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Capítulo 26

"Me gustaría mirar todo de lejos pero contigo".
-Mario Benedetti

Anoche fue una de las mejores noches de mi vida. Al despertarme, sentí el peso de la mano de Brad en mi abdomen, y eso me hizo sonreír aún más.

Si antes estaba enamorada de él, después de anoche estoy completamente y locamente enamorada. No podía imaginar la sorpresa que tenía preparada para mí. El video en esa gran pantalla, donde reveló a sus fans quién es realmente, me dejó sin aliento. Y esa canción... ¡No puedo sacármela de la cabeza!

Mientras me mordía el labio y esbozaba una pequeña sonrisa, decidí quitar su mano de mi abdomen y levantarme para ir a la ducha. Pero al escuchar la voz adormilada y pícara de él, me detuve.

-¿Me puedes invitar a bañarme contigo? -me dijo con esa sonrisa traviesa que tanto me encanta.

-Si te quedas allí acostado, perderás la invitación -le respondí mientras me quitaba la camiseta.

La manera en que lo hice pareció descontrolarlo por completo, y eso me encantó. Se levantó rápidamente y me empujó hacia el baño.

-Esta invitación no me la pierdo, ni que tenga que ir al concierto de Bruno Mars -susurró

Reí ante su comentario.

-Lo siento, yo sí me la perdería -le respondí con un guiño.

Arqueó una ceja mientras se quitaba su camiseta, revelando sus músculos bien trabajados y esa V marcada en su abdomen que siempre me deja sin palabras.

-¿Te vas a quedar mirándome, o...?

Sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre él y juntamos nuestros labios en un beso apasionado. Pero fue él quien me detuvo justo cuando mi mano empezaba a descender hacia su abdomen.

-Ey, ey -me dijo con un tono divertido-. Quiero que me acompañes a un lugar hoy.

Fruncí el ceño al separarme un poco de él.

-¿Hoy? ¿Es otra sorpresa? -pregunté con curiosidad.

Él sonrió mientras me tomaba de la cintura y con un movimiento rápido quitó mi sujetador que anoche no tuvimos tiempo de quitar.

-No... Pero quiero que te quedes quieta mientras te enjabono -me guiñó el ojo, haciendo que una risa involuntaria escapara de mis labios.

*

-Brad... -murmuré por quinta vez. Mientras avanzábamos en el auto, mi paciencia comenzaba a agotarse. No tenía idea de a dónde me llevaría; solo sabía que llevábamos dos horas de viaje y ya mi trasero estaba comenzando a doler.

-Ya, calma, Curie, no seas chismosa -me dijo con una sonrisa burlona que me hizo querer quitarle esa expresión de su rostro.

A través de la ventana, observaba cómo las calles se sucedían, llenas de árboles y casas con jardines cuidados. La curiosidad me comía por dentro, pero él se negaba a darme pistas sobre a quién íbamos a visitar.

Finalmente, Brad detuvo el coche frente a una casa que me dejó sin aliento. Era una de las más bonitas que había visto: de color marfil, con un jardín exuberante lleno de flores de distintas clases y colores vibrantes. Al llegar a la puerta, Brad soltó un profundo suspiro y tocó el timbre.

Yo me quedé en silencio, contemplándolo.

De repente, desde adentro de la casa se escuchó el grito de una voz femenina.

Fruncí el ceño con curiosidad.

Brad sonrió burlón y la puerta se abrió lentamente. En ese momento, apareció una chica muy joven; nuestras miradas se encontraron y sentí un destello de complicidad en sus ojos cuando desvió la mirada hacia Brad. Sus ojos se abrieron de par en par al verlo de arriba abajo.

-¡Santo cielos, tatito! -se abalanzó sobre él dándole un abrazo que parecía abarcar todo el cariño del mundo.

Casi no pude evitar reírme al escuchar cómo lo llamó. En ese instante, una sensación extraña me invadió; era como si me hubiera quedado fuera de lugar en un momento tan íntimo. La chica se separó de Brad y lo miró con los ojos aguados, llenos de emoción.

Fue entonces cuando noté algo sorprendente: tenía un gran parecido con Brad. Sus ojos oscuros tenían ese mismo brillo chispeante; su sonrisa era casi idéntica, y su cabello negro caía en ondas suaves alrededor de su rostro. Las cejas eran gruesas y definidas, los labios carnosos y rosados resaltaban en su piel pálida. Aunque era más delgada que él, había un aire familiar que hacía evidente que compartían la misma sangre.

Mientras observaba esa conexión entre ellos, sentí cómo mi corazón latía más rápido. Era como si estuviera viendo a Brad en versión femenina.

-Oh, Dios mío, no lo puedo creer. Bueno, sí lo creía; vi unas publicaciones del concierto, pero no me imaginé que vendrías...

-Alice -murmura Brad interrumpiéndola-. Estoy feliz de verte-En eso, Brad me empuja hacia él-. Ella es...

-Kimberly, ya sé quién es -me regala una cálida sonrisa-. Soy Alice, la hermana de este idiota.

Sonreí un poco nerviosa y elevé mi mano en un saludo tímido.

-Un placer -dije, sintiendo la calidez de su mirada burlona.

Vaya, ya sé que tienen la bipolaridad en común.

-Aquí nos damos dos besos en las mejillas -me tomó desprevenida y me dio dos besos en la mejilla, dejando una sensación cálida en mi rostro.

Brad sonrió burlón al ver mi expresión.

-Adelante, pasen -nos dijo con un gesto amable.

Nos abrió espacio y pasamos a su casa. No sabía, ni se me cruzaba por la mente que vendríamos a visitar a su hermana. Alice es muy cariñosa y su casa es aún más preciosa de lo que imaginaba. Las paredes estaban adornadas con fotografías que contaban historias. En una de ellas, Alice lucía radiante con su título universitario; en otra, se la veía exhausta después de un largo día; y en una más reciente, sostenía a una niña recién nacida con una sonrisa de orgullo.

Acaso tiene...

-Disculpen el desastre; es que Adeline no para de jugar -dijo apareciendo detrás de nosotros con una sonrisa llena de energía.

Nos sentamos en los sofás y noté que el suelo estaba cubierto de juguetes coloridos.

Brad miraba a Alice con una sonrisa pícara que me hizo sentir un poco incómoda.

-Odio esa sonrisa -le dice Alice con una ceja enarcada-. No Agus, todavía sigo con Giuseppe.

Brad rodó los ojos groseramente.

-Ese imbécil -murmuró entre dientes.

-No es un imbécil; es el papá de mi hija, hermanito -le respondió Alice mientras se dirigía a lo que parecía ser la cocina-. ¿Quieren algo de tomar?

Asentí mientras Brad me miraba con complicidad.

-¡Sí! -gritó Brad.

-Ja, ja -dijo ella con sarcasmo mientras aparecía nuevamente con una bandeja llena de vasos de jugo.

Brad tomó el jugo con su mano y me dio el mío. Mis manos estaban sudadas; no sabía por qué estaba tan nerviosa. La chica parecía bien; bueno, mujer en realidad, porque ya tiene hija.

Alice comenzó a contar historias sobre su infancia y cómo siempre había sido la más traviesa entre los dos. Brad la interrumpía constantemente con comentarios sarcásticos que solo hacían reír más a Alice. Todo era tan natural y divertido que casi olvidé mi nerviosismo inicial.

-No sabes cuánto te extrañé, tatito -le dijo Alice al sentarse frente a nosotros.

-Yo un poco. Y por favor, ya no tengo cinco años, así que llámame por mi nombre -respondió Brad con una sonrisa burlona.

-Dios mío, todavía eres ese odioso tatito -dijo ella en tono burlón, mirándome-. Aunque te están cambiando mucho.

Sonreí de nuevo.

-¿Y cómo está el insoportable de Pascual? -preguntó Alice con una mueca en su rostro.

-No es insoportable; creo que ha cambiado un poco -contestó defensivamente.

Ella se echó a reír.

-¿Un poco? Eso sí que es increíble, Agus.

-No me dio un puñetazo cuando le dije mi verdad.

-Ay, esa verdad... ¿y la estúpida de Elissa? ¿Y el niñito?

Brad casi se ríe por cómo llamó a Nicolás.

-Elissa me importa un carajo, y Nicolás sigue siendo un capullo -le respondió.

Le dí un codazo.

-Es un chiste. Nicolás y yo hemos tratado de llevarnos como dos hermanitos felices -añadió con ironía.

-Oh Agus, que se note el sarcasmo -dijo Alice riendo.

En ese momento, comenzaron a hablar sobre sus familias. Alice me contó cómo se lleva con el padre de su hija.

-¿Cuánto tiempo llevan de novios? -me preguntó tratando de sacar conversación.

-Mes y medio -respondí con una pequeña sonrisa.

-La última vez que vino, Agus, aquí fue con una estúpida que me caía extremadamente mal -comentó Alice casi riendo.

Arqueé una ceja burlona, imaginando que se refería a Lina.

-¿Eso quiere decir que yo te caí bien? -inquirí curiosa.

Ella asintió con la cabeza.

-Me caes bien; te ves como una buena chica. Y además, has cambiado algo en mi hermanito, ¿no es así?

Miré a Brad y él me guiñó el ojo en respuesta.

-Alice, quiero conocer a mi sobrina ya -dijo Brad.

Alice puso los ojos en blanco.

-Agus, está dormida; no quiero que la despiertes.

Brad se alejó con una sonrisa burlona hacia las escaleras y dijo:

-Oh, es tarde...

Así nos quedamos las dos en la sala. Ella me sonrió amablemente.

-He notado que eres una chica un poco tímida -observó Alice.

-Sí, bueno... un poco. No es fácil que tu novio no te diga hacia dónde te lleva; luego te das cuenta de que vas a conocer a tu cuñada -respondí sinceramente mientras ella se echaba a reír.

-Me gusta tu actitud, amiga. Agus siempre es misterioso; tiene ese toque engreído.

-Lo sé, es un jodido engreído -coincidí con ella.

-Mamá solía ser engreída también; por eso sacamos su personalidad -me explicó Alice mientras enarcaba ambas cejas en señal de complicidad.

-Oh...

-Pero tatito se lució con la personalidad -concluyó ella con una sonrisa traviesa.

Casi me río de nuevo por el apodo tan gracioso que le había puesto.

-Tatito... -murmuré.

-Es un apodo que le puse cuando era pequeño. Veía Monster Inc y repetía la palabra que decía Boo: "gatico", pero él decía "tatito". ¿Tierno, no?

Me eché a reír como loca.

-Y me matará cuando su sobrina lo llame así -me dijo con una sonrisa traviesa.

-¿Cuántos años tiene?

-¿Quién, Adeline?

-Sí -respondí, intrigada.

-Ah, es una bebé, tiene un año y medio.

Elevé ambas cejas, sorprendida por lo adorable que sonaba.

-Me gusta ese nombre -dije con entusiasmo.

-Fue idea de mi marido-se levantó del sofá, ajustándose el cabello con un gesto nervioso-. Yo quería que mi hija se llamara Mónica, en honor a mi madre, pero él decidió ponerle el nombre de su madre. Imagínate, yo llevé a mi hija nueve meses en la barriga y sentí todo el dolor de un parto. Dime, ¿Brad y tú se están cuidando?

Mis mejillas ardieron al escuchar las últimas palabras. La pregunta me tomó por sorpresa.

-Yo... eh...

-Oh, vamos, Kimberly, ¿se cuidan, no? -insistió con una mirada inquisitiva.

-Sí, claro.

Ella entrecerró los ojos, como si pudiera leer mis pensamientos.

-Nena, eso sonó como si no estuvieras segura.

En realidad, había estado tomando pastillas anticonceptivas desde hacía un tiempo. Sin embargo, siempre que Brad y yo... umm... ajá... él se pone preservativos.

En ese momento, Brad interrumpió nuestra conversación intensa. Entró en la sala sosteniendo a Adeline en sus brazos. Es tan tierna y blanca como un copo de nieve; sus ojitos color zafiro brillaban con curiosidad, seguro los sacó de su papá. Brad le daba un juguete que chirriaba al apretarlo.

Dios mío, ¡qué lindo se ve con un bebé!

-¿Qué? -dijo él con el ceño fruncido al notar que su hermana y yo lo mirábamos con sonrisas burlonas.

-Que lindo te ves con un bebé, tatito -le dijo su hermana mientras la bebé soltaba una risita contagiosa-. ¿Verdad, mi amor? El tío se ve lindo con un bebé.

Mis mejillas ardieron de nuevo al escuchar esas palabras.

En eso, Brad se sentó a mi lado, con Adeline en su regazo, y Alice se fue a la cocina.

-Así será el nuestro -dijo Brad, burlón, mientras acariciaba el cabello de la pequeña.

-¿Qué? No, Brad, claro que no. Digo, no es que no quiera... es que somos jóvenes -respondí, sintiendo que el calor subía a mis mejillas.

-Curie, era un chiste -replicó él riendo.

Fruncí el ceño, intentando mantener una expresión seria aunque por dentro me moría de risa.

-O sea, ¿no quieres tener un hijo en el futuro conmigo? -le lancé una mirada juguetona.

-Curie, no dije eso. Tú misma dijiste que...

-Lo sé, eso también era un chiste -interrumpí con una sonrisa traviesa.

Brad se giró hacia Adeline y le dijo:

-Tu tía Kim no quiere ser la madre de mis hijos.

Yo sonreí burlona ante la ocurrencia.

-Tu hermana me cae bien -le dije a Brad.

-Es una gran persona. Solo que no se cuidó y ahora tiene a esta mocosita -dijo él mientras miraba a Adeline con ternura.

-Tatito -dijo la niña con su vocabulario inocente y adorable.

Brad la miró con los ojos abiertos como platos, como si hubiera escuchado la cosa más sorprendente del mundo.

-¡Alice! -gritó Brad hacia la cocina, claramente molesto.

-¡¿Qué?! -respondió Alice desde la distancia, su voz llena de curiosidad e incredulidad.

-No puedo creerlo. ¿Cómo me va a decir eso? -Brad seguía sin poder creer lo que había ocurrido.

Me eché a reír; esto sí que era gracioso.

Después de pasar la mañana con Alice y Adeline, decidimos que era hora de despedirnos. Brad tenía ensayo en tres horas, y el regreso al hotel tomaría dos.

Mientras los dos hermanos se despedían, yo me acercaba a Adeline, que estaba en el suelo tropezando torpemente con sus propios pies.

-Te voy a extrañar, Tatito -le dijo la pelinegra, sonriendo con esa chispa traviesa que la caracterizaba.

Brad le dio otro abrazo fuerte y cálido, como si quisiera transmitirle toda su energía positiva. Finalmente, me despedí de ella con un abrazo que parecía durar una eternidad.

-Me encantó poder charlar contigo -me dijo guiñando el ojo-. Espero poder verlos el día de su boda.

Mis ojos se abrieron de par en par y me atraganté con mi propia saliva, tosiendo un par de veces mientras las mejillas se me coloraban de rojo.

-Ya, chica, era una broma -dijo riendo al ver mis mejillas sonrojadas-. Pero en serio, hermanito, no hay de otra que desearte toda la suerte del mundo.

Al llegar al hotel, él no menciona ni una palabra. Está tan concentrado en quitarse la ropa que parece estar en un mundo aparte. Opta por una camiseta ancha blanca, con el logo de la banda, y unos vaqueros un poco holgados que le sientan increíblemente bien. Su mirada está perdida, mientras pasa las manos por su cabello desordenado, y yo me pierdo en cada gesto que hace. Observo cómo las venas de sus brazos se marcan con cada movimiento, la forma en que su mandíbula se tensa le da un aire irresistible.

Mientras se coloca los zapatos, no puedo sacarme de la cabeza la música que cantó en el concierto. Anoche, ambos estamos tan felices que nuestras respiraciones terminaron agitadas.

-Oh vamos Brad, por favor-le susurro con voz entrecortada en el oído. Él niega con la cabeza y me recorre con la mirada, como si estuviera grabando cada detalle de mi cuerpo en su memoria.

-Déjame contemplarte ma femme...-susurra, y esas palabras hacen que mi corazón dé un vuelco.

Ese es el motivo por el cual estoy de buen humor.

-¿No vas a ir?-me dice, sacándome de mis pensamientos más traviesos.

Carraspeo; mi garganta está seca debido a las imágenes que me invaden.

-Creo que voy a salir un rato con Julia. Me ha estado agobiando porque quiere recorrer cada rincón de esta ciudad.

Él asiente con una pequeña sonrisa de labios cerrados mientras se coloca frente a mí.

-Recuerda que estás en Italia, y la mayoría ya sabe que eres mi novia.

«Mi novia». Joder, qué bonito escuchar esa palabra salir de los labios del chico que me gusta.

-Está bien, si quieres puedes enviar a uno de tus escoltas...

-Ni de coña-frunce el ceño-. No me agrada la idea de que tengas un escolta que no sea yo.

No puedo evitar reírme por la forma en que lo dice; es tan protector y a la vez adorable.

-Qué tierno eres-bromeo mientras le lanzo una mirada juguetona.

-No lo soy en la cam...-comenta con una sonrisa pícara.

-Joder, vete ya antes de seguir hablando tonterías.

Se echa a reír pero antes de salir me lanza algo al aire: una pequeña caja.

-Me los dio Alice; dijo que no quiere ser tía todavía.

Salió de la habitación y miré el nombre en la caja: preservativos. ¿Es en serio? Alice es tan... dulce y directa a la vez.






Nota del autor:

Y, sí. Capítulo 26🥹, espero que estén muy pendiente de los capítulos finales, que pues están casi cerca...

Casi, casi, casi termina la gira...

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