Capítulo 2
—Bien, chicos, deben estudiar mucho para el examen final que es dentro de tres semanas.
Cada vez que la profesora nos repite eso, me da un escalofrío.
Solo con pensar en la prueba, me pone de mal humor. Sé que voy a salir bien; soy una buena estudiante. Sin embargo, siento que con mi nuevo trabajo no voy a poder dedicarle el tiempo que merece a los estudios.
Todos se levantaron y se retiraron, mientras yo esperaba a que Leire terminara de escribir unos apuntes en su cuaderno.
Leire se graduó como licenciada de audio y producción musical y ahora es manager de una banda, esa banda en especial.
Desde que comenzó a trabajar con ellos, parece haber olvidado su profesión anterior. Aunque no son muy diferentes, ha decidido estudiar una carrera que ni siquiera le gusta del todo. Su mamá es médica en Chile y ella quiso independizarse cuando cumplió dieciocho años, buscando un camino propio lejos de las expectativas familiares.
—¡Solo me falta esto y... listo!—exclamó finalmente Leire, guardando sus cosas en la mochila.
Me miró con una sonrisa.
—¿Vas al ensayo?—pregunté, con curiosidad.
—Sí, tengo que hacer un par de llamadas e ir al ensayo de los chicos -respondió tan rápido que casi no la entendí.
—Mmmm—murmuré, pensativa.
Tenía cuatro horas libres y me gustaría ir al ensayo de los Invencibles.
Claro, solo para distraerme un poco, pero solo pensar en que Brad está allí me pone nerviosa.
He querido preguntarle a Leire más sobre él, me parece interesante su personalidad tan engreída y misteriosa.
Pero no, prefiero hacerme la detective y averiguarlo por mi cuenta.
Mala idea, por cierto.
Salimos del salón de clases. Ella tomó su móvil y marcó un número, pero nadie le contestó.
—¡Joder!—exclamó dándole un golpe a su celular con frustración.
Unos chicos nos miraron con caras raras. A veces, Leire arma un espectáculo en pleno pasillo, como una loca, si no fuera porque la mayoría sabe que es manager, la catalogarían como la loca de la universidad.
Esperamos a Julia sentadas en un escalón.
Saqué mi libro para leer porque Leire, no despegaba su vista del móvil y no quería ser ignorada mientras hablaba.
Lo bueno es que la universidad ofrece otras carreras además de medicina y las tres estudiamos en la misma institución.
Julia estudia estilismo; es su carrera favorita desde que estábamos en la preparatoria y sus padres la apoyaron incondicionalmente en su decisión. Algo que mis padres no hicieron conmigo.
Mi abuela siempre me decía que lo importante es estudiar la carrera que llevas desde hace mucho tiempo en tu corazón.
Elegí medicina porque siempre ha sido mi pasión, también estuve involucrada en danza durante varios años, pero lamentablemente tuve una lesión.
La danza en mi pasión, es la manera en que te puedes alejar de la realidad.
—Hola, chicas.
Ambas miramos a Julia.
—Venga, hora de irnos—mencionó Leire, levantándose rápidamente.
—¿Cómo te fue?—le pregunté, ignorando a Leire.
—Bien, te cuento en el camino.
Mientras Julia conducía, me explicó cómo le había ido en su clase con lujos y detalles.
—Creo que soy la mejor de la clase.
Me eché a reír, mientras iba en el asiento trasero.
—Seguramente lo eres.
—¿Y tú Leire?—le preguntó a Leire, quién estaba mirando su móvil.
Leire despegó su vista de su móvil.
—Tengo que estar en el ensayo de la banda.
—Nunca nos hablaste de la banda famosita—mencioné.
—Porque nunca me prestan atención cuando hablo de la banda—responde ella con sarcasmo.
—Claro que lo hacemos, solo te la pasas metida en ese teléfono.
—¿Y que quieren saber?.
Julia la mira con una mueca.
—Con ese mal humor, mejor no nos digas nada.
—Llévame directo al departamento de los chicos—exigió ella.
Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza sin saber por qué.
Claro que lo sé, es por él.
—Yo no tengo nada que hacer, puedo por fin conocer tú famosa banda. ¿Y tú, Kim?—me preguntó Julia.
—¿Mmm?—murmuré, tomando su atención.
—¿Tienes cosas que hacer?—replicó.
Negué con la cabeza mientras jugaba nerviosamente con mi anillo.
Julia estacionó el auto en un edificio de doble planta que parecía muy lujoso; en el estacionamiento había varios autos elegantes. Leire se bajó rápidamente y le dio un portazo al auto de Julia, quien la miró con los ojos entrecerrados.
—Lo siento—se disculpó Leire con una pequeña sonrisa.
Nos apresuramos para seguirla.
Ella caminaba muy rápido, pero el vigilante nos sonrió y nos dejó pasar. Por dentro, el lugar era silencioso; no se escuchaba nada y las paredes eran de un color crema decoradas elegantemente.
Cogimos el ascensor hasta el último piso. Mientras subíamos, seguía jugando con mis anillos. Mis manos comenzaron a sudar y mi corazón latía con fuerza. Intenté relajarme; sufría de ataques de pánico desde que tenía diez años por un motivo que no quería recordar. No sabía por qué me sentía tan nerviosa ahora.
El ascensor se detuvo en el último piso y caminamos por el pasillo hacia el departamento. Yo iba detrás de las chicas, sintiéndome como un perrito temeroso de ser devorado por un león. Los nervios me llevaban a decir cosas sin sentido.
Nos detuvimos frente a una puerta con el número 203 y un logo de instrumentos musicales. Leire sacó unas llaves de su mochila y las metió en la cerradura. Tomó el pomo de la puerta y la abrió lentamente.
Al entrar al departamento, se escuchaban voces chillonas muy ruidosas. Leire rodó los ojos y tiró su bolso en un sillón. El lugar era bonito; tenía paredes de color azul cielo, un juego de muebles elegante y un gran televisor. Sin embargo, todo estaba hecho un desastre.
Seguimos a Leire hacia una habitación donde las voces eran aún más audibles. Ella abrió la puerta de golpe y, como si hubieran visto a un fantasma, las voces se apagaron instantáneamente.
Leire entró primero, seguida por Julia; yo respiré hondo y también pasé. Al cerrar la puerta detrás de mí, me di vuelta y vi a Kyler y Matteo en el suelo, separados por el baterista.
—¡El fue!—dijeron al unísono, señalándose mutuamente con gestos exagerados que solo ellos podían entender.
Leire entrecerró los ojos, evaluando el desastre que había en la sala.
—En menos de dos minutos los quiero en sus lugares—ordenó con una firmeza.
Los reproches volaron por el aire mientras los chicos se apresuraban a obedecerla. Busqué con la vista a Brad, pero no estaba en el salón, y eso me sorprendió.
¿Dónde se había metido? ¿Y porqué me interesa?
Leire también se dio cuenta de su ausencia y se frotó los ojos con las manos, claramente frustrada.
—¿Dónde carajos está Brad?—preguntó indignada.
—No quiso decirnos para dónde iba, solo nos dijo que ya volvía—respondió Kyler mientras se colocaba la guitarra, intentando disimular su inquietud.
Julia miraba con cara de espanto el salón desordenado, era un caos total.
Los chicos ya estaban inquietos, y Leire parecía estar al borde de perder la paciencia. Julia y yo nos sentamos en un pequeño sillón a observarlos; la verdad es que se veían adorables cuando estaban así.
Él baterista no despegaba su vista de Leire. Eso me confundía, ya que ella cada vez que lo miraba negaba lentamente, como si estuviera acostumbrada a ver a Brad desaparecer durante los ensayos. Julia suspiró con fuerza, atrayendo la atención de los chicos.
—¿Ella es tu otra amiga Maléfica?—preguntó Kyler con una sonrisa pícara que me hizo reír por dentro.
Julia sonrió amablemente; algo que casi nunca le sale del todo bien, pero lo intentó con todas sus fuerzas.
Leire relajó un poco el rostro al escuchar el comentario y sonrió con complicidad.
—Sí, ellas son mis dos y mis únicas amigas—respondió Leire, lanzando una mirada cómplice hacia nosotras mientras una ligera risa escapaba de sus labios.
Sonreí ante la escena cuando la puerta se abrió de par en par.
Todos dirigimos nuestras miradas hacia la entrada y allí estaba Brad, entrando rápidamente mientras se quitaba la... camiseta.
Oh no...
Se la quitó y, al vernos, se quedó perplejo.
Su mirada conectó con la mía; había algo diferente en él. No llevaba su piercing en la nariz y su cabello estaba ordenado, luciendo más maduro.
No pude evitar fijarme en sus músculos bien trabajados y en los diminutos tatuajes que adornaban su piel. Justo entonces, Leire carraspeó fuertemente, tomando su atención.
—En el piano, ahora—le indicó con firmeza.
Brad frunció el ceño, pero obedeció y se dirigió hacia el piano.
Se colocó una camiseta que tenía en la mano y arrojó la otra a un rincón. Se sentó frente al piano, pasó sus manos por el cabello y lo desordenó todo con un gesto impulsivo.
—¿Soy yo o se sorprendió cuando te vio?—me preguntó Julia en un susurro.
Negué lentamente mientras seguía observándolo de reojo.
La tensión era palpable; cada vez que Brad miraba hacia nuestra dirección, mi corazón daba un salto.
Al principio, los chicos cometieron varios errores en sus partes.
Kyler llevaba el ritmo de la guitarra demasiado rápido y eso frustraba a Brad cada vez que Leire les decía que pararan.
Era evidente que él intentaba concentrarse, pero mis ojos no podían evitar seguirlo. En el último ensayo lograron tocar muy bien, me di cuenta de que cuando Brad canta cierra los ojos, sumergiéndose completamente en la música, como había hecho ayer durante su presentación en el bar.
Cuando terminaron, los chicos fueron por refrescos y Leire salió afuera para atender una llamada.
Nos quedamos Julia, Brad, Matteo y yo en un silencio incómodo.
Ninguno de los dos mencionaba alguna palabra, Julia tosía de vez en cuando para intentar romper el hielo, pero solo lograba atraer más miradas furtivas entre Brad y Matteo.
Ambos murmuraban entre ellos y se reían de algo que no comprendía, lo cual solo avivaba mi enojo.
Me irritaba la idea de que pudieran estar burlándose de nosotras.
—Y bien—se acercó Matteo y se sentó frente a nosotras—. Disculpa por el desastre, es que somos unos locos con el tema de limpiar el departamento.
Julia lo miró fijamente y le sonrió con complicidad, él le correspondió con esa sonrisa encantadora.
Yo elevé ambas cejas.
—Seguramente no les da tiempo de limpiar—le respondió Julia con picardía.
—No, bueno sí. Él que siempre se queda en el departamento es Kyler, y pues... la última vez que limpió rompió dos jarrones y tres platos.
La risa estalló entre nosotros pese a la incomodidad anterior.
Matteo es coqueto y carismático su cabello rubio brillaba bajo las luces del salón mientras sus ojos verdes parecían cautivar a cualquiera que se atreviera a mirarlo demasiado tiempo.
—Nosotras vivimos juntas y la que se encarga de limpiar no es como Kyler, más bien trata las cosas con delicadeza—mencionó Julia, mirándome de reojo con una sonrisa cómplice.
Brad estaba acomodando unos cables cerca de la batería y nos miraba sonriendo burlonamente.
—Aquí también tenemos a un chico que le encanta tener las cosas ordenadas, lo único es que pierde la paciencia.
—Que bien, supongo que ese chico eres tú.
Matteo rió, negando.
—No, no soy yo.
Desvíe la mirada hacia Brad, él me miró y rodó los ojos.
Odio que haga eso.
La puerta se abrió de repente y entraron los chicos con los refrescos, seguidos por una chica que iluminó la habitación con su sonrisa de oreja a oreja.
Era alta, con el cabello marrón ondulado que caía en cascada sobre sus hombros.
—¿Interrumpo algo?—mencionó con una sonrisa despreocupada.
Matteo hizo una mueca que solo Julia y yo pudimos ver.
Kyler me pasó un refresco, lo acepté mientras observaba a la chica. Ella se acercó rápidamente a saludar a Matteo antes de volver su atención hacia nosotras.
—Hola, Lina—dijo Matteo con una sonrisa que parecía forzada.
Lina nos miró con curiosidad, sus ojos brillaban con interés.
—Hola, es la primera vez que las veo aquí—comentó.
Julia hizo otra mueca que solo yo entendí, definitivamente había algo raro en la situación.
—Ellas son las amigas de Leire—mencionó Kyler, acercándose un poco más a nosotras como si quisiera protegernos de cualquier comentario incómodo.
Lina levantó ambas cejas en señal de sorpresa.
—Qué extraño ver a chicas aquí, aparte de mí y de Leire—sus palabras estaban cargadas de sarcasmo.
—Porque son amigas de Leire—dijo Matteo.
—Pero igual si son amigas de Leire y de los chicos, entonces son amigas mías—comentó Lina, intentando suavizar el ambiente tenso que había creado con su comentario anterior.
Brad se acercó a nosotros y, con un gesto despreocupado, sujetó a Lina por la cintura.
Ella, le sonrió con complicidad, cerrando los ojos.
—Hola, amor—mencionó Lina, dándole un beso en los labios.
El ambiente se llenó de una chispa que me hizo sentir un poco fuera de lugar.
La verdad es que no sabía nada sobre Brad, pero no me sorprendía verlo con una novia tan guapa como Lina. Es el tipo de chico que siempre atrae miradas.
Obvio, es cantante y pianista de una banda.
Me levanté del sillón con un suspiro resignado. El primero en mirarme fue Brad, lo vi de reojo y decidí evitar su mirada.
No quería pensar en él ni en lo que significaba.
Julia también se levantó, quizás sintiendo la tensión en el aire.
—¿Ya se van?—preguntó Lina con un tono que destilaba sarcasmo.
Esa actitud siempre me había molestado, no entendía por qué algunas personas sentían la necesidad de ser hirientes solo por diversión.
Julia tampoco soportaba el sarcasmo. Asintió lentamente.
—Nos vemos luego—les dije a los chicos mientras ellos asentían con sonrisas.
—Gracias por la visita—mencionó Matteo, sonriendo especialmente a Julia.
Mientras todos comenzaban a charlar nuevamente sobre temas triviales, solo Brad se detuvo un momento para mirarme antes de irme.
Su mirada era intensa, casi como si quisiera decirme algo sin palabras. Sin embargo, decidí darme la vuelta y salir antes de que esas emociones me atraparan.
La puerta se cerró tras de mí con un leve crujido, dejándome en un mar de pensamientos confusos sobre lo que acababa de presenciar.
De camino a casa, Julia no pronunció ni una palabra.
Miré por la ventana, observando cómo el cielo se tornaba un lienzo de tonos anaranjados y morados, y en mi mente aparecieron mis padres.
¿Qué estarán haciendo? ¿Kamila estará bien?
Mi hermana menor, con solo cinco años, vive con ellos, y cada vez que pienso en ella, un nudo se forma en mi estómago.
No quiero que pase por lo mismo que yo, no quiero que su infancia esté manchada por sombras que nunca deberían haber existido.
—La chica esa tiene el sarcasmo a flor de piel— comentó Julia, haciendo una mueca despectiva.
—Pensé que era la única a la que le cayó mal.
Ella me miró con curiosidad y luego sonrió.
—¿Te cae mal por ser sarcástica o porque es la novia del chico ese pianista?—preguntó, arqueando una ceja.
Fruncí el ceño, intentando ocultar lo incómoda que me sentía con esa pregunta.
—Pues es obvio que es por su personalidad sarcástica.
—Kim, no soy estúpida. Obviamente me di cuenta de cómo tú y él se miraban de vez en cuando.
Me encogí de hombros en el asiento del auto.
-Eres estúpida porque ni él me miraba ni yo lo miraba.
—Sí, claro... Sé cuándo te llama la atención alguien porque primero juegas con tu anillo y segundo sé cuándo mientes. No esta nada mal, a mí me pareció sexy.
—No hablemos de ese chico.
Suspiré y subí un poco el volumen de la música que sonaba de fondo.
*
Esta noche ha sido más movida que ayer, hoy hay más gente en el bar y la energía se siente en el aire.
Estoy atendiendo en la barra y Jonas él chico guapo de la barra, me enseña a preparar cócteles. Los chicos están de meseros, y Sofía es la que anota los pedidos con su inconfundible sonrisa.
Le entregué la bandeja a Dara, quien me sonrió amablemente.
Nicolás, por otro lado, parece estar perdiendo la paciencia con un cliente que no para de explicarle cómo quiere su cóctel.
—Venga, ya estoy agotado—expresó, apoyándose pesadamente en la barra.
—No eres el único—le respondió Jonas con una risa nerviosa.
—¡Joder! Pero hoy hay más gente que los otros días.
No llevo ni tres días aquí, pero si esto es trabajar, ¡es agotador!
La adrenalina corre por mis venas mientras intento mantenerme al día con los pedidos. La gente comenzó a irse poco a poco y solo queda un grupo de chicos conversando y riendo animadamente en una esquina del bar. Justo entonces, el jefe aparece con una sonrisa de oreja a oreja.
—Los felicito, chicos, hicieron hoy un buen trabajo.
Nicolás se acercó y dejó caer la bandeja en la barra con un portazo que resonó en todo el lugar.
El señor Pascual, mi jefe, lo miró con una mirada fría y penetrante que podría congelar el agua.
Vaya... Algo anda mal aquí.
—Por eso pueden irse ya a sus casas, pero antes deben darme las cuentas—dijo con tono autoritario.
—Eso te lo damos siempre antes de irnos; no hace falta que lo recuerdes—mencionó Nicolás con ironía, sus ojos chispeando de indignación.
Me sorprende escuchar a Nicolás hablarle así al jefe, es como si tuviera una especie de resentimiento acumulado.
Se supone que se lleva bien con él, pero no entiendo qué pudo haber pasado. El señor Pascual lo volvió a mirar como antes; pensé que iba a decir algo más, alguna ofensa o reprimenda, pero se quedó callado.
Jonas negó lentamente mientras le entrego al jefe las cuentas.
Tomé mi bolsito y cogí las llaves de mi auto.
Salí hacia el garaje y vi un auto negro estacionado en la esquina del local. No le presté mucha atención al principio, pero algo me hizo detenerme bruscamente al escuchar voces provenientes de una sombra junto al vehículo. Me acerqué sigilosamente para escuchar mejor.
Las voces eran bajas pero intensas, parecía que estaban discutiendo algo serio.
No pude distinguir bien quiénes eran, pero la tensión en el aire era palpable. De repente, uno de ellos levantó la voz.
—Sabes que mañana no puedo, tengo ensayo a esa hora—esa voz la conocía perfectamente.
Me asomé y vi a Brad y a Nicolás hablando. La tensión es intensa, como si estuvieran discutiendo algo importante.
—Todo el tiempo tienes ensayo de una puta vez. Asiste a una reunión—dijo Nicolás, con un tono de frustración que resonó en el silencio del estacionamiento.
Brad soltó una risa sarcástica.
—Nicolás, no me digas qué hacer. No soy un niño—respondió con desdén, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
—Bien, eres bien grandecito y deberías entenderlo, pero pareces un inmaduro. Esto no es solo sobre ti.
—Soy más maduro que tú, te recuerdo—Brad se defendió, levantando una ceja, aunque su tono sonaba más como un intento de provocación que de verdad.
Lo que más me sorprendió fue ver a Brad sin su habitual piercing y vestido de manera elegante, muy diferente a cómo se presenta en la banda.
Esa transformación me dejó confundida.
¿Qué estaba pasando realmente?
Finalmente, Brad soltó un chasquido y se dirigió hacia su auto negro sin mirar atrás.
La forma en que se alejaba mostraba una mezcla de frustración y desafío. Nicolás suspiró profundamente antes de entrar al local.
Yo subí a mi coche y conduje hacia casa, mi mente llena de preguntas.
¿Qué se traen Nicolás y Brad?
Esa conversación había despertado mi curiosidad y sabía que tenía que averiguarlo.
¿Acaso de conocen?
Nota del autor:
Gracias por sus lecturas ❤️
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