Capítulo 3
Mientras Julia me contaba cómo le había ido en la universidad, la escuchaba atentamente, disfrutando del momento mientras veíamos una película y saboreábamos helados.
El día estaba lluvioso, perfecto para quedarnos en casa después de salir de la universidad. Leire, sin embargo, decidió irse al departamento de los invencibles.
La película estaba llegando, donde la protagonista finalmente se reencuentra con sus padres.
—¿No has hablado con tus padres?—me preguntó Julia, con un tono que insinuaba que ya sabía la respuesta.
Suspiré profundamente.
No había tenido noticias de mis padres en cuatro semanas.
Había pensado en llamarlos, pero algo siempre me detenía.
También quería saber de Kamila.
—No—le respondí, tratando de restarle importancia al asunto.
—¿No le has marcado?
—No.
Julia no quiso seguir indagando, conocía bien mi naturaleza reservada cuando se trataba de mis padres.
En ese momento, el timbre de la casa sonó y Julia se levantó para abrir la puerta. Yo terminé mi helado y giré la cabeza para ver quién era.
Mis ojos se abrieron de par en par al ver que Kyler fue el primero en entrar, seguido por Matteo, Dominik, Leire y por último Brad.
Este último traía unas cervezas en la mano y Dominik, el baterista unas pizzas humeantes.
Matteo se sentó a mi lado y Kyler tomó el lugar al otro lado, dejándome en el medio.
Dominik dejó las pizzas sobre la mesa mientras Brad dejaba las cervezas a un lado.
—Hola, Kim—me saludó Matteo con una sonrisa despreocupada.
Me removí en mi asiento, su cercanía me hacía sentir incómoda.
Ellos parecían tan cómodos como si estuvieran en su propia casa. Sin embargo, era agradable tener gente alrededor; siempre éramos Leire, Julia y yo.
Leire nos había mencionado varias veces que debíamos acompañarla a los ensayos y conocer a su banda.
A Julia no le gustaba mucho la idea y a mí tampoco, inicialmente pensé que su música era demasiado ruidosa para mis gustos. Pero pronto me di cuenta de que su estilo era más melódico de lo que imaginaba y que no eran unos chicos tan malos... excepto Brad, que tenía un aire intrigante.
Leire se acomodó en el sillón y dejó su teléfono sobre la mesa, algo que nunca hacía, eso llamó mi atención.
Julia me miró con una ceja levantada y se encogió de hombros como diciendo "¿qué vamos a hacer?".
—Los chicos quisieron venir—mencionó Leire sonriendo ampliamente—, parece que le han caído de maravilla.
Yo le respondí con una mueca mientras intentaba arreglarme un poco el cabello y bajar mi camiseta que se había levantado.
Miré a Brad nuevamente; nuestros ojos se encontraron por un instante, recordando lo de ayer, lo cual me hizo rodar los ojos involuntariamente.
Kyler tomó el control remoto y comenzó a pasar los canales hasta encontrar otra película para ver.
—Mañana es mi cumpleaños, deberían ir al bar donde lo vamos a celebrar—mencionó Matteo emocionado.
—Claro, si no están ocupadas—esta vez habló Kyler, con ese tono despreocupado y chistoso que siempre tiene.
Miré a Julia y ella asintió, pero de repente recordé mi trabajo.
—Yo sí podré ir. Pero Kimberly trabaja en la noche y pues no va a poder ir—dijo Julia, un poco decepcionada.
Brad me miró y se quedó pensativo.
Era evidente que estaba sopesando algo en su mente.
—Hablen de ustedes, ya de Maléfica sabemos todo. Pero de ustedes no—comentó Kyler con intriga.
Parece que es el más curioso de la banda, siempre buscando algo nuevo.
Me di cuenta de que el más callado era Brad, él solo escucha y se ríe de las locuras que dicen sus amigos. Dominik, el baterista, lo seguía en silencio, pero su energía era contagiosa.
—Bueno, yo estoy estudiando estilismo—mencionó Julia con un brillo en sus ojos, ese brillo especial que se activa cuando habla de algo que le apasiona.
Los chicos la escucharon atentamente.
—Siempre me la paso en casa o en la disco de vez en cuando—continuó, encogiéndose de hombros con una sonrisa traviesa.
Todos se giraron hacia mí y esperaron que hablara.
No soy muy fan de compartir detalles íntimos sobre mi vida cotidiana, pero pensé que iba a estar conviviendo casi todos los días con ellos, tal vez valía la pena abrirme un poco.
Carraspeé para tomar nuevamente su atención.
—Yo estoy estudiando medicina...—confesé—soy bailarina y pues ya saben que trabajo de noche.
Los chicos sonrieron excepto Brad, él solo elevó ambas cejas con una mezcla de sorpresa e interés.
—¿Bailarina?—preguntó Brad con curiosidad.
Lo miré a los ojos, escuchar esa voz ronca me hace poner los pelos de punta.
Había algo cautivador en su mirada intensa.
—Sí.—respondí—Bailo pop y ballet.
—Eso es bueno.—mencionó Brad en un susurro que casi se perdió entre las risas del grupo.
Julia no tardó en intervenir:
—Kim es la mejor bailarina de pop—exclamó con orgullo, haciendo que mi rostro se sonrojara un poco.
Me sentí bien al compartir eso, quizás no sea tan malo abrirse a nuevas amistades.
Todos comenzaron a hablar de actores, bandas y cantantes que yo no conocía.
Sentí que me sofocaba en medio de esa conversación animada, así que decidí tomar un respiro fresco.
Me levanté sin llamar demasiado la atención y me dirigí hacia el patio trasero de la casa. El aire tenía ese inconfundible aroma a tierra mojada. Me senté en una silla de madera, dejándome llevar por la tranquilidad del momento, respirando profundo para calmar los nervios.
No puedo negar que me incomoda estar cerca de Brad. Es como si algo en él me atrajera, como si una fuerza invisible me llamara a mirarlo, y cuando lo hago, él ya está mirándome.
Saque una pastilla de mi bolsillo y me la tragué.
—¿Para qué son?—preguntó Brad, justo cuando decidí alejarme de aquella incomodidad.
Se sentó a mi lado y encendió un cigarrillo, el humo se mezcló con el aire fresco del patio.
Si supiera cuántas enfermedades causa esa porquería de cosa.
—Son antidepresivos—le respondí, sin apartar la vista del cielo nublado.
—¿Tienes algún problema?—su voz era ronca y delicada, como si cada palabra fuera un susurro.
—Sufro de ataques de pánico.
Elevó ambas cejas.
—Entiendo -dijo al final, con un tono que parecía ofrecerme apoyo.
Nos quedamos en silencio unos minutos, mirando al horizonte donde las nubes comenzaban a cubrir el sol.
No sabía en qué estaba pensando él ni por qué había decidido salir aquí conmigo en lugar de seguir adentro disfrutando los chistes malos de Kyler o las historias interminables de Julia. Pero la tranquilidad del momento se rompió cuando el recuerdo de la conversación anterior llegó a mi mente.
—Ayer te vi hablando con Nicolás—dije al fin, rompiendo el silencio.
Brad apoyó ambos codos en las rodillas y comenzó a alborotarse el cabello con sus manos.
—¿Nico...?—repitió, como si realmente no supiera a quién me refería.
—Nicolás, mi compañero de trabajo—aclaré con firmeza.
Su confusión parecía fingida, sabía que estaba ocultando algo.
—¿Entonces...?—mencionó finalmente, intentando desviar la conversación hacia otro lado.
—Estaban muy molestos.
—Curie, calladita te ves mejor. No debes estar escuchando conversaciones ajenas.
Otra vez me llamó por mi apellido. Es imposible sacar información de él, cada vez que intento acercarme, me doy cuenta de que es reservado, muy reservado.
—Yo simplemente...
Me interrumpió apoyándose en la silla con una actitud desafiante.
—Eres chismosa.
—No soy chismosa—exclamé, sintiéndome molesta por su acusación.
—Lo eres. Crees que no me doy cuenta de que a cada rato me miras.
Fruncí el ceño, intentando mantener la calma.
—Claro que no, eres un...
—¿Un qué?—me retó con una sonrisa burlona en su rostro.
—Olvídalo—respondí, levantándome de la silla con un suspiro.
—Así que eres de las que se enojan rápido—dijo, disfrutando claramente de la situación.
Le saqué el dedo medio y entré a la casa, tratando de ignorar la risa burlona que resonaba detrás de mí.
Los chicos estaban riendo a carcajadas cuando entré, pero al verme, dejaron sus risas en suspenso.
Brad pasó por mi lado y me dio un codazo leve.
Ese chico es raro, sinceramente, hay algo en él que me intriga y a la vez me incomoda.
Los demás estaban absortos viendo una película.
Brad estaba sentado en otro sillón al lado del mío, tan cerca que podía sentir su presencia invadiendo mi espacio personal.
Sus vaqueros negros rasgados y los tres anillos en sus manos llamaron mi atención. Mi mirada se detuvo en un tatuaje con una fecha grabada en su mano: 20/04/2001.
La curiosidad me picaba por dentro, ¿qué significará esa fecha para él?
De repente, miré la hora en mi móvil y me di cuenta de que era hora de ir a trabajar.
Me levanté del asiento con un ligero nudo en el estómago, sintiendo la intensidad de la mirada de Brad en mi espalda.
Cada paso hacia las escaleras se sentía más pesado, no quería darme vuelta para encontrarme con aquellos ojos oscuros que parecían leer cada uno de mis pensamientos.
Me vestí rápidamente, sintiendo que debería acostumbrarme a esta nueva rutina. Ya no puedo salir de noche con las chicas como solía hacerlo porque el trabajo me consume. Y no creo que mañana tenga la oportunidad ni el tiempo de asistir al cumpleaños de Matteo, lo cual me pesa un poco en el corazón.
A veces desearía poder dejar mi trabajo y pedirle dinero a mis padres, pero quiero ser autosuficiente.
Soy una persona decidida y valiente, sé que la decisión de ponerme a trabajar en un bar ha sido una de las más difíciles ya que mis padres no se imaginan que trabajo en un bar, pero estoy aprendiendo a vivir mi vida con mi propio dinero. Esa independencia es algo que valoro mucho.
Bajé las escaleras con cuidado, tratando de no molestar a los chicos, pero era casi imposible, se dieron la vuelta y me miraron como si estuvieran esperando mi reacción.
—¿Te vas?—me preguntó Matteo con una mezcla de curiosidad.
Suspiré profundamente, sintiendo un nudo en el estómago.
—Sí. Quedan en su casa—respondí con un tono resignado.
Brad se rascó la nuca.
—Te vamos a extrañar aunque no seas muy sociable...—dijo Kyler, rompiendo el silencio.
Leire lo interrumpió rápidamente, como si quisiera cambiar el rumbo de la conversación.
—¡Kyler!—exclamó, levantando los ojos al cielo.
Sonreí ante su defensa, la verdad es que Kyler tenía razón. No he logrado establecer mucha conversación con ellos. Soy una chica que le cuesta ser sociable y abrirse a nuevas amistades.
—Lo sé—respondí con una pequeña sonrisa, sintiéndome un poco avergonzada por la verdad detrás de sus palabras.
Brad me miró fijamente, su mirada penetrante hizo que desviara la vista hacia las chicas fuera casi instintivo.
La tensión entre él y yo era palpable, una incomodidad que parecía solo nosotros dos notábamos.
Me despedí en un intento por salir de esa tensión extraña y caminé hacia el garaje para sacar mi coche.
De repente, tropecé torpemente con una piedra en el camino y me golpeé la frente contra la ventanilla del auto al perder el equilibrio. Las llaves cayeron al suelo con un tintineo resonante.
—Mierda—exclamé en un sollozo mientras sobaba mi frente adolorida.
Me agaché para recoger mis llaves del suelo, pero me sobresalté al ver a una persona parada frente a mí.
—¡Joder!—exclamé perpleja, colocando una mano en mi pecho.
Sentía mi corazón latir tan fuerte que casi se me salía por la boca.
—Dramática-expresó Brad, recostado contra la pared del garaje con un cigarrillo en la mano, como si no le importara nada.
En ese momento, me provocaba darle un puñetazo, pero preferí tranquilizarme. Sin embargo, ¿cómo carajos iba a controlarme si tenía a un idiota delante?
—Me dices dramática y te pareces un fantasma allí parado—le respondí, cruzando los brazos.
Él me miró, y se mordió la mejilla mientras esbozaba una diminuta sonrisa.
La verdad es que eso me sacaba de quicio.
—Con la cara que pusiste, aquí la fantasma eres tú.
Se despegó de la pared, tiró el cigarrillo al suelo y se acercó a mi coche, dándole un pequeño golpecito.
—Chica de alta clase y no tienes auto de último modelo.
Fruncí el ceño, sintiendo que su comentario era una mezcla de sarcasmo y verdad.
—¿Cómo sabes que soy...?
—Quizás te he investigado un poco—se acercó aún más.
Lo tenía a tres metros y parecía que lo tenía a tres centímetros, esa cercanía me hacía sentir incómoda y fascinada al mismo tiempo. -
—Así como tú me has estado investigando a mí.
Niego riendo con sarcasmo.
—Te crees un creído, engreído y odioso solo por ser pianista y cantante famoso.
Él sonrió ampliamente.
—Eres la primera persona que me dice creído, engreído y odioso, Curie—respondió con un tono juguetón.
Volvió a mencionar mi apellido tan bien como si lo conociera desde siempre.
La forma en que lo pronunciaba me hacía sentir expuesta.
—¿Sabes cómo te describo a ti?—me señaló de arriba abajo con una mirada burlona—. Una chica observadora y chismosa.
—Piensa lo que quieras—abrí la puerta de mi auto con un gesto decidido—. No tengo tiempo para hablar con un engreído.
Brad dio un paso más cerca, su mirada se volvió más intensa.
—Déjame ser cariñoso esta noche contigo, solo si me prometes que no serás una chismosa.
Su propuesta me tomó por sorpresa, había algo en su tono que insinuaba más de lo que decía. Podría haberlo rechazado sin pensarlo dos veces o podría dejarme llevar por la curiosidad.
Me crucé de brazos nuevamente, pero esta vez no era por defensiva, era porque estaba considerando su oferta.
—Cariñoso... ¿en serio? ¿Y qué te hace pensar que tengo ganas de saberlo?
Se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
—Porque sé que dentro de esa chica observadora hay alguien dispuesta a divertirse un poco. ¿Qué dices?
Fruncí el ceño y me subí al auto ignorandolo, pero antes de cerrar la puerta, lo miré a los ojos.
—Mira, tengo que llegar temprano a mi trabajo. No me interesa lo que pienses de mí.
—¿Prefieres que te diga chismosa cada vez que te veo?
—Ni se te ocurra decirme chismosa.
—¿Ah sí?
—No quiero perder mi tiempo hablando contigo.
—Y yo te diré chismosa cada vez que te mire...
—Sube al maldito auto.
Cerré la puerta del auto con un golpe suave y él sonrió.
Prefiero conocer su lado cariñoso en lugar de fastidiarme con el tema de ser chismosa, algo que no puedo negar mentalmente porque, en el fondo, tiene razón.
Soy un poco chismosa.
El camino transcurrió en un silencio incómodo.
Él no decía nada, ni siquiera mencionaba una palabra. Era la primera vez que se montaba en mi coche y me sentía un poco fuera de lugar, pero no entendía por qué él se veía tan incómodo.
Supongo que tiene planes para pasar toda la noche en el bar, y eso me pone más nerviosa de lo habitual.
Lina vino a mi mente y no pude evitar sentir una pequeña decepción por motivos que ni yo misma comprendía. "Tiene novia," repetí mentalmente.
—A esta velocidad, vamos a llegar mañana—mencionó, mirando por la ventanilla mientras las gotas de lluvia golpeaban el cristal.
—No quiero morir joven—le respondí, echando un vistazo a mi reloj, era tardísimo.
Ahora me arrepiento de haberle dicho que se montara en el coche.
—No morirás sola. Morirás con un engreído y odioso pianista famoso—sonrió—. Algo que cualquier chica desearía estar en tu lugar.
Lo miré sonriendo también y bajé un poco la velocidad del auto. La lluvia seguía cayendo con fuerza y el parabrisas estaba empapado, no podía ir a una velocidad alta mientras hablaba con él.
—¿Una fan tuya desearía morir contigo en un accidente de tránsito?
Él se encogió de hombros como si fuera algo trivial.
—Lo desean—respondió con seguridad.
—Pobre de ellas.
—No tengo la culpa de ser irresistible.
Solté un chasquido.
—Seguramente para algunas eres irresistible, como para otras eres un simple idiota.
—Nadie me ha dicho idiota, solo una loca acaba de llamarme así.
—No me digas, loca—le dije viéndolo de reojo.
Él se echó a reír.
—Vale, solo serás chismosa.
Puse los ojos en blanco.
—Los chicos deben de estar preguntando por ti—dije, tratando de cambiar de tema.
—Los chicos saben muy bien cómo es mi personalidad—respondió sin darle mucha importancia.
Elevé ambas cejas, intrigada.
¿Y cómo es exactamente tu personalidad, Brad?
Estacioné el auto en el garaje de la disco.
Agarré mi bolso y noté que Brad endureció el rostro.
A veces pienso que es bipolar o tiene algún problema personal, cambia de humor con tanta facilidad que eso me confunde. Lo dejé venir solo para ver su lado cariñoso, pero parece que va a ser más complicado de lo que pensé.
Me bajé del auto y caminé hacia la entrada, pero al darme cuenta de que Brad no me seguía, lo vi apoyado en el coche mientras sacaba un cigarrillo.
—¿No vas a entrar?—le pregunté, observando cómo se ponía su abrigo con el cigarrillo entre los labios.
—Esperaré aquí afuera—respondió rodando los ojos como si fuera lo más normal del mundo.
Fruncí el ceño nuevamente.
¿Cómo carajos va a estar aquí afuera toda la noche y lloviendo?
Suspiré y seguí mi camino hacia la entrada del bar.
Algo dentro de mí me decía que estaba escondiendo algo importante, algo muy grave.
Tal vez su actitud distante era solo una fachada para ocultar sus verdaderos sentimientos o problemas internos. Pero no podía dejarlo así, había algo en él que despertaba mi curiosidad y deseaba descubrirlo.
*
—Un tequila, por favor.
—En seguida...
Caminé hacia la barra para preparar el tequila, sin tiempo para saludar a los chicos.
Gracias a Brad, llegué media hora tarde. El bar estaba repleto de gente, como cuando los Invencibles se presentaron.
No dejaba de pensar en si Brad estaría afuera, la lluvia caía con fuerza y me preocupaba la idea de que se estuviera empapando.
—Kim...—Nicolás me dio un codazo mientras pasaba a mi lado—. Qué guapa estás.
Últimamente, Nicolás se ha comportado como un chico enamorado de mí, lanzando piropos que siempre me hacen reír. Aunque me divierte, sé que no es real y que solo está jugando.
Reí y seguí caminando, pero recordé la conversación con Brad. Necesitaba averiguar qué estaban tramando esos dos.
Llegué a la barra y me apoyé en ella.
Justo en ese momento, Brad entró y me sorprendió que el vigilante lo hubiera dejado pasar sin problemas. Me buscaba con la mirada, y como si fuéramos dos imanes, nuestras miradas se encontraron. Él sonrió y caminó hacia mí.
—Otro cóctel...—Dara se quedó perpleja al ver a Brad acercarse—. Oh no...
La miré con el ceño fruncido.
Dara se puso nerviosa y dejó caer un vaso sobre la mesa. No entendía por qué se comportaba así, ¿por qué todos le tienen miedo a Brad?
Era evidente que la presencia de él alteraba el ambiente.
—Hola, Dara—Brad mencionó su nombre con una sonrisa falsa en su rostro, pero ella solo rodó los ojos sin responderle.
—Dara, un tequila... ¿Qué carajos haces aquí?
Los tres giramos hacia Nicolás, que miraba a Brad con una seriedad inquietante.
Brad se dio la vuelta, colocó su abrigo sobre la barra y se apoyó en ella. No podía ver su rostro, pero sentía que estaba tenso.
—Dame una cerveza—dijo Brad con voz autoritaria, lo que molestó visiblemente a Nicolás.
Todo me confundía en ese momento, necesitaba saber qué estaba pasando entre ellos.
No quería ser entrometida ni chismosa como decía Brad, pero no podía evitar sentirme intrigada por sus actitudes.
—No te conviene estar aquí—le advirtió Nicolás con un tono firme.
Nicolás se acercó más a mí y me tendió una bandeja llena de vasos, pero yo no la agarré, estaba tan concentrada en las palabras de ellos dos que ni siquiera noté las quejas de los clientes por la tardanza en sus tequilas.
—Nicolás, para...
—Brad, largo, no me busques por las malas—respondió Nicolás con rabia contenida.
Dara carraspeó nerviosamente e intentó alejarme de ellos, pero volví a acercarme para escuchar esa extraña discusión entre el pianista y Nicolás.
—¡No me jodas!—exclamó Brad con tanta fuerza que Sofía tuvo que venir a ver qué ocurría—. Dame la puta cerveza y ve a trabajar.
—No eres mi jefe para estar mandando aquí, largo-respondió Nicolás, con un tono desafiante.
—Chicos—menciona Dara.
Me molesta profundamente cómo Nicolás trata a Brad. Su actitud despectiva me hace sentir incómoda, como si estuviera presenciando una pelea de gallos en la que no debería estar involucrada.
—Él vino conmigo—mencioné, tratando de suavizar la tensión.
Nicolás me miró con los ojos muy abiertos. Luego, su mirada se volvió hacia Brad, cargada de un odio palpable que se podía cortar con un cuchillo.
—A ella no la vas a engañar como lo estás haciendo con Lina—dijo Nicolás, su rostro endurecido.
Esa expresión me recordó a alguien, pero no lograba identificar quién era.
La confusión comenzó a apoderarse de mí. Me molestaba que hablaran en clave, mencionándome en una conversación en la que claramente no tenía lugar.
Brad se dio la vuelta y vio mi cara de desconcierto.
—Ella es diferente que Lina-mencionó, un brillo melancólico asomándose en sus ojos. Su mirada parecía triste y agotada, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros
—Chicos...
—Nicolás, por una vez en tu vida déjame en paz y no te metas en mis asuntos.
—Si haces lo que te dicen y terminas con esta falsa de una vez por todas, te dejaré en paz, pero mientras seas un idiota, ¡te largas de aquí!—replicó Nicolás con desprecio.
Brad tomó su abrigo y antes de irse me miró fijamente.
—Te veo luego, Curie...—dijo con un tono que resonó en mi pecho y se alejó dejándome sumida en la confusión y las ganas de averiguar qué carajos estaba pasando.
Desde que Brad se marchó, Nicolás ha estado comportándose de manera extraña conmigo e incluso con Dara y Sofía. Dara, siempre tan directa, le suelta algún comentario y él simplemente suelta un chasquido o le da la espalda sin más.
Me siento muy mal por cómo se comportó con Brad, parece conocer cada rincón oscuro de su vida privada. Pero ¿por qué Brad no se defiende? ¿Por qué siempre coloca ese rostro triste cuando le lanza una mala palabra?
Al llegar a casa, estoy cansadísima y trato de no pensar en lo ocurrido esa noche. Las chicas están dormidas y creo que debería ponerme a estudiar para la evaluación de mañana. Sin embargo, un sonido inesperado rompe el silencio: el timbre del teléfono hace que sobresalte del susto al ver el nombre que aparece en la pantalla. Mi corazón se acelera; solo pienso en lo peor.
—¿Qué pasa, mamá?... ¡¿Qué?!
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