Capítulo 16
"Solo imagina lo precioso que puede ser arriesgarse y que todo salga bien"
-Mario Benedetti.
No me imaginaba aquella confesión de Brad, o no sé si debería llamarlo Agustín. Todavía estoy parada frente a la puerta, tratando de analizar y entender todo. Siempre me imaginé que Nicolás era su amigo o su enemigo, pero nunca pensé que era su hermano. Ahora tampoco puedo creer que sea hijo de mi jefe. ¿Pero por qué lo oculta? ¿Acaso es algo malo?
Todos estos días, me preguntaba a mí misma por qué siempre me dejaban con la intriga, la curiosidad y confundida.
Mi ceño está tan fruncido que me hace doler la frente. Tengo la mano en el pomo de la puerta y sé que está detrás de mí, todavía esperando una respuesta de mi parte. ¿Pero qué le voy a decir? Ahorita tengo mi cabeza llena de miles de pensamientos. ¿Qué cambia? ¿Qué tiene que ver Lina con su identidad? ¿Acaso quiere desviar el tema?
Tú se lo pediste.
Lo sé, yo le pedí una explicación.
-Si no me quieres disculpar, lo entendería. Pero solo debes de escucharme -dijo. Sé que tiene sus ojos clavados en mí, pero no quiero darme la vuelta y verle la cara.
Me siento confundida. ¿Será que otra vez van a comenzar mis ataques de pánico? No, no quiero. ¿Pero por qué no quiero verlo a la cara?
Estas molesta.
-Si hay algo que tengo claro, es que me siento jodidamente mal-confiesa-. No puedo dejar de pensar en ti, Curie. Al principio me rehusé; me repetía que no sentía nada por ti, que no era correcto estar cerca de ti. Me decía que cuando me enamoro, soy un idiota, que no puedo controlar las cosas, que tengo problemas para expresarme y ser sincero, especialmente con la chica que me gusta. Temía que no me quisieras por ser así. Me hacía tantas preguntas... Y sí, lo que dije aquella noche era cierto: desde que te vi en ese balcón, algo cambió en mí. Tu apellido me causó curiosidad, tu sonrisa... todo. Lamento si te causé daño con Lina. Prometo que trataré de que no vuelva a suceder. Te... te lo prometo.
Mi corazón empezó a palpitar con fuerza y sentí ese cosquilleo en el estómago. ¿Acaba de decir que le gusto?
¡Le gusto! Esa simple frase resonó en mi mente como un eco.
Ay Brad si supieras, que yo estoy loca por tí.
Me veo en la jodida obligación de darle la cara finalmente, y eso hago. Él estaba recostado contra la pared, viéndome fijamente. Puedo jurar que sus ojos están brillosos. ¿Brad llorando? No, eso seguro es una alucinación mía.
El silencio entre nosotros se siente denso, como si el aire estuviera cargado de palabras no dichas. La confusión y la vulnerabilidad se entrelazan en mi pecho. No sé si debo acercarme o dar un paso atrás.
-No... sé qué decirte -mencioné, tratando de entender todo. La confusión me nublaba la mente, y cada palabra que intentaba articular se quedaba atrapada en mi garganta.
El mordió su labio inferior, y se colocó la capucha de la sudadera en su cabeza. Se que está frustrado.
-No debes decirme nada ahora. Creo que es momento de contarte mi historia -musita, sentándose nuevamente en el escalón-. Ven antes que me arrepienta -mencionó con un tono burlón, intentando aligerar la tensión que nos envolvía.
Me quedé de pie, indecisa, observando cómo se acomodaba en el escalón, como si eso le diera un poco de seguridad. Su expresión era una mezcla de desafío y vulnerabilidad, y no podía evitar sentir que había algo profundo detrás de su broma.
-Está bien -respondí, acercándome lentamente-. Estoy lista para escuchar.
El aire se volvió más ligero, y aunque todavía había una sombra de incertidumbre entre nosotros, esa invitación a compartir su historia me llenó de curiosidad. Más de la que tengo al saber, que es hijo de Pascual.
-Sé que no era el momento. Pero, déjame explicarte, solo serán unos minutos -dijo, su voz ahora más suave y seria.
Asentí, sintiendo que su urgencia me envolvía. Había algo en su mirada que me decía que esto era importante para él, como si cada palabra que iba a pronunciar llevara un peso considerable.
-Todos piensan que soy un chico misterioso-comienza-, que solo quiero ocultar quién soy porque soy un maldito cobarde, incapaz de decirle a mi padre que soy un pianista famoso y no lo que él cree que soy en realidad. Tengo que fingir ante él que soy un estudiante de emprendimiento, que tengo mi propio departamento. Y el dinero que me da para la universidad lo dono a una fundación. Le pido al directivo que no le diga nada a mi padre, cuando en realidad llevo meses sin ir a clases. Debo soportar cada vez que voy a casa a Elissa y Nicolás, porque según papá, soy el mayor de sus hijos y debo darle el ejemplo a Nicolás.
Yo lo escucho atentamente. Se que le incomoda hablar de ese tema, pero hace un gran esfuerzo en expresarse.
-¿De verdad tienes que fingir eso?-le pregunto negando.
-Desde que murió mi madre, todo cambió. Yo era un niño de cuatro años y no entendía mucho de lo que pasaba; solo sabía que mamá había muerto y no iba a estar más conmigo. Una noche, él comenzó a sacar todo lo relacionado con ella de la casa y me prohibió volver a tocar el piano. Pasé esos días rogándole que me dejara tocar, pero decidió llevarlo al basurero. Ese día algo cambió en mí. Mi corazón se llenó de un odio que no podía controlar. Mi hermana siempre discutía con él por lo que hizo, y eso la llevó a mudarse a Italia. Con el paso de dos años, logré superar un poco la muerte de mi madre, aunque aún la extrañaba mucho. Un día, llegué de la escuela y encontré a una mujer rubia en casa, con un niño de unos dos años en sus brazos. Mi papá la presentó como su nueva esposa y su hijo...
Mis ojos se abrieron de par en par.
-¿Cómo me sentí yo? Pues mal. Él ya la había olvidado. Nicolás tenía solo dos años. Y mi mamá llevaba dos años de muerta.
Dios mío, pensé que la única que tenía un pasado trágico era yo. Pobre de él, con razón le costaba decir quién era; todo tiene más sentido ahora. Me doy cuenta de que ambos llevamos cargas pesadas, y tal vez por eso nos entendemos sin palabras. Quizás su dolor es tan profundo como el mío, y eso me hace sentir un poco menos sola en este mundo.
-Me crié unido a Nicolás, pero le tenía cierto odio por eso. Las cosas con mi padre mejoraron; a pesar de ser un pesado, nunca me cambió ni me abandonó en el aspecto de olvidarse de mí. Siempre estaba pendiente de mí, y yo decidí dejar que viviera su vida como quisiera. Finalmente, había aceptado a Elissa, pero ella siempre quiso lo mejor para Nicolás y no me incluía en las cosas en casa. Cuando cumplí quince años, conocí a la señora Charlotte. ¿Recuerdas cuando te llevé a ese restaurante en París?.
Asentí recordando aquel lugar, a aquella señora amigable y carismática. Y después cuando le dijo a Aran, que era mi novio.
Ojalá lo fueras Brad.
-La dueña es Charlotte. Aquella señora conocía a mi madre; era la única que realmente me entendía. Comencé a tocar en su restaurante, en ese piano; era la única forma en que me sentía seguro y recordaba a mi madre. Mi padre nunca se enteró de eso. Después nos mudamos aquí. Elissa era de España y extrañaba a su familia, así que mi padre decidió dejar aquella mansión y mudarnos.
Es sorprendente todo lo que me ha dicho. Ahora me siento culpable por haberlo presionado en decirme quién es en realidad, pero yo solo quería una explicación. Esa mezcla de emociones me abruma, y la culpa comienza a anidar en mi pecho.
-Oh Dios, ni yo sé por qué soy tan terca -murmuré, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar. La necesidad de entenderlo había sido más fuerte que mi instinto de darle espacio.
Él me miró con una expresión que parecía entender mi lucha interna. No quería que se sintiera mal por abrirse a mí, pero también sabía que mis preguntas habían empujado sus límites.
-A veces, la curiosidad puede ser un arma de doble filo -dijo, su tono ahora más comprensivo-. Pero estoy aquí porque quiero ser honesto contigo.
Su sinceridad me tranquilizó un poco. Tal vez no era tan mala idea querer saber más sobre él, incluso si eso significaba enfrentar verdades difíciles. Ahora comprendo todo. Comprendo porque se la lleva mal con Nicolás.
-No debes odiarlo, me refiero a Nicolás. Él es un gran chico y es tu hermano. Solo tienes que dejar un poco el rencor -le dije, intentando que mis palabras llegaran a su corazón.
No te metas, es su decisión Kimberly.
Lo sé, pero me preocupo por el.
Él me miró, como si estuviera sopesando mis palabras.
-No es tan fácil como lo pintas -respondió, su voz temblando ligeramente.
Asentí, reconociendo su dolor.
-Lo sé -contesté suavemente-. Pero a veces, aferrarse al rencor solo nos hace más daño a nosotros mismos. Tal vez hablar con él te ayude a ver las cosas desde otra perspectiva. Pero no te voy a presionar para que hables más profundamente con él, porque te entiendo perfectamente.
Lo entiendo perfectamente, porque yo también paso por eso. No poder hablar profundamente con mis padres solo porque cambiaron después de mi accidente. Es como si una barrera se hubiera levantado entre nosotros, y cada intento de acercamiento se siente frustrante. A veces, desearía que las cosas volvieran a ser como antes, cuando la comunicación fluía sin problemas. Pero vale, se cómo se siente Brad.
-Cuando llegué a España, me encontré con Dominik. El papá de Dominik y mi padre son muy buenos amigos, así que me alegró mucho saber que tenía un amigo aquí. Me dijo que estaba en una banda, que no eran famosos, solo se preparaban para serlo -sonrió-. Me comentó que les faltaba una pieza clave: un pianista, y yo acepté. Comencé a practicar con los chicos y me uní a los Invencibles. Nunca le conté a mi padre que estaba en una banda porque sabía que se iba a molestar. Así que decidí crearme una identidad falsa. Elegí llamarme Brad Fernández: el chico de los Invencibles, misterioso, un poco engreído y odioso. Le pedí a Dominik que no revelara nada de mi verdadera identidad, y así fue. Crecimos en la banda y ahora soy famoso.
Elevé ambas cejas, entendiendo todo lo que me dijo. La verdad es que fue muy duro para él; ahora lo comprendo. A veces, la presión de ocultar quién eres puede ser abrumadora, y creo que su elección de crear una identidad alternativa fue una forma de lidiar con eso.
-Vaya -mencioné, todavía procesando su confesión. Era mucho para asimilar, y cada palabra que decía parecía revelar una capa más profunda de su historia. Podía sentir la mezcla de orgullo y dolor en su voz, y eso me hizo reflexionar sobre cuántas veces las personas ocultan sus verdaderos sentimientos tras una fachada.
Dios, me encanta.
-¿Sorprendente, no? -sonrió, nuestras miradas se conectaron. -Por eso no quiero que Lina joda mi carrera. He tratado, con la ayuda de Leire, de mantener esto en secreto por ese motivo. Cuando canté en el bar, era parte de las giras. Y no había otra opción que aceptar. Aunque no sé cómo mi padre no se ha dado cuenta; siempre estoy en polémicas, entrevistas... Pero él es un hombre ocupado, no le da tiempo de ver esas cosas. Aunque sé que llegará el día en que se va a enterar.
-Va a llegar ese día, pero debes tratar de tener la honestidad y la valentía de decirle la verdad tú mismo, Brad.
¿Debería de seguir llamándole así?
Pues, claro que sí.
El sonrió y relajó sus músculos. Luego volvió a sonreír divertido y me miró fijamente, como si estuviera considerando lo que le había dicho.
-Me dijiste Brad... -enarcó una ceja-. Pensé que me ibas a decir Agustín.
Su tono tenía un toque de picardía, y no pude evitar reírme un poco.
-Oh, ¿debería de llamarte Agustín?-le respondí, cruzada de brazos y con una sonrisa burlona.
-Llámame como tú quieras; yo te llamo por tu apellido desde el primer día, solo porque tu nombre me pareció horrible -dijo burlón.
Sabía que eso me había molestado, pero en lugar de enojarme, lo miré todavía con la sonrisa burlona.
-¿Ah, sí? -lo miré con una mirada desafiante.
Él se encogió de hombros, y eso solo aumentó mi curiosidad.
-Era una broma, me encantas así como eres -dijo, con un tono más serio pero aún juguetón.
Sus palabras, me hicieron sentir ese cosquilleo en mi estómago y esbocé una pequeña sonrisa.
-Vale, te creo -mencioné.
El se acercó más a mí, como si quisiera que le prestara atención a cada palabra.
-Solo quiero dejarte claro que Lina y yo ayer no hicimos nada. Solo le dije que tenía ensayo -aclaró.
Ese nombre me hacía rodar los ojos. A pesar de que Brad me había dejado todo claro, sentía una punzada de celos y confusión en mi interior.
-Oye, es la una de la mañana -me dice, mirando su reloj en la muñeca-. Deberías de dormir.
No quería que se fuera, pero sabía que era lo mejor. Leire debe de estar perdiendo la paciencia, y mañana tengo que estar más calmada para el examen final. La ansiedad me invadía un poco; ojalá lo pase.
-Sí, mañana tengo que estar temprano en la universidad. Tengo un examen, por eso no fui al bar -le expliqué.
Él me miró de manera dramática, como si estuviera exagerando la situación.
Que lindo se ve.
-Curie es tarde. Joder, y yo quitándote tu tiempo -dijo mientras se levantaba y sacudía un poco su pantalón.
No pude evitar reírme ante su dramatismo.
No me quitas el tiempo, al contrario, me haces olvidar un poco la presión del examen
-Tranquilo, necesitaba olvidarme un poco del examen, y también necesitaba que me explicaras las cosas. Y Leire me tenía jodidamente loca -le confesé, sintiendo que era un alivio compartirlo.
Él asintió, entendiendo la presión que sentía. Y sonrió con lo último que dije.
Me levanté también sacudiendo mi shorts.
-Leire estará molesta, ve a descansar. Mañana saldrás bien. Ojalá Leire regrese a la banda, los chicos y yo tenemos varias ideas en mente -dijo él, mientras yo le sonreía con dulzura, pero también con curiosidad.
-¿Ideas? -pregunté, interesada.
Él sonrió de manera burlona.
-Es tarde, Curie, deja de ser chismosa.
-No soy chismosa -respondí, tratando de defenderme.
-No, eres fanática del chisme.
-Idiota.
-Me encantas.
-Lo sé -le dije con una sonrisa pícara.
Entonces se acercó a mí, me tomó por la cintura y me dio un beso desprevenido. Yo le correspondí, sintiendo que extrañaba sus besos. Nos separamos y él me sonrió de una manera que hizo que mi corazón latiera más rápido.
-Mañana iré a tu universidad a distraerte -anunció.
Asentí, pero luego recordé a mi profesora de baile.
-Eh... Mañana después que salga de baile -le aclaré.
Él elevó ambas cejas y se mordió el labio, como si la idea le pareciera divertida.
-Pues te veré en tus prácticas de baile, quizás tus compañeras estarán encantadas de tenerme allí. Ahora ve a dormir, señorita bailarina chismosa.
Yo lo miré, recordando que todas mis compañeras pueden estar viéndolo a cada rato, por el simple hecho de ser un pianista famoso. La idea de que él pudiera deslumbrarlas me daba un poco de celos.
-¡Ni se te ocurra ir a la academia! -le dije, intentando sonar seria, aunque sabía que no podía evitarlo.
-Eso lo veremos -me miró burlón.
-Brad -murmuré, cruzada de brazos.
-Buenas noches, Curie -respondió él con una sonrisa antes de alejarse.
Cerré la puerta tras de mí y me apoyé en ella un momento. Dios, qué noche tan intensa. La mezcla de emociones y el calor del beso aún estaban presentes en mis pensamientos. Sabía que mañana sería un día lleno de desafíos.
Un examen y la oportunidad de olvidarlo bailando y disfrutando con Brad suena increíble.
Leire estaba sentada en la mesa, sumergida en el libro que le di hace dos horas. Su ceño fruncido mostraba su profunda concentración.
-¿Entendiste? -le pregunté finalmente, sentándome a su lado nuevamente.
Ella me miró con los ojos entrecerrados, como si analizara cada gesto que hacía, buscando pistas en mi expresión.
-Oh, escuché voces. Y una de hombres -cambió de tema de repente-. ¿Brad estuvo aquí, no?
Dudé un momento antes de responder, sopesando mis palabras.
-Sí, Leire, me contó todo. Sé toda su verdad.
Leire asintió y esbozó una pequeña sonrisa, como si sintiera un alivio al saber que estaba al tanto.
-Ese es mi chico -mencionó, desviando su vista al libro-. Bueno, entendí un poco... pero necesito más tiempo para procesarlo.
Mientras me explicaba lo que había comprendido, no podía evitar sonreírle. Ella es una gran amiga; siempre me advirtió sobre Brad y las posibles complicaciones que podría traer a mi vida. Pero ahora sé toda la verdad y eso me da confianza.
-Deberías regresar a la banda. Ellos te necesitan -dije con entusiasmo.
Se encogió de hombros, pero vi un destello de emoción en sus ojos.
-Mañana iré al departamento de mis chicos, los extraño tanto. Pero deben dejar de mentirme -confesó-. Matteo tiene que dejar las carreras; se está poniendo en riesgo y no quiero verlo lastimado.
Sonreí al escuchar lo primero; sé que ella volverá al final. Le gusta ser manager y estar en ese mundo vibrante con la banda.
-Además -agregué-, tú eres el pegamento que los mantiene unidos. Sin ti, todo sería un caos.
Leire rió suavemente y me dio un codazo amistoso.
-Gracias por recordármelo. A veces olvido lo importante que soy para ellos... y para mí misma.
La conversación fluyó entre risas y recuerdos compartidos mientras planeábamos cómo sería su regreso a la banda y estudiábamos para el exámen.
Nota del autor:
Holisss. Bueno, solo quería recordarles que me voy a tardar en las actualizaciones. Solo porque ya he actualizado más de la cuenta;).
¡Ach! Lo sé, soy malvada.😭
Esté capítulo es la continuación del capítulo anterior, Ya saben la verdad de mi Brad, Agustín es un chico demasiado majo. Lo amooo, es mi personaje más amado. Y también os amo a ustedes.🫠🤭
Hasta el próximo capítulo, que serán un poco más cortos....😍💋
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