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Capítulo 13;; Salida Navideña

Pov Chaeyoung

Las cosas no terminaron bien o al menos no como lo esperaba. Ella sólo quería un momento con la niñera y quizás unos cuantos más en lo que terminaba la temporada navideña, sería una buena forma de no sentir la nevada tan fría.

Pero todo era una farsa, se metió con ella sabiendo de su virginidad. Se hubiera evitado tantos problemas, pero finalmente su deseo fue más fuerte, todo bajo su responsabilidad y por eso ahora tenía que pagar las consecuencias. Trató de ser más distante a ella en el pasar de los días y todo iba en orden hasta que su hermana abrió la bocota.

— Tres malditos días Chae, y no tienes su puto regalo.

— Me encantaría que Yeji te escuchara hablar con esa boca sucia que tienes.

Su hermana gruñó tras las últimas palabras y miró alrededor para asegurarse de que no estuviera presente su pequeña sobrina.

— Al final sería tu culpa por sacarme de mis casillas. — Dijo sin darle mayor importancia y siguió con el tema estrella del día. — Como sea, hoy mismo quiero que... — Nayeon de repente entró a la cocina por lo que la rubia detuvo su charla para llamarla. — ¡Perfecto! No me fío de tu gusto hermanita. Así que ¿Nayeon?

— ¿Sí? — Preguntó ignorante al tema y hermosamente confundida.

— ¿Podrías ayudarme? Se trata de Yeji...

— ¡Por supuesto! ¿De qué se trata? — Interrumpió aceptando pues el nombre de la niña era motivo suficiente.

La rubia sólo sonrió y eso a ambas les aterró. Y vaya que tenía razón en temer, ahora mismo estaba en el centro de la ciudad solo en compañía de Im Nayeon. Pero eso no fue lo peor, lo peor fueron las estrictas reglas de no comprar nada sin la aprobación de la niñera pues estaba segura de que conocía mejor a su hija.

Se hubiera ofendido si fuera una mentira.

— ¿Por qué paramos aquí?

— Aquí venden artículos de esos cuadritos que tienen música ¿No?

— ¿Qué? — Chaeyoung sabía a lo que se refería, su hija tenía un iPod que adoraba con su alma y nunca salía sin el. Pero era el colmo que la niñera no supiera lo que es un iPod o un celular.

— Sí, Yeji tiene una cajita de música con esa manzana que tiene la tienda pero últimamente no la escucha. Me dijo que había perdido sus aunidofos.

— Oh dios mío ¿De qué planeta vienes que no sabes ni si quiera qué son los audífonos y que no es manzanita sino es Apple?

Estaba atónita, su expresión era de sorpresa total y en parte una pizca de burla, no sabía si reír o llorar pero al final se decidió a entrar a la tienda. Estaba volviendo a hablar con Nayeon y lo último que quería es que se imaginara cosas que no son, ni serán nunca.

Tras la compra de los audífonos caminaron un poco más, mirando tiendas por lo que ofrecían a la vista y cómo nada llamó su atención por el momento sólo se quedaron con lo que vieron.

— Me gusta mucho el rosado.

Chaeyoung vió ser lanzado ese comentario al aire justo cuando pasaban junto a una tienda donde un vestido color rosado brillaba a comparación de los otros.

— Oh, ya veo. Que bueno.

Incómodo, pensó quizás que querría que le comprara algo para navidad pero eso sería un doble foul. Debía evitar involucrarse más con la niñera pero tan pronto como planeaba una salida la niñera de su hija se detuvo a observar a un hombre mayor de 60 años tocando su guitarra en medio de tanta gente pasando sin si quiera mirarlo.

Nayeon  parecía afectada con esa escena pero cuando estaba apunto de hablarle para entrar a alguna tienda y quizás comprarle el vestido que quería para distraerla de su impacto de tristeza, ella fue directo al hombre para decirle algo que no logró escuchar pues se había atrasado mucho antes de alcanzarla. Nayeon se puso al lado del hombre y cuando empezó a tocar notas musicales navideñas.

Nayeon cantó en voz alta para ser escuchada por el tumulto de las personas que estaban presentes. Muchos se detuvieron y otros miraron al pasar, el cambio fue contundente. La atención de mayores y jóvenes, no importaba realmente, lo había conseguido. Al hombre le lanzaban monedas y billetes asombrados por la dulce melodía. Mientras tanto la castaña no se quedaba atrás, estaba impresionada de la sonrisa y alegría que transmitía al cantar. Sentía una extraña calidez en su pecho, la apreciaba, era un hecho.

Lo mismo sucedía con los perros, los tienes un tiempo en casa y ya no podrías vivir sin ellos, pensó que era algo así lo que sentía por Nayeon.

La gente se amontonaba como si se tratara de un nuevo talento y su visión se estropea con tantas personas frente a ella. En parte lo agradeció, estaba bastante distraída y en lo único que tenía que enfocar su atención era para lo que había venido: Yeji. Su mirada viajó a la tienda más cercana y se alejó de la hermosa voz de Nayeon para entrar rápidamente como si huyera de ella.

Las compras fueron un completo éxito, estaba satisfecha. Pero para el siguiente día Dahyun reunió a todos para salir a ver todas juntas el centro de la ciudad, y ahí estaban de nuevo. El árbol de 15 metros fue la locación perfecta para tomar fotos y lo hicieron todas como si una no fuera suficiente. No podía quejarse, su hija sonreía iluminando la noche. Se prepararía para un álbum entero si su hija seguía sonriendo así. Pero en parte le molestaba que en todas las fotos querían incluir a Nayeon como si fuera de la familia.

Algún día se iría y temía por su hija.

Sin embargo la nevada se hizo más complicado con el tiempo y tuvieron que parar en el centro comercial más cercano. Comieron algo y caminaron por ahí hasta que Yeji detuvo el paso de todos.

— Mamá, Nayeon y yo iremos a esa tienda. ¿Pueden esperarnos aquí?

— Eh... — Se quedó un poco inquieta pues pensaba entrar igual.

— Por supuesto. Tu mamá y yo nos quedaremos aquí.

Dahyun interrumpió a su lado y contentas con la respuesta que recibieron, tanto Nayeon como su hija corrieron adentro de esta.

— ¿Pero cómo? Deberíamos entrar a ver.

— ¿Estás loca? Es obvio que van a comprarte algo. Te has vuelto tan lenta Chae.

Entonces todos los cables conectaron en su cabeza y lo entendió. Pero de alguna manera últimamente le inquietaba dejar sola a Yeji con Nayeon pues no le agradaba que fueran tan íntimas, estaban a un paso de la despedida más dolorosa para la corta de edad de su hija.

Esperaron cerca, sentadas frente a la tienda pues había una cafetería y pastelería dispuesta a darles alojo mientras regresaba su hija y niñera, pero el café se fue acabando con el tiempo.

— Oh mira eso ¿Esa no es Tiffany?

— Maldita sea. — Maldijo la mayor cubriendo su rostro.

— Sí, sí es.

— Da igual, si vas a saludarla ve tú antes de que ella venga aquí.

Su hermana se levantó del mejor humor, entre carcajadas se dirigió a la bajita y fue ahí cuando decidió que había esperado suficiente. Se adentró a la tienda y caminó dando vueltas sin encontrar nada más que un anuncio en blanco y negro un poco llamativo por las letras en grandes mayúsculas.

➜ MANIQUÍ PERDIDO.

La imagen era de un maniquí femenino que estaba cercano a otro de una niña pequeña pero el de mayor altura le llamó en verdad la atención pues era con exactitud idéntico a la niñera de su hija, hasta tuvo que entrecerrar los ojos para verlo a detalle y poder encontrar alguna diferencia pero en lugar de eso sintió un leve empujón.

Una niña menor por unos años a su hija había chocado con ella pero con educación se disculpó antes de salir corriendo, pero una extraña preocupación se quedó al recordar a su hija olvidando el anuncio para vagar por la tienda y buscar a su hija.

Y para encontrar el maniquí de la niña pequeña sólo faltaron unos pasos pues lo vió solo sin la compañía del otro maniquí que decían estaba desaparecido.

No se quedó mucho ahí, regresó a su búsqueda y expulsó todo el aire cuando vio a su hija en la caja con una sonrisa llena de emoción y sí, se encontraba con su niñera que estaba atenta a la persona que les cobraba.

Ella salió después del par sin que se dieran cuenta y sorprendió a su hija al tocar su hombro.

— ¡Mamá! — Se giró rápido a su dirección. — ¿Y tía Dubu?

— Supongo que vagando por ahí. — Murmuró un poco insegura y nerviosa.

— ¡Aquí estoy! Te estaba buscando Chae — Mencionó su hermana reuniéndose al grupo un poco agitada.

Pero aún así nadie se dió cuenta de su ausencia y ubicación, y lo agradecía internamente, sin embargo su mirada y pensamientos se enfocaron en la niñera de su hija. Se preguntaba cómo es que podía ser tan parecida a un maniquí y quizás ella lo sabía.

Era tan hermosa como un maniquí perfectamente hecho.

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