Capítulo 38
Narrador:
La sala del hospital era un desastre, un caos de emociones donde cada rincón parecía absorber el dolor palpable. Los gritos desgarradores de Julia resonaban como un eco en la mente de todos, las maldiciones de Brad se entrelazaban con la desesperación, y el estado de shock de Matteo lo mantenía en una especie de trance. Kimberly, en medio de todo, era la que más sufría. Sus sollozos eran el único sonido que parecía tener sentido en aquel lugar desolado.
Kimberly se repetía mentalmente que era la culpable, que había fallado, que no había podido salvarlo. La imagen de Kyler, cubierto de sangre y vulnerabilidad, se repetía en su mente como una película desgastada. Recordaba cómo él siempre sabía qué decir para alegrarla, cómo sus chistes -aunque malos- lograban sacarles sonrisas a los demás. Era el chico que le enseñó a tocar la guitarra y que, con su corazón noble, siempre encontraba el modo de hacerla sentir comprendida. Pero ahora, ese chico ya no estaba. Se había ido para siempre y Kimberly sentía que una parte de ella también se había desvanecido con él.
Brad negaba lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar lo que sus ojos le decían. En su corazón aún albergaba una esperanza tonta: tal vez el doctor aparecería y les daría una buena noticia, tal vez solo fue un malentendido. Pero la verdad le golpeaba con fuerza; Kyler ya no estaba. La culpa lo consumía por dentro; sentía que no había hecho lo suficiente.
Leire llegó corriendo hacia donde estaban los otros chicos. Al verlos destrozados, su corazón se detuvo por un instante y cayó de rodillas en medio de la sala. No podía ser cierto; él no podía estar muerto. Kimberly y Julia se acercaron a ella con miradas llenas de dolor compartido.
Leire negaba con desesperación; la incredulidad la envolvía como una nube oscura. La culpa también la asediaba: pensamientos sobre lo que no había dicho ni hecho afloraban en su mente como olas implacables. El dolor era agudo y profundo; nunca antes había sentido algo así. Quería haberle dicho que lo amaba, que su vida sería mejor con él a su lado; deseaba haber tenido el valor para confesarle sus sentimientos antes de que fuera demasiado tarde. El sufrimiento la ahogaba mientras las lágrimas brotaban sin control.
-¡No! ¡No! ¡Kyler no!-gritó Leire desesperada mientras caía al suelo, sintiendo cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor.
Ese pequeño momento se convirtió en un oscuro silencio donde las palabras ya no tenían sentido y los abrazos eran insuficientes para aliviar el dolor colectivo. La sala del hospital se sentía como un pozo sin fondo donde cada uno lidiaba con su propio tormento interno, cada uno atrapado en sus pensamientos sobre Kyler y las oportunidades perdidas.
En ese instante, Kimberly abrazó a Leire con fuerza, intentando transmitirle algo de consuelo.
-Leire...-murmuró Kimberly mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
Pero Leire solo podía pensar en lo irreversible del momento: Kyler ya no estaba... Su presencia se había desvanecido dejando un vacío inmenso que sería difícil llenar.
El hospital ya era un caos, las noticias habían salido a la luz y todos sabían lo que había pasado. Solo se escuchaban gritos y sollozos de las fans de los Invencibles, de las fans de Kyler. El ambiente era pesado, cargado de una tristeza abrumadora que parecía envolver a todos en la sala.
Dominik, aunque con su brazo enyesado, miraba la habitación con desasosiego. Ya se estaba despertando, pero su mayor temor era Kyler. Shinais, su novia, estaba a su lado; su sonrisa era un intento fallido de ocultar el dolor que se reflejaba en sus ojos.
-Dime que está bien-le suplicó Dominik, la voz quebrada por la angustia.
Shinais no pudo ocultar la verdad. Con lágrimas en los ojos, negó lentamente.
Dominik no podía creerlo. Su respiración se aceleró y comenzó a gritar.
-¡No! Dime que es una broma ¡No!
Se iba a levantar, pero unas enfermeras rápidamente le administraron un sedante. Las lágrimas caían por sus mejillas como ríos desbordados. La realidad era demasiado cruda para asimilarla.
La prensa:
-Hoy, diecisiete de noviembre, no solo murió alguien normal, una simple persona. Hoy dejó la banda un chico que tanto querían todas las personas, ese chico guitarrista que hacía reír a todos. Hoy nos deja una parte de nosotros mismos; hoy murió la banda los Invencibles. Kyler siempre estará en nuestros corazones.
Fin del informe.
Kimberly no podía soportarlo; era demasiado para ella. Las imágenes del accidente se repetían en su mente como un eco ensordecedor. No podía creer lo que había ocurrido; la idea de perder a Kyler era inaceptable.
Todos se sentían culpables; el peso de la culpa aplastaba sus corazones. Pero Leire se sentía especialmente mal; el hombre que amaba, el chico que había comenzado a soñar con un futuro juntos, ya no estaría con ella. Ya no estaría en la banda.
La realidad se les presentaba fría y dura: los Invencibles ya no serían cuatro; serían tres. La banda que habían construido juntos parecía desmoronarse ante sus ojos. Los recuerdos de risas compartidas y sueños por cumplir flotaban en el aire como fantasmas inalcanzables.
Mientras Dominik luchaba contra el sedante y el dolor emocional, Shinais le sostenía la mano con fuerza, como si eso pudiera anclarlo a esta realidad devastadora. Los murmullos de las enfermeras y los gritos lejanos de las fans se mezclaban en un torbellino sonoro que apenas podían procesar.
Se miraron entre sí, buscando consuelo en sus ojos llenos de lágrimas. Era un momento compartido de profundo dolor y confusión: ¿cómo seguir adelante sin Kyler? ¿Cómo encontrar el camino cuando todo parecía tan oscuro?
La música había sido su refugio, su forma de expresión, y ahora les habían robado ese refugio. Ya no serían lo mismo; Kyler había sido el alma de los Invencibles, su chispa vital.
Ya todo se rompió.
Kyler ya no estaba.
🖤
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