
-19-
Lulú no paraba de leer la aplicación de la universidad. No podría parar de ver la nota que le otorgó el pase libre al verano sin pensar en clases extras, materias atrasadas o repetidas. Un noventa por ciento en la última clase que le faltaba por culminar, la más baja y la que más problemas le daba.
Salía de la pantalla para contestar los mensajes de sus compañeros, quiso por primera vez salir de su zona de confort y una fiesta de cierre de año le parecía la excusa perfecta. Además, no estaría sola con un montón de caras conocidas pero nombres que no sabía, Ciro también iría.
Dio el sí a la asistencia y se sintió el pecho inflado, tan lleno de emociones que quiso expresarse con un grito. A fin de cuentas terminó el primero de los cuatro años de su carrera, tenía las próximas semanas despejadas y estaba enamorada.
Eso último no sabía como manejarlo todavía. Ella quería sentir algo más que estabilidad, quería llorar por un amor que no podría ser, tener un poco de drama joven adulto, como en los libros de Sol, como en las películas, pero no podría exprimirle un sentimiento a su mente que ya anticipaba aquello desde hacía meses.
Ella sabía que, por lógica, se enamoraría, y también que, por lógica, no funcionaría.
Simplemente disfrutaba el momento como consumir los últimos tragos de su jugo favorito. Ese se acabaría, pero tendría otros más adelante si acaso le provocaba.
El amor no era asesino cuando comprendía que podría florecer en otras partes. Solo tenía que aprender a aceptar que tanto era así para ella, como para él, y Lulú apenas consideraba a Helsen como su persona, pensarlo besando otra boca todavía le causaba repudio.
Y de repente se sintió enfadada. Ella estaba segura que Helsen tendría un lugar especial en su corazón hasta su último respiro, quizás después, incluso, pero, ¿pasaría lo mismo con él?
Esperaba que sí, esperaba que la recordara toda la vida y no solo por verla cerca de su familia, quería estar presente como un tatuaje en su piel.
Otro rasgo a su extensísima definición. Egoísta. Lulú era una egoísta que no le gustaba compartir a sus amigos, menos al hombre que amaban.
Caleb aparcó en el camino frente a la casa, detrás del auto que reconoció de inmediato. Ella recogió su mochila y bajó a las prisas. Le agradeció al muchacho y quiso correr a la residencia, pero un silbido le detuvo.
Divisó a Helsen en medio del jardín principal y casi le provocó un infarto. Como Agnes se enterase que anda por allí, lo dejaría calvo. Se dirigió a él, y encontró entre el rosal a los mellizos revisando los pétalos.
—Hola, lo veo muy entretenido —le saludó y sonrió cuando el niño le ofreció una violeta que tenía apretada en el puño—. Gracias, no le diré a tu madre que le arrancas las flores del jardín, será nuestro secreto.
Helsen contuvo a Eroda a tiempo de que se pinchara la manito con las espinas. La niña chilló queriendo soltarse, no le quedó de otra que levantarla en brazos.
Y lo logró. Pronto la criatura de intensos ojos azules se entretuvo con la barba de su tío.
Lulú se puso una mano sobre el corazón. Le estalló de ternura como siempre que lo veía tratar con ellos. No se imaginaba como sería cuando cumpla y tuviese uno propio.
¿Se olvidaría de ella cuando eso pasara? Pr supuesto, estaría con una mujer dispuesta a cumplir junto a él el rol de padres que tanto deseaba. Aquello la enfureció aún más. No podía ella quedarse con el recuerdo de su piel para siempre grabado y él seguir con su vida como si ella no fuese nada más que un buen rato.
Pero, ¿qué podría hacer? No se abstendría a èl por dejar una huella imborrable en su vida.
Entonces, su mente se iluminó. ¿Y si...?
—Ulrich me ha vuelto a tomar de niñero, parece que se le olvida que cuando tienes hijos tienes que cuidarlos tú mismo —repuso, meciendo a la niña para que dejase de llorar.
Ella inhaló, centrándose en él y no en la idea rondando su mente.
—Ellos parecen feliz con el arreglo —comentó Lulú y Helsen se encogió de hombros.
—Soy su tío favorito.
—No les quedan más —replicó ella y apretó los labios a recordar el rostro de Jamie—. Lo siento, no quise ser irrespetuosa.
Él no hizo más que sonreír. Ese tema era reciente, demasiado, aún le costaba asimilarlo, pero en boca de Lulú todo se escuchaba como una eufonía.
—¡Helios! —el chillido de Agnes a todos alertó—. Pero, ¡¿qué le has hecho a mis violetas y margaritas?! —lloriqueó, y Lulú no supo cómo andaba por allí manejando semejantes tacones finos como si no llevase nada—. Helsen, te dije que no los trajeras por aquí, me han destrozado las plantas, mis favoritas.
—Tranquila, mujer, las plantas crecen y ellos también. —le dijo y la mujer le reprochó con la mirada pero pudo sonreír también—. Mañana vendrán a sembrar más. O lo que sea que se haga.
Eroda al ver a su madre, se lanzó a sus brazos con total seguridad de que ella la recibiría. Aunque le costaba cargar su peso, se la encajó a la cintura como acostumbraba.
—Pero tienen que aprender sobre el respeto y no me estás ayudando —Helsen se contuvo de rodar los ojos, Agnes podía ser baja de estatura, pero era muy intimidante—. Lulú, querida, ¿te apetece un vaso de té frío? El calor está insoportable, hay momentos donde siento que no hay aire que respirar, ¿no te pasa o los pulmones me fallan?
Lulú frunció el ceño, la brisa de primavera mantenía el aire fresco, pero no esperaba otra cosa de quienes abrían las ventanas tres veces al día en pleno invierno.
—Debe ser el cambio de clima —contestó y el sonido de un par de tacones más llamó su atención—. Ahora busco té, muchas gracias.
En la entrada observó a Ulrich con las manos en las caderas oyendo lo que Sonia, su asistente, le decía mientras señala su tableta, también estaba Dalia, la mujer encargada de las relaciones públicas de la familia y por último, era Jackie, la asistente personal de Agnes, quien se acercó a ella con una sonrisa de cortesía.
—Lulú, que bueno que te veo —le apuntó seria con el bolígrafo que tenía en la mano—. Recuerda que este domingo Hera, Sol y tú tienen cita con la diseñadora, por favor no lo olvides, tenemos los tiempos justos.
La información la tomó desprevenida.
—¿Puedo preguntar para qué evento?
—Los cuarenta y cuatro de Ulrich —le informó Helsen—. ¿O son cuarenta y cinco? ¿Cincuenta ya?
Agnes bufó y luego de besar la mejilla de su hija, sonrió grandemente.
—Pregúntale a él, todos los años se cambia la edad.
La cena estuvo llena de montones de comida, cuentos de Agnes y Ulrich que mantuvieron a Hera hipnotizada, a su amiga le encantaba escuchar sobre lo que sea que sus papás tuviesen que decir sobre sus vidas antes de que ella siquiera existiera, aunque no fuesen los más románticos o entrañables.
Lulú meses antes prefería comer cuando todos dormían, la vergüenza y el miedo de sentirse excluida la mantenían a raya de disfrutar debidamente con una familia que sentía ajena, en ese momento la sentía tan suya que su apellido desentonaba.
Lo llevaba inscrito en el corazón.
Se ahogó con el vino al ver la hora en el celular. Esa noche era la primera visita que le haría a su hermano, y ya estaba retrasada por veinte minutos. ¿cómo se le pudo pasar? Se introdujo tanto a la charla, a las palabras y al ambiente familiar que su mente se despejó.
Corrió a su habitación a refrescarse y recoger tan rápido como pudo los regalos que sus amigos le enviaban a Luciano y los que ella alcanzó a comprar. Helsen, intuyendo su tardanza, subió y los dos con los brazos llenos de cajas y bolsas, se despidieron del resto y salieron al viento de la noche.
En el último vistazo de la noche a la residencia, le escribió a su hermano confirmándole que iba en camino. Esperaba con todas sus fuerzas que no estuviese aquel sujeto, pero el mundo no era un lugar bueno.
—Entonces, ¿hoy cierras el primer año? ¿Cómo te sientes con eso? —Helsen absorto en la vía, inició la conversación al verla estrujarse los dedos.
Ella inspiró hasta sentir los pulmones llenos. No se había puesto a desmenuzar sus emociones, para ella un paso más en su vida la dejaba tan llena de alegría que no le daba la cabeza para pensar en nada más. La Lulú de quince debía estar orgullosa, no esperaba llegar tan lejos.
Ella lo pensó unos segundos. No se habían visto en la semana, ella estaba llena de exámenes y él trabajaba hasta tarde. El tiempo lejos le sirvió para pensar esa última vez que estuvieron juntos, en las entrañas del bosque, dónde le confesaba sus sentimientos.
Todo parecía ir tan normal entre los dos, que parecía un sueño.
—Sí, hoy me entregaron la última calificación —respondió recuperando el ritmo de la respiración—. Es como cuando juegas una partida y pasas todos los niveles del primer mundo, ¿sabe? Es un logro gratificante, pero no lo disfruto del todo porque quedan otros tres mundos llenos de niveles que ganar.
Helsen asintió. Tenia que decir algo, llenar el silencio, puesto que no tenía idea de que decir luego de tenerla llorando en brazos porque descubrió que estaba enamorada.
Y él no tuvo respuesta. Creyó conocer el amor, pero en realidad seguía siendo un ignorante en la materia.
Podía medir lo que sentía por Lulú en comparación a lo que alguna vez tuvo con Bertha, lo sobrepasaba con creces, era absurdo siquiera compararlos. Pero también entendía que no era el mismo y que, en caso de ser certero, tendría que ir despidiéndolo.
—Eso tiene sentido —se aclaró la garganta—. Cuando acabé el primer año me sentí así, pero cada cierre de semestre es un escalón menos, mientras más cerca de la meta estás, más motivado te sientes.
Lulú contempló su perfil, iluminado por las luces de la ciudad.
—¿Motivación o ansiedad por terminar de una vez?
La risa de Helsen le agrandó el corazón.
—Una mezcla de los dos —aceptó—. ¿Tienes fecha para tu cirugía?
—Aún no, ¿por qué?
Él se removió. No sabía si era lo correcto, pero si imaginarlo le hacía sentir un éxtasis incalculable, necesitaba sentirlo.
—No bromeaba contigo sobre el viaje a Brasil, te lo mereces y yo también —concedió—. Hace años que no conozco el placer de vacacionar.
El pulso de Lulù se disparó, enfebrecido.
—Señor, honestamente no lo imagino tomando el sol a la orilla del mar —una risita le abandonó—. Pero la idea me parece excitante, se llevará todas las miradas.
El rastro de celos en su voz le generó una sonrisa. Más relajado con la interacción, colocó la mano libre sobre su rodilla.
—Lo que importa es que tengo la mía en ti.
Y Lulù sintió un millón de mariposas revolear en su estómago.
—No tengo fecha aún —pronunció, con la voz infestada de emociones—. necesito decidir una cosa más que se me ocurrió hoy.
—¿Puedo saber el que?
Lulù se mordió la lengua para no escupir la idea que tenía enterrada entre ceja y ceja. Tenía que consultarlo con la almohada primero.
—Por el amor a Dios, no —se rio—. Pero seguro será para finales de agosto, así volveremos con el bronceado intacto.
Helsen estuvo de acuerdo y se lo dejó saber con un apretón sobre su muslo.
—Muy bien, Catherine se comunicará a la brevedad contigo.
Su sonrisa creció.
—Lo esperaré.
εїз
—Vaya, a buena hora llegas —escupió Henry al abrir la puerta—. Una hora tarde, no sé que habrás aprendido fuera de aquí, Lucía, pero en esta casa tenemos horarios decentes.
Ella estaba tan de buen humor que pasó por alto el desprecio en esa horrible voz.
—¿Dónde está Luciano? —preguntó y pronto oyó a su hermano bajar las escaleras corriendo.
—¡Lucía!
El niño apartó a su padre de la puerta y no dudó en abrazar a su hermana.
Mientras el niño recibía los presentes y agradecía, le contaba a su hermana como iban las clases, que tenía un ejercicio de aritmética que no podía resolver y que el mes pasó demasiado lento.
Helsen se ofreció a ayudarle, Lulù era buena con los números, pero él los tenía más frescos. Calculaba cantidades exuberantes como parte de su trabajo.
—Entra, ya pasaron los quince minutos —gruñó el sujeto, que nunca paró de verlos.
Tres cabezas se levantaron del cuaderno.
—En unos minutos, le están ayudando con la tarea —Lulù revocó el pedid
—Que entres a la casa, Luciano, he dicho —insistió de mala manera, ocasionando la caída de júbilo que Lulù sentía.
—Henry —pronunció, la molestia empañando su usual tono dulce—. Necesita terminar aprender a resolver el ejercicio.
—Para eso asiste al colegio —espetó y mirando a su hijo, movió la cabeza al interior de la casa—. Entra, no lo repetiré.
Lulù se quedó callada, si se iba en contra de aquel tipo, su hermano podría imitarla y si sufría algún daño, sería en parte su culpa.
Al ver a su hermano bajar los hombros y meter la última caja, sintió que dentro suyo se encendían brasas de ira. Como le molestaba tener que atenerse a lo que decía, aun cuando no tenía ninguna posesión sobre ella.
Y eso era lo que a aquel repulsivo hombre le gustaba. Seguir manejándola a su antojo, esa vez, a través de su hermano, porque sabía que se quedó sin riendas cuando ella decidió huir de sus garras.
—Adiós, hermana —musitó el niño y ella sintió su corazón arrugarse.
Ella tuvo que aferrar las manos a su abrigo. Quiso golpearlo, escupirlo, arañarle la cara, sacarle esos horribles ojos que osaban a mirarla. Aquel ser avivaba todo el mal que ocupaba su psique.
Sin tener nada más qué hacer, quiso darle la espalda y volver al carro, pero su voz la detuvo.
—Para ti toda la vida has sido difícil seguir las reglas, cuando vivías aquí salías de fiesta cuando querías y llegabas borracha a la hora que te daba la gana, pero las cosas no funcionan así, Lucía, tu hermano estuvo esperando por ti, ¿qué ejemplo le das? —sus bramidos se escuchaban por toda la cuadra—. ¿Pasar por encima de las reglas, no respetar el horario y revolcarte con un hombre mucho mayor que tú para impresionarlo con todos esos regalos?
La presencia de Helsen consumió la tenue luz del porche cuando se acercó detrás de ella. Ella levantó la mano, exigiéndole que se detenga. Ella estaba bien, podía hacerlo sola.
Los huesos del cuello le crujieron cuando volteó a mirarle, el asco bullendo en su pecho y reverberando en sus pupilas.
—¿De verdad quieres hablar de ejemplos? —replicó, desbordando la rabia e indignación que sentía en su postura, su rostro, su voz—. ¿Tú? ¿Qué me hacías llenarme el estómago del alcohol hasta caer rendida para no sentirte en las madrugadas? ¡¿Tú me hablas de comportamientos a mí?!
Henry adelantó dos pasos, los mismos que Helsen avanzó, pero ella, ella no se movió.
Ya no se encogía de miedo bajo su mirada, ya no más.
—Sigue hablando, los dos sabemos que solo eres valiente cuando tienes la espalda cubierta, pero te diré una cosa que se mira a kilómetros —bajó la cabeza, para que solo ella escuchase lo que diría—. Sigues siendo la misma puta calienta camas de siempre, eso ninguna familia distinguida te lo puede quitar.
Pero Helsen también lo escuchó y se aseguró de que los vecinos también oyeran el chasquido de sus huesos cuando lo estampó contra el marco de la puerta.
Lo siguiente que Lulù vio, era el brazo de Helsen retraerse y aquella vista gloriosa le robó una sonrisa.
La misma que se desvaneció a ver el suelo y sus propios zapatos manchados de gotas de sangre, sangre... y más sangre.
Holi😇
¿Alguien por aquí? 🗣️ ¿Me escuchan? 🗣️
Tengo que confesar que si sigo escribiendo este libro es por los pocos que aún esperan terminarlo, porque yo con TRW estaba bien, pero entiendo que es así porque sé el desenlace de esta pareja y se me hace injusto que no lo sepan.
Así que si sigues por aquí, votas y comentas, gracias de verdad❤️🩹
Nos leemos,
Mar💜
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