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Capítulo IV

El despertador sonó cerca de las cinco de la mañana, su ruido era demasiado estridente como para recordar que ella misma lo hubiera colocado. Además estaba lejos de su mesita de noche, tuvo que invocar al demonio en su interior para mover todo su cuerpo y levantarlo de la cama. Tenía tanta pereza que ni siquiera podía mantener su malhumor.

A tropiezos y madrazos por fin llegó al aparato que había interrumpido su sueño aunque antes se había apoderado de un martillo con el que planeaba sacar de su sufrimiento al ruidoso aparato. Al ver el cadáver de su antiguo celular y uno nuevo a su costado se despertó de inmediato.

Dejó el martillo cerca, por miedo a terminar destrozando el celular nuevo, pero no tan lejos en caso de que no fuera lo único ajeno en su casa. Empezó a buscar en su mente alguna explicación de los hechos y entonces su pesado cansancio se lo recordó… Después de ver a esa mujer había salido apresarudamente del lugar, desde hacía tres años ya, venía luchando con el conflicto en su interior, no quería tener que asumir la situación de esas personas, aún así sentía que no podía hacerlo, todo el mundo les había dado la espalda a pesar de ser la única con el derecho de dejarlos a su suerte.

Pero ayudarles, le recordaba lo que la traición y el abandono le puede hacer a tus sentimientos… Pensar que apenas hace tres años y medio, esa misma mujer que ahora parecía un espanto de mitología, se vanagloriaba en su cara lo hermosa que era, y la humillaba delante de todos… Por eso al final terminó rompiendo su viejo celular en cientos de pedazos contra el frío asfalto, si ella no hubiera llamado, hubiera pasado su noche tranquila…

Suspiró tratando de que el aire que exhalaba se llevara el dolor y la frustración de su corazón, pero sobre todo ese pensamiento negativo… Ojalá estuvieran todos muertos.

La alarma volvió a sonar recordándole su enojo por el estridente sonido… Al tomar el celular para apagar su pesadilla percibió una nota al respaldo.

Ví que tu viejo, muy pero muy viejo celular sufrió un accidente (no le diré a la policía la verdad, así que diremos que solo fue un accidente) así que te compré uno nuevo, real de este siglo… Solo puse tu chic en el y agregué mi número de contacto, por si necesitas quién te ayude a configurar el equipo…

Atte. Víctor, el amor de tu vida.

Step respiró con calma, apagando todos sus sentidos. Llevó el móvil al cuarto y empezó a explorar en el, hasta configurarlo para su funcionamiento, buscó el contacto recién agregado y marcó el botón de llamada.

—¿Hola?— Contestó una voz varonil somnolienta.

—Hola ¿Hablo con Víctor?— Step trató de que su voz sonara dulce y coqueta.

—Ehhhh… Sí con él habla… ¿Quién eres?

—TU PEOR PESADILLA PEDAZO IMBÉCIL… ¿QUIÉN EN SU SANO JUICIO PONE LA MALDITA ALARMA A LAS CINCO DE LA MAÑANA? 

—¿Step?

—NOOO… SOY EL HADA DE LOS DIENTES, LOS VOY A RECLAMAR TODOS EN CUANTO TE VEA…— Gritó furiosa —ESPERO QUE TU SUEÑO SE VAYA A LA MIERDA COMO EL MÍO… SI TE VUELVES A DORMIR… TE JURO QUE TE HARÉ DESPERTAR TODOS LOS DÍAS A LA MISMA HORA.

—Así que te levantas de mal humor si te despiertan temprano… Lo tendré en cuenta para un futuro— Escuchó un grito de frustración y luego el tono que indicaba que había colgado.

No pudo evitar reírse pensando en la escena… Una loca despelucada y asustada buscando el objeto que producía ese ruido infernal.

Antes de irse la noche anterior había encontrado en su bolsillo los destrozos del celular de Step, así que pidió un favor de un buen amigo y este le aseguro que en definitiva el móvil ya no tenía arregla en especial porque era viejo, así que le vendió uno muy moderno por supuesto mucho mejor… Luego buscó el sonido más irritante y lo puso como alarma, una broma como cobro por lo sucedido la noche anterior.

Claro no esperaba que esta le llamara histérica como venganza, y aunque él también había perdido el sueño le parecía divertido la situación. Aún con su propio teléfono en la mano decidió llamar a su hermano del alma.

—Hola— Contestó Alex en el primer tono.

—¿Por qué contestas a la primera? ¿Estabas despierto?

— Sí, anoche no pude dormir mucho y Nathan tiene un poco de fiebre.

—¿Está bien?

—No lo sé… Le puse una tela fresca sobre la frente y le dí su medicamento, pero no le baja la fiebre aunque tampoco le aumenta.

—Ya voy para allá…

—Está bien. Gracias— Colgó.

Entró al baño rápidamente, se aseó y vistió rápidamente, por alguna razón le pareció bien llamar a la divertida niñera para avisarle… 

—¿Qué quieres?— Apenas y habían pasado unos minutos y ya estaba dormida de nuevo.

—Nathan tiene fiebre… Paso por tí en unos minutos.

—Ok…— Se escuchaba menos somnolienta, pero ningún otro sentimiento se reflejaba atraves de su voz. Eso le pareció curioso al moreno.

Cómo prometió Víctor llegó a los veinte minutos, al llegar ella ya lo estaba esperando en la acera, llevaba un par de maletas de viaje consigo y su tradicional bolsa.

—Buenos días— Saludo el al llegar.

—Hola… Gracias por venir por mí ¿Abres la puerta del portaequipaje por favor?

—Dejame te ayudo…

—Solo apresúrate ¿Quieres? Odio el teatro— Dijo con el ceño fruncido.

Víctor abrió la puerta a regañadientes y ella se apresuró a llevar las maletas, se subió al auto.

Él encendió el auto para marcharse, al tomar la carretera ella le devolvió el celular en su caja.

—Gracias, pero no lo necesito.

—Pero dañaste el tuyo.

—Y puedo comprarme otro… 

—No lo compré, unos amigos de esa empresa me lo obsequiaron, pero yo ya tengo el mío, así que pensé que lo necesitabas más que yo— Mintió.

—Aún así, no lo quiero. A decir verdad, no lo necesito… Ese es número extra, tengo otro— Saca un celular del bolsillo de su sudadera —Este es el que más uso, el otro es un número antiguo con el que me comunico con personas que no deseo.

—Oh… ¿Me llamaste de allí no?

—No, no lo hice, aunque si jugué un poco el, pero es muy moderno… 

—Me gustaría que te lo quedaras, al menos tú lo usarás, en cambio si lo llevo a casa, quedará igual que los demás… Guardado y sin ningún uso— Eso era cierto —No acostumbro a botarlos, porque imagino que él que los creó, querían que lo tuvieran las personas… 

—Lo acepto con una condición.

—¿Cuál es?

—No intentes conquistarme, ni ser encantador para llevarme a la cama o cosas por el estilo… Lo último que quiero en mi vida es otro desastre, suficiente tengo conmigo misma.

—No intentaba conquistarte anoche, si es lo que crees… Aceptó que te seguí, pero era porque en serio Álex no quiere que huyas… y yo quería tener una idea de la clase de persona que eres, y bueno lo de ayer, no sé tú situación, pero entiendo el sentimiento, todos hemos sentido frustración alguna vez en la vida, mis padres y mis hermanos han estado ahí para que no me ahogue en mi propio vaso, pero tú estaba ahí sola. Cómo te escribí en la nota no lo hice por tí, la razón más importante es que lo hice por Álex y Nathan, y la otra, como agradecimiento al universo, por los privilegios que poseo, mi familia por ejemplo.

—Está bien… Gracias, trataré de usarlo.

No volvieron a hablar incluso cuando llegaron a la casa, nuevamente no aceptó su caballerosidad y ella misma cargó las maletas hasta la entrada… Luego subió al cuarto de Nathan siguiendo los stickers.

—Hola— Dijo en voz baja después de golpear la puerta, como nadie respondió, entró sin ser invitada.

Álex estaba dormido en un sofá con su hijo en brazos, ella se acercó suavemente para no despertarlos, tocó la frente del menor y sintió la temperatura elevada.

Decidió compararla con la de ella, pensando en que quizás sus manos podrían estar muy frías por qué venía de fuera, puso su otra mano en la frente de ella y lo confirmó, el pequeño tenía un episodio febril, estando en esas un halo caliente le llegó a la mano que tenía sobre el pequeño, venía de la respiración de Alexander, así que hizo la misma operación con el mayor.

Hizo un gesto de disgusto, ambos estaban enfermos. De su bolso sacó una cajita de primeros auxilios, de allí tomó un termómetro digital y lo puso con cuidado en la boca del padre. Un sonido le alertó para anunciar que la lectura estaba lista.

38.9 °C

—¡Mierda!— Dijo en voz baja —¿Víctor estás ahí?

—Sí ¿Qué pasa?— Contestó en voz baja imitandola.

—Vamos a tener que llevar al Señor King la hospital, pero debemos tener listos sus documentos.

Step sacó al bebé de entre sus brazos calientes, ya había limpiado y esterilizado el termómetro, se le colocó al pequeño que ahora reposaba en sus brazos. Sus labios y nariz se veían rojas. 

39.0°C

—¡Demonios!— Está vez subió la voz alertando a Víctor que llegaba de nuevo a la habitación y Alexander, que despertaba— Necesito los documentos de Nathan, ahora… Ya.

Arropó el pequeño con una cobija que sacó del armario, y lo tomó en sus brazos…

—¿Cómo hago para llamar al Señor Nelson?— Preguntó ella.

—¿Por qué? Yo los llevo…

—Hay que irnos ya, puede ingresar sin documentos al hospital, pero tendrás que llevarlos después… 

—¿Por qué? ¿Qué está pasando?— Preguntó Alexander confundido y mareado.

—Voy a llevarlos al hospital, Nathan tiene su temperatura en 39° esto es grave…

—Todo lo que tiene que ver con Nathan está en esa cómoda— Señaló hacía la otra parte de la habitación.

—Ok, Víctor sostén a Nathan un momento— Se lo pasó… Del cajón sacó los documentos, de otro una muda de ropa, medias y otra cobija. Todo lo hizo caber en su bolsa —Vamos, dame al niño para que ayudes a bajar al señor King.

El moreno seguía las órdenes sin rechistar, y la verdad le fue muy útil, porque aunque Álex decía sentirse bien, por poco y rueda por las escaleras.

Ya en el auto, Step sacó unas compresas frías que llevaba en lo que parecía ser una mágica bolsa, puso una en la frente de Alexander y otra en la del niño.

Víctor corrió en el auto, para suerte de todos el tráfico aún era suave y podían ser veloces… Unos pocos minutos más, y quedarían atrapados en la multitud.

El moreno apenas bajó la velocidad en la entrada de urgencias y ella ya se estaba bajando, aparcó un momento y ayudó a bajar a su amigo, cuando un enfermero llegó con una silla de ruedas.

—¿Son los señores King?— Víctor asintió por inercia —La señora King ha dicho que quizás necesiten algo de ayuda.

—Sí, gracias— Fue todo lo que contestó el moreno.

Al entrar los tres ella estaba de vuelta en el recibidor sin el bebé.

—¿Y Nathan?— Preguntó Alexander.

—Ya lo está viendo el pediatra ¿Víctor te encargas del papeleo? 

—Claro que sí, Señora King— Dijo con maldad. Ella le miró con desdén hasta que lo hizo sentir culpable por la broma.

—Cualquier cosa me llaman al celular…— Tocó nuevamente a Alexander y podía jurar que su fiebre subía —Mejor te llevo conmigo, esto no se siente nada bien.

El enfermero la acompañó mientras ella estaba al pendiente del pequeño y el mayor.

—No puede traerlo a zona de pediatría señora— Se quejó la enfermera al ver que el mayor de los King venía como paciente.

—Mire señorita, mi marido y mi hijo están enfermos, usted estudió para salvar vidas y el médico, medicina, no para decidir a quién atender y a quién no, así que atiendalos antes de que sus cerebros exploten como palomitas de maíz.

—Hola ¿Señora King?— La miro con desconfianza el hombre de cabellos blancos que atendía al pequeño.

—¿Sí? Por ahora les voy a suministrar a ambos un antifebril— Dijo revisando a Alexander que cada vez estaba más adormilados —Los pasaré a una habitación juntos y le realizaré unos estudios para saber la razón. Ahora me puede decir ¿Quién es usted?

—Soy la niñera del niño, pero si digo eso en la recepción no solo no hubieran atendido a Nathan, sino que me hubieran hecho perder de vista al Señor King. Y mis nervios no están para tanto, llegué esta mañana a la casa y estaban ardiendo en fiebre ¿Qué más podía hacer? 

—En eso tiene razón ¿Suele venir mucho a los hospitales?— Preguntó con calma y un tono de sosiego.

—No, pero la última vez que estuve en urgencias dejaron perder un recién nacido, perdóneme sino puedo llegar a confiar ni en los médicos— Dijo con un tono de seriedad. 

—Así que aquí están— Dijo Víctor al entrar, iba a decir algo cuando encontró a Joseph King, pediatra de Nathan y abuelo. Pero este le advirtió con una mirada que no lo hiciera. En sí, esa era la razón por la que los había traído a ese preciso hospital. Allí trabajaba el padre de Alexander.

—Él es el hermano del señor King, si tiene alguna pregunta médica él debe saberla— Se giró para verla —¿Lo sabes verdad? 

—Sí, no te preocupes.

—Entonces señorita, ya se puede ir a descansar, nosotros nos haremos cargo— Dijo el pediatra.

—¿Está usted loco o sordo? ¿Qué parte de no confío en los médicos no procesa? No me alejaré de Nathan, ni aunque haga llamar al director de este hospital— Su voz era fuerte y firme, aún sin elevarla, pues no quería despertar al pequeño.

—Está bien doctor— Dijo con algo de nerviosismo el moreno —Nathan está muy apegado a ella, y cuándo despierte la extrañará.

—Sí usted lo dice— Víctor sentía como lo carcomía esa mirada incriminatoria del padre de Álex pidiendo una explicación.

Poco a poco la fiebre fue bajando, el color de la carita del pequeño fue llegando a sus textura normal, ella los veía dormir desde su posición, aunque su cercanía era para el menor, sentada a su costado le acariciaba el cabello y de vez en cuando dejaba un beso furtivo en cabecita.

El personal médico iba y venía, llevaba horas en esa misma posición, solo hablaba para hacer preguntas, todo el tiempo estuvo atenta a lo que pasaba, pero siempre le dedicaba una mirada a los dos pacientes en la habitación.

—¿Cómo están los pacientes?— Preguntó el viejo médico al entrar a la habitación.

—Ya se les ha bajado completamente la fiebre, ahora solo están descansando— Se bajó de la camilla en la que estaba sentada, para hablar frente a frente con el médico.

Un alarma sonó fuera de la habitación, luego varios miembros del personal pasaron corriendo con un carrito, ella no lo notó, pero se aferró al médico con fuerza hasta que todo el mundo volvió a su lugar, por desgracia con la cara baja, por no haber tenido éxito en su intención… Alguien había perdido la vida.

—¿Sabes lo que eso significa?

—Sí— Dijo en una especie de lamento —No me gustan los hospitales.

—Cuando mencionaste que no confiabas en los médicos, no mencionaste que viste morir a alguien.

—No precisamente, hace más o menos tres años tuve un accidente de auto, la persona que conducía el otro auto lo hizo a propósito… Tanto ella como yo perdimos mucho ese día, slgunost creen que me volví loca después de eso— Se giró para ver al pequeño dormido —Quizás sí, quizás no ¿Quién podría saber lo que es cordura en este mundo tan imperfecto?

—¿Mami?— La dulce de voz del pequeño dormilón detuvo la conversación.

—Hola cariño.

—Pensé que te habías ido, papi estaba llorando y tú no estabas.

—Tenía un asunto que resolver, por eso esperé a que durmieras, te prometí que no te dejaría ¿Lo recuerdas?

—Hmjum… ¿Vas a hacer el contato? 

—¿Aún quieres que hagamos el contrato?— El pequeño afirmó con la cabeza —Ok, entonces por esta semana seré tu mamá, recuerda que al final de la semana veremos si podemos hacer un contrato de un mes.

—Yo quiero el de vitol.

—¿Vitol? ¿Víctor tu tío?

—No, mi tío no. El contato vitol.

—Ah, el contrato vitalicio. Es decir para siempre… Bueno, ya te había explicado, vamos paso a paso. Quizás por eso lloraba papi, porque siente que tú te vas a ir conmigo y lo dejaras solito, y no podemos dejarlo solito.

—Está bien— Expresó como si se le fuera la vida en ello. 

—Voy a pedirte algo de comer, y te lo vas a tener que comer ¿Vale? 

—Sí.

—Entonces espérame unos minutos, prometo que voy a volver— Ella le besó la frente, y acarició su cabeza de nuevo —Ya vuelvo.

Joseph miraba atento como para Nathan no existía nadie más que esa mujer, él siempre estaba muy alerta a lo que pasaba a su alrededor, era un chico muy listo, pero al lado de esa chica todo si atención giraba en torno a ella, a tal punto que ignoraba su presencia y la de su propio padre, ahora entendía un poco a lo que le había mencionado Víctor antes de irse…

—Por alguna razón, quizás por lo que hizo Camila, Nathan se ha aferrado a Step, con ella se siente seguro, y la manera en como ella se comporta a su lado, lo hace que se apague aún más… Ayer le propuso que fuera su mamá. Fue de locos.

El salió esperando que su nieto no lo descubriera ante la intrusa, pero la esperó fuera de la habitación.

—Doc, voy a traerle de comer a los chicos, el señor King no demora en despertar también y tendrá hambre ¿Qué les puedo traer?

—Ellos estarán bien, hasta ahora los resultados muestran que solo es un resfriado común, solo que más fuerte al parecer, pero quédate tranquila, voy a enviar a alguien que les traiga alimentos.

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