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Capítulo IX

Alex se había quedado en casa tratando de descifrar la llamada que le había llegado a su niñera, era obvio que era algo muy urgente, aún así ella no le había dicho ni una sola palabra sobre lo que era.

Cuando por fin el sueño le estaba venciendo, su pequeño hijo se despertó asustado, otra vez una pesadilla.

—¡Quiero a mi mami!— Fue todo lo que dijo el pequeño al ver que estaba en la cama de su padre.

—Amor mío, hoy estás conmigo.

—¡Quiero a mi mami Step!— Empezó a llorar el pequeño...

—Es que ella no está— Si le hubiera golpeado el pequeño no habría sido lastimado tanto con que esa mala elección de palabras, su desconsuelo fue tal que su llanto destrozaba el corazón de su padre —Me refiero a que tuvo que salir un rato.

—Mi mami se fue sin mí... Ya no me quiere— Decía entre lágrimas el pequeño.

—No es eso... La voy a llamar— ¡Dios! Espero que conteste, pensó para si mismo, pues ahora él tenía una emergencia —Tuvo que salir, pequeño, pero ella volverá mañana.

Aún así las palabras no le daban consuelo.

—¿Hola?

—«Hola»—Respondió un hombre, aunque la voz le sonaba conocida.

—¿Éste es el teléfono de Step? ¿Quién es usted?

—Lo siento jefe, la señorita dejó el teléfono en el auto, le contesté porque ví que era usted.

—¿Dónde están?

—Yo estoy en el parqueadero del hospital Saint Charles, la señorita entró ya hace un buen rato.

—Solo ven y recogeme.

—Esta bien, señor.

Por ser la madrugada las calles estaban vacías sin tránsito, así que el chófer llegó en menos de media hora, para entonces el llanto no había cesado, y Álex estaba a punto de perder la cabeza.

No tenía idea de lo que iba a hacer o cómo, pero de seguro la iba a encontrar, tenía qué...

«»

—Señorita, realmente necesito su ayuda— Le confesó Alex a la recepcionista que lo miraba con ternura —Mi esposa entró hace un rato, y necesito dar con ella, porque dejó el celular en casa.

—¡Mi mami! ¡Quiero mi mami! Por favor— El llanto continuaba, pero no era un berrinche como cualquier niño de su edad lo haría por las mismas circunstancias, era más bien unas dolorosas lágrimas de lastimaban incluso a la persona más insensible.

—Tranquilo cariño, encontraremos a tu mami— Habló la recepcionista, ese pequeño en serio le daba pena —¿Cómo se llama tu mami?

—Step.

—Se llama Stephanie...— Alex se quedó sin palabras, no recordaba su apellido, ahora creerían que estaba mintiendo.

—¿Díaz?— La chica tragó saliva, eso no podía ser posible... Ellos, no...

—Sí ella— Luego de que Álex afirmara ella decidió levantar el teléfono un poco extrañada.

—Señora Díaz, por favor— Dijo al escuchar que alguien levantara la bocina del otro lado, tuvo que esperar unos minutos hasta que la persona en cuestión contestó —Señora, disculpe, aquí hay un hombre que dice ser su esposo con un pequeño niño...

—«¿Qué? No puede ser... Espera ¿Es un hombre alto, bien parecido, de ojos claros?»

—Creo que sí.

—¡Quiero a mi mami! Por favor...—Step alcanzó a escuchar el llanto de Nathan y sintió como se le arrugaba el corazón.

—«Que pasen al ala de espera, ya voy enseguida... Después te cuento, lo prometo.»

—Está bien— Colgó —Su esposa ya viene, por favor sigan al vigilante a la sala de espera, ella los recibirá allí, no se preocupe, todo está limpio y desinfectado.

—Gracias, en serio muchas gracias— Suspiro Alex con alivio, mientras el vigilante le llevaba hasta donde se podía encontrar con Step.

...

—Ehlena— Entró Step a la habitación del paciente —Lo siento, me tengo que ir, se presentó algo.

—¿Ya te vas?

—Sí.

—Pensé que te quedarías.

—Lo siento Ehlena, alguna vez su hijo fue mi prioridad, ya no, tengo alguien que me espera.

—¿Conociste a alguien más?

—Algo así, pero no es lo que usted cree— De repente los aparatos empezaron a sonar, asustandolas a ambas.

Inmediatamente llegó el personal médico encargado para ver lo que sucedía, las dos ahora estaban fuera de la habitación.

—Cualquier cosa me avisas— Le dijo Step a la mujer.

—¿Te vas en este momento?

—Sí tengo que elegir entre Damián y Nathan, créeme, siempre elegiré a Nathan— Hizo una sonrisa fingida de esas con la que se dice ni modo, y salió corriendo a encontrar su príncipe.

Step llegó rápidamente, y muy agitada por estar corriendo, después de todo era un edificio muy grande.

—Ya... Llegué...— Dijo al entrar tratando de recuperar el aliento.

—¡Mami!— Gritó el pequeño y salió al encuentro de su amada niñera.

—Ya bebé, ya estoy acá— No le importó si estaba cansada, o agitada, llevo el niño a su pecho y lo rodeó de sus brazos, para luego llenar su cabeza de besos.

—Lo siento, estaba llorando por tí y no sabía que hacer— Se excuso Álex.

—No importa, lamento que hayan tenido que venir hasta aquí, pero tenía un asunto muy importante que resolver.

—Lo sé.

Ambos se quedaron callados sin saber que decir, lo único de lo que estaban pendientes era de que Nathan por fin había empezado a calmarse.

—¿Quieres comer algo amor?— Le preguntó Step a Nathan, quién se negaba a hablarle como la primera vez, así que solo le dijo que no con suaves movimientos en su cabeza —¿Y usted Sr. King?

—No gracias, Sra. King— Las últimas dos palabras las asentuo suavemente, de cierta manera le gustaba la idea, ahora sonreía como un niño travieso que ha sido descubierto.

—¿Qué?— Esas palabras la tomaron por sorpresa, pero al ver la sonrisa traviesa de su acompañante, también sonrió divertida.

—Hice lo que tú, cuando los pacientes éramos Nathan y yo, ya sabes... Para poder pasar esas puertas impenetrables de vidrio para cualquier no familiar.

—Ok, no me quejo, porque di el mal ejemplo...— Step había escogido un sofá con algunos metros de distancia de dónde se ubicó Álex en la sala de espera, entonces se levantó y se sentó a su lado, aunque la hazaña le había costado un poco, porque Nathan aún estaba en sus brazos.

Ambos se quedaron en silencio, pero no era un silencio incómodo más bien se trataba de dos personas presas de sus pensamientos, ya que la situación para ambos era algo extraña y a la vez nada del otro mundo.

Alexander nunca se había imaginado casado, la idea ante el matrimonio no le daba fastidio o asco como algunos hombres a los que conocía, pero no se había tomado el tiempo de pensar en eso, y ninguna mujer con la que había estado le hacía siquiera tener un pensamiento ligero al respecto.

Mientras tanto Step solo pensaba en lo familiar que se sentía con su jefe, apenas se conocían aún así sentían la confianza de amigos de toda la vida, de cierta manera le alegraba que solo fuera eso y no ciertos insectos voladores flotando en su estómago, porque que un hombre como él le rompiera el corazón definitivamente sería el último golpe que recibiría en la vida, preferiría morir a volver a sentirse así... Sin mencionar que una ruptura con él, significaba dejar a Nathan, y la sola idea le hacía doler el corazón.

Suspiró pesadamente, los pensamientos negativos se iban apoderando de su cabeza, así que parpadeó rápido para evitar que las lágrimas escaparan y volvió al pensamiento de él llamándola Señora King, era tierno y gracioso. Por fin sonrió, no porque alguien la viera, sino por hacerse creer así misma, que todo estaba bien.

De nuevo el teléfono sonó, y Step con mucha dificultad lo descolgó.

—Aún estoy en el hospital— Habló en tono seco —Ya subo  —colgó. —¿Puedo llevarme a Nathan? Te juro que no se va a enfermar ni nada.

—Ve a hacer tus cosas tranquila, yo me puedo quedar con Nathan... Ven cariño— El pequeño se aferró más a ella, mientras negaba con la cabeza, cuando empezó a gimotear —Oh no, no llores vete con ella, malvado niño— Ahora era Alex quien hacía pucheros.

Una pobre enfermera fue la víctima fatal de sus encantos, solo iba pasando y no pudo prepararse para tan fatal pero tierna escena, mientras que las personas a su alrededor habían sido testigos de sus gestos y sonrojos entre ellos, parecían una pareja con su primer hijo, aunque ninguno había escuchado nada se imaginaban incontables conversaciones amorosas entre los dos.

Step al ver el alma de la mujer siendo liquidada por tanta ternura y belleza, no pudo evitar hacer una travesura.

—Ya volvemos Señor King— Dijo en voz alta, y luego le dió un tierno y rápido beso en los labios, luego se dió a la fuga.

—Sí señora King— Fue todo lo que optó por decir, mientras con sus dedos recorría la escena del crímen. Ella me besó, pensó, y el sonrojo se hizo parte de él, sobretodo cuando notó que los espectadores lo veían con sonrisas traviesas y cómplices.

...

—¿Qué sucede?— Preguntó Step sin aliento, llevar el pequeño en sus brazos intentando llegar lo más rápido posible le había costado.

—¿Y ese quien es?— Interrogó Elhena luego de ver llegar a Step con el niño en brazos, pero como respuesta obtuvo una mirada furiosa, lo que de por sí era extraño en ella, así que decidió responder a la pregunta de la recién llegada —Sus signos vitales han cambiado, pero no logran saber si despertará o...

—¿Ni cuando despertará?— Step Interrumpió para que la mujer mayor, no dijera lo que ambas temían.

—Uno de los médicos cree que reaccionó a tu voz, por eso te llamé, quiero que tomes una decisión, un nuevo tratamiento o en definitiva—Suspiró —Desconoctarle.

—Estás tan ansiosa porque autorice que lo asesinen, que a veces dudo que seas su madre.

—No lo entiendes, han pasado tres años ya, y verlo así— Un nudo se apoderó en la garganta de la pobre Ehlena—Ese no es mi hijo, ni siquiera es la sombra del hombre que un día fue, fuerte, poderoso... Ahora solo es una cáscara que habita en esa cama llena de aparatos. Ninguna madre quiere ver a sus hijos convertidos en eso.

Las palabras de Ehlena estaban llenas de dolor, ira, nostalgia y sobre todo frustración de la cual culpaba a Step por no darle una muerte digna a su hijo, pero ella sabía que la realidad era otra, sí su hijo le hubiera dado el poder que tenía Step sobre su vida, tampoco habría firmado su muerte.

Al final era Step quien seguía dando lo mejor de sí misma, pues durante los últimos dos años no le visitaba, sino que dejaba que fuese la amante de Damian, quién lo hiciera.

Cualquier mujer en sus cinco sentidos y dolor, no le habría permitido que la otra mujer de su pareja se acercara y de seguro, si pudiera lo asesinaría por sí misma, la misma Ehlena lo hubiera hecho si se tratase de su esposo, por eso cuando se enteró de todo lo que le había hecho su mayor a Step quiso golpearlo hasta volverlo niño para volverlo a educar, por desgracia era demasiado tarde para todos, y fue la chica la que pagó el precio más alto.

—¿En qué consiste el tratamiento? Y me pueden dar una silla por favor...

Una de las enfermeras le trajo una silla plegable a Step, después de todo tanto los médicos como las enfermeras estaban allí en silencio presenciado la conversación, sin decir una sola palabra.

—Más que un tratamiento es una idea, queremos usar su voz para ver si reacciona nuevamente, y sí es así, hacer unas cuantas grabaciones para empezar una terapia auditiva, aunque en vez de música será su voz— Explicó un médico joven.

—Me parece bien... ¿Qué necesitan? Aparte de mi voz, claro.

—Una autorización— Está vez habló el médico jefe, un hombre mayor con mucha experiencia en el campo, y quién le tenía gran aprecio a los dos muchachos —También necesitaría que vengas por unos días, para hacer pruebas y hacer unas grabaciones...

—No volveré mañana, pueden hacer las pruebas sin mí o pueden hacerlas ahora, ahora tengo una vida y no puedo prescindir de mi tiempo para estos asuntos... Además no es como si quisiera estar aquí.

Tanto Ehlena como al viejo médico, les alegraba que Step ahora tuviera una vida, después de todo la que tenía se le habían arrebatado y Damian había sido el causante, pero a la vez una nostalgia por sus palabras.

—Esta bien, puedes dejar el niño con Ehlena para que entres...— Se quedó callado al escuchar la risa sardonica de la joven.

—¿Crees que si me soltara lo habría traído aquí? ¿A este drama? Entro con mi garrapata o no hay trato, resuelvanlo a su manera, de todas maneras no es como si ese paciente tuviera una enfermedad infecciosa o algo parecido.

El tono de voz de Step les hizo saber que no había manera de convercerla de lo contrario. No era grosera, pero era firme, tenía sus razones y le importaba un rábano, quién la entendiera o no.

Sin esperar a que los demás se pusieran de acuerdo, entró a la habitación, después de todo el lugar parecía una suite privada, con su respectiva recepción, salita y habitación.

Verlo le produjo una sensación ira y molestia, le hubiera gustado sentir compasión o quizás amor, pero la decepción había ganado esa batalla hacía mucho tiempo, incluso antes del accidente.

—Hola Demon... —Duró unos minutos en silencio, no sabía que decir... Ya no había nada más que decir, pues las palabras se las había tragado el tiempo. Está vez se acomodó  en un sillón grande que estaba junto a la cama, acomodó a Nathan quién estaba despierto pero en absoluto silencio expectante —¿Estás cómodo cariño?— Se dirigió al pequeño.

Este solo afirmó si hablar, lo que la hizo botar el aliento contenido en un largo y sonoro suspiro.

—¿Sabes? Ese tipo que está ahí acostado, era un chico muy malo, y no lo he abandonado aunque parezca que sí, así que a tí nunca te voy a abandonar, porque eres un chico muy bueno... Yo no soy de las que abandona.

El abrazo que recibió en respuesta, le hizo notar que había dado en el clavo, ella le devolvió el abrazo y empezó a cantarle suavecito en la oreja, mientras le daba suaves palmadas en la espalda, hasta que notó que se había dormido.

Con un poco de impulso, se acercó a la camilla, alargó la mano y con ella le tocó la cara al chico que allí dormía.

—Lo siento, no era mi intención hacerte sentir abandonado también... Es solo que estaba un poco confundida, pero ya he aclarado gran parte de mis sentimientos... Así que sí quieres irte, hazlo, muérete— Rió por lo irónico de la situación por primera vez de todas las veces que había usado esa expresión, la usaba de manera literal —Pero si quieres quedarte, bienvenido... A la vida, no a la mía, pero... Ya sabes... Bueno, como sea... Me entendiste. Vendré a visitarte pronto.

Se puso de pie con mucho esfuerzo y acomodó al pequeño en sus brazos, mientras se agachaba para darle un beso en la frente del hombre dormido.

Al salir, les pidió a todos con sus manos que hicieran silencio.

—¿Quieres tomar un café?— Propuso Ehlena, en apenas unos susurros audibles.

—No, me están esperando abajo.

—Oh... Quería hablarte de ella...

—¿Para qué? No lo veo necesario, no es como si nos importara a alguna lo que sucede con la otra...

—Eso no es cierto y lo sabes, eres su hija y quiere estar contigo, consolarte en estos momentos, por todo lo que has pasado.

—Es demasiado tarde para las dos, además no es como si la que quisiera consolar fuese a mí... Cuando una mujer en edad fértil pierde  a su hijo, algunos médicos recomiendan que tenga otro con eso el "dolor disminuye" en el caso de ella no era tener otra hija, solo ir a buscar la que había dejado abandonada en la casa de su sirvienta. No es a mí me a quien quiere, es a su hija devuelta.

—¿Eso fue lo que te dijeron a tí?— Las palabras salieron como balas disparadas atravesando el pecho de su interlocutora, un buen oyente podría haber oído como se rompían los huesos, los nervios y los músculos de la pobre joven —No era mi intención —Admitió con pesar la mujer mayor.

—Una oración clásica de familia— La voz entrecortada demostraba los daños causados, eran demasiados recuerdos para una sola noche.

Casi salió corriendo de la sala para llegar al elevador, contuvo la respiración hasta que una vocecita llamó su atención.

—Mami, me estás lastimando— Step no había notado, la fuerza que colocaba en su abrazo, así que cuando lo hizo aflojó un poco, para entonces las lágrimas empezaron a salir sin control.

Se sentó en el suelo del ascensor, y Nathan se puso de pie, le devolvió el abrazo y cubrió el rostro de ella con su pequeño cuerpo, luego un cuerpo más grande se unió a ellos y entonces lloró, como lo había hecho esa vez, ese día terrible, lloró sin consuelo, pero al menos está vez estaba doblemente acompañada a diferencia de esa ocasión, cuando estuvo realmente sola.

Pasó cerca de una hora, Álex se había sentado en el suelo con ellos, dándole la espalda a la pared del ascensor, abrió sus piernas para darle espacio a Step y a Nathan y les abrazo a los dos, hasta que ella sintió la liberación y luego la vergüenza de como la habían visto.

—¿Ya te sientes mejor?— Preguntó Álex.

—Sí...—Step aún escondía la cara en el cuerpo del pequeño —Si no te molesta, me gustaría quedarme en mi apartamento esta noche.

—Claro, no hay problema— Él se puso de pie, y luego la ayudó a ella para que lo hiciera igual.

Salieron del hospital rápidamente, ella se sentía agotada física como mentalmente, solo quería dormir sin preocuparse de nada.

Escuchó a Álex dar la dirección del apartamento, al llegar, esperaba que la dejarán allí, en cambio Alex se bajó con el niño en brazos y dió instrucciones para el siguiente día.

—Vamos— Ordenó.

—¿Para dónde?— Por fin vió el rostro de su acompañante.

—Para tu apartamento, no creerás que te dejaré sola, y no pidas que Nathan se vaya sin tí, le he sobornado lo suficiente para que se vaya a mis brazos, no creo que existan más negociaciones desde ahí... Ahora, apúrate que está haciendo frío y yo me tengo que levantar más tarde muy temprano.

Todos los pensamientos negativos se habían ido ante la idea de que al vivir sola, no solo tenía una única habitación su apartamento, además contaba con solo una cama... La habitación de Alex era casi del mismo apartamento que el de ella... ¿Cómo pasarían esa noche?

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