CAPÍTULO 12
Clers
El silencio del sótano nos envuelve como un sudario. La inscripción del altar, las sombras que se mueven con el parpadeo de la bombilla, todo parece secundario frente a la intensidad de Kael, que aún está demasiado cerca.
—¿Qué pasa si no encontramos nada aquí? —pregunto, rompiendo el silencio.
Kael baja la mirada hacia mí, sus ojos brillando con un matiz que no logro descifrar.
—Siempre hay algo. Aunque no lo veas de inmediato.
Su respuesta, como siempre, es críptica, pero hay algo en su tono que me hace sentir que se refiere a mucho más que al altar.
Me inclino hacia la inscripción, apartándome un poco de él. El espacio entre nosotros se amplía apenas un par de centímetros, pero es suficiente para que pueda tomar aire sin sentir que su presencia lo ocupa todo.
—¿Crees que esto es un idioma antiguo? —pregunto, trazando con cuidado los surcos de las letras con mis dedos.
—Podría ser. —Kael se agacha junto a mí, su hombro rozando el mío al hacerlo—. Pero no estoy seguro de que sea solo un idioma.
Me detengo y lo miro de reojo. Su expresión está concentrada, sus labios ligeramente apretados como si estuviera intentando resolver un enigma en su mente.
—¿Cómo puede no ser solo un idioma? —replico, más para mantenerlo hablando que porque no entienda su razonamiento.
Kael gira la cabeza hacia mí, y la cercanía hace que mi respiración se estanque por un momento.
—A veces, las palabras no solo describen cosas. Las convocan.
—¿Convocan? —La palabra se me escapa en un susurro.
—Una llave puede abrir una puerta, pero también puede encerrarla. —Kael señala la inscripción con un movimiento de la cabeza, sin apartar sus ojos de los míos—. Y esto parece más una cerradura que una descripción.
La forma en que lo dice, con esa calma que siempre parece esconder algo más profundo, hace que un escalofrío recorra mi espalda.
—¿Y tú qué esperas abrir con esto? —pregunto, buscando en su mirada una respuesta que no me dará.
Kael se incorpora lentamente, ofreciéndome una mano para levantarme. Por un instante dudo, pero termino aceptándola. Su agarre es firme, cálido, y siento un leve apretón antes de que me suelte.
—Eso depende de ti.
—¿De mí? —Mis palabras salen más alto de lo que esperaba, y el eco en el sótano las magnifica.
Kael sonríe, esa sonrisa que parece un secreto en sí misma.
—Tú fuiste quien sugirió bajar aquí, ¿no? Quizás este lugar está más conectado contigo de lo que crees.
El peso de su mirada me hace apartar los ojos, y vuelvo a enfocarme en el altar.
—No hagas esto sobre mí. No tiene sentido.
—¿No lo tiene? —Kael se acerca de nuevo, esta vez situándose detrás de mí. Su voz, baja y apenas un susurro, envuelve mis pensamientos mientras siento su presencia tan cerca que mi cuerpo se tensa otra vez—. Entonces, dime por qué estás temblando.
—No estoy temblando —miento, sin atreverme a mirarlo.
—Claro que no. —Su tono está cargado de ironía, pero no dice nada más.
El sonido de sus pasos retrocediendo me sorprende, como si hubiera decidido darme un respiro. Pero cuando giro la cabeza para mirarlo, lo encuentro observándome desde el otro lado del altar, sus manos apoyadas en la fría superficie de piedra.
—Es tu turno, Clers. —Su voz rompe el silencio—. Mira más de cerca.
Dudo por un momento, pero hay algo en su mirada que me empuja a hacerlo. Me acerco al altar, inclinándome sobre las inscripciones. Mi corazón late con fuerza mientras examino los símbolos, tratando de entender qué me está pidiendo exactamente.
Entonces siento su mano, apenas rozando la mía.
—Te lo dije —murmura Kael, su voz grave y tranquila—. Siempre hay algo.
Mi mente se concentra completamente en los símbolos, pero no puedo dejar de sentir la cercanía de Kael. Aunque ya no me toca, la presencia de su cuerpo a mis espaldas es tan palpable que me resulta casi imposible concentrarme en lo que estoy haciendo. El aire a mi alrededor parece volverse más espeso, como si algo estuviera a punto de suceder.
—Esto... —comienza Kael, y su voz es diferente, más profunda, más seria—. Esto no es solo un altar.
Me giro hacia él, la intriga en mi mirada.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, buscando en su rostro alguna pista, pero todo lo que encuentro es determinación.
—Mira los símbolos de nuevo. —Kael avanza hasta el altar y señala un patrón específico que hasta ese momento me había pasado por alto. Al acercarme, noto que las marcas se alinean de una manera peculiar, como si estuvieran diseñadas para crear una conexión más profunda, algo que no había captado antes.
Mi corazón late más rápido mientras los contemplo, y un escalofrío recorre mi espalda. Hay algo familiar en ese patrón, algo que resuena en lo más profundo de mí.
—Es... como un círculo. Un ciclo. —Mi voz se quiebra un poco al darme cuenta de lo que está pasando.
Kael asiente, su mirada fija en la inscripción.
—Sí. Y en el centro, donde las líneas convergen, es donde se completa. —Se detiene, sus ojos cruzando los míos con una intensidad que casi me derrumba—. Ahí es donde debemos hacer el rito de sangre.
La revelación golpea mi pecho como un golpe de tambor. Algo dentro de mí sabe que tiene razón, pero al mismo tiempo, esa certeza me llena de inquietud.
—¿Qué rito? —mi voz suena más baja de lo que me gustaría, pero es imposible disimular la tensión que crece dentro de mí.
Kael no aparta la mirada. Sus ojos parecen leer cada una de mis dudas, cada uno de mis temores.
—El rito que nos trae aquí, Clers. El que no sabías que ibas a hacer. —Hace una pausa, y sus labios se curvan en una pequeña sonrisa—. Pero ya lo sabes, ¿verdad?
El aire se siente más denso, como si la gravedad misma hubiera cambiado.
Es cierto, claro que lo sé. No tardé en adivinarlo cuando leí su acertijo.
—Eterno, sin fin, soy tu último suspiro, si me tomas y bebes, un destino giro —pronuncio en voz baja el acertijo. No tardé en aprendérmelo de memoria.
Kael observa en silencio, su mirada fija en mis labios mientras pronuncio las palabras del acertijo. Hay algo en su postura, en la quietud de su cuerpo, que me hace sentir como si estuviéramos atrapados en un instante suspendido. El aire sigue denso, cargado con una electricidad palpable.
—Lo has dicho. —Su voz es casi un susurro, pero tiene un peso que no puedo ignorar. Se acerca lentamente, sus pasos suaves sobre el suelo de piedra—. ¿Sabes lo que eso significa?
Siento un nudo en el estómago, como si las palabras del acertijo fueran una llave que abre algo dentro de mí. Algo profundo, algo antiguo. Algo que no debería recordar, pero lo hago.
—Lo sé. —Mi respuesta es casi un suspiro, y mi mente comienza a conjurar imágenes dispersas, fragmentos de algo que no logro comprender completamente.
Kael se detiene justo frente a mí, su aliento rozando mi piel. El calor de su presencia es casi insoportable.
—Este es el momento, Clers. —Su voz, grave y llena de una intensidad que me estremece, corta el aire entre nosotros—. El rito de sangre.
Mis manos comienzan a temblar, aunque intento mantener la calma. La idea de realizar ese rito, de cumplir con lo que está a punto de suceder, me aterra. Pero al mismo tiempo, algo en mi interior me impulsa a seguir adelante. Algo más grande que yo, más antiguo que cualquier pensamiento racional.
—¿De qué estamos hablando, Kael? —La pregunta me sale sin querer, la necesidad de entender más allá de las palabras se impone en mi mente.
Kael no responde de inmediato. En cambio, su mirada se suaviza, pero sigue siendo intensa, como si pudiera ver a través de mí. Luego, con una leve sonrisa, levanta la mano y apunta al centro de los símbolos grabados en el altar.
—Lo sabes, Clers. Solo tienes que aceptarlo.
Mis ojos siguen su dedo, y un escalofrío recorre mi cuerpo al ver cómo las líneas del patrón parecen moverse, como si se activaran con mi simple presencia.
El silencio se extiende, y aunque las palabras no salen, sé lo que se espera de mí. Aun así, quiero que él me lo diga.
—¿Qué necesitas de mí, Kael? —susurro sin apartarme de su lado.
No puedo hacer más que mirarle a los ojos. Algo que es correspondido al instante. Kael no responde al instante, sino que se limita a analizarme, sin pronunciar palabra.
—Tú formas parte del ritual. Tu sangre, en concreto —responde con sinceridad.
El corazón me da un vuelco al confirmarlo.
—Por eso necesitabas que un humano viniera a aquí —digo con certeza.
Asiente a la vez que aprieta la mandíbula.
—Sí.
—¿Por qué no me lo quisiste decir? —cuestiono, confusa.
—¿Tu le hubieras dicho a la persona que está unida a tu maldición que necesitas morderle el cuello para continuar con el ritual el mismo día en el que llega a la mansión? —cuestiona, alzando ambas cejas.
Me quedo en silencio.
Tiene razón.
Le miro fijamente, si eso es lo que necesitamos para romperla, no puedo echarme atrás.
—Hazlo.
Me mira con curiosidad.
—¿Qué es lo que quieres que haga? —Su mirada refleja cierto brillo.
—Tu sabes lo que tienes que hacer, Kael —remarco su nombre. Parece que consigo terminar de captar su atención puesto que da un par de pasos en mi dirección.
Me quedo quieta, observando sus movimientos. Quiero saber qué es lo que va a hacer. Con su mano aparta el mechón que tapa mi cuello hasta dejarlo por detrás de mi hombro. Al instante siento cómo sus ojos se desvían hacia este a la vez que sus dedos acarician la curvatura que une mi cuello y mi hombro. Mis ojos se mantienen fijos en los tuyos, aunque no me mira.
—Apóyate en el altar, Clers.
—¿Por qué? —cuestiono, confundida.
Es ahora cuando me mira.
—Porque no sabemos cómo vas a reaccionar a mi mordida.
Asiento con lentitud.
—Bien.
Doy varios pasos atrás sin cortar el contacto visual con Kael. A la vez, él rompe esa distancia entre los dos.
—Esto puede doler —advierte con voz baja, casi un susurro, mientras su rostro se inclina hacia el lado de mi cuello.
Sus palabras no alivian el nudo que tengo en el estómago, pero tampoco me detienen. Me apoyo en el altar, sintiendo el frío de la piedra contra mis palmas. Kael se acerca más, sus manos firmes rodean mi cintura, no para contenerme, sino para asegurarse de que no me caiga.
Su contacto sobre mí no me desagrada.
El tiempo parece ralentizarse cuando siento su aliento cálido rozar mi piel. Una mezcla de miedo y curiosidad me invade, pero antes de que pueda procesarlo, sus labios rozan la curva de mi cuello. Su tacto es inesperadamente suave, casi como si estuviera probando mi reacción, como si estuviera dándome una última oportunidad para retroceder.
—No te muevas —murmura, su voz vibrando contra mi piel.
Y entonces, lo siento.
Un dolor punzante atraviesa mi cuello cuando sus colmillos perforan la carne. Es un dolor extraño, como una descarga eléctrica que recorre todo mi cuerpo. Cierro los ojos y aprieto los dientes, tratando de contener un grito. Pero junto al dolor, hay algo más: una sensación cálida, casi adictiva, que se extiende por mi interior.
Kael no se mueve rápido, como si estuviera asegurándose de no lastimarme más de lo necesario. Es irónico que se comporte así conmigo. A medida que la sensación se intensifica, siento algo cambiar. Mi cuerpo reacciona ante Kael cuando él aprieta sus manos contra mi cintura a la vez que yo apoyo mi mano sobre su pecho.
Noto cómo se tensa, aunque no tarda en relajarse antes de hundirse un poco más en mi cuello. Giro la cabeza hacia un lado para mostrarle más a la vez que suelto un pequeño jadeo.
Kael se aparta al instante al escucharme, sus ojos tienen un brillo diferente, como si algo en él también hubiera cambiado. Su lengua pasa por sus labios, limpiando las últimas gotas de mi sangre.
Mi respiración se entrecorta al ser incapaz de poder apartar la mirada de él. Es casi... hipnotizante.
Nuestros cuerpos se mantienen pegados el uno con el otro. Su mano se encuentra de nuevo en mi hombro a la vez que serpentea hasta rodear mi cuello y hacer que alce un poco más la mirada.
Siento un empujón fuerte en esta zona antes de que sus labios se encuentren con los míos con fiereza. Mi cuerpo reacciona al instante ante su iniciativa y mis ojos se cierran instintivamente antes de corresponderle con la misma intensidad.
Mis manos se dirigen hacia su cuello para atraerle más hacia mí. Kael nos mueve con tal velocidad que acabo reclinada contra el altar, bajo su propio poder. Kael desciende por mi cuello, pasándome la lengua en el proceso por esa zona.
Sus manos se deslizan hasta el inicio de mis pechos antes de colocarlas en ambos y volver a dirigir su boca en la mía y continuar el beso con ansia. Con intensidad. Le muerdo el labio y es en ese momento en el que sus ojos se oscurecen a tal punto que casi puedo jurar que se han vuelto negros. Cuando se separa un poco de mí, bajo la mirada para observar como arrastra la parte de arriba del vestido hacia abajo para dejar al descubierto mis pechos.
Jadeo por la sorpresa.
Kael se agacha un poco, bajo mi atenta mirada y sin cortar el contacto visual, para pasar su lengua en ambos. El contacto de su lengua con ellos hace que gima a la vez que cierro los ojos.
—Tienes unos pechos muy bonitos.
—Y grandes. —No puedo evitar destacar mi inseguridad.
Parece que Kael se percata de ello ya que ambas manos agarran mis tetas y las aprieta con cierta posesión antes de inclinarse y pasar sus colmillos con lentitud de uno a otro. Aprieto mis piernas con suavidad ante la electricidad de su gesto que se instaura entre ellas.
—No te confundas, Clers. Tienes las tetas perfectas para mí. Hechas para mis manos. A mi medida —responde con la voz ronca y grave a la vez que vuelve a apretarlas para reforzar sus palabras.
Su respiración choca con estas antes de que vuelva a incorporarse y tenga que inclinar de nuevo el mentón para mirarle a los ojos.
—¿Y por qué no me tomas, Kael? —pregunto con desafío.
Me dedica una sonrisa ladeada antes de que me haga girar con rapidez hasta quedar mi espalda contra su pecho.
—Eso pretendo hacer, Clers —me susurra al oído.
Kael me agarra la piel de mi cintura con fuerza antes de apoyar una de sus manos en mi espalda e inclinarme hacia delante con rapidez. Con su mano libre recibo un golpe en una de mis nalgas que ya casi puedo asegurar que me dejará marcas. Su brutalidad y fiereza se mantienen hasta en estos momentos. Para mi sorpresa, no siento miedo, sino deseo de más.
—Llevo deseando hacerte esto desde que huiste de mí cuando rompiste el ritual de la habitación. O cuando me retaste. Deseé corromperte, en ese mismo momento, sin ningún tipo de piedad. Sin querer respetar lo que tú deseabas. Pero lo hice. Esperé hasta que me desearas lo suficiente como para que te dieras cuenta.
Le miro por encima del hombro con sorpresa.
—Tu odio hacia mí desde que llegué era muy real.
Me dedica una sonrisa ladeada antes de inclinarse hacia mi oído.
—Y lo era, porque no podía entender por qué quería no hacer daño a una humana y quererla poseer a cambio —susurra a la vez que continua bajando mi vestido hasta caer al suelo.
—No estamos en igualdad de condiciones —contesto de vuelta.
—¿Tú crees? —cuestiona.
Por encima del hombro puedo ver como se deshace de su ropa con tal rapidez que no puedo procesarlo bien. Mis ojos caen hacia su abdomen y pecho marcado. La ropa no le hace justicia a su cuerpo. Siento un nudo en el estómago y cómo se me corta la respiración en el proceso. Miro al frente cuando sus manos vuelven a mi cuerpo.ç
—Dime, Clers. ¿Alguien más que yo te ha tocado? —Su voz suena dura. Desafiante.
—¿Qué pasaría si fuera así, Kael? —susurro con mi respiración entrecortada.
Sus dedos se clavan con más fuerza en mi cintura.
—Debería hacerte pagar ahora por cada una de las veces en las que se han hundido dentro de ti.
Me relamo los labios.
—¿Y cómo lo harás? —le reto.
Se inclina hacia mí hasta colocar su boca cerca de mi oído.
—¿Cuánto te gusta rogar, humana?
Mi corazón no para de latir con fuerza al escuchar sus palabras. Me alejo un poco de él para conectar nuestros ojos por unos segundos.
—¿Por qué no lo compruebas? —Kael me dedica una sonrisa ladeada al notar el atrevimiento en mis palabras.
—Humana imprudente —niega—. Así no se me habla. No con ese tono.
—¿Qué tono? —cuestiono insinuante.
En tan solo un segundo siento su respiración detrás de mí, cerca de mi cuello.
—Quieres descubrir lo que deseo hacerte como castigo, ¿verdad, humana?
Al momento, su mano me hace que me incline mucho más en el altar y, segundos después, siento cómo su mano choca contra mi glúteo. Jadeo por la sorpresa.
—¿Qué quieres que haga contigo, Clers? —susurra, acariciando mi piel sin llegar a la zona que deseo.
—Deberás averiguarlo, ¿no crees?
Casi puedo sentir cómo sonríe.
—Eso pretendo hacer.
Kael, sin esperar más, coloca su miembro en mi entrada antes de meterla de una estocada con fiereza, haciendo que gima con fuerza. Dejo caer mi brazo derecho en el altar y apoyo en él mi cabeza.
—Joder... —susurro de placer.
Al instante, su mano se coloca en mi mentón y me obliga a mirarme.
—Joder no: Kael.
Suelta mi mentón para colocar sus manos en mi cintura y apretar. Jamás había sentido esto que me está provocando él. Y quiero que continúe. Quiero que haga más. Las estocadas comienzan e intento no dejar caer mi cabeza sobre el altar. Sus dedos se afianzan con mi piel, donde estoy segura de que tendré marcas después.
—Dime, brujita, te gusta así, ¿verdad? Te gusta que sea rudo contigo, ¿eh? Quieres que lo meta entero dentro de ti, puedo sentirlo —su voz es grave cuando me habla y el ritmo de sus movimientos no disminuye.
No respondo.
Soy incapaz.
Aunque parece que eso no le gusta ya que comienza a disminuir sus estocadas hasta que se queda quieto.
—Quiero que me respondas —me ordena.
—Sí. Más fuerte —Y, para afianzar mis palabras, echo mi culo hacia atrás con fuerza para volver a introducir todo su miembro dentro de mí de nuevo.
Casi puedo escuchar como suelta una carcajada ronca.
—Sabía que había dado con alguien que podía aguantarlo. Que podía seguirme —susurra a la vez que enreda mi pelo en su mano.
Sus estocadas son duras y fuertes. Kael no está teniendo ningún tipo de piedad conmigo, y eso es lo que deseo. Quiero que se muestre tal y cómo es en mi presencia, en este momento.
—Muévete para mí, Clers —me susurra antes de lamerme el cuello.
Y tal y como me lo pide, lo hago.
Nuestros cuerpos se mueven al compás de nuestros movimientos. Me agarro con fuerza al altar al sentir un cumulo de emociones dentro de mí. Mi corazón se aprieta y siento algo fuerte e intenso instalarse dentro de él, como si de alguna forma me pudiera conectar o vincular a él.
El nudo de mi estómago cada vez es más fuerte conforme ambos nos movemos con mucha más rapidez y energía. El nudo no tarda en explotar dentro de mí, aunque Kael continúa moviéndose con estocadas fuertes y rápidas hasta que él gime y disminuye sus movimientos.
—Clers... —susurra en mi oído.
Cierro los ojos al instante cuando escucho mi nombre en sus labios.
El aire en el sótano es denso, cargado con una mezcla de humedad y algo que no puedo identificar del todo, pero que me hace sentir inquieta. La tenue luz de las velas proyecta sombras que parecen moverse por las paredes, y el altar frío detrás de mí no hace nada para calmar mis nervios. Estoy apoyada en el altar, con la espalda apoyada contra la piedra. Kael está a mi lado, tan inmóvil como siempre, con esa presencia que lo hace parecer más un depredador al acecho que una persona.
Sé lo que es, lo que siempre ha sido.
Un vampiro.
Aun así, aquí estoy, con él.
Porque algo en mi interior me dice que es donde debo estar.
—¿Sientes eso? —pregunta de repente, con la voz baja pero cargada de tensión.
—¿Sentir qué? —respondo, aunque ya sé a qué se refiere.
Hay algo... algo extraño en el aire, como una energía que parece vibrar justo debajo de mi piel. Me llevo la mano a la muñeca, porque de pronto hay un calor, un ardor que no estaba ahí antes.
—Clers... —Kael se gira hacia mí, y su voz suena diferente, más urgente—. Mírame.
Lo hago, y lo que veo en su rostro me asusta más que cualquier otra cosa que haya enfrentado hasta ahora. Kael nunca muestra confusión. Nunca desde que estoy aquí. Pero sus ojos están clavados en mi muñeca, y su mandíbula está tensa, como si estuviera conteniendo algo.
—¿Qué pasa? —miro hacia esa zona, y lo veo.
Una marca, brillante y dorada, está apareciendo en mi piel. Es como si alguien estuviera dibujando líneas intrincadas con fuego líquido.
—¿Qué es esto? —mi voz tiembla, y mi mirada se cruza con la de Kael.
—No lo sé. —Se levanta, y por primera vez, parece estar tan perdido como yo, lo que hace que me sorprenda.
Pero entonces él también se detiene. Se lleva la mano al antebrazo y empuja la manga hacia arriba. Ahí está, el mismo símbolo, grabado en su piel pálida como si siempre hubiera estado allí, pero ahora brilla con una luz tenue, pulsante.
—No puede ser... —susurra.
Cuando nuestras miradas se encuentran, algo cambia. Las marcas en nuestras pieles comienzan a brillar con más fuerza, como si se reconocieran, como si estuvieran... conectadas.
Kael extiende la mano, y yo, sin pensarlo, hago lo mismo. En cuanto nuestras pieles se tocan, una corriente cálida recorre mi cuerpo, y un destello de luz inunda el sótano. Cierro los ojos, porque es demasiado, pero cuando la luz se apaga, me doy cuenta de que algo dentro de mí ha cambiado.
—Es un vínculo —dice Kael, su voz apenas un susurro.
Lo miro, buscando respuestas, pero todo lo que veo es la misma confusión reflejada en sus ojos.
—¿Un vínculo? —repito, todavía tratando de recuperar el aliento.
—Entre tú y yo. —Se aparta un poco, como si estuviera tratando de procesarlo también—. Esto no es un accidente, Clers. Es... un destino.
La palabra me golpe con fuerza, pero no tengo tiempo para negarla. Porque lo siento también. En lo más profundo de mi ser, sé que lo que sea que acaba de suceder no puede deshacerse.
Nos acabamos de unir. Para bien o para mal.
Y tengo la sensación de que el mal no tardará en encontrarnos.
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