CAPITULO I
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Obanai pensaba que había ganado.
La sensación de victoria en esa mañana era tan real para él que podría tocarla con sus delgados dedos, la sentia al caminar y el sabor dulce que quedaba en su garganta cuando respiraba el limpio aire. Todo el ambiente en su alrededor le decía ganador, hasta el hermoso cielo azul con nubes blancas era sinónimo de grandeza.
Él ha ganado, Iguro había derrotado la cantidad de demonios adecuada y puede sentirse victorioso de la apuesta que había hecho con Tengen y Kyojirou.
El Pilar de la Serpiente no era alguien de apuestas, de hecho, casi no se relacionaba con alguien más que no fuese Shinazugawa o Kanroji, quienes a sus ojos eran las únicas personas normales en la organización de Caza demonios, por lo tanto los juegos absurdos como apostar no entraban en debate.
Sin embargo, de manera desinteresada Obanai terminó en medio de una disputa entre el honorable Pilar de la Llama y el extravagante Pilar del Sonido, ambos hombres comenzaron a discutir sobre quién podría asesinar a más demonios en un mes.
La situación era patética, ver a dos Pilares borrachos peleando por estupideces dejaba bastante mal a la Compañía pero Obanai no pudo decir algo en contra de ellos; el hombre serpiente también estaba bajo los efectos del alcohol.
¿Quien lo culparía? A veces hasta el más recto y amargado tenía que tener sus momentos para relajarse. Lo único malo que tuvo su pequeña borrachera en aquel entonces es que no se dio cuenta que entrometerse en las discusiones de Rengoku y Uzui no era nada bueno ni favorable para él.
No pensó en la magnitud de la apuesta si llegaba a perder.
Quien perdiera derrotando a la menor cantidad de Demonios posibles en un mes, sería castigado con usar el uniforme femenino de la Cofradía por todo un mes.
Pues a palabras de Tengen, así podría ser por completo una "nenita".
El riesgo por esa apuesta era mucho, por lejos una completa estupidez pero ¿El ganador qué?
No ganaba nada, solamente la satisfacción de derrotar a todos y de reírse libremente del tonto que haya perdido.
Era mucho riesgo por algo tan insignificante, pero aún así Obanai había aceptado, se metio en media de la apuesta sin que nadie lo llamara y dijo que también quería participar. Kyojirou estuvo a punto de negarlo pero Tengen se adelantó y festejó, aceptando gustoso que haya otro jugador.
A la mañana siguiente la sensación de aquella apuesta se le subió a la cabeza, no podía creer que había actuado como un tonto y pensó que por culpa del sake los otros dos hombres habían olvidado el juego pero lamentablemente Tengen no olvida nada, tampoco perdona nada.
Pasó todas las noches del último mes viajando, rastreando y asesinando a la mayor cantidad de demonios posibles. No dijeron qué tan fuertes debían ser, solo dijeron que la cantidad debía ser alta.
Fueron 26 demonios en total, para evitarse trampas se habían intercambiado los cuervos para que ellos lleven la cuenta de los asesinatos, Iguro estaba bastante satisfecho. Ya quería reírse en la cara de Tengen o Kyojirou al verlos usar esa estupidez de ropa.
Lamentablemente la satisfacción no le duró mucho, puesto que ambos hombres había cazado a muchos más demonios, 38 y 43 para ser exactos, superando por completo y de manera absurda la hazaña de Obanai.
La mirada de incredulidad y vergüenza se podía observar en la expresión del Pilar de la serpiente, se había quedado petrificado mirando con inseguridad a los hombres altos al frente de él.
Era un estúpido, debió haber cazado más, debió haberse esforzado más.
Pero el mes ya había acabado, sus grandes esfuerzos visibles bajo las bolsas de sus ojos no sirvieron de nada contra un maestro del rastreo y un fanático de los rumores.
Lo estaban mirando de manera acosadora, impacientes y sonrientes.
—¡No, no, ni se les ocurra!
No estaba bien hacer rabietas en este momento, sin lugar a duda se estaba comportando como una nenita en este instante, pero debía hacer algo para detener la caída en picada de su reputación en la compañía.
—¡Nada de no, nada de nada!— Exclamó Uzui con una voz de mando fuerte y determinada.— ¡Nadie te invitó a la apuesta, perdiste y te jodiste!
Tenía razón.
Obanai era el entrometido que había decidido jugar solo porque el alcohol lo había puesto lo suficientemente alegre para pensar que esa apuesta no era tan mala. Bajo los efectos de la bebida o no, no podía hacer nada.
Tenía que ser un hombre y aceptar que había perdido.
Tenía que ser un hombre y ponerse de mala gana esa faldita.
Uzui desde el principio había encargado uniformes femeninos de la talla de los participantes, como Rengoku y él habían ganado tuvieron la oportunidad de quemarlos en la chimenea mientras Obanai aún tenía en sus manos el conjunto, apretando con fuerza mientras se percataba que la falda era considerablemente más corta que las otras.
Uzui había pedido su uniforme con la maldita falda corta, ¡Qué estupidez! Pero si las faldas de los otros dos uniformes eran hasta los tobillos, ¿por qué la de él no? ¡Que se mueran todos!
—¡Tú, tú pedazo de...!— Se mordió la lengua ante el insulto que amenazaba salir de su garganta.
Miró a Tengen, él también lo miraba de manera burlesca como si supiera lo que había hecho, como si desde un principio el mayor hubiese sabido que Obanai perdería está apuesta, tal vez porque el Pilar del Sonido era un narcisista de primera y se cree superior a todos, sobretodo se cree mucho mejor que Iguro por tener un cuerpo grande y musculoso.
Por supuesto eso es solo un pensamiento vago del interior de la mente del hombre serpiente.
Refunfuñó, se quejó, insultó y pateó el suelo con frustración mientras intentaba con todas sus fuerzas tragarse su orgullo para ponerse la ropa. Estaba sintiendo las miradas llenas de burlas sobre él, esperando ansiosamente para verlo con la falda puesta.
Sabiendo que se arrepentiría de esto hasta los últimos segundos de su miserable vida soltó un suspiro, las arrugas de su frente se pronunciaron aún más y entro en la habitación de a lado, era un baño donde tendría la privacidad suficiente para cambiarse.
Dejó a Kaburamaru cerca del lavabo con delicadeza porque Dios sabe la cantidad de veces que su compañero le siseo advirtiendo sobre beber esa noche, está era una lección para siempre obedecer a su serpiente.
Con mucha timidez se quitó la ropa, sintiéndose observado aún cuando no había nadie en el pequeño cuarto. La sensación era vergüenza, ansiedad y tal vez una pizca diminuta de miedo, sabía lo que significaba salir vestido de mujer a la calle, sin importar que sea un Pilar sería el blanco fácil de burlas o algo más.
Iguro no era como Uzui, él no podía seguir la corriente a los chistes haciendo que de alguna manera todos sean tontos menos él.
Iguro no tenía la paciencia ni el carisma de Kyojirou para explicarle a las personas que denigrar e insultar a una persona por su ropa estaba mal.
Él era simplemente Iguro, demasiado Iguro para su propio bien y sabía que iba a partir un par de bocas si le llegasen a si quiera a preguntar el porque de su cambio en el guardarropa. Podía defenderse perfectamente, aún así se sentía intimidado por el exterior, similar a la sensación que tuvo cuando alguien le dijo en su niñez que actuaba como mujer.
Se había criado solamente con mujeres, por ende algunos gestos pequeños los llegó a copiar sin darse cuenta, nadie le dijo que estaba mal y por eso jamás lo cambió hasta que llegó el comentario, desde ahí se dió cuenta de su mal actuar y de inmediato cambio todo aquel rastro de feminidad de su interior.
No es como si le molestará, odiaría la idea de ser mujer y le gustaba poder mostrarse como hombre ante todos, pero el temor a no ser lo suficientemente masculino siempre estuvo implantado en su interior.
Y ahora estaba usando una maldita falda.
Se veía fatal.
Su cuerpo reflejándose en el espejo del baño no le dió una vista alentadora, la falda no era tan corta como pensó en un principio, estaba unos centímetros más abajo de sus rodillas pero aún así dejaba ver demasiada piel en sus piernas esbeltas, sus calcetines tampoco cubrían lo suficiente puesto que apenas llegaban un poco más arriba de sus tobillos.
Cómo era de esperarse el uniforme le quedó un poco ancho en el pecho, se supone que las mujeres normalmente tenían busto y por ende se le deja un poco más de tela en esa parte pero él no era una mujer, por lo tanto solo era una camisa holgada que intentaría cubrir lo mejor que podía con su haori.
Se fijó en su cintura percatandose del cinturón suelto, el que venia con el nuevo uniforme no tenía los suficientes agujeros para sujetarlo bien, es entonces que al menos teniendo algo de consolación tomó el que estaba aún en su pantalón y se lo colocó. Mirándose en el espejo notando como la falda ayudó a que esa parte de su torso se vea más estrecha.
Tenía una cintura pequeña, debidamente por su poco apetito.
Se quedó mirándose un par de segundos en el espejo, avergonzadose de que sus piernas estén expuestas, odiaba la sensación de su piel al aire libre, no estaba acostumbrado.
Con un último suspiro dejó de verse en el espejo y se fijó en un accesorio en el lavabo, era un lazo de color rojo intenso, por el tamaño Obanai supo que Uzui lo dejo de broma para que combinara con Kaburamaru, Iguro no haría tal cosa. No dejaría jamás que su querido amigo use algo tan ridículo por culpa de su propia estupidez. Con molestia tomo el listón rojo y lo arrojo al canasto de basura, entrecerrando los ojos por la mirada confusa de su serpiente.
—Sé que me veo como un chiste, por favor no digas nada.— Dijo rindiendose ante las circunstancias.— Vamos a salir, Kaburamaru.
Tomó a su amigo con cuidado y se lo colocó en los hombros volviendo a su posición habitual, Obanai sintió como su estómago y entrañas se revolvieron cuando sus dedos tocaron la perilla de la puerta.
Cerró los ojos buscando por todos los medios posibles un poco de consuelo por lo que está a punto de hacer, se preparó para la burla de esos dos grandes tontos afuera.
Hazlo, hazlo, hazlo.
Giró la perilla y abrió la puerta con cuidado, no sorprendiendose pero si sonrojándose por la mirada fija de aquellos hombres.
Los tres se miraron entre si unos segundos, ninguno cambiaba la expresión.
Kyojirou miró a Tengen.
Tengen miró a Obanai.
Obanai miró a Kaburamaru.
Kaburamaru no quiso entrometerse en los líos de los humanos y se escondió en el haori de su amigo.
Obanai de nuevo quedó solo moralmente.
—¡Pero que mujer tan linda!— La voz sarcástica de Uzui rompió el hielo que se había formado.
No era un halago, era una enorme burla pues él sabía muy bien que se veía terrible, parecía un chiste y se veía como un... Payaso.
Dejémoslo así, no tenía ánimos de autoinsultarse en este momento.
Se cruzó de brazos y se intentó esconder detrás de su haori mordiendo con furia su labio inferior, sintiendo el leve dolor que avisa cuando es suficiente pero haciendo caso omiso a la advertencia.
Kyojirou, quien había puesto su mano a la boca para evitar por todos los medios burlarse de su bajito amigo, no pudo soportar más la vista. Abrió la boca y sus brazos abrazaron su estómago mientras reía a carcajadas mirándolo con una expresión aún más burlesca que la del ex Shinobi.
No se hicieron esperar los chistes de esos sujetos, desde Uzui haciendo bromas de doble sentido hasta Rengoku quien en realidad no dijo gran cosa, estaba muy ocupado intentando mantener la compostura y no perder la consciencia por falta de aire.
—¡Da una vueltita, bomboncito!
Kyojirou no pudo evitar caer de espaldas mientras se reía sobre si mismo, Uzui ya no solo se reía del hombre serpiente sino también de la risa sumamente contagiosa de su flameante amigo.
—¡Qué linda estás! ¿Te hiciste la toca?
—¡Qué bonita te ves, princesa!
—¿A cuánto la hora, señorita?
—¡JODANSE, OJALA SE MUERAN AMBOS!— Gritó Obanai ya harto.
—Uy no, la mujercita está en sus días.
No pensó durar ni un segundo más en la finca de esos tarados y es por eso que dió media vuelta de manera rápida, logrando hacer que los vuelos de su falda agarraran algo de aire y se levantaran, de inmediato llevo sus manos a la tela para tenerla en su lugar.
No hace falta decir que los hombres más altos se rieron nuevamente.
—¡Hasta se le sube la faldita!
—¡Es una niña tan encantadora!
Maldita sea, maldita sea, MALDITOS SEAN TODOS.
De pronto, su día empezó con una desgracia tras otra pues al salir apresurado de la mansión del Pilar del Sonido una pequeña gota de agua cayó en la punta de su nariz, miró el cielo y el adorable y acogedor sol de esa mañana fue secuestrado hacia el interior de unas nubes grises que cubrieron por completo todo al alba.
Después no solo fue una pequeña gotita en su nariz, el cielo comenzó a "caerse" como si las nubes estuvieran llorando sin importarle mojar a una pobre alma en desgracia sobre la tierra.
Con intención de proteger un poco a Kaburamaru se sacó el haori y arroyo a la serpiente en la suave tela, manteniendo al animal de sangre fría en un lugar cálido para evitar que se enfermara.
Salió de manera rápida y apresurada hasta llegar a un sitio donde pasar el rato hasta que parara el aguacero, odiando cada vez más las telas sobre su cuerpo.
A pesar de tener varios dobleces y no ser una falda tan corta la tela era por mucho más delgada, fina y suave que la de su otro uniforme, tanto la camisa y falda eran inútiles para el frío que sentía en estos momentos, sus rodillas temblando y chocando piel con piel era un claro ejemplo de ello.
Tenía mucho frío, se abrazo así mismo con Kaburamaru en brazos al menos estando satisfecho por la seguridad de su compañero. Decidió ignorar su ropa estúpida y solo se mantuvo callado y mirando al suelo, permitiendo que su cabello cubra su visión y encogiéndose de hombros soportando con un pequeño temblor el frío.
De pronto, rápidamente un ruido de una rama rompiéndose a su lado lo mantuvo en alerta y cuando giro el rostro a esa dirección una tela le cubrió los hombros, el pecho de alguien le tapó su campo de visión.
Alzó la mirada y se percato que era Tomioka.
¿Qué carajos hacía ese reverendo imbécil?
—¡¿Que mierda crees que haces, cara de rata?!— Exclamó Iguro, tomando la tela de sus hombros y arrojándosela a la cara al estoico hombre.
Tuvo una mayor imagen del panorama y colocó una mueca de asco al ver que la tela era el haori espantoso del Pilar del Agua.
Tomioka, quien en un principio no había reconocido a la persona en aquel lugar, dió un paso hacía atrás mirando con una notable sorpresa a su compañero de rango.
—¿Igu... Iguro?— Susurró, ni siquiera un hombre tan sereno y tranquilo como él podía evitar sentir un poco de diversión en el interior de su pecho al ver las ropas absurdas de Obanai.
—¡Sí! ¡Soy Iguro! ¡¿Hay algún problema o qué?!
—No, yo... Te confundí con una mujer. Perdón.— Dijo rápidamente, metiendo sus brazos en las mangas de su haori para colocarlo en su posición inicial. Cambió su expresión a una más de entendimiento, mirando otra vez a la ropa del "hombre" recordando cosas.— Oh, ¿Te vestiste así porque quieres ser una mu-?
—¡Ni se te ocurra decir eso, maldito retrasado! No sé de dónde sacas esas estupideces; es asqueroso.
—Tu ropa dice lo contrario, Iguro.
Obanai sintió su estómago caer de la vergüenza y su mirada enrrojecer a un ritmo alarmante al percatarse de su posición en este momento, Tomioka puede malinterpretarlo perfectamente e Iguro no tiene argumentos válidos para invalidar su opinión.
Miró un segundo al Pilar del Agua y este lo miró de vuelta, sintiendo la misma incomodidad reflejada sutilmente en el rostro.
Ninguno quiso dirigirse la palabra después de eso.
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