CAPÍTULO 2
Clers
Reconozco al instante su raza.
No es humano.
Vampiro.
Su voz es fría, escalofriante.
El ser que se encuentra frente a mí me observa con una inquietante sonrisa. Como un cazador observando a su presa.
Y ahora yo soy su presa.
Camino hacia atrás sin dejar de observar al imponente y aterrador hombre. Mi cuerpo choca contra la pared, dándome la suficiente energía y fuerza de voluntad para darme media vuelta y salir corriendo de la oscura habitación.
No miro hacia atrás.
La oscuridad juega en mi contra, evitando que pueda ver con claridad el camino de regreso a la salida. No sé si él me sigue, solo sé que debo salir viva de aquí como sea. Corro por el pasillo de la mansión, dejando atrás el reloj de péndulo que, junto con los latidos acelerados de mi corazón, es lo único que suena por toda la estancia.
La puerta de la mansión continúa abierta, tal y como yo lo había dejado. Salgo por ella en tan solo unos segundos hasta que los rayos de la luna chocan contra mí al instante. No me relajo, sé que puede alcanzarme. ¿Por qué no lo hace? ¿Quizás me he subestimado? En cualquier caso, aumento el ritmo para llegar a la entrada de las verjas que rodean el lugar.
Me permito mirar un segundo por encima del hombro para comprobar que él no me sigue.
Gran error.
No hay nadie detrás de mí, lo que hace que se me forme un nudo en el pecho. ¿Dónde está? Sé que no me va a dejar ir con tanta facilidad. Para mi desgracia, cuando miro hacia delante, me obligo a frenar de golpe.
Se encuentra frente a mí.
Su rostro es inescrutable, aunque casi puedo ver un sentimiento de irritación asomar por este. El hombre, de un momento a otro, se mueve y vuelvo a perderle de nuevo de vista. Mi cuerpo se queda paralizado, como si fuera imposible moverme. El corazón late desbocado, chocando contra mi pecho. Debería de haber ignorado la nota.
No estaría aquí, acechada por un vampiro, si no lo hubiera hecho. ¿Dónde ha quedado mi capacidad de identificar este tipo de cosas? Sé que, hacer esto, ha sido muy inmaduro por mi parte. Jamás había hecho esto, ¿por qué lo hice ahora? Se supone que soy lo suficientemente adulta como para identificar este tipo de cosas. Aunque, en realidad, no es eso lo que más me preocupa, sino Alara. ¿Dónde está? ¿Qué le habrá pasado?
Antes de que pueda moverme, siento una presencia detrás de mí. Me quedo paralizada. No me atrevo ni a dar un paso hacia delante o a girarme para encararlo. Sé que es él.
Noto como se inclina en mi dirección hasta asomarse levemente por encima de mi hombro izquierdo. A la vez, Contengo la respiración.
—No es de muy buena educación salir huyendo cuando tienes a alguien frente a ti —susurra en mi oído, mandando escalofríos por mi espalda, a la vez que una de sus manos frías y ásperas me agarra del brazo derecho. Su contacto es frío, helado.
Su voz es grave, autoritaria. También percibo poder con tan solo escucharle.
Inspiro hondo. No quiero que me toque.
Tiro de mi brazo con toda la fuerza que puedo para romper el contacto. El hombre no se inmuta, como si no hubiese hecho nada. Me giro para encararle. Al instante alzo la mirada hacia arriba. Es más alto de lo que pensaba ya que me saca una cabeza.
—Suéltame —replico con valentía.
El vampiro me observa con un brillo de curiosidad.
¿Acaso he conseguido causarle algún tipo de sentimiento a alguien que no siente nada? Espero que tampoco sienta nada por su cuerpo porque estoy dispuesta a darle una patada en sus partes íntimas para intentar huir.
—Eres bastante valiente para estar atrapada con un vampiro a tu lado —comenta con cierta frialdad.
—Déjame ir —mi voz suena a una pequeña súplica cuando vuelvo a hablar.
Forma una pequeña sonrisa, como si le hiciera gracia mis palabras. Con ese simple gesto consigue que un escalofrío recorra mi cuerpo sin ningún remedio.
—No puedes huir de mí. Ya no.
El corazón deja de latir por un par de segundos ante sus palabras.
Doy un paso hacia atrás.
Él vuelve a dar otro en mi dirección
—¿Te dan miedo los vampiros, brujita? —vuelve a hablar sin dejar de observarme.
—No, me dan repulsión. Tú me repugnas. —Y me das miedo. Aunque esto no lo iba a admitir en voz alta. Si lo dijera, quizás si le gustaría mis palabras.
Suelta una carcajada sin gracia.
—Entonces no te gustará saber que estás atrapada conmigo, humana.
—Mientes —le contradigo.
—No lo hago —afirma con contundencia, lo que me hace dudar.
O eso es lo que quiere que piense.
Es por eso por lo que no me ha matado aún. Quiere jugar con mi mente, le divierte ese juego.
Como si le estuviera aburriendo, por fin me suelta y da un paso hacia atrás.
—Intenta salir de la finca de la mansión —me reta a la vez que señala con la cabeza la verja entreabierta por donde he entrado.
—¿Por qué? —le desafío, desconfiada.
—Así podrás comprobar por ti misma mis palabras.
Antes de que pueda contradecirle, el alto y corpulento vampiro desaparece para volver a aparecer junto a la verja entreabierta. Como si quisiera desafiarme, apoya su hombro derecho sobre esta y se cruza de brazos sin dejar de observarme con indiferencia.
Me quedo quita por varios segundos.
¿Debería hacerle caso?
Muy a mi pesar, opto por caminar en su dirección, cautelosa de cualquier movimiento sospechoso que pueda hacer en mi contra. Él no se mueve cuando casi estoy a su altura. Reduzco el paso hasta quedarme quieta frente al bosque, el cual grita a través de los fuertes movimientos con las ramas de los árboles, que estoy junto a mi cazador, quién no deja de analizarme, de acecharme.
—Te recomendaría que alzaras la mano antes de caminar más —su fuerte voz retumba por el lugar, a pesar de que no ha hablado muy alto.
Le miro por encima del hombro a la vez que entrecierro mis ojos en su dirección. El corazón martillea fuertemente contra mi pecho. Como si estuviera a punto de ocurrir algo que cambiaría todo.
—¿Por qué?
No me contesta.
Suspiro, exasperada, antes de hacerle caso. El vampiro me observa, atento, a mis gestos. Camino un poco más hasta estar a un paso del exterior de la finca para poder salir hacia el bosque. La respiración se me entrecorta cuando alzo la mano, tal y como me ha recomendado. No, me ha ordenado. Cuando lo hago y doy el siguiente y el último paso, de repente una corriente de energía entra por la palma de esta hasta tocar cada parte de mi cuerpo. No tarda en llegar un calambre fuerte y doloroso por dentro de mí. Doy un paso hacia atrás, apartándome al instante y gimo de dolor.
¿Pero que...?
Me giro al instante para mirarlo. Parece divertido.
—¿Por qué no puedo salir de aquí? —cuestiono con la respiración entrecortada por todo lo que está pasando en tan poco tiempo.
—Porque este lugar era antiguamente el hogar de un aquelarre de brujas. Y, una de las cosas que hace la maldición que dejaron al irse, es mantenerte encerrada y cautiva en el lugar donde hiciste o rompiste el ritual —comenta con un frío desinterés.
—¿Maldición?
Vuelvo a captar su atención.
—Si, brujita. Al derruir una parte del ritual que había en la habitación, se te ha castigado enlazándote a mí.
—¿Qué? —mi voz suena como un susurro ahogado.
—Creo que he hablado para que me entiendas a la perfección —responde, cortante.
Gilipollas.
De repente, siento como si algo dentro de mí tirara hacia él. A no separarme de aquel ser. Como si tuviera que estar cerca sin poder evitarlo. Hago una mueca y alzo el mentón para mirar a aquellos ojos fríos que me devuelven la mirada.
—¿Qué me has hecho? —susurro con rabia.
Me dedica una sonrisa escalofriante antes de acortar la distancia entre ambos. Doy pasos hacia atrás para alejarme de él lo máximo posible.
—Otra de las cosas que hace la maldición es atarte a la persona que creó el ritual que tú rompiste —comenta.
—Tú. —No es una pregunta. Él lo sabe.
—Sí. Rompiste mi ritual por tu falta de cuidado, humana.
Me quedo en silencio. No sé qué decir. Toda esta situación me está superando. Vuelvo a mirar hacia el exterior. Hacia el bosque. Tan cerca, pero tan lejos. Pruebo de nuevo, alzando la mano, para comprobar que de verdad es cierto lo que estoy viviendo. De nuevo, un calambre recorre desde la punta de mis dedos hasta cada esquina de mi cuerpo.
—Por más que intentes atravesar el hechizo, nunca se va a dar, humana.
Desisto de mis intentos tras escucharle y me giro de nuevo para encararle. Antes de que diga algo, vuelve a hablar:
—A menos que rompas la maldición —deja caer. Sabe que, con eso, ha captado mi atención. Le miro con los ojos entrecerrados, esperando a que diga algo más.
No lo hace.
Pretende que me arrastre a él y le sonsaque yo las cosas. Parece que eso es lo que le gusta que hagan otras personas para él.
—¿Cómo se rompe la maldición? —opto por preguntar.
No responde.
En ningún momento rompemos el contacto visual con el otro. Le desafío a través del gesto. Él me lo corresponde sin esfuerzo alguno.
—¿Qué opinas de hacer un trato con un vampiro, brujita?
—Que no debo fiarme —respondo con sinceridad y desafío.
Forma una sonrisa ladeada.
—Astuta.
—¿En qué te beneficiaría a ti ayudarme? Sé que no lo harías de manera desinteresada.
—Muy lista —admite.
Alzo una de mis cejas con desafío.
—No puedes hacerme creer que, precisamente tú, actúes sin un interés oculto.
Entrecierra sus ojos en mi dirección.
—Mis motivos no deberían de incumbirte, humana.
El vampiro se da media vuelta, dándome la espalda, y comienza a caminar en dirección al interior de la mansión. Sabe que le voy a seguir. La oscuridad continúa envolviendo cada esquina de mi alrededor. La luna es la única que guía mis pasos en dirección a aquel ser.
—¿A dónde vas? ¿Qué tengo que hacer para romper la maldición? —pregunto, alzando la voz, cuando me adentro al interior de la casa.
—Vas a estar aquí más tiempo de lo que te gustaría, humana. Debo mostrarte donde te vas a hospedar la mayor parte de las horas. Ambos no queremos cruzarnos en el camino del otro, por lo que, a lo que a mí respecta, debes de tener una habitación.
—¿Por qué no me matas como hacen el resto de tu raza? ¿Por qué te muestras... sereno, benevolente? —le provoco. Sé que estoy jugando mucho con la suerte, pero tiene que haber alguna forma de conseguir información.
Me mira de reojo con esa máscara indescifrable.
—No puedo.
Eso es bueno.
Al menos, por ahora.
De nuevo, el hombre me da la espalda para seguir caminando. Lo hace con sigilo y elegancia, todo lo contrario a mí.
—Debería saber tu nombre —alzo la voz.
—¿Tú crees? —no se gira para mirarme cuando lo dice.
Me quedo quieta frente a la puerta de la mansión. Él continúa andando. Yo no lo hago. Miro por encima de mi hombro en dirección al bosque. Ojalá pudiera salir de aquí ahora y poder escapar de este vampiro. Por desgracia, ya he comprobado un par de veces que no es posible. Haber tirado lo que fuera que tiré, me condenó a esto.
Cuando vuelvo a girar la cabeza para observar el interior, pego un rebote al descubrir que el vampiro se encuentra de nuevo frente a mí. Más cerca de lo que desearía.
—¿Si te lo digo podrás moverte más de dos pasos sin detenerte o mantenerte callada? Tu voz se me hace insoportable.
No, no lo haría.
Ignoro su último comentario.
—Quizás —mantengo mi rostro sereno cuando lo digo.
El susodicho suspira como si estuviera a punto de perder los nervios. Como si eso fuera posible.
—Kael.
Entrecierro los ojos en su dirección, con curiosidad. Jamás había escuchado ese nombre.
—¿Kael que más? —cuestiono.
—Lo único que te interesa es mi nombre y ya te lo he dicho, humana.
Me detalla con la mirada de arriba a abajo con cierto desprecio antes de girarse para darme la espalda y comenzar de nuevo a caminar hacia el interior.
Imbécil.
Ahora sí, termino siguiéndole. Cuando ya estoy dentro, la puerta de la entrada se cierra tras de mí con un pequeño chirrido en el proceso. ¿Cómo ha...? Prefiero no saberlo. Al continuar andando, siento como si el interior estuviera mucho más iluminado que cuando entré. Ya no está esa espesa oscuridad que le rodeaba. Las velas que se encuentran decorando los pasillos de la mansión comienzan a encenderse en el proceso.
Observo el hechizo, hipnotizada. Buscando la forma de cómo es eso posible. De repente, aquella oscuridad que atrapaba cada esquina del interior de la mansión, desaparece. Ahora todo se puede ver a la perfección y deja de ser tan aterrador como cuando entré antes por primera vez.
Kael continúa andando hacia el final del pasillo principal de la planta baja donde, al instante, me percato que hay una grande y amplia escalera que lleva a la segunda planta. Los escalones chirrían cuando apoyo el pie derecho en este. Alzo la mirada para encontrarme con la de Kael, quién no deja de observarme con esa máscara de indiferencia que me lleva mostrando en todo momento.
Le ignoro.
Paso por su lado, con el mentón alzado, para terminar de subir las escaleras. Cuando apoyo los pies en la segunda planta y alzo la mirada, no puedo evitar que mi boca se abra levemente.
Este lugar es increíble.
La segunda planta es igual o más amplia que la planta baja. Todo está perfectamente ordenado, como si realmente nunca hubiera sido abandonado y desalojado. Lo que mantiene en común con toda la finca de la mansión es su vibra densa y oscura que baña cada esquina del lugar.
Es como si nunca estuviera sola. Como si alguien más estuviera allí, acechándome. A parte de Kael. Noto cómo se acerca detrás de mí para adelantarme y continuar caminando por uno de los pasillos secundarios. Un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo cuando su brazo roza el mío sin querer. Me aparto un poco más antes de seguirle.
Me limito a caminar para alcanzarle, puesto que él avanza con rapidez.
—¿Qué sentiste para venir hasta aquí? —Por primera vez desde que apareció, parece interesado en lo que voy a decir.
Le observo con los ojos entrecerrados, desconfiada.
—Sentía como si algo... O alguien me atrajera aquí, a la mansión. A esa habitación en concreto.
Parece que le gusta mi respuesta por la forma en el que se le curvan los labios hacia arriba de manera imperceptible. Aunque me he dado cuenta.
—Yo te estaba atrayendo a mí, humana.
Me quedo paralizada. No me muevo ni un paso más, anclada al inicio del pasillo principal de la segunda planta.
—¿Cómo? —cuestiono, confusa.
Se gira para mirarme. Me dedica una sonrisa perturbadora.
—Sabía que esta vez había encontrado a la indicada para que me ayudara.
Le odio.
Le odio por hacerme esto.
Le odio por haberme manipulado en contra de mi voluntad para atarme a él.
Aunque, ¿qué puedo esperar de un vampiro? Son mentirosos, manipuladores. Se mueven por su propio beneficio y no les importa destruir su alrededor con tal de conseguirlo.
—¿Qué le hiciste a mi amiga para que entregara esa nota a mi madre?
Kael me dedica una mirada escalofriante que consigue que mi cuerpo se encoja levemente.
—Ella no fue a ningún lado.
—¿Qué hiciste?
—¿Sabías que una de nuestras habilidades es crear ilusiones? —camina por mi alrededor, rodeándome. Tal y como lo hace un cazador ante su presa.
Escondo las manos en el interior de mi sudadera. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. No admitiré en voz alta, y menos delante de él, el frío que tengo. Es como si la temperatura hubiese bajado de manera abrupta en el interior de la mansión.
—No voy a matarte, no si me eres de utilidad viva, humana.
—¿Y cuando ya no lo sea? —Me doy la vuelta para observarle puesto que se había quedado detrás de mí.
No debería darle la espalda.
Kael camina con lentitud hacia mí. Me mantengo quieta en el sitio por orgullo. No quiero mostrar lo mucho que me aterra. Aunque seguro puede adivinarlo. Él vuelve a colocarse detrás de mí y siento como se inclina para quedar a mi altura. Es demasiado alto.
—Lo averiguaremos. —Su voz es dura cuando se acerca a mi oído, aunque parece divertido de mis reacciones.
Me aparto con rapidez de él, dando unos pasos hacia delante. No quiero estar cerca de un... de un vampiro. No si quiero seguir manteniendo todas las partes de mi cuerpo unidas e intactas.
Cuando me doy la vuelta, observo como Kael comienza a caminar sin esperarme. Me mira por encima del hombro.
—¿Vienes? —Parece inquieto.
Pongo los ojos en blanco.
No sé si me ha visto. Me da igual.
Es como, si de repente, el miedo que sentía por él al inicio hubiera desaparecido. Como si de alguna manera no le temiera.
No ahora.
Quizás sea que, por el momento, no corro gran peligro como pensaba. O, como bien he dicho, por el momento. Mientras me siga necesitando.
Continuamos hacia un segundo pasillo y, durante todo el camino, nos mantenemos en silencio. No hay nada que tengamos que hablar, O, al menos, no ahora.
Kael ralentiza el paso hasta quedarse frente a una de las tantas puertas. Me observa brevemente antes de hacerse a un lado para que me adentre yo primero en la habitación.
—Pasa —ordena con autoridad.
Le miro de reojo antes de alzar el mentón y entrar, ignorando el brillo de maldad que iluminan sus ojos.
Cuando dejo de prestarle atención y miro hacia el frente, me quedo quieta, impresionada. Frente a mí hay una amplia habitación con decoración mucho más clásica, haciendo muestra de lo antiguo que es el lugar. A diferencia de los pasillos de la mansión, aquí se enciende la pequeña lámpara de araña que cae del techo para iluminar toda la estancia. Esto es increíble.
—Aquí es donde dormirás hasta que todo esto haya acabado —comenta Kael detrás de mí.
Le miro por encima del hombro.
—¿Y hasta cuando es ese periodo de tiempo?
Kael resopla, como si le aburriera hablar conmigo.
—Ya hablaremos de ello después.
—¿Tiene que ser en tus tiempos, Kael? ¿Por qué no ahora? —contesto, exasperada.
Me ignora.
Como no.
Creo que va a ser su pasatiempo favorito durante el tiempo que pasemos viviendo juntos en el mismo lugar.
Genial.
—Haz lo que te plazca en este cuarto. Investígalo si quieres, pero quiero que estés en diez minutos en la planta baja, en la habitación donde rompiste el ritual.
Sin esperar mi respuesta, comienza a caminar hacia la salida de la habitación.
—¿Y si no lo hago? ¿Y si no voy?
Se para al instante antes de mirarme por encima del hombro.
Me observa, retándome.
—Averígualo.
—¿Y si encuentro la forma de escapar de ti?
En tan solo un segundo le tengo de nuevo frente a mí. Parece que la velocidad sí que es otra de sus habilidades. De un momento a otro me encuentro acorralada entre su cuerpo y la pared más cercana. Sin que me lo espere, alza su mano derecha para estrecharla sobre mi cuello y aprieta con un poco más de fuerza.
Hago una mueca de dolor.
Kael se inclina hacia mí en dirección a mi oído.
—No hay forma de escapar de mí, humana —me amenaza antes de romper el contacto conmigo, como si tocarme le repugnara. El sentimiento es mutuo—. Diez minutos.
Segundos después, me deja completamente sola en la habitación. Suelto un largo suspiro, saturada por la situación.
Maldito vampiro.
Dejo caer mis brazos y doy una vuelta sobre el mismo sitio para visualizar sin mucho detalle todo el cuarto.
La verdad es que es bastante amplio y, por consecuencia, hay demasiadas cosas por investigar para después, puesto que el señor vampiro me ha impuesto tan solo diez minutos antes de que baje para reunirme con él.
A mi derecha una grande y amplia cama decora esa parte, junto con una alfombra fina roja. Pero no es eso lo que más me deja impresionada, sino el enorme tocador que hay a mi izquierda. Mis labios se entreabren ligeramente cuando me percato de este. Es precioso. Necesitaré todo el tiempo posible para detallarlo mejor. Frente a mí hay una ventana con un pequeño alféizar para poder sentarme en él y perderme en mis pensamientos mientras observo el exterior. Creo que va a ser de mis sitios favoritos.
Cuando camino un poco más para adentrarme en la habitación, me percato de que tiene dos puertas más. Una se encuentra al lado del tocador, mientras que la otra a la derecha de la ventana. Como si algo tirara de mí, camino hacia la primera.
Mi respiración se entrecorta cuando descubro que es un gran armario. Y no es que esté simplemente vacío, sino que está completamente lleno de ropa.
Necesito ver cada una de ellas. Aunque no puedo. No ahora.
Cuando salgo, camino con rapidez hacia la siguiente puerta para comprobar que es un baño. Bueno, al menos no debo caminar mucho por la noche ni recorrerme toda la mansión para poder hacer mis necesidades. Al menos no podía ser todo tragedias.
No tardo en salir de la habitación al encuentro de Kael. Cuando salgo, me encuentro con que continúa iluminado el lugar, por lo que no me cuesta tanto encontrar el camino hacia la escalera. Durante el pequeño trayecto no paro de sentir como si algo... o alguien, me estuviera observando. Aunque por más que miro a mi alrededor no veo nada fuera de lo normal.
Debe de ser la tensión de estar en un lugar y con alguien con el que no conozco de absolutamente nada y, para dejarlo más interesante, mi querido y dulce compañero es un vampiro.
Conforme camino hacia la planta baja, el ambiente se transforma suavemente en algo más frío y oscuro. Como si estuviera complementado a la estética de la mansión y de Kael.
Todo Kael grita oscuridad y peligro.
Mucho peligro.
Debo estar alerta en todo momento, no desearía acabar muerta. No ahora. No aún.
—Puntual —es lo único que dice cuando entro en la sala.
—Cumplo mi palabra —respondo cortante.
—Bien.
—Bien.
Si le ha irritado que le haya imitado, no hace indicios de ello.
—Hagamos un trato... —comienza segundos después, esperando a que termine la frase.
—Clers.
Me mira directamente a los ojos
—Clers —repite, como si estuviera probando como se siente cuando él lo dice. Siento un escalofrío por mi cuerpo cuando lo hace—. Hagamos un trato, Clers —termina.
Entrecierro mis ojos en su dirección.
—¿Un trato? ¿Contigo? —cuestiono, confundida.
Me ignora.
—Tú me ayudas a cumplir el ritual y yo te libero de la maldición. ¿Qué te parece, brujita?
Le observo con desconfianza.
—¿Por qué necesitarías de mi ayuda?
—Las razones no te incumben.
—Entonces, tampoco me incumbe ayudarte a liberarte —le contradigo.
Kael entrecierra sus ojos en mi dirección.
—Sin mí jamás vas a poder eliminar tu maldición —responde con arrogancia.
—Y sin mí, debido a tu interés en mi persona, tampoco tú podrás finalizar el ritual, ¿verdad, Kael? —remarco su nombre para molestarle.
Para provocarle.
Y lo consigo.
Kael se acerca a mí en tan solo un segundo hasta que quedo completamente pegada a él y atrapada entre su cuerpo y la antigua mesa que hay detrás de mí.
—No te conviene enfadarme, humana.
Paso la lengua por el inferior de mi labio.
—¿Qué pasaría si lo hago? —continúo.
Tengo que buscar la manera de que, de alguna forma, él me de información. Y parece que así es más efectivo, más... comunicativo, por así decirlo.
—Eres una insolente sin ningún tipo de aprecio a tu pequeño y débil cuerpo. Podría arrancarte cada extremidad en apenas unos segundos.
Trago saliva. Cuadro los hombros y no aparto mis ojos de los suyos. No puedo dejar que me vea débil, fácil de atacar.
—No lo harás —me arriesgo a afirmar.
Alza una ceja. Por primera vez parece sorprendido.
—¿Por qué crees eso, humana? —El apodo se me hace irritante cuando lo pronuncia.
—Porque me necesitas.
Su mirada se endurece al instante.
—Podría conseguir a otro humano si lo deseara.
—Pero no lo harás. Te estás tomando muchas molestias conmigo, Kael —remarco lentamente su nombre.
Kael suelta un bufido al escucharme. Parece que he dado en el clavo.
—Te estás tomando mucha confianza conmigo, humana. Deja de enfrentarme y hablemos del trato —responde con dureza.
Da un paso hacia atrás para dejar un poco de espacio entre ambos. Suspiro. ¿Cómo de malo puede ser hacer un trato con un vampiro?
—¿Si yo te ayudo a hacer tu ritual, tú me ayudas a liberarme de la maldición? —opto por decir, tanteando mis posibilidades, aunque, sinceramente, no tengo más opciones.
—Sí, humana —responde con aburrimiento, como si mi presencia le aburriera.
—¿Por qué tengo que ayudarte con el ritual y no puedes hacerlo tú solo? —cuestiono confundida.
Me percato de como Kael aprieta la mandíbula, exasperado.
—Hay algunas cosas no puedo hacerlo solo.
—Te maldijeron y una de las cosas que hicieron para complicarte todo el proceso fue que necesitabas la ayuda de una humana. La cual es la raza la que vosotros, los vampiros, estáis enfrentados —adivino.
Parece que mis palabras son acertadas por la forma en la que Kael reacciona al romper de nuevo la distancia conmigo, caminando con lentitud, amenazante. Trago saliva y alzo el mentón para conectar mis ojos con los suyos.
—Parece que me va a tocar convivir con una humana —pronuncia el apodo que me ha puesto con lentitud— muy preguntona y contestona. No te metas en mis asuntos si no requiero de tu ayuda, como yo no lo haré contigo —finaliza.
—Genial. —Me muevo a un lado para alejarme de él—. ¿Qué hay que hacer para tu ritual y mi maldición?
—Tu maldición se romperá en el mismo instante que la mía, puesto que se han vinculado. Debemos hacerlo antes de la próxima luna llena
Frunzo el ceño. No entiendo.
—¿Cómo vinculadas? —cuestiono.
Por primera vez en este rato veo como forma una sonrisa ladeada, muy inquietante.
—Estamos vinculados, humana.
—Vinculados —repito.
—Conectados —parece que se está burlando de mí.
—¿Por qué?
—¿Quién entiende la hechicería de las brujas? Lo sentí en el momento en el que rompiste el ritual que había en esta habitación —señala las velas y los restos que hay en el suelo. Kael camina de nuevo en mi dirección, envolviéndome con su energía e intentando intimidarme. Cuando queda frente a mí de nuevo, se inclina hasta acortar del todo la distancia entre ambos—. Y sé que tú también lo sientes, humana.
Nos miramos fijamente a los ojos con desafío.
—¿Por qué en luna llena? —murmuro cuando hago memoria de cada una de sus palabras.
Kael mantiene la mirada antes de volver a incorporarse y, por fin, alejarse. Cuando me da la espalda un segundo, mis ojos se deslizan de su cabello oscuro hasta su tonificado y fuerte cuerpo. Es alto. Demasiado alto en comparación a mí. Es cierto lo que ha dicho antes, en un segundo puede destrozarme si él quisiera.
—Nuestra maldición está regida bajo la luna llena del 31 de octubre. O como tu bien conoces: Halloween. Para realizar este tipo de hechizos hay que esperar a la siguiente luna. Por lo que tenemos un mes para encontrar todo lo que necesitamos y hacerlo. Por el contrario, habría que esperar un año entero hasta poder realizarlo.
—¿Por qué solo se puede en la siguiente? —cuestiono.
Kael me observa en silencio, como si se estuviera planteando que información darme y que no.
—Es... como una especie de portal. Durante el periodo hasta la próxima luna llena es como si hubiera una fuerte retención de energía y, con ello, se expandiera por cada esquina del mundo.
—Por eso hacéis el tributo dentro de este periodo —reflexiono en voz alta.
Los ojos de Kael brillan levemente al escucharme.
—Hiciste la tarea.
Entrecierro los ojos en su dirección.
—Es difícil no hacerlo cuando reclutáis a cientos de humanos.
—Cuyos humanos se unen a participar en el tributo de manera voluntaria, humana —replica.
—Vosotros nos manipuláis para que participemos. No tenemos otra opción —le contradigo.
Kael suelta una pequeña carcajada sin gracia.
—Seguro que sí, humana —se burla.
Resoplo y le doy la espalda, haciendo que le ignoro. Aprovecho para recorrer con la mirada y con rapidez la zona de la habitación que no pude ver cuando entré en esta en un principio. Con solo detallar cómo se encuentra decorada la mansión, no es difícil averiguar de que el lugar es antiguo. Muy antiguo.
Kael me observa, calmado, cuando vuelvo a girarme para mirarlo.
—¿Algo más que tenga que saber? ¿Qué papel juego en todo esto?
Él se queda en silencio. Sé que hay cosas que no quiere decirme, no hay más que verlo. La cuestión es ¿qué tan importante es esa información que no me está revelando?
—Tenemos un mes hasta que llegue la última luna llena. Para entonces, tenemos que encontrar todos los materiales para el ritual.
—Y para romper el vínculo que formamos por deshacer el anterior ritual —afirmo, pero, aun así, asiente—. Genial.
¿Quién me diría a mí que pasaría un mes entero con un vampiro en una mansión abandonada completamente a solas con él? No tengo elección.
Suspiro.
—Bien. ¿Qué tenemos que hacer?
.................................................
Hola, niñas... ¿qué tal este segundo capítulo? :)
¿Qué os está pareciendo la historia y las primeras interacciones de los protagonistas? jiji. A mí me están volviendo loca escribirlos (me encantan).
Nos vemos el martes con el capítulo 3 <3
instagram: teenagerwriter_
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro