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Parte 1

ESTO ES UN AU, REPITO, UN AU. SIGUE CIERTA CRONOLOGÍA CON LO OCURRIDO EN EL ANIME PERO RÁPIDAMENTE SE NOTA QUE NO PUEDE SER CANON. ADEMÁS, LA GEOGRAFÍA DE UNDERWORLD PUEDE NO COINCIDIR AL 100% CON LA ORIGINAL.

HABIENDO DICHO ESTO...¡UN PLACER, COMPAÑERXS!

--Asuna, creo que es suficiente por hoy.

La espada de madera se movió un par de veces más antes de detenerse por completo. El sonido de la misma impactando contra el suelo fue seguido de un largo suspiro de satisfacción salido de la portadora de la misma, quien se limpió el sudor de la frente con la manga de su camisa y se giró hacia la chica de cabello rosado que la miraba desde una distancia prudencial.

Ambas se sonrieron y se acercaron despacio la una a la otra. La pelirrosa le tendió una toalla, como acostumbraba a hacer a estas horas cada día, y se apresuró a servirle, mientras la chica se limpiaba, algo de beber para refrescarse en ese caluroso día de finales de verano.

--¿Cómo me has visto? Estoy mejorando rápido, ¿verdad que sí? -- preguntó Asuna, con los ojos brillantes de pura ilusión y una sonrisa tan infantil que nadie podría decir que perteneciera a una chica de 18 años.

--¿Cómo podría saberlo? No tengo ni remota idea de cómo manejar una espada, así que para mí siempre luces igual -- se encogió de hombros, ante los pucheros de la chica frente a ella. -- ¿Qué? Pregúntale a alguien que sepa.

--Liz, recuérdame de nuevo por qué te dejo acompañarme mientras practico. -- bebió un trago el agua que Liz le había servido y recogió su espada de entrenamiento para salir de la habitación. -- ¿Ya está todo listo? El viaje es pasado mañana.

Ante la mención de la partida, el rostro de Lizbeth, la sirvienta y mejor amiga de Asuna, se ensombreció drásticamente, como si la salida de dos días en adelante había sido completamente olvidada de su mente antes de que fuera mencionado nuevamente.

Sabía que no tenía el derecho de sentirse así cuando, en realidad, la primera perjudicada, Asuna, la hija del señor feudal del territorio del sur del Imperio Humano, lucía como si el hecho de estar por abandonar su hogar no fuera la gran cosa. Esa actitud despreocupada y ese rostro sereno que escondía todas las emociones que seguro estaba sintiendo era una razón más para que Lizbeth, con el corazón en un puño, aguantara día tras días las ganas de echarse a llorar desconsoladamente como el día en el que la idea surgió.

Ante el silencio de su querida sirvienta, Asuna colocó cada mano sobre sus mejillas y la obligó a mirarla. Los ojos rosados de su amiga emitían un brillo sospechoso que ella ya conocía bien, así que se limitó a abrazarla sin dejar de sonreír.

--Gracias por preocuparte por mí hasta las lágrimas, ¡pero no estoy yendo al matadero! ¿Por qué tanto drama?

--No sé si eres buena actuando o de verdad no entiendes por qué estoy a punto de echarme a llorar de nuevo.

--Siempre he pensado que es envidia porque me voy a casar antes que tú a pesar de que eres mayor que yo. -- Ambas rieron y se separaron para mirarse de nuevo un momento antes de que Asuna la tomara de ambas manos, tratando de ignorar las lágrimas que ya caían libres por su rostro. -- En serio, no es tan malo. Estoy bien, da igual lo que pase.

Y en el fondo, no era mentira. Esa noche Asuna, de nuevo, valoró los pros y los contras de un matrimonio arreglado con el actual líder del Imperio Humano, un chico 4 años mayor que ella de apariencia desconocida que había tomado el papel de la Suma Sacerdotisa en un acto de rebelión que, tras casi 2 años desde la guerra con el Territorio Oscuro, le había llevado a ser aceptado positivamente por la mayor parte de la población.

No sabía si era por miedo a sus misteriosos poderes, a su procedencia desconocida o su apariencia oscura que recordaba a los habitantes del Territorio Oscuro que la gente le temía y, por eso, preferían aceptarle con una sonrisa sin decir nada más, o si de verdad estaba realizando grandes reformas en Underworld que le habían permitido ganarse el cariño de las personas.

Ella, quien no había abandonado el territorio del sur desde el fin de la guerra, no podía saberlo, por su comunicación con la capital había sido la justa y necesaria.

Su padre, el señor feudal de una tierra destruida por la guerra, mantenía charlas diplomáticas con dicho sujeto, su futuro esposo, cuando viajaba hasta allí o por simples cartas, pero el soberano nunca se había dignado a pisar su angosta tierra.

No le culpaba. Desde el final de la guerra, el Imperio del sur había sido la más dañada debido a la invasión de los gigantes por el Corredor del Sur, a tal punto que en ese momento no era más que una sombra de lo que fue, como si su antiguo esplendor hubiera sido un espejismo. Lo único que se veía en esos días eran restos de lo pasado que quedaba como la esperanza de la población, quien, fueran plebeyos o nobles, se dedicaban de sol a sol a la reconstrucción, todavía lamentando la pérdida de cientos de personas y dejando la población por niveles considerablemente más bajos que en el resto de imperios.

Asuna, quien había sido criada durante 16 años como una noble que podía vestir elegantes vestidos y tantos accesorios como hubiera querido, con un cabello anaranjado tan sedoso como una tela de araña, ahora vestía el mismo atuendo que aprendices de caballero, con las manos desgastadas de tanto manejar la espada y labrar la tierra, con un cabello recogido en una simple cola de caballo sujeta con una cinta.

Ya habían pasado casi 2 años, pero para muchos había ocurrido solamente el día anterior. Las pesadillas acechaban cada noche como si nunca fueran a ser aliviadas, los ciudadanos vivían con miedo a un posible nuevo intento de invasión, a revivir lo que en realidad fueron unos pocos días, pero que, sin lugar a dudas, se sintió como una eternidad.

Incluso en una época de absoluta desolación, con las ciudades, los campos y las esperanzas de la gente completamente arrasados, un pequeño rayo de esperanza surgió entre la oscuridad apenas medio año atrás.

Asuna se dio la vuelta en la cama de su modesta habitación, esa que no tenía nada que ver con la que una vez tuvo, sin poder conciliar el sueño. Después de haber charlado con Liz, su mente había vuelto a llenarse de los mismos pensamientos: ¿de verdad se iba a casar?¿su prometido de verdad solo la superaba por 4 escasos años? Eso último le costaba mucho creerlo, porque el hecho de que él, junto a dos compañeros, gobernantes del este y el oeste, hubiera sido capaz de tomar el control de todo el imperio a tan temprana edad y en tan poco tiempo.

¿De dónde demonios había salido? Y lo más extraño de todo...¿por qué de repente le interesaba casarse con ella, una chica de una familia noble caída? En ese medio año le había dado vueltas al asunto, pero no había encontrado una respuesta lógica, y aunque le hubiera encantado hacerlo la única vez que se le permitió enviarle una carta como agradecimiento por su propuesta, se limitó a seguir el protocolo y a callar.

Medio año atrás, el padre de Asuna, Shozou, tardó varios días en asimilar las palabras del actual soberano:

"Por favor, permíteme casarme con tu hija"

--¿Ah? -- fue lo primero que respondió él.

--¿Me lo puedes repetir? -- fue lo primero que Asuna dijo al enterarse cuando él regresó de su viaje a la capital.

Y aunque costó algo de tiempo, Asuna no tuvo más remedio que creerselo, porque su padre estaba tan o más estupefacto que ella.

Shozou, al principio, no entendía la necesidad de alguien tan poderoso y reconocido como él de tener que escoger de semejante manera una esposa, cuando estaba seguro de que, si lo intentara, quizás muchas mujeres estarían de complacidas de atender tal demanda, pero esa persona remarcó más de una vez que deseaba a su hija, sin dar ninguna clase de explicación lo bastante coherente para él.

"Mis razones...las hablaré con tu hija cuando me acepte"

Quizás fue esa aura misteriosa que traía consigo ese, desde la perspectiva de Asuna, prepotente muchacho al que se le había subido el poder a la cabeza lo que terminó por convencerla de aceptar cuando este envió formalmente la propuesta de matrimonio, pero en realidad la historia iba más allá.

"Dedicaré todo el esfuerzo posible a la recuperación del Imperio del Sur a cambio de que tu hija se case conmigo"

Como hija de la familia noble que gobernaba ese territorio, en realidad no necesitaba más motivo que ese para aceptar, así que antes de darle más vueltas se volvió la prometida del actual delegado del Consejo de Unificación del Imperio Humano.

Y ese fue el inicio de sus noches de insomnio, llenas de preguntas, de hipótesis, de miedos...de infinita curiosidad. ¡Si ni siquiera se conocen, no era capaz de entender sus motivos!

Asuna se levantó de la almohada de un salto.

--Espera...¿no pretenderá que él y yo...?No, no, no, y aunque fuera el caso le haría firmar con sangre mantenernos puros toda la vida...Ah, pero se supone que debe tener herederos...¿¡entonces él y yo tenemos que...!?-- hundió el rostro en la almohada de nuevo y soltó un grito ahogado de pura frustración.

Lo peor de su situación era que todavía tendría que esperar varios días para obtener una respuesta a cada una de sus preguntas, fuera para bien o para mal, pero pudo mantener sus nervios sometidos con el simple pensamiento de todos los beneficios que su tierra iba a recibir.

Desde el momento en el que asimiló su compromiso, Asuna escuchó todo tipo de rumores del que sería, algún día, su esposo. Las opiniones volaban y se distorsionaban de boca en boca una vez llegaban a sus tierras, por lo que nunca supo, a ciencia cierta, como era él. ¿Un apuesto joven, digno y caballeroso? ¿O alguien cruel, sin sentimientos, capaz de matar por capricho?¿o quizás un rey reservado que no tenía interés por la interacción social?

Por su propia salud mental, se había negado a tan quisiera ver una imagen suya, pero según tenía entendido él apenas salía de la capital, y habían sido contadas las reuniones nobles a las que había acudido, un motivo más de decenas de rumores. ¿Odiaba las relaciones sociales?¿No conocía la etiqueta básica? Era un completo misterio.

De entre todas las opciones posibles, no pudo escoger cual la mantendría más tranquila, así que llegó un momento en el que dejó a un lado el compromiso y los meses fueron pasando hasta que la fecha llegó.

La mañana de la partida lucía triste, incluso el clima parecía haberse puesto de acuerdo para despedir a su princesa en un cielo gris y apagado. La princesa suspiró por última vez viendo a la gente reunida frente al séquito de carruajes enviados por su prometido para recogerla.

--¿Señorita Asuna? -- el primero que se acercó a ella fue un caballero de armadura verde y plateada que aparentaba alrededor de su edad, lo cual le llamó poderosamente la atención. -- Mi nombre es Renly Synthesis 27, un caballero de la integrad que Kirito-dono ha enviado para escoltarla.

Caballero verde con dos pequeñas trenzas a cada lado de su rostro, ojos dorados y una sonrisa sincera, el caballero se arrodilló frente a ella en señal de cortesía que hizo que Asuna entrara en pánico.

--¡No, no, no!¡Levántase, por favor!¡Yo soy...!

--La futura esposa de mi superior, por favor entienda esto como una muestra de respeto hacia mi futura señora.

--S-Señora es un poco...¿cuántos años se supone que tienes? -- se llevó una mano al rostro y suspiró, resignándose ante la imposibilidad de hacerle cambiar de idea juzgando el hecho de que todavía permanecía en la misma postura. -- De acuerdo, es un placer, señor caballero. ¿No son demasiados guardias para escoltar a una sola persona? Es un poco exagerado.

--Estamos escoltando a la futura señor--

--Sí, vale, olvídalo. Muchas gracias por la consideración. -- se dio la vuelta una vez más hacia las personas que observaban la escena prácticamente petrificados. -- Tengo que marcharme ya, padre, madre.

Ambos progenitores acogieron a su hija entre sus brazos con semblantes rotos de dolor ante la sola idea de estar vendiendo a su hija en matrimonio, pero incluso aunque insistieron en que no estaba obligada a sacrificarse de tal forma, la joven había decidido marcharse sin opción a debate.

Kyouko, completamente desolada, no fue capaz de articular más que un par de palabras de despedida, mientras que Shozou se acercó de nuevo a su hija y apoyó ambas manos sobre sus hombros, a sabiendas de que serías las últimas palabras que le diría en un tiempo.

--Lo que estás haciendo por nosotros no será en vano, te lo prometo. -- depositó un suave beso sobre su frente. -- Tu prometido es una persona...curiosa, pero te aseguro que jamás te entregaría a alguien que tuviera malas intenciones.

--Lo sé, y en el peor de los casos siempre puedo rebelarme y tomar el puesto como hizo él, ¿no? Para eso he estado practicando tanto con la espada -- hizo el gesto de sujetar el estoque en su cintura, ese que llevaba en una de sus maletas ya guardadas en el carruaje. Al notar el rostro pálido de su padre, dejó salir la risa que estaba aguantando. -- Es broma, no tendría el valor de matar a mi esposo, ni tampoco la habilidad, al menos todavía...

Aunque murmuró eso último más para sí que para él, Shozou no pudo evitar el escalofrío que le recorrió la columna, pero decidió confiar en el buen juicio de su hija y finalmente la dejó marchar.

--Asuna, por favor ven a vernos pronto. - su buena amiga Yuna, lloraba desconsoladamente sin dejar de sonreír mientras le daba el último abrazo.-Si tu marido no te deja iré aunque sea corriendo a verte, te lo prometo.

La chica rio, intentando contener las lágrimas, y la apretó entre sus brazos antes de, definitivamente, dejarla marchar.

--Gracias, Yuna, pero seguro que no será necesario. Quizás incluso te lleves bien con él cuando te lo presente, que lo haré.

--Es lo mínimo que espero. - se limpió las pequeñas lágrimas que persistían en salir. - Lamento que Eiji no haya venido, parece que era demasiado duro para él pasar por esto.

Negó con la cabeza. Ya había mantenido una conversación adecuada con su amigo la noche anterior, y había dejado claro que no sería capaz de verla marchar. Aunque le resultara duro tener que irse sin ver por última vez a su amigo, estaba seguro de que él estaba sufriendo como nunca pensando en enfadado que estaba consigo mismo por no poder hacer nada para cambiar su situación.

--Está todo bien, ya nos despedimos ayer. No tengo ningún arrepentimiento. - le acarició suavemente los hombros justo antes de que la chica volviera a romperse a llorar. Sonrió y dirigió sus ojos hacia su familia. Ambos padres la miraban con expresiones de toda clase. - Es hora de irme, pero por favor no tenéis que preocuparos.

Pese a que la ropa que llevaba era formal pero modesta y, por ende, más práctica y cómoda que los habituales vestidos de las damas nobles, necesitó de la ayuda del joven caballero para subir al lujoso vehículo que sería su compañero de viaje los próximos días.

Se apoyó sobre el cómodo respaldo de su asiento. No estaba acostumbrada a tanto lujo, ni siquiera en la época en la que vivía la habitual vida de una princesa había experimentado una vida de lujos porque no era algo que le llamara especialmente la atención.

Suspiró. No tenía ganas de llorar, porque su convicción de ser útil para su gente era mucho más fuerte que su pena por abandonarles. Siempre quiso ver el lado positivo, pensar que quizás su prometido era una persona agradable con la que podría vivir tranquilamente, que podría formar una familia y encontrar, en al gente de esa tierra, un nuevo hogar.

--Asuna-sama. - una voz suave llamó su atención fuera del carruaje. A través de la venta, la dama vio como Renly guiaba a su caballo justo a su lado, a la altura suficiente para poder hablar con ella. - El viaje llevará un tiempo, por favor siéntase libre de pedir lo que desee para hacer su trayecto más cómodo.

--Muchas gracias...Renly-san, ¿verdad? - el mencionado inclinó ligeramente la cabeza hacia ella. - Estoy perfectamente, pero te haré saber si necesito algo.

--¡Estoy aquí para servirla!

Pese a su exagerada educación, el chico parecía más infantil de lo que acostumbraba a ser un caballero, así que se preguntó si era recién nombrado.

De hecho, aunque siempre le hablaba formalmente, mantuvo amenas conversaciones con el muchacho que hicieron el trayecto más llevadero. Pese a que se sentía ajena a lo que estaba sucediendo, el viaje fue mucho más relajado de lo que había creído. Las personas que la acompañaban eran extremadamente amables con ella, y no hubo ningún inconveniente en los siete días que tardaron en alcanzar el territorio.

Y para cuando puso sus pies sobre la tierra, ella ya estaba extasiada con el hermoso paisaje. No sabía si era porque en verdad era tan bello como parecía o quizás porque le recordaba a lo similar que su hogar había sido alguna vez.

--Bienvenida, Asuna-sama. - para cuando apartó sus ojos de las vistas, un hombre de cabellos rojizos envuelto en una armadura idéntica a la de Renly pero de color rojo se plantó frente a ella. - Mis más sinceras bienvenidas a su nueva tierra. Soy Deusolbert Syntesis 7, el consejero directo de su prometido, el delegado Kirito.

Le resultó especialmente incómodo que se refiriera a ella usando honoríficos tan formales pero llamara al líder de todo el imperio humano directamente por su nombre, pero por el momento decidió simplemente callarse.

--A-ah...gracias por su amable recibimiento. - hizo una ligera reverencia y miró hacia la entrada de la catedral central, distinguiendo a varias decenas de persona formando un pasillo delante de ella, todos agachando la cabeza a modo de saludo formal. - Realmente no es necesario todo eso.

Deusolbert aclaró su garganta y le indicó con su brazo que la siguiera, cosa que Asuna hizo sin pensar.

--Me temo que es completamente necesario, siendo la prometida del señor delegado.

--Deja vu. -- susurró, tenía muchas ganas de gritarles lo incómodo que le resultaba tanta formalidad, pero la primera impresión debía ser buena o el resto sería un infierno.

Solo cállate Asuna, cállate y camina.

Repitiendo esa frase en su mente como una especie de mantra, siguió al caballero de armadura roja hacia el interior del lugar.

--¿Le gusta el paisaje? -- su voz era tan profunda y seria que por un momento la asustó con la repentina pregunta.

No tenía que reflexionar mucho la respuesta, pues estaba encantada con el lugar, a tal punto que un sentimiento de envidia y hasta frustración comenzaba a crecer dentro de ella al compararlo con lo que una vez fue su hogar.

Aunque las emociones se amontaban en su garganta, se obligó a tragárselas sin compasión y a sonreír.

--Es realmente bonito. - fue capaz de pararse un momento a apreciar los alrededores del lugar que estaba recorriendo. Lleno de vida y color allá donde llegaran sus ojos, Asuna tenía que admitir que da igual a dónde viera, todo le resultaba fascinante. -- ¿A su majestad le gusta la naturaleza?

--Le relaja estar al aire libre, después de todo está siempre atestado de trabajo, por lo que busca sus...momentos de descanso como puede.

Asuna sonrió para sí. En su mente, alguien con características como esa no podía ser mala persona, no de la forma en la que había escuchado sobre él. Eran tantos los rumores que circulaban que nunca había llegado a una conclusión, pensando que lo único que podía hacer era esperar a que llegara el día.

Sin embargo, el tono en el que lo dijo, entre divertido y molesto, le dio curiosidad.

--Debe ser una persona estupenda.

--Desde luego, pero es un ser humano como cualquier otro, por lo que tiene una serie de defectos que espero que la señorita sea capaz de disculpar.

Asuna sentía que lucía exactamente como un padre poniendo excusas para su hijo rebelde.

--Debe ser difícil tanta responsabilidad siendo tan joven. -- evitó sus ganas de preguntar más, porque la manera en la que hablaba era suficiente para intrigarla todavía.

Y finalmente se encontraba frente a las puertas del salón principal.

--El delegado está esperándola detrás de estas puertas. Por favor, permítame presentarles debidamente.

--Por favor.

Deusolbert asintió y se acercó a hablar con uno de los guardias que custodiaban la entrada. No había duda de que la figura de más alto rango del lugar estaba en esa habitación.

--¡La señorita Asuna, del Imperio del Sur, acaba de llegar!

En los escasos segundos que tardaron en anunciarla y abrirle las puertas hacia una estancia mucho más grande y elegante Asuna sintió que su vida estaba yendo a cámara lenta. Pese a que estaba completamente mentalizada a vivir como tuviera que hacerlo, el estar a escasos metros del que sería su compañero durante toda su vida y no encararlo directamente la estaba volviendo loca.

Pero no quería mostrarse ansiosa, ni mucho menos ser descortés después de lo amablemente que la habían tratado durante el viaje y la llegada. Tan pronto Deusolbert le indicó que estaba bien entrar, Asuna tomó aire y caminó decidida hacia delante, sintiendo como las puertas se cerraban a sus espaldas.

Clavó sus ojos en lo que parecía ser el trono del que se suponía que era la máxima figura de la catedral. Un trono vacío, al igual que la habitación. Absolutamente nadie salvo ella y el caballero estaban en ese lugar.

--¿Huh?

--¡Demonios, delegado! ¿Es en serio? - Deusolbert pasó por delante de ella a extrema velocidad, directo hacia lo que Asuna identificó como una ventana abierta, perfectamente colocada frente a una gigantesca rama de un gigantesco roble que, dando rienda suelta a su imaginación, podría haber resultado la escalera idónea para el ausente proyecto de esposo. -- ¡Solo me ausenté 10 minutos! ¿Qué tan ágiles son las piernas de un mocoso de 20 años con esa complexión?

Asuna se llevó una mano al corazón del susto que el repentino cambio en el tono del caballero le había provocado. Alguien que lucía tan serio, calmado y solemne lucía exactamente como su padre cuando se enfadaba con ella cuando hacía alguna travesura de pequeña. Eso le hizo preguntarse si se había estado aguantando el mal genio todo ese tiempo.

--¿S-Señor Deusolbert? -- Asuna casi podía ver un aura maligna a su alrededor, así que tuvo que reunir el valor para caminar hacia él y preguntar. --¿Está todo bien?¿Donde está el señor delegado?

--Esa es una excelente pr... -- se aclaró la garganta al apreciar la expresión perpleja de la chica. - Por favor, disculpe, Asuna-sama, parece ser que el delegado tuvo algún...asunto extremadamente importante que atender.

Asuna se preguntó como se podía mentir tan mal. ¿Acaso había algún hombre en el mundo que era capaz de dejar plantada a la misma mujer con la que él, por su propia cuenta, había decidido casarse? Su autoestima cayó en picado y se convirtió en una molesta irrefrenable.

¡Después de todo el valor que le había tomado entrar a ese lugar!¡Sintiéndose como una oveja caminando hacia el matadero!¿Y resulta que su futuro esposo tenía mejores cosas que hacer que recibirla?

--Heeeh...¿me está diciendo, si mal no entiendo, que el excelentísimo señor delegado, mi futuro esposo, se ha escapado por la ventana a sabiendas de que yo, la prometida que él mismo mandó ir a buscar, llegaba hoy?

Esta vez fue el turno de Deusolbert de ponerse pálido de miedo ante la sonrisa casi macabra de Asuna, quien escondía sus ojos, oscurecidos de puro enfado, tras su largo flequillo.

El caballero tragó pesado.

--M-Me disculpo, debe de haber ocurrido algún malentendido con la hora de s....

--¿¡Que demonios...!? - apenas dados dos pasos firmes pegó un grácil salto y se sentó sobre el borde de la ventana. Justo debajo de ella, a dos pisos de altura, encontró el truco maestro de su prometido para escapar del lugar -- ¡Me voy a buscarlo!

Agradeció, por un lado, que la sala a la que la habían traido solo era el segundo de los 100 pisos de la catedral o su proeza casi volando, o más bien aterrizando, no habría salido tan bien como pensaba que había resultado, puesto que ni siquiera un caballero de la integridad había sido lo bastante rápido como para detenerla.

--¡Asuna-sama! -- el grito horrorizado de Deusolbert no la detuvo, ni su rostro completamente blanco asomado por la ventana de la que acababa de saltar. Echó a andar a paso firme, sin rumbo, en busca de dueño de la carta que todavía ese día traía encima.

Me presento, me llamo Kirito y actualmente he sido nombrado delegado del Consejo de Unificación del Territorio Humano. Es un título demasiado largo y solemne para mi gusto, pero mis fieles compañeros me han advertido que lo primero que debo hacer es presentarme de esta forma.

Pues bien, puedo imaginar la sorpresa al recibir de la noche a la mañana una propuesta de matrimonio, y quisiera disculparme por ello. Seguramente me estoy saltando infinitas normas de infinitos protocolos, pero he odio decenas de veces por tu padre el buen corazón que tienes así que confío en que sabrás perdonarme de la misma manera en que confío que aceptes la propuesta tan repentina que te estoy planteando.

Y aunque sé que el solo hecho de hacerlo únicamente a través de una propuesta formal me hace lucir incluso más sospechoso, te estoy pidiendo, sinceramente, que aceptes convertirse en mi esposa.

Por supuesto la última palabra es tuya, no pretendo que esto suene como un mandato, no soy de esa clase, pero quiero que entiendas que será beneficioso para ambos, y que me esforzaré para que tengas una vida cómoda aquí, lo más placentera posible.

Estaré esperando ansioso por tu respuesta y por el momento de encontrarnos cara a cara.

Estrujó el papel entre sus manos, apretando los dientes y sintiéndose miserable por haber tratado de darle un voto de confianza.

--¡¡Maldito cerdo mentiroso!!

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¿Soy un desastre y lo dejo todo para el final? Sí. ¿Se me pasaron los días como si fueran de 2 en 2? También ¡Soy así por naturaleza!Pero de verdad que no quería romper mi racha de "participar en esta fabulosa semana cada año", aunque sea tarde y mal.

Pido comprensión ante cualquier lapsus/ error de cualquier tipo. Estoy cansada pero prometo revisar esto más tarde xd.

Como siempre, muchas gracias a quienes ponen su esfuerzo en organizarlo, a las personas que participan y a los que se toman la molestia de leer y dejar su opinión, buena o mala, siempre desde el respeto. Anima mucho, así que gracias a todos y todas :)

Como me conozco, aunque tengo muchas cosas escritas, voy a montar historias cortas para poder terminarlas y no ser tan poco responsable y dejar de lado mi fantasía de hacer una historia larga.

¡Gracias por pasaros por aquí!

Isa.

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