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26. Cita tres. Parte 2

En Multimedia - Still As Ever

-Yo ya estoy chocando a esta jirafa -comentó Melanie.

-Y yo ya estoy chocando a este pitufo -dije yo.

-¿Esto es una declaración o algo parecido? -preguntó la chica.

-No, solo es un... -las palabras de Melanie quedaron en el aire, cuando alguien me chocó por detrás. Y al igual que Melanie no pude creer lo que ví, cuando mis ojos vieron a la persona responsable. Esto tenía que ser una mala broma de mal gusto. Era la peliteñida. 

-Ivonne... -dijimos al mismo tiempo Melanie y yo.

Melanie dejó su fijación por mi, y se centró en su nuevo objetivo, quien era la peliteñida. Durante su intensa pelea, se chocaron hasta el punto en el que los autos literalmente rebotaban. Yo de a ratos, chocaba a Melanie y después me iba a chocar todo lo que tuviera ruedas. Pero ocurrió algo inesperado; Ivonne y Melanie unieron fuerzas para chocar a la chica que me había pedido mi número.

[...]

Finalmente el juego finalizó y salimos de los carros chocones. Tanto Melanie como yo, apresuramos el paso para no ver más a Ivonne Hadson, pero para nuestra mala suerte no fue así.

Nos alcanzó.

-Qué casualidad, ¿no creen? -dijo la peliteñida.

-Qué casualidad más terrible -dijo Melanie. Yo pensaba lo mismo.

Posteriormente Ivonne y yo nos lanzamos una mirada desafiante, y por muy extraño que parezca, por fin Ivonne no vino conmigo. Simplemente se quedó ahí en su lugar, mirándome a la distancia. Cosa que agradecí.

Sobre todo cuando se despidió de nosotras y siguió su respectivo camino con sus amigas. 

Seguido de eso, Melanie y yo retomamos nuestra caminata y seguimos observando las instalaciones de »Magic Planet« junto a varias atracciones increíbles. Una de ellas que me llamo la atención, fue un dispositivo en 3D que te mostraba ilusiones. Estas variaban, algunas eran de juegos, otras de montañas rusas, etc.

Pensaba decirle a Melanie que comieramos, pero fue entonces que escuchamos a un muchacho decir:

-Anímese a jugar y consiga un peluche. Si logra meter las tres pelotas en la misma canasta. ¡Se lleva un peluche totalmente gratis y el que usted quiera! Así como lo oye. Oferta exclusiva, pásele, pásele.

-¿Cuánto cuesta? -preguntó un muchacho interesado.

-Tres tiros por veinte pesos, ¿te animas carnal? Ándale amigo, tu novia te pide con la mirada que le regales un peluche.

Sin pensarlo mucho, el muchacho acepto y le dió el billete al joven.

Pero antes de que empezará el juego, el joven que era el encargado del juego, nos demostró lo fácil que era encestar las tres pelotas en la canasta.

Tan fácil como encestar tres pelotas en la canasta sin fallar. Bueno, no me considero experta, pero tengo confianza en mi misma. Y eso es algo que cuenta mucho al final.

-Te veo muy entusiasmada, ¿acaso vas a participar Melanie? -le dije.

-Claro -respondió con una sonrisa de lado. -Te voy a conseguir el peluche que tú quieras.

-Yo también voy a participar -dije decidida.

Posteriormente pagamos la cuota para jugar el juego y empezamos.

-Esta regalado ganarse el peluche, solo tienen que meter las tres pelotas en la canasta. ¿Pero quién será el ganador? ¿Cuántos ganadores tendremos el día de hoy?

Por otra parte, yo me encontraba calculando para encestar bien la pelota.

Acto seguido, la lancé y cayó en la cesta.

Posteriormente miré a Melanie y ella nerviosa, agarró coraje y lanzó la pelota.

Lo logró.

Sonreí. 

-¿Cómo te quedó el ojo, eh? -dijo con una gran sonrisa de satisfacción.

-Muy bien hecho, Lanie -dije y posteriormente, lancé la pelota y dió con la canasta.

Seguido de eso, miré a Melanie y dije:

-Adelante pitufo -hice un gesto con la mano. -Y demuestra que la suerte no se acaba tan fácilmente.

Melanie se preparó para lanzar y cuando estuvo lista, dió un largo suspiro y lanzó.

-Casi -dijo el jóven. 

-Ey, no te desanimes -dije buscando animarla-. Puedes volver a tirar si lo necesitas.

-No te desanimes carnalita -habló el jóven. -Si logras meter la siguiente pelota en la canasta, te ganas cualquier peluche que quieras.

Sonreí y miré a Melanie ante eso. Ella sonrió cabizbaja y lanzó la pelota, pero está rebotó en la canasta y termino saliéndose de ésta.

-¡Qué pena! Ya será para la otra. -comentó el jóven.

-No pasa nada -hablé yo-. Escoge el peluche que quieras.

[...]

Posteriormente le gané un peluche de Bob Esponja a Melanie y se lo regale.

-Quería ganar un peluche para ti -confesó Melanie mientras miraba mis manos vacias.

-Me has regalado más de lo que crees Melanie -contesté cálidamente. -Solo con estar contigo, ganó más de lo que crees.

-No. Te voy a dar un regalo, y para ello, nos vamos a subir a la rueda de la fortuna.

-No es necesario Melanie, tu presencia aquí es el mejor regalo que puede existir junto con tu sonrisa -aseguré mientras despeinaba su cabello con una amplia sonrisa.

-Allison... -pronunció avergonzada.

Yo la miré con atención y Melanie sujetó mi mano y me llevo literalmente por todo el parque de diversiones, hasta llegar a la rueda de la fortuna.

-Te daré un regalo, Allison -dijo esbozando una sonrisa.

-¿Qué piensas hacerme?

-¿No es obvio?

La miré con los ojos abiertos y Melanie ladeó la cabeza ante mi acción.

-¿Por qué la sorpresa? -interrogó. 

-No puedo creer que ese sea tu regalo -comenté mientras sentía mis mejillas enrojecerse.

-Pues comienza a creerlo -sentenció y después me dió el peluche de Bob esponja para que lo cuidara, mientras ella se encargaba de comprar las entradas.

Una vez que Melanie terminó de comprar las entradas, me arrastró para que entrará a la rueda de la fortuna.

Ya una vez adentro de la cabina, la cabina empezó a elevarse y de un segundo a otro, nos encontrábamos en el cielo. 

-¿Le tienes miedo a las alturas? -pregunté observando con atención a Melanie. 

-Para nada -contestó mientras se hacía bolita en su lugar.

-Ven aquí -le pedí, pero en su lugar, se acomodó en su lugar y se hizo aún más bolita mientras negaba con la cabeza.

-Aquí estoy bien -dijo aferrandose a sus rodillas.

Acto seguido, me levanté y caminé hasta llegar con ella. Me senté a su lado y mis manos sujetaron sus mejillas. Acaricié mis mejillas con mi pulgar y a los pocos segundos, apegue mi cuerpo al suyo hasta convertirnos en una sola. 

Un momento después, la abracé.

-No está mal sentir miedo, eso no te hace cobarde o poco valiente como la gente dice -pronuncié en su oído y Melanie con torpeza y las manos temblorosas buscaron torpemente mi cuerpo-. Está bien tener miedos, pues hasta el más valiente tiene miedo. Todos tenemos miedos; ya sea perder a alguien, perder algo valioso, a los payasos, a las agujas, a morir, o algo en específico. Yo por ejemplo tenía miedo de no ser capaz de cumplir las expectativas que tenían mis padres sobre mí. Y viví con ese miedo la mayor parte de mi vida, pero descubrí que tener miedos no te hace cobarde. Te hace cobarde el no reconocerlos.

Hubo silencio por unos instantes.

-Así que ya no sientas miedo, Melanie -susurré. 

-A tu lado no siento miedo -confesó y yo me separé lentamente de su cuerpo, para observar a Melanie-. De hecho por ti me atreví a enseñarte el mundo que tenemos enfrente nuestro. Porque esta noche las estrellas brillan más que nunca y parece que ellas te cuentan secretos. Allison, mira -añadió extendiendo su mano para enseñarme el cielo nocturno que teníamos en esta noche enfrente nuestro y podíamos observarlo desde una increíble altura.

-Es... Hermoso -pronuncié con ilusión.

-¿Verdad que sí? Es tan hermoso este cielo nocturno, que te hace soñar con solo ver a las estrellas y como sabía que tu parte favorita del día es cuando anochece, pensé que este sería un buen regalo para ti. Por esta noche sueña Allison y olvídate del resto del mundo, porque aquí solo existe la luna, las estrellas y tú.

-Melanie me has dejado sin palabras. Algo tan sencillo como este regalo, se asemeja a lo más grande que he recibido en mi vida, pero no, el regalo más grande que he recibido ha sido conocerte -comenté sin palabras. No podía expresar lo que sentí con las palabras de Melanie, así que uní nuestras manos. Y nos miramos en silencio.

Me quedé sin palabras.

-¿Sabes qué creo? -hablé. 

-¿Qué crees? -preguntó Dashton tímida.

-Que no necesito mirar al cielo para encontrar estrellas. Porque en tus ojos encuentro una galaxia.

Un momento después, Melanie se sonrojo y yo también lo hice.

-Melanie, ¿y si durante todo el tiempo que dura la rueda de la fortuna duramos abrazadas?

A lo que Melanie accedió.

Y así terminó nuestra tercera cita.

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