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CAPÍTULO 3


Clers

Kael me observa a la vez que camina por la sala. Le sigo con la mirada. No tengo pensado bajar la guardia cuando esté con él. Bueno, y tampoco cuando esté sola. Kael puede aparecer en cualquier momento. Ya lo he estado comprobando en este tiempo que he estado en la mansión.

—Lo más importante de todo: El antiguo libro.

Frunzo el ceño, confundida.

—¿No deberías haberlo encontrado?

Sonríe con ironía.

—Cada año desaparece y vuelve a aparecer en un lugar distinto de la gran biblioteca cuando llega este periodo de tiempo. Claro que cada año soy capaz de encontrarlo, pero ¿de qué serviría si no puedo utilizarlo?

—Siempre te falta el humano —adivino.

Kael termina asintiendo. Me percato de cómo su mandíbula está tensa.

—Hasta ahora —la forma en que lo dice hace que me encoja un poco. No parece que lo dijera de manera amigable.

Necesito tranquilizarme un poco y poder pensar bien en todo lo que me está ocurriendo y estoy descubriendo en tan poco tiempo. Dejo de mirarlo a los ojos para desviarlos hacia la ventana a la vez que camino hacia ella. Me cruzo de brazos sobre el pecho. Sé que Kael sigue cada paso que doy, como si pensara que pudiera escapar. ¿Cómo hacerlo si no tengo ninguna oportunidad ni idea para conseguirlo?

Vuelvo la atención al exterior. Fuera, la noche continúa inundando cada esquina de la finca. El viento sopla con fuerza, chocando con los cristales. ¿Qué hora será?

—Así que no puedes ni buscar lo que necesitas ni leerlo hasta que no llega esta fecha —cuestiono sin apartar la mirada de la ventana.

Asiente.

—Exacto.

—Genial —digo con ironía.

Escucho como Kael resopla. Es en ese momento cuando decido volver a mirarle. Al instante le encuentro apoyado en una de las cajoneras que se encuentran a mi derecha. Su postura parece relajada. Incluso, aun así, sigue siendo mucho más alto que yo. Su figura y su musculatura, junto a la energía que desprende, es lo que hace que su presencia sea muy imponente.

Demasiado.

Aparto la mirada de su cuerpo para dirigirla a sus ojos. Finjo seguridad cuando Kael no para de mirarme como si me estuviera analizando.

—Tú no quieres tenerme cerca y está claro que yo tampoco —comienza—. Pero, aun así, tenemos que colaborar para eliminar ambas maldiciones y, para ello, vamos a tener que pasar tiempo juntos para encontrar todo lo que necesitamos. Por lo que, por el momento, no nos vamos a poder librar el uno del otro, humana.

—Bien

—Bien —repite.

Nos miramos a los ojos fijamente, como si estuviéramos haciendo un duelo para ver quién gana.

—Entonces, lo primero que tenemos que hacer es encontrar el libro. Y allí encontraremos todo lo que necesitamos para hacer el ritual la próxima luna llena, ¿me equivoco?

—En absoluto. —Kael cruza los brazos contra su pecho, haciendo que la musculatura de esa zona se apriete mucho más con su ropa.

—Genial. Empezaremos mañana, entonces.

Y, desafiándole, recorro la sala hasta llegar hacia la puerta donde me dejará en las escaleras. Kael no tarda en cortarme el paso.

—¿A dónde vas?

Arrugo el entrecejo y alzo el mentón para mirarle.

—A dormir.

Hace una mueca.

—A dormir —reafirma.

Parece que el gusta repetir lo que digo. Ni que fuera un loro.

—¿Sí? No sé cómo lo hacéis vosotros, pero yo necesito descansar.

Kael se queda en silencio un par de segundos, aguantándome la mirada antes de apretar la mandíbula y asentir.

—Bien. Te dejaré unas horas para dormir —acepta.

Pongo los ojos en blanco.

—Qué amable —respondo con ironía.

Lo iba a hacer igual con o sin su permiso. Él no tiene ningún poder sobre mí.

Antes de que diga nada más, paso por su lado hasta dejarle solo en la sala. No quiero seguir hablando con él. Lo que necesito es apoyar ya la cabeza en la almohada. Llegar a la habitación. Cuya habitación no es mía y no sé cómo de segura y cómoda me voy a sentir durante este largo mes.

Miro el reloj antes de subir por las escaleras.

Son las tres de la madrugada.

Genial.

Entiendo ahora mi agotamiento. A parte de todo el trabajo que estuve haciendo durante el día sin parar. Entre decorar la casa y el pueblo, como la celebración en la plaza.

Lo único que se escucha por la estancia es el crujido de los escalones conforme continúo subiendo hasta llegar a la segunda planta. Kael, por fin, me ha dejado tranquila, por lo que estoy completamente sola.

O eso creo.

Camino por el pasillo, intentando recordar el recorrido que Kael me enseñó hasta mi cuarto. Cinco minutos después, lo encuentro. Rodeo con los dedos el pomo de la puerta hasta abrirla, entrar y cerrar de nuevo tras de mí.

No espero más. Camino hacia la cama hasta caer de golpe en ella y poder descansar. Deseando que todo esto solo sea un mal sueño.

✞✞✞✞✞✞✞✞✞✞

Abro los ojos al instante y me incorporo hasta quedar sentada en la cama cuando siento una presencia en la habitación. Recorro con la mirada cada esquina de la estancia, pero no hay nada.

No hay nadie.

Estoy completamente sola.

El corazón late acelerado ante la idea de no estar sola. O lo que es peor, no poder identificar si hay alguna amenaza dentro de la habitación mientras dormía.

Quizás sean imaginaciones mías, pero esa sensación era tan real que consigue que me mantenga en alerta. Opto por terminar saliendo de la cama, puesto que no puedo dormir más, y caminar hacia la ventana para mover a ambos lados la cortina para que así entre más luz a la estancia. Cuando lo hago, la energía de la habitación cambia a otra muy distinta.

Me doy media vuelta, ahora que tengo más visibilidad, para observar el lugar. Todo sigue colocado de la misma manera que la primera vez que entré. Pero, a la vez, siento que todo es muy distinto.

¿De quién sería esta habitación? Sé que esta fue la residencia de uno de los aquelarres más antiguos de nuestro pueblo, pero no sé su historia. Apenas se sabe de ellas. De las creadoras de Denerwille.

Me acerco hacia el tocador y paso los dedos por encima de esta, conectando con el lugar. Cuando abro los cajones, lo único que encuentro son unos viejos cepillos, un espejo pequeño con decoraciones a su alrededor y una tiara. No lo toco por respeto, pero admiro la belleza de cada una de las piezas.

Decido salir de la habitación, al estar ya completamente despierta. Fuera, todo está en silencio.

Cierro la puerta tras de mí y miro ambos lados del pasillo. No sé por dónde ir. Hay tanto por investigar. Si tengo que pasar aquí un mes, al menos tendré que conocer la mansión. O todo lo que pueda.

Opto por ir hacia la izquierda, puesto que por la derecha me lleva a las escaleras. La iluminación ha mejorado considerablemente al haberse hecho de día, aunque casi todas las zonas inundan una leve oscuridad, como si ese fuera el verdadero aura de la casa y no se pudiera eliminar.

Conforme empiezo a caminar, a ambos lados hay puertas cada pocos segundos, pero no siento que llame mi curiosidad. Nada de nada. Por lo que no entro en ninguna de ellas.

El pasillo es largo y estrecho, con paredes de un color gris oscuro que parecen absorber la poca luz que entra por las ventanas. El suelo está cubierto de una alfombra desgastada y polvorienta, y los muebles se mantienen en un estado sorprendentemente impecable. Como si se hubiesen colocado ahí hace no mucho. Aunque sé que no es así puesto que una pequeña capa de polvo cubre cada uno de ellos.

A medida que avanzo por el pasillo, noto que hay una serie de símbolos extraños grabados en las paredes. Todos de manera salteada, sin ningún orden específico, como he podido comprobar. Algunos son pentagramas invertidos, otros son figuras que no consigo identificar. Decido dejarlo pasar y no pensar mucho en ello. Quizás pueda averiguarlo más adelante.

El aire está frío y húmedo, y siento un escalofrío que me recorre la espalda. Me detengo un momento y escucho, pero solo oigo el sonido de mis propios pasos.

De repente, oigo un ruido detrás de mí. Me vuelvo, pero no hay nadie.

No hay nada.

Siento el corazón acelerado, pero ignoro la sensación antes de fijar mis ojos en la puerta que tengo frente a mí. La única que queda allí antes de que el pasillo se bifurque yendo por ambos lados de esta.

Miro una vez más por encima del hombro para comprobar que estoy sola antes de llevar mis dedos hacia el pomo de la puerta. El tacto es frío, helado, cuando cierro la mano sobre este.

No tardo en abrirla, recibiendo a cambio un pequeño sonido de que, una vez más, la puerta es antigua. La cierro tras de mí antes de girarme y observar otro mundo completamente distinto. Como si me hubiera transportado a otra realidad. La biblioteca se extiende ante mí como un laberinto de libros, sus espaldas formando filas interminables que se pierden en la penumbra. El aire es denso, cargado con el aroma a cuero viejo y papel amarillento. Los rayos de sol que se filtran por las ventanas altas pintan motas de polvo que danzan en el aire, revelando la antigüedad de este lugar.

El suelo, cubierto por una gruesa alfombra persa, amortigua mis pasos mientras avanzo cautelosamente. Las paredes, revestidas en madera oscura, están repletas de estanterías que se elevan hasta el techo. Cuando alzo la mirada descubro que hay unas segunda planta. Camino con lentitud hacia una de las estanterías para tocar con suavidad los lomos. Libros encuadernados en cuero, con títulos dorados y ornamentos intrincados, se amontonan unos sobre otros. Algunos parecen tan antiguos que sus páginas crujen al ser tocadas cuando agarro uno al azar para ver su contenido.

Un escalofrío me recorre la espalda al notar la presencia de pasillos con poca iluminación entre las estanterías. Sombras se esconden en las esquinas, invitándome a explorar lo desconocido, aunque no lo hago. No en este momento. Necesito familiarizarme con mi alrededor. La luz tenue de los candelabros de bronce crea una atmósfera densa y oscura, acentuando la sensación de estar en un lugar fuera del tiempo.

Cuando salgo de uno de los pequeños pasillos para llegar a la zona principal, me percato que solo hay una única mesa en el centro de la estancia.

Un mesa con un candelabro, iluminando lo que hay encima de ella. No tardo en acercarme para detallar que artilugios hay ahí. Sobre esta, un libro abierto descansa, como si esperara a ser leído. Al pasar la mano por sus hojas, siento una energía extraña emanar de sus páginas. Es como si este lugar guardara secretos milenarios, historias que esperan ser descubiertas.

Decido seguir uno de los pasillos ocultos. A medida que avanzo, la luz se desvanece, dejando solo la tenue luz de los candelabros. El silencio es absoluto, solo roto por el sonido de mis pasos y el crujido de las tablas del suelo.

Al final del pasillo, me encuentro con una puerta de madera maciza. Está cerrada, pero puedo sentir una vibración que emana de ella. Con cuidado, la abro, y me encuentro en una habitación pequeña y oscura.

En el centro de la habitación hay una mesa de madera, sobre la que se encuentra un libro encuadernado en cuero negro. El libro está abierto, y sus páginas están llenas de símbolos y dibujos extraños.

Siento una sensación de peligro, pero también de curiosidad. Con cuidado, paso las hojas para ver su contenido. Aunque esta investigación es en vano. Las páginas están escritas en un idioma que no reconozco.

—Veo que ya has comenzado tú sola a recorrer el lugar —jadeo y me giro al instante, cerrando el libro de golpe, cuando escucho la voz de Kael muy cerca de mí.

Y no me equivoco. Apenas hay una distancia de dos pasos entre nosotros. Él me observa con una mezcla indiferencia y de... ¿curiosidad?

—¿Tendría que esperarte acaso? —cuestiono, en cambio.

—Eres muy contestona —comenta, pasando por mi lado hasta llegar al libro.

No le contesto.

Me doy media vuelta para centrar mi atención, de nuevo, en el libro.

—¿En qué idioma está escrito? —decido mantener el trato en paz, evitando tener los menos problemas posibles con él.

Kael me mira y alza una de sus cejas.

—Creía que los humanos tendrían un mínimo de cultura general, no solo de la vuestra —recrimina.

Me muerdo el labio inferior para no caer en su provocación.

—No podemos tener toda la información a nuestro alcance en un mundo donde está muy limitado ese mismo recurso —contesto brevemente, sin dejar de mirarlo a los ojos.

Suspira y niega con la cabeza.

—Es Xylo. Nuestro idioma.

Frunzo el ceño.

—Supongo que compartís la misma lengua —asiente.

—Y muchas más cosas de las que vosotros, los humanos, creéis. Al fin y al cabo ambos provenimos de la misma madre.

—Nyx —murmuro, pensativa.

Asiente y forma una pequeña sonrisa ladeada.

—Vaya, parece que sí sabes algo de nosotros. —Rompo el contacto visual con él para dirigirlo de nuevo al libro.

A Kael no le interesa que sé más de ellos de lo que piensa. No deseo alimentar más su curiosidad de la que ya tiene puesta en mí, aunque lo disimule con su frialdad.

Porque, al fin y al cabo, un vampiro a puesto sus ojos en mí.

—Pero sí, Nyx. La diosa de la noche y...

—Una de las hijas del caos —continúo sin poder evitarlo.

Siento su mirada penetrándome. Hago que no me doy cuenta. Mis dedos rozan de nuevo el libro para abrirlo y leer los textos, aunque no entienda el significado de ellos.

—Exacto —camina hasta quedar a mi derecha. Siento su fuerte presencia al instante—. Voy a empezar a pensar que sabes más de nosotros de lo que quieres admitir, humana.

Le miro.

—No lo creo —muestro, como puedo, una máscara de indiferencia para que no se percate de mi mentira.

Alzo la mirada hacia el pequeño ventanal que queda frente a mí. Camino hacia él, puesto que no he detallado más que el centro y uno de los pasillos de la biblioteca.

Una sensación de escalofrío recorre mi cuerpo cuando me acerco a este. Me cruzo de brazos y lo mantengo por debajo de mi pecho a la vez que escondo las manos en la chaqueta. Debería empezar a mirar el vestidor que hay en mi habitación. No puedo estar un mes entero con la misma ropa.

Cuando miro a mi izquierda encuentro apoyado a Kael de medio lado en la pared, analizándome.

—¿Cuántos años tienes, humana? —Rompo el contacto visual con él para terminar de acercarme al ventanal. Este da hacia el extenso patio trasero. No sabía que era tan grande hasta que lo estoy viendo desde esta perspectiva. Se nota que nadie ha estado cuidando de este, puesto que todo está hecho un desastre. Achino los ojos para intentar ver una de las cosas que ha captado mi atención del patio, pero no puedo llegar a verlo bien.

—Veintitrés, ¿por qué? —termino contestando.

Cuando le vuelvo a mirar, casi percibo un brillo de diversión en su mirada antes de que desaparezca como si nunca hubiera pasado y volver de nuevo a su rostro inescrutable.

—Eres joven. Una niña.

Alzo una de mis cejas.

—Aparentas tener mi edad —le replico.

—Bueno... sí, pero con dos siglos más.

Al instante, mi boca se abre levemente por la sorpresa. A Kael parece divertirle el gesto.

—Así que me toca convivir durante un mes con un vampiro que puede matarme en cualquier momento y que, además, tiene doscientos veintitrés años —trato de hacerme a la idea, pero Kael asiente de igual manera.

—No solo convivir, debes colaborar conmigo.

Suspiro.

—No hace falta que lo repitas. Lo tengo muy presente.

—Por si se te olvidaba.

Dejo atrás la zona del ventanal para caminar hacia el pequeño laberinto de pasillos de estanterías. Alzo la cabeza para mirar la parte de arriba, puesto que hay una segunda planta.

—Por este pasillo, al fondo, tienes la escalera —comenta Kael, pasando por mi lado para dirigirse hacia este, como si me hubiera leído la mente.

No me queda otra opción que seguirle.

Tal y como me dice, al final del pasillo hay una pequeña escalera de caracol. Me fijo en que está construido de madera, junto con una pequeña valla del mismo material que esta.

Pequeños crujidos suenan cuando ambos comenzamos a subir. Dejo una distancia prudencial con Kael en el proceso, puesto que no quiero chocarme con él.

Cuando llego a la segunda planta me doy cuenta de que es mucho más pequeña que la de abajo. Esta se caracteriza con un estrecho pasillo que llega hacia otro pasillo que deja ver el centro de la primera planta, donde se encuentra la mesa con el libro aún colocado sobre ella. Esta especie de palco interior empieza desde un lado del gran ventanal y termina en el otro lado, abriendo la zona principal.

Dejo atrás a Kael por mis ansias de descubrir todo lo que me rodea. Hay demasiado por investigar que, apuesto a que Kael ya ha visto cada esquina de la mansión. Ya que voy a estar aquí un mes, es un buen entretenimiento mientras que busco lo que necesitamos para romper las dos maldiciones.

Miro a mi alrededor. Es increíble la cantidad de libros que hay aquí. La cantidad de información que podría adquirir y todo el conocimiento que hay acumulado en una sola sala de la mansión. Quizás pueda averiguar más cosas de los vampiros. Quizás, si tengo suerte, puedo descubrir que puntos débiles tienen. Me siento muy indefensa estar compartiendo con un vampiro la casa cuando ni siquiera tengo la certeza de poder salir ilesa de aquí si decide no querer mantenerme más viva.

Algo aparece de repente en mi cabeza. Me giro al instante para buscar a Kael. No tardo en encontrarle donde me separé de él. No para de observarme, como si quisiera asegurarse de que no hago nada extraño. Aunque su mirada puesta en mí me pone nerviosa y me altera.

No quiero mantenerme en su centro de atención.

—¿Qué hay de mi madre? —pronuncio, alzando la voz para que pueda escucharme.

En tan solo unos segundos lo tengo en frente de mí.

—¿Qué pasa con tu madre? —pregunta con aburrimiento.

—¿No crees que no se va a percatar de que no estoy en casa? ¿Qué no me va a buscar? —cuestiono, alterada.

Kael alza ambas cejas sin dejar de mirarme, como si le hubiese preguntado la cosa más estúpida del mundo.

—Ahora mismo es como si no existieras para ella. Para todos aquellos que conoces.

Mi corazón deja de latir por unos segundos. ¿Ni Alara ni mi madre se acuerdan de mí? ¿Cómo si nunca hubiera existido?

—¿Cómo? —no puedo evitar decir.

Pone los ojos en blanco.

—Es otra de las cosas que consigue hacer la maldición que recae en tus hombros, humana.

Aprieto los labios con fuerza.

—No hubiese venido aquí si no hubiese hecho caso a tu nota —respondo, tensa.

—Ese no es mi problema. Tú sola tomaste la decisión de venir.

Mis puños se cierran con fuerza dentro de la chaqueta.

—¿De igual manera que depende de mí que me controlaras? —Alza una de sus cejas sin dejar de mirarme.

Hay uno de los momentos que no dejan de aparecer en mi cabeza. Al igual que tampoco dejo de pensar que él tuvo que ver con eso.

—¿Manipulaste todo e hiciste que yo rompiera el ritual, la primera vez que vine, solo para estar atada a ti y tener que ayudarte? —la pregunta escapa de mi boca al instante. No paro de pensar en ello desde que hice el trato con él y sus comportamientos.

Kael me dedica una escalofriante sonrisa antes de acercarse en sigilosos pasos hacia donde me encuentro. Mi cuerpo queda apoyado sobre la barandilla de madera, clavándose en el final de mi espalda.

—Sí —afirma con lentitud. Aprieto los labios hasta formar una fina línea con ellos—. Así somos los vampiros, cielo. No jugamos ni de manera pacífica ni limpia. Así que sí, te atrapé para mí —hace una breve pausa sin dejar de mirarme a los ojos antes de empezar a caminar hacia mí hasta estar pegados el uno con el otro. Quedando atrapada por completo entre su cuerpo y el vacío que hay detrás de mí. Si quisiera, podría tirarme con facilidad—. Buscamos tener nuestro propio beneficio para conseguir lo que queremos. En este caso, busco romper la maldición que tengo y poder hacer el ritual que necesito. Y, para ello, te necesito a ti.

Mi respiración se entrecorta por su cercanía y aprieto los labios con enfado antes de apoyar las manos en su pecho y empujarle con fuerza para alejarle lo máximo posible de mí. Apenas se mueve un paso antes de volver a acorralarme.

—¿Y si no quiero? —respondo con la máxima seguridad que puedo hacerle ver.

Me dedica una sonrisa ladeada, una sonrisa fría.

—Te quedarás atrapada conmigo.

—¿Y si lo hago? ¿Y si deseo quedarme aquí, sin ayudarte? —respondo con dureza.

Está claro que no quiero eso, pero todo sea para enfrentarle.

Kael se acerca de nuevo hacia mí. Su mano rodea mi cuello al instante y aprieta un poco. Lo suficiente como para poder amenazarme. Me quedo un poco inclinada hacia atrás.

—Te mataré —afirma cerca de mis labios.

—No lo harás, Kael —pronuncio lentamente su nombre para provocarle.

Nos quedamos en silencio, ambos mirándonos a los ojos con desafío. Con ganas de atacar al otro, pero sin llegar a hacerlo. Al fin y al cabo nos necesitamos.

Por suerte o por desgracia.

Dedicándome otra mirada, Kael termina soltándome del cuello para darme la espalda y comenzar a caminar hacia la escalera de la biblioteca hasta dejarme completamente sola.

Recupero el aire de nuevo y suspiro.


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Ay madre, ellos dos me están volviendo loca

¿Qué tal el capítulo de hoy?

Nos vemos la semana que viene con nuevos capítulos <3

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