CAPÍTULO 7
Clers
—Muy bien, humana —miro con sorpresa a Kael, quién me observa sin expresar emoción alguna en el rostro.
¿Kael, el anti-emociones, me está dando un cumplido?
—Gracias, todo un honor. —Rueda los ojos ante mi comentario.
Me da la espalda y me fijo en cómo coloca sus manos a ambos lados del espejo. Frunzo el ceño.
—¿Te lo vas a llevar? —cuestiono.
—Sí. Quiero dejar todos los objetos que vayamos encontrando a mano en mi cuarto.
Le observo con curiosidad.
Yo ni loca me guardaría el espejo dentro de la habitación donde duermo. Creo que me daría pesadillas o incomodidad.
—¿Tú no duermes? —pregunto, curiosa, mientras él lo termina alzando con cierta agilidad y facilidad.
Me mira por encima del hombro. Su rostro es serio, pero me deja entrever una pequeña sonrisa ladeada. Esto ya es todo un logro.
O parece que no me odia tanto como me hace ver.
—¿Quieres comprobarlo? —me reta.
Alzo ambas cejas.
No sé con qué intenciones lo dice.
—No, gracias —respondo por si acaso.
Me adelanto para ir colocando, de una en una, las sábanas blancas en cada uno de los espejos.
—Tú preguntaste —comenta cuando ve mi expresión.
—Y no consigo captar tus intenciones —contesto.
—No hay ninguna intención —me replica.
Ya, claro.
—Por supuesto. —Kael me mira cuando escucha mi tono de voz.
No dice nada.
Terminamos saliendo de la sala, tras haberla dejado ordenada según nos la habíamos encontrado. Solo que Kael ahora lleva el espejo que necesitamos para el ritual en sus manos.
Mientras caminamos por el pasillo hacia la zona de la entrada, hay algo que lleva rondando, desde que llegué aquí y le conocí, en la cabeza.
—¿Desde cuando tienes la maldición? —cuestiono con curiosidad, girando la cabeza hacia la derecha para poder mirarle.
Al instante, Kael me devuelve la mirada.
—Llevo un par de siglos maldito. 31 de octubre de 1824.
Intento no mostrarme sorprendida. Pero ¿doscientos años?
—Halloween —murmuro, pensativa.
Kael asiente.
—Sí.
Me quedo en silencio, barajeando mis cientos de preguntas para hacerle, puesto parece que ahora está más comunicativo. Quizás tenga que ver con que fui yo la que encontró uno de los objetos del ritual.
—¿Y por qué acabaste aquí, en esta mansión? —cuestiono, confusa.
Kael se encoge de hombros y continúa caminando con elegancia y agilidad.
—Porque es un fuerte portal a nuestro mundo. Aunque apuesto a que tu pueblo no lo sabe. Cuando fui maldecido, como bien dije, era Halloween y en mi reino también se celebra. Aunque... De una manera peculiar y distinta a la vuestra —cuando pronuncia esto último, una sonrisa ladeada e inquietante se forma en su rostro. También me percato de cómo sus ojos oscuros como la noche brillan y su lengua recorre sus labios.
Aparto la mirada al instante de esa zona. ¿Qué hago fijándome en eso?
La curiosidad crece dentro de mí ante esa pequeña revelación.
—¿Por qué distinta y peculiar a la nuestra? —cuestiono. Ha conseguido captar mi atención.
La mirada que me dedica consigue que, para mi sorpresa, me ponga nerviosa al instante y un escalofrío recorra mi cuerpo. ¿Qué me pasa?
—No es el estilo de fiesta que vosotros soléis hacer —evade la pregunta.
—¿Por qué? —insisto.
—Es mejor asistir y presenciarlo que contártelo, humana.
Frunzo el ceño con una mezcla de curiosidad con confusión.
¿Por qué no me lo dice y ya? Solo consigue que esas pequeñas ganas de indagar y saber más hacen que crezca más y más por momentos. Él sabe muy bien lo que está haciendo.
¿Será esta una de las maneras por las que los vampiros saben cazar tan bien a sus presas? ¿Por esas ganas de saber y curiosear todo que tenemos los humanos?
—¿Me dirás que te ocurrió para que ahora estés maldito? —pregunto a cambio.
Me mira de reojo con el rostro impasible de nuevo.
—No lo creo.
Pongo los ojos en blanco. No sé por qué me sorprendo.
—¿Visitaste ya toda la mansión? —cuestiona, continuando la conversación.
Eso sí que me sorprende.
—No toda. Aunque hay algunas zonas a las que no pienso entrar sola.
—¿Tienes miedo, humana?
Le hago una mueca.
—No, solo que la sensación que me da ese lugar es... extraña. —Y es cierto. Como, por ejemplo, las escaleras que daban a una planta baja donde no había nada de iluminación.
Ni loca entro yo ahí sola.
—¿Cómo cuál? —se interesa, observándome de reojo con el rostro serio.
—La puerta que hay en el otro pasillo, donde en el interior hay unas escaleras que llevan a una planta baja.
Kael asiente, en reconocimiento.
—Lleva al sótano.
Me muerdo el labio inferior y también asiento. Cuando le miro, me percato de que ha seguido el movimiento de mi gesto. Me pongo recta, sin saber bien cómo reaccionar. Decido ignorarlo.
—Doy por hecho de que ya has visitado esa zona.
—Por supuesto. Estar aquí atrapado por doscientos años creo que da para hacer y ver muchas cosas por aquí.
Mantengo mis ojos en los suyos mientras que comenzamos a subir las escaleras. Supongo que irá a dejar ya el espejo en su cuarto, pero yo no quiero terminar aún la conversación. Necesito respuestas.
—¿Sin ningún tipo de contacto? —cuestiono.
—Sin ningún tipo de contacto.
—¿Con nadie? —insisto.
—Con nadie —afirma, algo exasperado.
Me quedo en silencio unos segundos, pensativa.
—Entiendo.
Se gira para mirarme cuando terminamos de subir las escaleras.
—El qué entiendes exactamente, ¿humana?
Me muerdo el labio inferior.
—No es de tu incumbencia —respondo con la misma frase que él me había dicho antes.
—Todo lo que tenga que ver contigo me incumbe —me tenso al escucharle—. Por si no lo recuerdas.
—Yo no soy nada de tu incumbencia —le replico, con algo de enfado.
—Te equivocas.
Resoplo, derrotada.
Vampiro cabezón.
—¿Te funciona el ser de esta manera con los demás?
Se da media vuelta para mirarme, puesto que me ha adelantado para adentrarse en la habitación. Me mantengo quieta en la entrada, sin pasar.
—¿De esta manera? —repite.
—Sí. —Le miro fijamente.
Camina con lentitud hacia mí y me mira como un cazador a su presa. Mantengo la cabeza en alto.
—¿Cómo es "de esta manera", humana? —me observa con cierta intensidad.
Doy un paso en su dirección, acortando la distancia que nos separa, sin amedrentarme.
—Ya sabes... Conseguir que hagan los demás lo que tú quieras solo por cómo te muestras ante ellos.
Kael pasa la lengua lentamente por su labio inferior.
Sigo el gesto con la mirada.
—¿Por qué no? ¿Por qué no hacer que los demás hagan lo que yo quiero si tengo el poder y las herramientas para conseguirlo? —cuestiona con cierta altanería.
Con confianza, apoyo el dedo índice en su pecho y mantengo el contacto visual.
—Pues más te vale hacer un poco más de esfuerzo conmigo porque no pienso dejar que me controles cómo a ti te apetezca.
Me dedica una sonrisa ladeada. Sus ojos parecen hambrientos. Hambrientos de algo que no estoy segura de saber descifrar con exactitud.
—¿Tú crees?
Ahora es mi turno de sonreír.
—Ya lo creo, Kael —pronuncio su nombre con lentitud antes de girarme para darle la espalda y comenzar a bajar las escaleras.
Ahí se queda.
Al instante, su mano me envuelve la muñeca derecha para hacerme girar. Por lo que, sin ninguno evitarlo, me choco contra su duro pecho. Alzo el mentón para mirarlo.
—¿A dónde crees que vas? —cuestiona con un tono de voz duro y ronco.
—¿Te importa? —Alzo una de mis cejas.
—Te estoy preguntando —contesta.
Paso la lengua por mi labio inferior, retándole. Consigo lo que quiero puesto que su mirada se desvía por un segundo hacia esa zona en concreto.
—A hacer cosas más interesantes que estar siguiéndote para ver cómo guardas el espejo en el cuarto —señalo la habitación con ambas manos.
Alza ambas cejas, curioso.
—¿Cómo qué?
Dudo.
La verdad que no había pensado nada en concreto.
—El exterior —improviso.
—¿El exterior? —Su curiosidad aumenta.
—Eso he dicho. ¿No me has oído? —le provoco.
Se inclina un poco hacia mí. Su aliento choca con mi cara al instante. Dejo de respirar por unos segundos por la sorpresa.
—Perfectamente, humana.
—Genial —es lo único que consigo pronunciar puesto que, por primera vez, consigue ponerme nerviosa.
—Entonces te acompaño —dice poco después.
Le miro, confusa.
—¿No tienes nada mejor que hacer que seguirme? —cuestiono.
—No. —Su respuesta es corta de la misma manera que cortante.
Mientras tanto, ninguno de los dos se ha alejado del otro. Por lo que, cuando me percato de ello, le dedico una última mirada antes de girarme y comenzar a bajar las escaleras. No hace falta que mire por encima del hombro para comprobar de que Kael me está siguiendo.
Sonrío, satisfecha.
El sonido de sus pasos detrás de mí es constante, pausado, como si no tuviera prisa alguna en alcanzarme. Mi sonrisa se ensancha un poco más al pensar que, a pesar de su actitud altanera y su aire de superioridad, está jugando exactamente como yo quiero. Aunque, claro, también podría ser él quien lleva el control y simplemente me deja creer lo contrario.
Al llegar al pie de las escaleras, me detengo en seco. Su proximidad es evidente cuando lo escucho frenarse justo detrás de mí. Puedo sentir su presencia, incluso sin mirarlo.
—Espero que no estés esperando que te enseñe todo el lugar como si fuese tu guía personal —digo, sin girarme.
—No lo necesito. Conozco cada rincón de esta mansión mejor que tú.
—¿Ah, sí? —Me giro para encararlo. Su cercanía me hace dar un pequeño paso hacia atrás, pero me recupero al instante, enderezando los hombros—. Entonces dime, ¿qué hay detrás de esa puerta? —Señalo una entrada al final del pasillo, una que no había tenido oportunidad de explorar aún.
Kael sigue mi gesto con la mirada y una sombra de algo —¿molestia, duda? —cruza por sus ojos antes de volver a mirarme.
—No necesitas saberlo.
—Eso suena sospechoso —cuestiono, ocultando una pequeña sonrisa.
—Y, sin embargo, no voy a explicarte nada —responde con una tranquilidad que me irrita.
—¿Por qué no?
—Porque no todo está a tu disposición, humana.
Pongo los ojos en blanco, cruzando los brazos.
—Si tan poco te importa, ¿por qué no simplemente dejas de seguirme y me dejas explorar lo que yo quiera?
Kael sonríe, esa sonrisa torcida que tanto me pone los nervios de punta.
—Porque me divierte ver cómo intentas desafiarme.
No sé si reírme o pegarle. Aunque, dado que es un vampiro con siglos de experiencia, probablemente la segunda opción no sería muy efectiva.
—¿Siempre eres tan insoportable?
—¿Siempre eres tan obstinada? —contrataca él sin perder la compostura.
Le mantengo la mirada un momento antes de darme media vuelta y comenzar a caminar hacia la puerta que he señado hace apenas unos minutos. No me detiene esta vez, pero puedo escuchar sus pasos siguiéndome de cerca.
Cuando llego, me detengo frente a la pesada madera tallada y pongo la mano en la manija.
—¿Estás segura de querer entrar ahí? —pregunta, su voz cargada de un tono que no logro descifrar del todo.
—¿Por qué no?
—Porque algunas puertas es mejor dejarlas cerradas.
Le miro por encima del hombro, evaluándolo. Hay algo diferente en su expresión ahora. Menos prepotencia, más... ¿advertencia? Pero, ¿de qué?
—Solo hay una manera de averiguarlo —respondo antes de empujar la puerta.
Lo que encuentro al otro lado es suficiente para hacer que mi corazón dé un vuelco.
La puerta se abre con un chirrido pesado, como si los años hubieran ellado cada bisagra en un pacto de silencio. Frente a mí se extiende una habitación sumida en penumbra, iluminada apenas por la luz tenue que se filtra a través de unas cortinas gruesas. El aire es denso, cargado con un aroma antiguo, como el de libros viejos mezclados con un leve toque metálico.
—Vaya, qué acogedor —murmuro, intentando sonar más valiente de lo que realmente me siento.
Kael permanece en el umbral, sus ojos clavados en la habitación con una intensidad que no había visto antes. No dice nada, pero su expresión está lejos de ser neutral.
Doy un paso adelante, mis botas crujen contra el suelo de madera. Mis ojos comienzan a ajustarse a la penumbra, y entonces lo veo: en el centro de la habitación hay un gran círculo tallado en el suelo, cubierto de símbolos que no entiendo. Alrededor, objetos aparentemente dispuestos al azar: un cáliz volcado, una daga cubierta de óxido, y lo que parece ser un viejo diario, abierto en una página amarillenta.
—¿Qué es esto? —pregunto en voz baja, más para mí misma que para él.
Kael finalmente entra, aunque se mantiene a una distancia prudente.
—Un recuerdo —responde con voz grave.
Me vuelvo hacia él, confundida.
—¿De qué?
Sus ojos se encuentran con los míos, y por un instante, casi parece humano. Casi.
—De algo que preferiría no mencionar.
Eso solo aviva mi curiosidad. Ignorando su tono de advertencia, camino hacia el diario y me inclino para echar un vistazo. La caligrafía es antigua, elegante pero desordenada, como si quien lo hubiera escrito estuviera desesperado. Las palabras, aunque difíciles de leer, me parecen un idioma conocido pero distinto.
—No lo toques. —La voz de Kael es como un látigo, dura y afilada.
—¿Por qué no?
—Porque no tienes idea de lo que estás haciendo —gruñe, y en un parpadeo está a mi lado, su mano atrapando la mía antes de que pueda siquiera rozar las páginas.
El contacto de su piel fría contra la mía me hace estremecer, pero no retrocedo.
—Entonces explícame. ¿Qué significa todo esto?
Él aprieta la mandíbula, claramente debatiéndose consigo mismo. Finalmente, suelta un largo suspiro y suelta mi mano con cuidado, como si temiera que fuera a romperme.
—Es un vestigio de un pacto que nunca debió hacerse.
—¿Un pacto? —repito, intrigada.
—Con fuerzas que ningún humano debería invocar —añade, su tono sombrío.
Miro el círculo tallado en el suelo, los objetos dispersos. Todo parece tan inofensivo, pero el peso de sus palabras sugiere lo contrario.
—¿Qué pasó?
—La última vez que alguien abrió ese libro, desató uno de los conjuros que ni siquiera el aquelarre que vivía en la mansión supo controlar. Nadie decide cual es el hechizo que saldrá a la luz.
Mi mirada regresa al diario, ahora más consciente de lo que puede implicar. Pero una parte de mí, la que nunca ha sabido cuándo detenerse, quiere saber más.
El aire se siente más pesado de repente, como si algo en esa habitación hubiera despertado solo por mencionar esas palabras. Por primera vez, me pregunto si abrir esa puerta fue un error.
El silencio que se instala entre nosotros es tan espeso que apenas puedo respirar. Miro a Kael, buscando respuestas en su expresión, pero todo lo que encuentro es una mezcla de advertencia y cansancio, como si las palabras que acaba de pronunciar le hubieran costado más de lo que quería admitir.
—¿Hay algo que acecha por aquí? —pregunto, mi voz más baja de lo que pretendía.
Kael no responde de inmediato. En cambio, da un paso hacia el círculo tallado en el suelo, sus movimientos cuidadosos, como si cualquier paso en falso pudiera desencadenar algo terrible.
—No lo sé —admite finalmente, su voz apenas un susurro—. Pero no estoy dispuesto a averiguarlo por ti.
Mis ojos se clavan en el diario. Algo en esas páginas parece llamarme, como un eco lejano que no puedo ignorar.
—¿Y si es la clave? —digo, sin apartar la mirada del libro—. ¿Y si ahí está la respuesta?
Kael se gira hacia mí, su mirada dura.
—¿La respuesta a qué?
—A todo esto. —Extiendo los brazos, señalando la habitación, la mansión, incluso a él—. Tú llevas aquí dos siglos atrapado. Yo no sé ni por qué estoy aquí. Esto... esto no puede ser casualidad.
Él aprieta los labios, claramente poco convencido, pero no me detiene cuando doy un paso más hacia el diario.
—No lo hagas —insiste, aunque su tono es más una súplica que una orden.
Me detengo un instante, sus palabras calando en mi mente. Pero hay algo dentro de mí que es más fuerte. Mi mano se alarga hacia el diario, y esta vez Kael no se mueve para detenerme. Su silencio es ensordecedor, y me pregunto si está dejando que tome la decisión por mí. Aunque quisiera, mi cuerpo no reacciona ante mí. Y una mezcla de desesperación e impotencia me recorre el cuerpo. ¿Por qué no puedo detener mi brazo? Mis esfuerzos en evitarlo son en vano.
Mis dedos apenas rozan las páginas cuando una ráfaga de aire helado atraviesa la habitación, apagando la escasa luz que se filtraba por las cortinas. El aire se vuelve gélido, y un murmullo apenas audible llena el espacio, como si las paredes susurraran secretos prohibidos.
—Te lo advertí —gruñe Kael, y en un abrir y cerrar de ojos está a mi lado, tirando de mi brazo para apartarme del libro.
—Yo... yo no fui la que...
Pero es demasiado tarde. Las palabras en la página comienzan a brillar con un tono rojizo, y el círculo en el suelo se ilumina con una luz ominosa. Siento un hormigueo en la piel, como si algo estuviera despertando, algo antiguo y hambriento.
—¿Qué está pasando? —logro decir, mi voz temblando.
Kael no responde. Su atención está fija en el círculo, sus ojos oscuros reflejando la luz que emana de los símbolos.
—Aléjate de aquí —ordena, su tono firme.
—No sin ti —contradigo.
Él me mira, con una mueca de sorpresa, pero no hay tiempo para discutir. Un sonido gutural, como un gruñido profundo, resuena desde el centro del círculo. Es un ruido que no pertenece a este mundo, y el suelo parece vibrar bajo mis pies.
—Corre —susurra Kael, aunque no parece dispuesto a moverse.
Y entonces lo veo. Una forma oscura comienza a materializarse en el aire, un vórtice de sombras que se retuercen y se expanden, tomando forma. Algo está saliendo del círculo, algo que no debería estar aquí.
Mi instinto grita que huya, pero mis pies no responden. Estoy paralizada, incapaz de apartar la mirada de esa cosa que está emergiendo frente a nosotros.
Kael se mueve, colocándose entre el círculo y yo. Sus hombros se tensan, y su postura cambia, como si se preparara para luchar.
—Te dije que no tocaras nada —gruñe, aunque no hay rabia en su tono, solo algo parecido a la resignación.
Evito volver a decirle que, en realidad, yo no tenía el control de mi cuerpo. Ya se lo diré después si es que seguimos vivos.
—¿Y ahora qué hacemos? —pregunto, intentando mantener la calma mientras mi corazón late con fuerza en mi pecho.
Kael no responde de inmediato. Sus ojos están fijos en la forma oscura que se alza ante nosotros, y por primera vez desde que lo conocí, parece realmente preocupado.
—Sobrevivir —responde finalmente, su voz baja pero decidida—. Si podemos.
El rugido de la criatura llena la habitación, un sonido que parece resonar en mi pecho y arañar mis pensamientos. Kael está tenso frente a mí, su cuerpo una barrera entre la cosa y yo, pero no puedo dejar de pensar en lo que acaba de suceder.
No fui yo. Algo me empujó. Algo más quería que tocara ese libro.
—No me mires así, Kael —digo, mi voz temblorosa pero firme—. No lo hice por voluntad propia.
Él gira ligeramente la cabeza para mirarme, su mirada incrédula y frustrada.
—¿Qué estás diciendo?
—Lo que oíste. —Respiro hondo, intentando ordenar mis pensamientos mientras la criatura comienza a tomar una forma más definida, como un espectro hecho de humo y sombras—. Algo... algo estaba en mi cabeza. Me hizo tocarlo.
Kael maldice entre dientes, pero no hay tiempo para más explicaciones. La criatura lanza un rugido desgarrador y se abalanza hacia nosotros, una masa amorfa de oscuridad y garras.
—¡Muévete! —grita Kael, empujándome hacia un lado justo a tiempo para evitar el ataque.
Caigo al suelo, pero mi mente sigue funcionando a toda velocidad. Si algo me controló para liberar a esta cosa, entonces debía haber un propósito. No era un error, sino un plan.
Un plan que podemos revertir.
Me miente se desvía al recuerdo del espejo que Kael llevaba minutos antes. De repente, recuerdo algo que leí en un libro viejo sobre espejos y entidades oscuras: reflejan lo que no pertenece al mundo físico.
—Kael, necesitamos llevarlo a la sala de los espejos. —Mi voz es firme, a pesar del caos.
Él me lanza una mirada de incredulidad mientras lucha por mantener a la criatura a raya, esquivando sus ataques con movimientos rápidos y precisos.
—¿Qué demonios estás diciendo ahora?
—¡Los espejos! —grito, levantándome del suelo—. Podemos atraparlo ahí. Reflejarlo, encerrarlo. No sé cómo explicarlo, pero sé que funcionará.
Kael vacila un momento, y eso es suficiente para que la criatura logre arañarle el brazo. Él gruñe de dolor, pero no retrocede.
—Espero que tengas razón, humana —dice entre dientes, agarrándome del brazo y tirándome hacia la puerta—. Porque si no, los dos moriremos esta noche.
Corremos por los pasillos oscuros de la mansión, la criatura detrás de nosotros, moviéndose como una sombra viva. Sus gruñidos reverberan en las paredes, y cada vez que me atrevo a mirar hacia atrás, la veo más cerca.
Llegamos a la sala de los espejos, una habitación amplia con paredes cubiertas de grandes espejos antiguos. La luz de la luna que entra por una ventana alta hace que el espacio brille de manera fantasmal.
Sin esperar ni un segundo más, corro por la habitación a la vez que voy bajando las sábanas al suelo.
—¿Y ahora qué? —pregunta Kael, cerrando la puerta tras nosotros mientras la criatura comienza a golpearla desde el otro lado.
Pienso rápido, mis ojos recorriendo la habitación. Necesitamos un señuelo, algo para atraer a la criatura al centro, donde estará rodeada por los espejos.
—Cuando entre, hay que hacer que se refleje en todos los espejos a la vez —digo, corriendo hacia uno de los espejos y ajustándolo para que esté perfectamente orientado.
Kael me observa por un segundo antes de empezar a mover otros espejos, comprendiendo mi plan.
La puerta finalmente cede, y la criatura entra, un torbellino de oscuridad que parece devorar la luz.
—¡Oye, aquí! —le grito, agitando los brazos para llamar su atención.
Funciona.
La criatura se lanza hacia mí, y en el último momento, me aparto, dejándola caer justo en el centro de la sala.
Los espejos comienzan a brillar, reflejándola desde todos los ángulos. La criatura parece confundida, girándose sobre sí misma mientras su imagen se multiplica infinitamente. Un rugido ensordecedor llena la sala cuando intenta escapar, pero los reflejos la atrapan como una prisión de cristal.
Kael, sin perder tiempo, coge uno de los espejos más pequeños y lo coloca frente al principal. Las luces se intensifican, y la criatura emite un último alarido antes de ser absorbida completamente por los reflejos, dejando la sala en completo silencio.
Odio admitirlo, pero estoy casi pegada a Kael. Como si de alguna manera él pudiera brindarme protección y seguridad.
—Funcionó —susurra Kael, su respiración pesada mientras me mira con una mezcla de alivio y asombro.
—Te lo dije —respondo, aunque mis piernas tiemblan por el agotamiento.
Kael se queda mirando los espejos, ahora completamente inertes, como si esperara que la criatura volviera a surgir de ellos en cualquier momento. Pero todo está en calma. Finalmente, sus ojos se giran hacia mí, y en ellos veo algo que no esperaba: confusión.
—¿Cómo sabías que eso funcionaría? —pregunta, cruzando los brazos. Su tono es más curioso que acusador, pero sigue cargado de incredulidad.
Me encojo de hombros, intentando restarle importancia.
—He estado leyendo.
—¿Leyendo? —repite, arqueando una ceja, claramente poco convencido—. ¿Qué tipo de lectura exactamente incluye cómo atrapar entidades en una sala de espejos?
Suelto un suspiro y me apoyo en uno de los marcos ornamentados, todavía tratando de calmar mi respiración.
—Cuando llegué aquí, había libros en la biblioteca que me llamaron la atención. Algunos hablaban sobre las brujas que vivieron en esta mansión hace siglos. De rituales, objetos antiguos...
Kael me observa fijamente, como si intentara decidir si estoy diciendo la verdad. Parece considerar mis palabras, sus ojos oscuros recorriendo la sala con una expresión que no consigo descifrar.
—Si lo que has dicho antes es cierto de que alguien o algo quería que tocaras ese libro...
—No fue casualidad —completo, mi mirada fija en los espejos.
Kael asiente lentamente. Me observa durante unos segundos antes de hablar, su tono más suave de lo que jamás había escuchado.
—Eres más astuta de lo que creí.
—Y tú deberías confiar más en mí —replico con una sonrisa débil.
Por primera vez, Kael sonríe, aunque solo sea un poco.
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La tensión en la sala de los espejos es palpable incluso después de que la criatura haya desaparecido. Kael sigue observando los espejos con una mezcla de desconfianza y algo que no logro identificar. Tal vez preocupación. Yo, por mi parte, me aparto del marco del espejo y me cruzo de brazos, intentando calmar los temblores que aún recorren mi cuerpo.
—Deberíamos salir de aquí —digo finalmente, rompiendo el silencio.
Kael asiente, pero no se mueve de inmediato. Sus ojos se posan en mí, oscuros y penetrantes, como si intentara leer más allá de mis palabras.
—¿Qué? —pregunto, sintiéndome incómoda bajo su escrutinio.
—Tienes más agallas de las que esperaba —admite, su tono casi burlón, pero hay algo más detrás de esas palabras. Algo que hace que mi estómago se contraiga.
—¿Eso es un cumplido viniendo de ti? —replico, arqueando una ceja.
Él sonríe de lado, esa sonrisa arrogante que parece estar diseñada para hacerme perder los nervios.
—No te acostumbres.
Le paso de largo, ignorando la calidez que su mirada deja en mi piel.
—Necesito un poco de aire después de esto.
Salimos de la sala y caminamos por los largos pasillos de la mansión. Las sombras parecen más profundas que antes, pero la luz de la luna que entra por las ventanas nos guía. Finalmente, llegamos a una de las puertas traseras que conduce al patio, para mi sorpresa.
Al abrirla, me detengo, sorprendida por la magnitud del espacio. El patio es enorme, un océano de césped y jardines descuidados que rodean la mansión por completo. La luna ilumina las formas de los árboles torcidos y las fuentes rotas, dándole un aire etéreo y algo melancólico.
—¿Es esto todo el patio? —pregunto, dando un paso hacia el césped húmedo.
Asiente.
—Conozco la zona al detalle.
—Es lo que tiene estar maldecido tanto tiempo, ¿cierto? —Creo que no le ha gustado la forma en el que lo he dicho, puesto que me lanza una mirada que podría congelar el aire.
—Cuidado, humana. Estás cruzando una línea peligrosa.
Le observo con fijeza.
Kael no dice nada más, pero la forma en que su mandíbula se tensa me dice que he tocado un nervio.
—Ven por aquí —dice de repente, cambiando de tema y avanzando por el sendero principal del patio.
Lo sigo, mis ojos recorriendo los jardines mientras caminamos. A medida que nos adentramos más en el patio trasero, la atmósfera cambia. Los árboles son más altos y gruesos, sus ramas entrelazadas formando un dosel que apenas deja pasar la luz de la luna. A lo lejos, veo algo que llama mi atención.
—¿Es eso... un cementerio? —pregunto, señalando las cruces de piedra y las lápidas que apenas se vislumbran entre la maleza.
Kael se detiene y me mira con seriedad.
—No te acerques.
—¿Por qué?
—Porque no sabes lo que podrías desatar.
El tono de su voz es lo suficientemente grave como para que me detenga, pero no puedo evitar sentirme intrigada.
—¿Qué hay ahí?
Kael me mira como si evaluara si decirme la verdad o no. Finalmente, suelta un suspiro.
—Los restos de quienes estaban aquí antes. No todos ellos descansan en paz.
Un escalofrío recorre mi espalda, pero intento no mostrarlo.
—De acuerdo, lo tendré en cuenta —digo, aunque mi curiosidad sigue picándome por dentro.
Seguimos caminando, y el ambiente se relaja un poco. El silencio del patio es casi reconfortante después de la tensión de la sala de los espejos. Pero entonces siento la mirada de Kael en mí otra vez.
—¿Qué? —pregunto, deteniéndome y girándome hacia él.
—Nada —responde, pero la forma en que me mira, intensa y cargada de algo que no puedo descifrar, dice lo contrario.
—No parece que sea "nada".
Él da un paso más cerca, invadiendo mi espacio personal de esa manera que siempre hace que mi corazón se acelere, aunque no quiera admitirlo.
—Solo me pregunto cómo es que una simple humana como tú puede ser tan terca y meterse siempre en problemas.
—Tal vez porque no soy tan simple como crees —respondo, levantando la barbilla.
Kael sonríe, esa sonrisa ladeada que me pone los nervios de punta y, al mismo tiempo, me hace sentir un calor inexplicable.
—Eso está claro.
Antes de que pueda responder, sigue caminando, dejándome atrás con un millón de preguntas y el eco de su mirada aún clavado en mí.
El silencio del patio se siente más pesado mientras trato de sacudirme el efecto que Kael tiene sobre mí. Camino tras él, intentando que mi mente se centre en cualquier cosa que no sea su sonrisa o la intensidad de sus ojos.
—¿Entonces cuánto sabes realmente de este lugar? —pregunto finalmente, rompiendo el silencio.
Kael se detiene junto a una fuente rota, sus dedos trazando distraídamente los bordes cubiertos de musgo.
—Lo suficiente —responde, su voz tranquila pero cargada de reservas.
Ruedo los ojos.
—¿Eso es todo lo que obtengo? Una respuesta vaga.
Él gira hacia mí, inclinándose ligeramente para que nuestros rostros estén más cerca de lo que debería ser cómodo.
—¿Qué es lo que esperas, humana? ¿Que comparta contigo todos los secretos de este lugar como si fuéramos viejos amigos?
—No, pero sería útil si me contaras al menos lo necesario para no desatar algo peor de lo que vimos en la sala de los espejos —replico, manteniendo su mirada.
Kael se queda en silencio por un momento, como si estuviera considerando mis palabras.
—Este lugar fue construido por un aquelarre poderoso. Todo lo que hicieron aquí dejó cicatrices, en los muros, en el suelo, incluso en los espejos. Esas brujas no solo vivieron aquí, dejaron partes de sí mismas en cada rincón.
Mis ojos se fijan en él, estudiando su expresión.
—¿Y qué hay del cementerio? Dijiste que no todos descansan en paz. ¿Qué significa eso realmente?
Kael se tensa, como si la pregunta le incomodara.
—Significa que algunas brujas hicieron cosas que ni la muerte pudo detener. Sus cuerpos están enterrados ahí, pero sus almas...
—¿Siguen aquí? —pregunto, terminando su frase.
Él asiente lentamente.
—Algunas, sí.
Un escalofrío me recorre, pero trato de disimularlo.
—Bueno, eso explica muchas cosas, supongo.
Kael alza una ceja.
—¿Por ejemplo?
Me encojo de hombros, fingiendo despreocupación.
—Por ejemplo, por qué este lugar es un imán para el caos y por qué sigo aquí atrapada contigo.
Una sonrisa ladeada asoma en su rostro, pero no hay humor en ella.
—¿Sigues culpándome de eso?
—No —respondo, aunque no estoy del todo segura de si lo creo.
Sigo caminando, adelantándome a él, y mis pasos me llevan más cerca del límite del patio trasero. A la distancia, puedo ver el mausoleo alzándose como una sombra entre los árboles.
—¿Qué hay en el mausoleo? —pregunto, sin mirarlo.
—Nada que quieras descubrir —responde de inmediato, su voz grave.
Me giro hacia él, cruzándome de brazos.
—¿Siempre respondes con evasivas?
Kael da un paso hacia mí, y su presencia es como una sombra envolvente.
—Solo cuando la verdad sería peor de lo que estás preparada para escuchar.
—Tal vez deberías dejar que yo decida eso —replico, mi tono desafiante.
Kael se queda en silencio, y por un momento, parece estar luchando consigo mismo. Finalmente, da un paso atrás y desvía la mirada hacia el mausoleo.
—Ese lugar no es para los vivos. Ni siquiera para mí.
La sinceridad en su voz me desconcierta, y decido no insistir más... por ahora.
—Está bien, pero si en algún momento decido ir, no intentes detenerme —digo, más para provocarlo que porque realmente tenga la intención de acercarme al mausoleo.
Kael me lanza una mirada que podría congelar el aire.
—Si decides ir, Clers, será tu tumba.
Las palabras me golpean como un cubo de agua fría, y aunque intento fingir que no me afectan, la seriedad en su tono me deja inquieta.
El silencio cae entre nosotros nuevamente mientras regresamos por el sendero hacia los jardines principales. La tensión entre nosotros sigue ahí, como un cable eléctrico que chisporrotea a cada paso, pero esta vez ninguno de los dos lo rompe.
El sendero serpentea entre los árboles torcidos, y el crujir de las hojas bajo nuestros pies es el único sonido que llena el aire. A medida que avanzamos, la mansión vuelve a emerger entre las sombras, sus altos muros proyectando una presencia imponente bajo la luz de la luna.
Me detengo junto a un banco de piedra cubierto de musgo y me dejo caer con un suspiro. El aire frío acaricia mi piel, y cierro los ojos por un instante, intentando calmar la vorágine de pensamientos que me asedia.
Kael, sin embargo, no se detiene. Camina hasta una estatua cercana, observándola con una expresión distante.
—¿Siempre fuiste así? —pregunto, rompiendo el silencio de nuevo.
Él gira la cabeza hacia mí, confuso.
—¿Así cómo?
—Tan... cerrado. Como si llevaras todo el peso del mundo sobre tus hombros —explico, apoyando los codos sobre mis rodillas mientras lo miro.
Una leve sonrisa, apenas un destello, cruza su rostro.
—¿Crees que tengo elección?
—Creo que podrías intentarlo —respondo, encogiéndome de hombros.
Kael se gira hacia mí, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Es fácil decirlo cuando no has pasado doscientos años atrapada en un lugar lleno de recuerdos y monstruos.
Su tono es cortante, pero hay algo más debajo, una vulnerabilidad que no puede esconder del todo.
—Tal vez, pero tampoco estoy aquí por elección propia, ¿recuerdas? —le replico, mi tono más suave de lo que esperaba.
Kael me observa en silencio, como si mis palabras lo hubieran desarmado. Finalmente, desvía la mirada hacia el cielo estrellado.
—No pedí esto. Ni la maldición, ni la mansión, ni... —Hace una pausa, como si no quisiera terminar la frase.
—Ni yo —completo por él, con un amargo toque de humor.
Kael me mira de nuevo, sus ojos oscuros y serios.
—Tú menos que nada.
Sus palabras me sorprenden, y mi corazón da un vuelco inexplicable. Intento no dejar que se note, manteniendo mi fachada de indiferencia.
—Bueno, qué alentador. Gracias por aclararlo —murmuro, apartando la mirada hacia el césped.
Kael da un paso hacia mí, y la intensidad en sus ojos vuelve a atraparme.
—No lo entiendes. Algo en ti... —Se interrumpe, frunciendo el ceño como si no quisiera darme información.
—¿Algo en mí qué? —pregunto, mi voz más baja de lo que esperaba.
Él sacude la cabeza, como si intentara deshacerse de sus propios pensamientos.
—Nada. Olvídalo.
Me levanto del banco, frustrada.
—No puedes seguir haciendo eso. No puedes soltar pedazos de información y luego esperar que me quede satisfecha con el silencio.
Kael me mira con una mezcla de exasperación y algo más profundo que no puedo descifrar.
—No estoy acostumbrado a tener que explicar nada a nadie, Clers.
—Pues acostúmbrate, porque estamos atrapados juntos, ¿recuerdas?
Nos quedamos mirándonos durante lo que parece una eternidad, la tensión entre nosotros aumentando con cada segundo. Finalmente, Kael se da la vuelta y comienza a caminar de regreso hacia la mansión.
—Venga. Es tarde —dice sin mirarme.
Miro su espalda, considerando si seguirlo o quedarme en el patio bajo la fría luz de la luna. Pero algo en su tono, algo en la forma en que sus palabras parecen más una súplica que una orden, me hace decidirme.
Lo sigo, aunque mi mente sigue llena de preguntas sin respuesta.
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Hola, holaaa!!! Volvimos a las actualizaciones jiji
Ellos me matannnn, amo sus interacciones y las tensiones que tienen buahhh ;)
Nos vemos estas semana con nuevas actualizaciones jiji
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