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Capítulo 21

"Si sé lo que es el amor, es gracias a ti".
Herman Hesse.


Narra Kimberly:

Llegué al bar, y como siempre, fui con Jonas a la barra. Mientras él preparaba las bebidas, me contaba cómo había pasado la noche anterior con Sofía. Yo lo escuchaba atenta, riéndome a carcajadas cada vez que soltaba alguna tontería. Sofía, en eso, nos miraba con los ojos entrecerrados y una expresión burlona que me hacía reír aún más.

—Vale, ya me voy para que le sigas contando cómo pasamos la noche—dijo ella, agarrando la bandeja de las bebidas.

Me reí de nuevo.

—El jefe me dijo que hoy cerrará temprano. ¿De verdad el niño bonito es hijo de Pascual?

Casi solté una carcajada por cómo se refería a Brad, pero me contuve.

—Sí, es su padre—le respondí con un tono serio.

Él elevó ambas cejas en sorpresa.

—Vaya, no sabía.

—Nadie lo sabía—le dije, encogiéndome de hombros.

En ese momento, Nicolás apareció llevándose la otra bandeja y me miró pícaramente. Es como si supiera algo y simplemente no lo dice.

¿Será la sorpresa?.

-¿Y a este qué le pasa? -preguntó Jonas burlón.

-Je ne sais pas -le respondí con una sonrisa traviesa.

Jonas frunció el ceño, confundido.

-Sé que eres francesa, pero yo no soy Kimberly -rodó los ojos.

-Dijo que no sabe -mencionó Sofía al dejar su bandeja en la barra.

Yo la miré confundida. ¿Acaso también era francesa?

-Tengo familia francesa.-me dijo ella con una sonrisa pícara, como si pudiera leer mis pensamientos.

-Ah sí, mi chica también es francesa, Kimberly -dijo Jonas dándole un beso en los labios.

Con razón el primer día que nos conocimos me dijo que teníamos algo en común.

Suspiré y desvié la mirada mientras esos dos se "comían" a besos. Decidí ponerme a preparar unos chupitos para distraerme un poco cuando mis ojos se encontraron con los de mi chico.

Él entró al bar y, como siempre, todos lo miraban con una amplia sonrisa. Llevaba puesta la capucha de su chaqueta, lo que le daba un aire misterioso y atractivo. Al llegar a la barra miró a Jonas y Sofía con una mueca divertida, antes de enfocarse en mí con una amplia sonrisa.

-Ma femme -me dijo al quitarse su capucha, dejando ver su cabello desordenado como siempre.

-¿Te he dicho que te ves guapo con el cabello desordenado?-le respondí, sonriendo.

Él sonrió pícaramente, sus ojos brillando con complicidad.

-¿Te he dicho que me encanta cómo te sonrojas al verme?.

Solté una risa, sintiendo el calor en mis mejillas.

-No me lo has dicho.-le respondí, intentando ocultar mi timidez.

-¿Quieres que te lo diga con un par de besos?-me retó, acercándose un poco más.

-Sí.-mi voz salió casi como un susurro.

Se le iluminó la mirada y me tendió su mano. Justo en ese momento, escuchamos una voz detrás de nosotros.

-Eh, Eh, Eh-dijo Jonas-. No me dejes en la barra solo.-replicó con un tono juguetón.

-Vendré un momento.-le aseguré antes de salir con él.

Nos dirigimos al estacionamiento. Sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre él y juntamos nuestros labios. Sentí cómo iba caminando pegándome a la pared; una de sus manos estaba en mi cabello y la otra en mi mejilla, como si quisiera asegurarme de que este momento nunca terminara.

Simplemente, se siente tan bien.

-Mi padre cerrará el local-murmuró separándose lentamente-. Y... Te llevaré a casa, y....

Mis mejillas ardieron al escuchar esas palabras. Al ver mi reacción, él se echó a reír al separarse de mí.

-No seas mal pensada; te llevaré a casa, esperaré que te cambies y luego vamos a un lugar especial.-me dijo burlón, guiñándome un ojo.

Vamos Kim, calma las hormonas.

-No pensé nada -dije con una sonrisa traviesa-. ¿Para dónde me llevarás? -pregunté curiosa.

-Mmmm-murmuró mientras pensaba-. No te lo diré; primero te llevaré a un lugar, luego a otro.

Se acercó a mí y depositó un beso corto en mis labios antes de romper la tensión del momento.

-Ve a trabajar antes de que al niño sexy le dé un infarto.-bromeó mientras caminábamos nuevamente al local.

Brad se quedó fuera fumando un cigarrillo, la brisa nocturna mecía suavemente el humo que se escapaba entre sus labios. Nicolás me miró con cara de reproche; ya no había mucha gente en el local.

Mientras me dirigía a la barra para ayudar con los últimos pedidos, no podía dejar de pensar en lo que nos esperaba después.

¿Adónde me llevará Brad?

Necesito decirle que voy a viajar con él, pero algo en mi interior me dice que es mejor hacerlo más tarde. Mi profesora de baile me matará si se entera de mis planes sin avisarle primero.

Suspiré, tratando de despejar mis pensamientos mientras seguía preparando los chupitos. Justo en ese momento, Dara se me acercó, su mirada era intensa, como si quisiera decirme algo importante.

-Kim, tengo que decirte algo-dijo, y sus mejillas se tiñeron de rosa.

Yo elevé ambas cejas y le sonreí pícaramente.

-¿Sí?-respondí con curiosidad.

Ella suspiró y apartó un mechón de cabello de su cara.

-Es acerca del chico que te comenté-dijo-. No sé si fue lo correcto, pero él y yo... Tú sabes.

Abrí la boca y solté un pequeño chillido de emoción, casi derramando los chupitos que tenía en la mano.

-¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué pasó?

Ella miró a ambos lados, asegurándose de que nadie estuviera escuchando su confesión.

-Anoche-dijo todavía con las mejillas sonrojadas.-No sé si fue lo correcto; yo fui la que tuvo el impulso.

-No pasa nada, no te sientas culpable. Él también debe sentir lo mismo que tú.

Dara frunció el ceño, claramente preocupada.

-No Kim, no lo entiendes. Se sintió incómodo. No puedo mirarlo a los ojos después de eso.

Fruncí el ceño en respuesta a su angustia.

-¿Acaso lo has visto hoy también?

Ella se mordió la mejilla mientras sopesaba lo que iba a decir. Yo, en cambio, la miré confundida; su mirada se detuvo en Nicolás.

Abrí los ojos como platos al darme cuenta de quién era el chico del que hablaba.

Oh Dios. ¿Nicolás?

-No sé qué carajos me pasó, Kim. Él y yo somos muy buenos amigos, y después de eso me sentí muy mal y lo eché de mi casa. Le dije que lo nuestro solo era amistad. Por eso hoy no nos hemos hablado.

Trato de procesar todo lo que me dice, estoy tan sorprendida que no me di cuenta de que tenía la boca abierta, como si estuviera en una película dramática.

-No... Sé qué decirte -le dije finalmente, tratando de encontrar las palabras adecuadas-. Quizás él también sienta lo mismo, pero tiene miedo de que la amistad se rompa. Solo dale tiempo o habla con él. No tenías que echarlo así de tu casa sin hablar y aclarar las cosas.

Ella suspiró y miró a Nicolás, quien estaba con una gran sonrisa hablando con un señor.

-Dara, no te sientas mal por eso. Solo hablen, ¿vale? -le dije con un tono conciliador.

Asintió lentamente, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y esperanza mientras se alejaba hacia la caja.

Vaya, nunca me imaginé que estos dos podrían tener una relación. Dara es una gran chica y Nicolás también. Harían la pareja perfecta.

Después de un rato, el señor Pascual aparece dando la orden de cerrar y poder irnos. Es increíble el parecido que tiene con Brad, y Nicolás solo en los ojos y la sonrisa. Él me miró y esbozó una pequeña sonrisa.

-Buen trabajo, Kimberly -dijo con un tono sincero.

Asentí, sintiéndome un poco orgullosa. Luego, él se fue del local mientras Sofía y Jonas también se marchaban. Solo quedábamos Nicolás, Dara y yo. Brad no volvió a entrar; seguramente no quería ver a su padre. Observé cómo Dara y Nicolás se lanzaban miradas furtivas, llenas de una tensión que apenas podía contenerse. Era momento de dejarlos solos.

-Nos vemos mañana, chicos -me despedí con una sonrisa cómplice, dejando espacio para que pudieran hablar sin interrupciones.

Antes de salir, le hice una señal a Dara para que no se olvidara de abrir su corazón.

Salí y busqué con la mirada a Brad, pero no lo vi. Su coche estaba allí, pero él no estaba a la vista. En eso, unos brazos rodearon mi cintura

-¿Me estabas buscando? -me susurró al oído, provocando que una sonrisa se dibujara en mi rostro.

-No -le respondí con una sonrisa pícara.

Lo miré con los ojos entrecerrados y él soltó una risa burlona.

-¿Nos vamos, chismosa? -preguntó mientras sus ojos brillaban con esa chispa traviesa que tanto me encantaba.

Subimos a su auto, y su rostro estaba iluminado por una expresión de diversión.

¿Qué estarás planeando, Brad?

Él se dio cuenta de que lo miraba fijamente y giró ligeramente la cabeza hacia mí.

-No te voy a secuestrar, pero... si pudiera, lo haría -respondió con una sonrisa pícara.

Escuchar esas palabras me hizo sonreír como una estúpida. Recordaba claramente la primera vez que me las dijo.

Puso el auto en marcha y el motor rugió suavemente mientras nos alejábamos del local.

-Te llevo a casa, te cambias y luego nos vamos a la mansión de mi padre -anunció con confianza.

Me atraganté con mi propia saliva y tosí un par de veces, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

-¿Qué? -le dije confundida, sintiendo cómo mi corazón comenzaba a latir más rápido.

Él sonrió.

-Quiero decirle a mi papá quién soy, y quiero que estés a mi lado -declaró con firmeza.

Elevé ambas cejas, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo recorrerme.

Dios mío, ¿hoy mi jefe sabrá que soy novia de su hijo?

-Está bien, igual yo tengo algo importante que decirte.-el despegó su vista de la carretera y me miró con el ceño fruncido.

-¿Y es?.

-No te lo diré ahorita.

Sonrió y detuvo el coche frente de casa. Me bajé y el me miró con los ojos entrecerrados.

-¿Cuando será el día que yo te abra la puerta del auto para que te bajes?.

-Lo siento.

Al abrir la puerta nos encontramos a Leire y Julia en la sala, nos miraba con una ceja enarcada.

-Oh, Dios en qué sea avisen que vienen y nosotras nos vamos de casa.

Sonreí negando lentamente.

-Hola maléfica, hola Julieta-le dijo Brad, Leire sonrió burlona y Julia le puso mala cara

-Me iré a cambiar-le digo, Brad me detuvo.

-¿No quieres que te acompañe?.

Mis mejillas se tiñeron de rojo y negué.

-Eres un pasado.

Rió y se fue a sentar con las chicas mientras yo iba a cambiarme de ropa. Tengo que ir bien vestida, aunque por eso no me preocupo. Ojalá el señor Pascual tomé esto bien, y no vaya a odiar a Brad.

Aunque es su hijo, no puede odiarlo pero si se puede decepcionar.

Después de rebuscar en mi armario, opté por un pantalón ajustado y una camisa de tirantes que acentuaba mi figura. No quería ir demasiado formal, ya que no se trataba de una cena elegante, pero sí quería verme bien arreglada. Me apliqué un poco de labial en los labios y solté mi cabello, dejándolo caer suavemente sobre mis hombros.

Ojalá esta noche no haya problemas.

Bajé las escaleras con un ligero nerviosismo en el estómago. Al llegar a la sala, me encontré a Brad hablando animadamente con las chicas.

-Oh, ¿y después qué pasó? -escuché decir a Julia, con curiosidad en su voz.

-Me dejó de hablar por dos semanas -respondió Brad entre risas.

-No fueron dos semanas, fueron tres -recalcó Leire también riendo, mientras se cruzaba de brazos con una expresión divertida.

Julia soltó la risa también, y me pregunté qué estarían hablando.

-Matteo siempre ha sido un capullo -dijo Brad, girándose para fijar su mirada en mí.

Al verme, sus ojos recorrieron mi figura de arriba abajo lentamente, y una sonrisa pícara se dibujó en su rostro. Sentí un ligero rubor en mis mejillas.

-Más te vale llegar temprano hoy -me advirtió Leire con tono juguetón.

Yo rodé los ojos con burla, tratando de ocultar una sonrisa.

-Vale, si Maléfica -respondió Brad, alzando las manos en señal de rendición-. Yo la traigo sana y salva; deja el drama.

Se levantó del sillón con un aire despreocupado y me lanzó una mirada cómplice.

Al salir de casa, la brisa fría de la noche pegó en mi cara, y Brad caminaba a mi lado con su ceño fruncido. Abrió la puerta del auto y antes de subirme me dijo:

-J'adore la façon dont ce pantalon te va -me susurró con una pequeña sonrisa traviesa.

Sentí como las mejillas se me tiñeron de rosa.

-Sí, Brad, a mí también me encanta que me mires los muslos.

Él se echó a reír y cerró la puerta.

Me encanta cómo te quedan esos pantalones...

¿Acaso se me notan mucho los muslos?

Puso el auto en marcha. Mientras conducía, se frotaba el cabello con una mano y mantenía la otra en el volante; sabía que estaba nervioso. Hasta yo lo estaría, no es simple decirle a tu padre que tienes una identidad falsa. Pero iba a estar a su lado apoyándolo.

Una de sus manos la colocó en la palanca y yo coloqué una de mis manos arriba de la suya. Él relajó su rostro y me regaló una sonrisa.

-Estaré a tu lado, no pasa nada -le dije, tratando de infundirle confianza.

El frunció el ceño de repente.

Oh, olvidaba que eres bipolar cariño.

-¿No has hablado con tus padres? -me dijo, su voz era un susurro tenso.

Lo miré confundida.

-No. ¿Por qué me preguntas eso en este momento?

Él negó levemente.

-Solo... curiosidad.

-Brad...

Él me miró con una sonrisa nerviosa.

-No lo sé, solo me dio curiosidad. He pensado si algún día los pueda llegar a conocer.

Le sonreí pícaramente.

-Claro que sí, aunque ese día habrá una tensión en el ambiente, pero lo haré por ti, Brad.

-Leire me dijo que tenemos giras en varios lugares de París -me comentó con un tono más ligero.

Yo lo miré intrigada.

-Si vienes conmigo, podemos no sé... averiguar un poco eso que tanto te frustra de tú familia.

-Brad... -empecé a decirle mientras sus ojos se iluminaban con un destello de esperanza.

Detuvo el coche en medio de la carretera y me miró fijamente con el ceño fruncido pero lleno de determinación.

-¿Lo pensaste?

-Sí -dije sin pensarlo.

-¿Y..?

Brad soltó un chasquido y se frotó el cabello, claramente había interpretado mis palabras de otra manera.

-Sí, iré -repetí con más firmeza-. Somos novios, y no quiero separarme de ti.

Su mirada se iluminó al instante, y sin pensarlo dos veces, me besó con dulzura.

Detuvo el coche frente a una mansión gigantesca; era mucho más grande que la mía, y su imponente fachada me dejó sin aliento.

Esperé a que él bajara para abrirme la puerta del auto. Al hacerlo, me sonrió ampliamente, pero podía ver los nervios reflejados en su rostro.

-Andando -dijo, tomando mi mano.

Caminamos hacia la entrada de la mansión, los guardias de seguridad nos miraron con ceño fruncido al reconocer a Brad.

-No están acostumbrados a verme con este estilo -murmuró él.

Asentí, sintiendo un ligero cosquilleo en el pecho mientras continuábamos nuestro camino. El jardín estaba iluminado por luces suaves que resaltaban la belleza de los árboles bien cuidados.

Al cruzar la puerta principal de la mansión, quedé deslumbrada. Las paredes de color crema eran elegantes y sofisticadas, y cada rincón estaba decorado. Los muebles eran una mezcla de modernidad que creaban un ambiente cálido.

Los nervios comenzaron a apoderarse de mí; esta noche mi jefe sabrá que soy la novia de su hijo.

Una señora vestida de ama de casa se acercó a nosotros con una amplia sonrisa que parecía desbordar calidez.

-Su padre está arriba, ya la mesa está servida, mi pequeño-le dijo con un tono maternal.

Brad asintió con una pequeña sonrisa, pero no podía ocultar la tensión en sus hombros. La señora me miró con una mirada pícara.

-Que preciosa eres, Kimberly, mi nombre es Margaret-me dijo, mientras me ofrecía un apretón de manos firme.

Yo le sonreí.

Caminamos hacia el comedor.

Mis manos empezaban a sudar y, al mirar a Brad, noté que las suyas también estaban húmedas. Era evidente que ambos estábamos nerviosos.

Al llegar al comedor nos encontramos a Nicolás sentado con una expresión que parecía una mezcla entre sorpresa y diversión. La mesa estaba servida elegante, me recuerda cuando mi familia cena.

-Kim-me dijo Nicolás, miró a Brad con seriedad-. Ojalá esto sea lo correcto, hermanito-le advirtió.

Brad se encogió de hombros y se sentó en la mesa con un aire de resignación.

Noté dos sillas vacías: supongo que una era para el señor Pascual y otra para Elissa.

-Espero que esta cena termine bien-dijo Nicolás, rompiendo el silencio incómodo.

Brad elevó ambas cejas, su pierna subía y bajaba nerviosa bajo la mesa.

Nicolás iba a hablar cuando unos pasos resonaron sobre el suelo, el sonido de unos tacones se hizo presente en el lugar. Al llegar a la mesa, el señor Pascual dejó de hablar al vernos. Elissa frunció el ceño al observar a Brad y, cuando su mirada se centró en mí, abrió los ojos de par en par, como si hubiera visto un fantasma.

-¿Agustín? -dijo el señor Pascual, su tono era una mezcla de sorpresa y confusión. Brad relajó su rostro y lo miró con una mezcla de nerviosismo y determinación.- Hijo, ¿por qué no avisaste que vendrías aquí?

Se quedó mudo al fijarse bien en su presencia. Era evidente que no esperaba encontrarlo de esa manera.

-¿Y eso en tu nariz? ¿Y ese cabello así? ¿Y esa camisa? -le lanzó mil preguntas en un instante, sin siquiera notar que yo estaba allí.

Miré a Nicolás, quien solo se encogió de hombros.

-Quiero hablar contigo esta noche -dijo Brad, con un tono serio-. Pero antes te voy a presentar formalmente a mi novia.

El señor Pascual me miró entonces, y elevó ambas cejas al verme. Su expresión era neutral, casi impenetrable.

-Vaya, ¿desde cuándo te metes con las trabajadoras del bar, Agustín? -dijo Elissa con sarcasmo.

Brad no le prestó atención; estaba concentrado en su padre. Pero yo sí lo hice. No podía creer cómo las apariencias podían engañar tanto.

Brad se levantó lentamente y me tendió la mano; yo suspiré nerviosa y la tomé, levantándome también.

-Papá, Kimberly es mi novia -anunció Brad.

El señor Pascual no decía nada en un principio y eso hizo que mi corazón latiera más rápido.

Oh Dios.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, él sonrió ampliamente.

-Bien -dijo finalmente-. Me alegro mucho de que tengas confianza con nosotros y vinieras a presentar a tu novia. Estoy encantado de que sea Kimberly; es una gran chica.

Suspiré aliviada mientras un rayo de luz parecía atravesar la tensión del momento. Brad asintió con satisfacción y se sentó nuevamente a la mesa. Antes de ocupar mi lugar, noté que Elissa no despegaba su mirada de mí; había algo en su mirada que me hacía sentir incómoda pero decidí ignorarlo por ahora.

-Bien, Kimberly, cuéntanos, ¿cómo te trata mi hijo?-dijo el señor Pascual con un tono burlón.

La señora Margaret dejó la comida en la mesa y se retiró.

El señor Pascual, a pesar de su actitud juguetona, se mostró respetuoso. No me hizo muchas preguntas, solo indagó sobre cómo me sentía en mi trabajo. Comentó que ahora que la novia de su hijo trabajaba allí, las cosas eran diferentes. Luego, hizo una pregunta sobre mi familia. En ese instante, decidí no responder. Brad, sintiendo la incomodidad en el aire, decidió cambiar de tema.

Elissa permanecía en silencio, frunciendo el ceño mientras miraba a Brad con una mezcla de desconfianza. A mí me dirigió una sonrisa que parecía más falsa que sincera.

-Papá... La razón por la cual vine hoy es para decirte algo sumamente importante-dijo Brad con voz firme-. No sé cómo lo vayas a tomar; sé que te vas a molestar, pero solo quiero que me entiendas.

El señor Pascual asintió con determinación.

-No me digas que voy a ser abuelo-mencionó con un tono burlón.

Me atraganté con el agua al escuchar eso, mientras Nicolás soltaba una risa burlona al verme toser.

-No, papá-dijo Brad rodando los ojos con frustración-. Solo quiero que me entiendas.

Elissa miró a Brad con los ojos entrecerrados, pareciendo cada vez más inquieta.

-A ver, hijo mío, soy todo oído-respondió el señor Pascual.

Brad tomó aire profundo y finalmente habló:

-Sé que no he sido el hijo ejemplar que piensas que soy. Todo ha cambiado y a pesar de las dificultades hemos intentado mantenernos unidos como familia. Pero no puedes imaginar cómo me he sentido desde que mamá falleció. Sabías cuánto le gustaba tocar el piano; era su pasión y también la mía. Para mí fue devastador perderla y cada vez que escucho música es como si reviviera su ausencia. Pero yo... yo no podía seguir así; extrañaba a mi mamá más de lo que puedo expresar.

El señor Pascual lo miraba fijamente con un brillo triste iluminando sus ojos.

-Y así fue como decidí no dejar la música atrás. No dejé de tocar el piano; seguí haciéndolo en secreto porque sabía cuánto dolor te causaba escuchar esas melodías. Comencé tocando en un restaurante en París y luego, al llegar aquí, Dominik me presentó a su banda. Una banda increíble necesitaba un pianista y yo decidí unirme a ellos. Fuimos creciendo juntos en todo sentido y sabía que esto iba a molestarte; temía tu reacción al enterarte de que no soy el hijo que imaginas. Papá, ahora soy un pianista reconocido; tengo mi propio auto comprado con mi propio dinero; incluso tengo una identidad falsa solo por esa razón... Pero quiero ser honesto contigo.

Brad se detuvo un momento.

-Quiero compartir esto contigo porque eres mi padre y siempre has sido importante para mí. La música no solo es un pasatiempo; es mi forma de honrar la memoria de mamá y encontrarme a mí mismo. Espero puedas entenderlo y aceptar mis decisiones...

La sala quedó en silencio mientras las palabras de Brad flotaban en el aire.

No sé cómo se debe sentir el señor Pascual; su mirada reflejaba una profunda tristeza.

Vaya momento incomodo.

Nicolás suspiró pesadamente, sintiendo el peso de la conversación. En ese instante, Elissa lo miró con curiosidad.

-¿Tú sabías, Nicolás?-le preguntó, su voz era un susurro lleno de sorpresa.

Nicolás asintió con seriedad.

-Entiendan a mi hermano-dijo Nicolás, no pude evitar sonreír por aquellas palabras.

-Pero algo que no dejé fue los estudios -continuó Brad-. Todavía sigo yendo a la universidad, y el dinero que me das no lo malgasto para mí...

-Hijo -intervino Pascual con un tono nostálgico-. Si algo tengo claro es que no he sido un buen padre para ti. Tenías tus razones para odiarme. Tenías toda la razón; no te iba a dejar estar en esa banda, pero debiste haberlo dicho. Soy tu padre.

-Lo sé -respondió Brad, con una mezcla de resignación.

-Pero estoy orgulloso de todo lo que has logrado, chico. Me alegra saber que eres un pianista. Te pido perdón; no estoy tan pendiente de ustedes hoy en día, por eso nunca lo supe. Nicolás y tú son mis pequeños a pesar de ser ya mayorcitos... Brad Fernández.

Todos fruncimos el ceño, sorprendidos.

-¿Qué carajos? -exclamó Nicolás, incrédulo.

-Sí sabía, hijo; sé que eres un pianista. Lo vi con mis propios ojos en la presentación en el bar, ese primer día donde escuché tu voz y la melodía del piano me recordó a tu madre. Pero sabía que me lo ibas a decir.

Brad suspiró profundamente.

-Lo siento -fue lo único que pudo decir, y esa fue la primera vez que lo escucho así de triste y vulnerable.

-No pasa nada -respondió el señor Pascual con un tono conciliador-. Ahora, ¿por qué no mejor hablamos de otras cosas? Como por ejemplo... la cena de Navidad, ¿no es así, Elissa?

Elissa se salió de sus pensamientos y asintió lentamente.

Después de varias horas hablando animadamente todos juntos, excepto Elissa, que miraba a todos con una mezcla de aburrimiento y desdén. Nunca pensé que la cena iba a ser así. Y me alegro profundamente de que el señor Pascual haya comprendido a su hijo en este momento tan importante.

*

Ahora vamos en el auto de regreso a casa. Brad, que parece más tranquilo, me lanza una mirada pícara y me dice:

-¿Quieres conocer mi propio departamento?

Lo miro confundida.

-¿Acaso no vives con los in...?

-Sí, preciosa, pero también tengo mi departamento. A veces discutimos y me molesta estar con los chicos, así que me voy a mi lugar.

-Está bien -le respondo.

-Gracias por estar a mi lado -añade con sinceridad.

Lo miro y sonrío.

-Estoy orgullosa de ti -digo sinceramente.

Él sonríe burlón.

-Me convertiste en un ser cariñoso -responde en tono juguetón.

-Eh, no. Todavía eres engreído -replico, y ambos nos reímos.

Al bajarnos del auto, lo primero que veo es un edificio. Entramos y el ambiente es acogedor. El recepcionista mira a Brad con una sonrisa pícara.

Ok, este señor está malinterpretando las cosas.

El ascensor nos deja en un pasillo con puertas identificadas. Nos detenemos frente a una puerta que dice:

"Fm: Brad Fernández. Invencibles".

Al abrirla, quedo asombrada por lo gigantesco del apartamento. Es la primera vez que veo un lugar tan grande. Hay un juego de muebles enorme, una alfombra gigante y un televisor aún más grande; todo es perfecto. Caminé hacia la ventana que da al balcón.

-¿Te gusta? -me pregunta Brad al lado mío.

Asiento, todavía mirando el lugar con los ojos bien abiertos.

-Es... precioso.

-Lo sé, quise decorarlo a mi gusto -dice él con orgullo.

-Es increíble -respondo admirada.

Al girarme, veo un piano clásico en una esquina. Brad se da cuenta de que lo estoy mirando y sonríe.

-¿Quieres tocar el piano? -me pregunta burlón.

-No lo sé, no sé tocarlo...

-Es fácil, ven...

Me toma de la mano y me sienta junto a él en el piano.

-No es tan difícil como parece. Primero, tienes que familiarizarte con el teclado. ¿Ves esas teclas blancas y negras? -me explica.

-Sí, las veo. ¿Qué significan? -pregunto confundida al observar las teclas.

-Las teclas blancas son las notas naturales: do, re, mi, fa, sol, la y si. Las negras son los sostenidos y bemoles.

-Suena un poco más sencillo. ¿Y cómo toco una melodía?

Él sonríe ampliamente.

-Comienza con algo simple. Prueba a tocar la escala de do mayor: do, re, mi... Solo usa las teclas blancas.

Hago lo que me dice:

-¿Así?

-Exacto. Ahora intenta tocarlo un poco más rápido y luego puedes intentar combinarlo con acordes.

No entendí muy bien; lo que hice fue un desastre y él se ríe burlón.

Comenzó a tocar él, como me dijo, de una manera suave, sus ojos fijos en las teclas del piano. La melodía que surgía de sus dedos era increíble, llamativa, como si cada nota estuviera hecha solo para mí.

Quién iba a pensarlo.

Lo conocí una noche en un balcón donde escuché su voz y una melodía que cautivó mi corazón. Su identidad es un misterio; su comportamiento, es de un engreído y odioso. Es un pianista famoso.

Cuando terminó de tocar, me perdí en mis pensamientos. Observaba su rostro concentrado, admirando cómo su expresión cambiaba con cada nota. Notó que lo miraba de otra manera, y fue en ese instante donde el impulso nos llevó a juntar nuestros labios. Al principio fue un beso lento, luego se transformó en uno apasionado. Él tomó mi cintura, acercándome más a él. Una mano viajó a mi abdomen mientras la otra se posaba en mi muslo.

De repente, se levantó y me tendió su mano con una sonrisa seductora. Yo acepté sin pensarlo dos veces; caminamos por un pequeño pasillo. Antes de abrir la puerta, me besó nuevamente, pegando mi espalda a la puerta.

Con un movimiento ágil, abrió la puerta mientras seguía besándome. Ya sabía lo que íbamos a hacer; la emoción y el deseo nos envolvían. Choqué suavemente contra la cama mientras él me empujaba lentamente hacia ella.

Con dos manos firmes pero delicadas, me quitó la camiseta. Su mirada se posó en mi pecho descubierto; había un brillo inexplicable en sus ojos que hizo arder mis mejillas. En ese momento sentí el impulso de quitarle también la camiseta y así lo hice. Miré por primera vez su pecho, y sus músculos bien trabajos, tenía varios tatuajes interesantes.

Recorrió todo mi abdomen depositando besos, que llegaron a mí cuello.

Dios, me va a dar un infarto.

-¿Estás segura?-me preguntó al intentar desabrochar mi pantalón.

-Más que segura-respondí con firmeza.

Y nos volvimos a besar. Mi estómago dolía por los nervios; ya lo había hecho antes y él también, pero esta noche era diferente: era nuestra primera vez juntos.

Sentía su muslo pegado al mío; nuestras respiraciones agitadas creaban una melodía propia en esa habitación. Su mano recorría mi espalda de arriba abajo, mientras mis dedos se perdían en su cabello desordenado y en su espalda, disfrutando del momento.

-Je t'aime-me susurró al oído.

Sonreí al escuchar aquellas palabras con un leve gemido le respondí:

-Yo también te quiero, engreído.

Nota del autor:

Hola, holaaa. Ujum, ajam.

¿Que les pareció?.🥺🔥

Dios como amo a mis niños.

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