni aceptarlo.
Negué lentamente mientras las lágrimas comenzaban a brotar en mis ojos nuevamente.
-Él no se merecía morir así. Era un chico fuerte, chistoso, amable... Era... era mi amigo.
Nicolás me abrazó con fuerza, como si intentara transferirme un poco de su fortaleza.
-Te entiendo. A mí me caía mal -dijo con una risa amarga que resonó en el aire cargado de tristeza-. Lo voy a extrañar mucho, pero de verdad, Kimberly... veamos el lado positivo de las cosas. A Kyler no le gustaba que nos sumergiéramos en las lágrimas.
Asentí, aunque sabía que era difícil ver algo positivo en este momento.
-Es difícil -mencioné-. No puedo...
-Hoy es su...
-No lo digas -lo interrumpo secando una lágrima de mi mejilla-. Por favor, no lo digas.
Nicolás suspiró profundamente.
-Créeme, Kimberly, no quiero decirlo. Pero tenemos que aceptarlo...
-No puedo aceptarlo tan fácilmente -respondí con voz quebrada.
-Brad te necesita; te necesita más que nadie ahora mismo.
Miré hacia el suelo, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de mí.
-Nicolás, he ido quinientas veces a su habitación; no quiere hablar conmigo. Está destruido...
-¿No has hablado con Alice?
Negué lentamente.
-No, ha estado trabajando y tiene que atender a Adeline, no pudo viajar.
-Tendrás que ir de nuevo Kimberly.
Asentí.
Al estar frente a la habitación de Brad, suspiré. Mis ojos ardían y mi corazón latía con fuerza. Toqué la puerta: dos, tres, cuatro y cinco veces.
Silencio.
Apoyé mi cabeza en la puerta.
-Sé que estás allí, destruido como lo estamos todos, pero en este momento necesito un abrazo tuyo.
Estaba segura de que me escuchaba; no habíamos hablado desde ayer. No me había respondido los mensajes y se negaba a aceptar la realidad.
-Brad... -mi voz se quebró-, disculpa. Disculpa por no poder hacer nada. Me siento culpable por todo lo que ocurrió, me siento muy mal...
Escuché cómo soltó un suspiro al otro lado de la puerta.
-Kyler también era importante para mí, era mi amigo. Me siento culpable de no haberlo salvado. Solo... solo quiero que no te alejes de mí; tú me necesitas y yo también.
En ese momento, la puerta se abrió y verlo allí parado en ese estado me partió el corazón aún más. Sus ojos negros estaban rojos y llorosos, su piel pálida y su cabello desordenado.
Lágrimas comenzaron a bajar por mi mejilla. Él se abalanzó sobre mí y me dio un abrazo, aferrándose fuerte a mí. Sentía cómo lloraba, su respiración agitada. No quiero que se sienta culpable; en realidad, nadie tuvo la culpa. Pero yo... yo me siento culpable; no pude salvarlo.
No sé cuántos minutos pasaron mientras estábamos abrazados.
-No te sientas culpable -me dijo en un susurro-. No eres la culpable, Kimberly. No lo eres. Pero juro que al verte allí frente a él y ver tus ojos brillar de alivio al sentirle el pulso me dio una maldita esperanza de que estaría vivo.
-Yo... yo debí haber hecho más.
Se separó de mí y tomó mis mejillas con sus manos, mirándome con esa mirada triste y vulnerable.
-Hiciste lo que pudiste, y sé que él está orgulloso de ti porque, a pesar de todo, lograste que respirara unos minutos.
No podía aceptarlo. Ese día habíamos tenido una buena conversación; me aconsejó, me sacó una sonrisa y me alejó de los pensamientos oscuros. Me enseñó las últimas clases de guitarra; aunque no era mi instrumento favorito, esas lecciones me hacían sentir especial y bien. Simplemente, Kyler fue uno de los amigos que nunca tuve.
-No quiero ir -le dije negando con la cabeza.
-Yo tampoco quiero ir -respondió Brad-, pero tenemos que despedirlo. Debemos estar en esos últimos momentos con él.
Asentí mientras él me secaba las lágrimas.
-Ese idiota se fue en el peor momento -murmuró con una sonrisa amarga.
-No quiero que la banda termine -dije con tristeza-. Él... él quería que estuvieran unidos.
Brad suspiró profundamente.
-No quiero volver a tocar en una banda; todo me recuerda a él, todo. No quiero... simplemente no quiero. Los Invencibles ya no serán lo mismo sin Kyler; ya no habrá Invencibles.
Asentí; no quería aceptar eso. Pero tenía razón: no será lo mismo sin Kyler. Nuestras vidas ya no serán las mismas; ya no habrá bromas ni sarcasmo ni reclamos... nada.
-Estoy contigo -le dije con firmeza.
Él me sonrió con tristeza.
-Yo también estoy contigo; sé que te quería demasiado.
*
Es un minuto de silencio, un momento donde nadie quiere estar aquí, donde la tristeza se siente en el aire, en cada respiración. Nadie quiere despedirlo, ni aceptar que ya no estará más.
A mi lado, Brad me sostuvo la mano con fuerza. Leire estaba frente a la caja que contiene el cuerpo de Kyler, sus ojos fijos en él mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Es difícil, sé que ella amaba a Kyler de una manera profunda e incondicional. Es injusto que tenga que enfrentarse a esta realidad tan dolorosa. Kyler se fue de una manera inexplicable, dejando un vacío que nunca podrá ser llenado.
Julia, a mi lado, también me tomó de la mano, su mirada reflejaba la misma tristeza que todos compartíamos. Matteo seguía en estado de shock; su expresión era una mezcla de incredulidad y dolor. Verlo así me rompía el corazón y me llenaba de ganas de llorar.
Dominik, él se fracturó el brazo y recibió un golpe fuerte en su abdomen, gracias al cielo no fue nada grave, pero él es el que más estaba afectado.
Sabía que la guitarra era lo más importante para Kyler; por eso, debajo de mi silla guardaba su guitarra, un símbolo de su pasión y su amor por la música. Era un recordatorio constante de lo que él significaba para todos nosotros.
Llegó el momento de decir unas palabras. Los chicos no quisieron hablar; estaban tan abrumados por la tristeza que las lágrimas se les escapaban sin control. Solo Brad y yo nos atrevíamos a tomar el micrófono. La atmósfera era pesada, cargada de emociones.
El cementerio estaba repleto de personas, miles o quizás millones; muchos de ellos eran fans. Fans que lloraban con un sentimiento increíble porque Kyler había sido el más querido y amado entre ellos.
Me levanté junto con Brad y caminé hacia el micrófono. Al llegar al frente, suspiré profundamente para calmar mis nervios. Brad sostuvo el micrófono; sus manos temblaban y sus ojos estaban hinchados por las lágrimas.
-No tengo palabras en este momento -mencionó Brad con la voz quebrantada-. Nunca pensé que estaría aquí, así. Soy malo escribiendo estas palabras, pero estas las escribí con el corazón: Kyler, espero que te sientas orgulloso -una risa triste recorrió a los presentes-. Cuando te conocí, me dije a mí mismo que eras el ser más estúpido que había conocido; sin embargo, pronto me di cuenta de que eras el más chistoso, curioso y fastidioso de la banda.
«Me hiciste entender que eras más que un amigo; eras como un hermano para mí. Recuerdo aquel día en el que me dijiste que estabas enamorado; no podía creerte porque eras el ser más perro y mujeriego que existía. Recordé cómo te ligabas a la primera chica que veías y cómo siempre me advertías no tomar tu ejemplo. Pero hace unos días comprendí que era cierto: el amor es más profundo y real de lo que imaginamos. Kyler, gracias amigo por sacarme de quicio con tus chistes malos y tus locuras. Gracias por los momentos compartidos y por enseñarme lo valioso del amor verdadero. Te vamos a extrañar más allá de las palabras; ya nada será lo mismo sin ti, hermano.
Se escuchaban los sollozos de las personas, y esas palabras me hicieron soltar lágrimas. El ambiente estaba cargado de tristeza, y el aire se sentía pesado, como si cada uno de nosotros estuviera llevando el peso del mundo en nuestros corazones.
Suspiré. Brad me dio un lado en aquel micrófono, y en esos momentos no sentía nervios, no sentía nada; solo una tristeza inmensa que me envolvía por completo. No sabía cómo iba a poder expresar todo lo que sentía.
-Kyler...-comencé a decir, con la voz temblorosa-. No sé qué decirte. De verdad, estoy en un estado de shock horrible. Pero hay algo que tengo claro: te voy a extrañar. Recuerdo aquella noche en que nos conocimos; cuando me ayudaste a levantarme, supe que eras una gran persona.
Recuerdos llegaron a mí:
-¿Estás bien? -preguntó mientras me ayudaba a levantarme.
-Tu carisma siempre lograba hacerme reír, y tus chistes eran como un bálsamo para mi alma.
-Si me hubieras dicho, yo también me hubiera ido contigo, nena-me dijo Kyler con una sonrisa pícara.
-No había plan para ti, querido-le respondí con un tono burlón.
-Tus consejos me sirvieron más de lo que imaginas; a pesar de que solo nos estábamos conociendo, te convertiste en un amigo invaluable para mí.
-Joder, no Kimberly. No le creas. Conozco a Brad; él puede ser un tipo idiota en ocasiones, pero nunca engañaría a una mujer, y mucho menos si la ama como te ama a ti.
-Las clases de guitarra que me diste no solo fueron lecciones musicales; fueron escapadas hacia un mundo donde los problemas se desvanecían por un rato. Me enseñaste que la música puede ser un refugio, un lugar seguro donde las preocupaciones se disipan entre acordes y melodías.
-Ya mujer, no digas nada. Brad me matará si escucha esto -dijo entre risas, guiñándome un ojo.
-No se tocar la guitarra Kyler.
-No te preocupes. Primero, agarra la guitarra como yo.
Me muestra cómo sostener la guitarra.
-Así, ¿verdad? ¿No se ve demasiado torcido?-le dije riendo.
-Se ve perfecta Kimberly. Solo asegúrate de que esté cómoda. Ahora, vamos a empezar con los acordes básicos. Este es el acorde de Do.
Kyler coloca sus dedos en las cuerdas.
-¿Así?
-Casi, solo asegúrate de presionar bien las cuerdas.
-Recuerdo tus palabras sobre la amistad; decías que si te preguntaban quién era tu familia, dirías siempre que eran tus amigos, y que tu lado seguro siempre sería tu guitarra. Gracias, Kyler, gracias por todo lo que compartimos. Eres y siempre serás ese amigo especial para mí.
-Tranquila, me siento bien poder compartir esto con una amiga. Porque a mis ligues no puedo contarles estas cosas -rió, pero la tristeza aún era palpable en su voz-. Si me preguntan quién es mi familia, les digo que son mis amigos y que mi lugar seguro siempre será mi guitarra.
Las lágrimas caían incontrolablemente por mis mejillas mientras recordaba cada momento vivido a su lado. Sabía que este era el momento más difícil de todos. Mientras lo despedíamos, me acerqué a aquella caja y coloqué su guitarra encima, como símbolo de todo lo que significó para mí.
-Te prometo que los Invencibles seguirán, te lo prometo-dije con firmeza, aunque mi corazón estaba desgarrado-. Adiós, mi chico curioso.
Era un momento que siempre quedará grabado en mi mente; el simple hecho de no haberlo ayudado me daba una tristeza abrumadora. No solo estábamos despidiendo a un hombre; estábamos despidiendo a mi chico, a un amigo querido, a mi profesor de guitarra.
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