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Capítulo III

—Señor King, ya Nathan se durmió, así que me iré a mi apartamento— La divertida forma de ser que caracterizaba a la chica nueva parecía haber desaparecido.

—¿Te irás?— Después de oírla llegar tanto Alexander como Víctor levantaron sus miradas de sus respectivos dispositivos en los que se encontraban trabajando.

—Sí, tengo asuntos que arreglar.

—Me refiero ¿Ya no vas a volver?

—¿Por qué? ¿Ya no quiere que lo haga?— Devolvió la pelinegra las preguntas un poco confundida.

—Al contrario, me temo que por lo que pasó con Nathan en la heladería la haga irse para no volver.

—Ah, no, no es eso, es que no traje otra muda aparte de esta y recibí una llamada para  atender un asunto un poco urgente, sin mencionar que mis libros y computadora están en mi apartamento...

—Víctor me comentó lo que sucedió... ¿Quiere marcharse?

—Quiero un trago ¿Ustedes los ricos no se la pasan bebiendo todo el tiempo?

—Eso señorita es un prejuicio muy cruel— Contestó el moreno fingiendo indignación.

—¿Lo alcohólicos o lo ricos?

—Voy por una cerveza a la nevera ¿Gusta?— Sonrió ante la pregunta de la chica, después de todo solo esperaba una disculpa... así que no tenía una respuesta.

—Sí, por favor, además yo no manejo...— Le devolvió la sonrisa.

Después de que el moreno se marchó, Alexander le ofreció asiento y ella aceptó.

—Sí te quieres marchar espero me lo digas antes.

—¿Por qué insiste tanto en ello? Ya dije que no lo haré, al menos de la manera en que lo está poniendo.

—Es por el cambio de su actitud, ésta mañana se sentía diferente... Incluso ayer me llamaba majestad y no señor King, entenderá que esa fría manera de actuar me hace creer que no volverá.

—Eso es porque está su hermano aquí, puede creer que es un malentendido, así que traté de portarme adecuadamente, no pensé que eso lo tomara a mal.

—Verás, soy un experto en el rechazo...

—Yo diría que más bien tiene un trauma con el abandono— El hombre la miró con molestia —Perdón ¿A poco las majestades no tienen traumas?

—No, los reyes somos perfectos.

—¡Já! Eso ni soñando, pero lo que usted quiera creer su majestad— Ella se levantó para hacerle una reverencia.

—¿De qué me perdí?— Dijo el moreno al entrar y ver la divertida escena.

—Su majestad hace un berrinche porque no le muestran su magnificencia.

—¿Qué?

—Cosas de nosotros, no interrumpas...— Dijo Alexander un poco más relajado.

—Imagino que te quedas entonces... 

—¿Por qué lo dudan tanto? Es cierto que no es una propuesta muy común, pero no soy ajena al compromiso... Además tienen que reconocer que es muy original, y Aunque no suelo aceptar todas las propuestas que me hacen, no pueden negar que hay amor a primera vista.

—¿Alguna vez te han propuesto matrimonio?— Preguntó Víctor dando un sorbo a la cerveza.

—Sí, en realidad varias veces... Puede que sea una plebeya, pero soy una plebeya muy linda— El celular vibró en su bolsillo, ella lo sacó y leyó el mensaje, un largo suspiro brotó de su ser —Una plebeya linda que tiene unos asuntos que resolver.

—Entonces lo de los asuntos es cierto.

—Claro que sí, entre esos... ¿Me prestas dinero? No saqué mucho efectivo y mis tarjetas bancarias están en el apartamento, necesito con que pagar el taxi.

—El carro de la casa está disponible cuando lo necesites, solo dile a Nelson que te lleve y lo hará.

—Es un poco tarde no quiero incómodarlo.

—No te preocupes, yo te llevo— Habló Víctor dejando la botella casi llena en el escritorio —De todas maneras yo también tenía que irme ya.

—Está bien... y ya que no necesito todo mi buen juicio— Destapó la cerveza y la bebió de una sola —Tenía sed, y no sé desperdiciar una cerveza.

—¿Cómo puedes hacer eso?— Preguntó el moreno sorprendido.

—Soy universitaria... Lo raro sería que no pudiera hacerlo.

—¿Quién te dijo que no podías descuidar tu buen juicio al lado de éste... hombre?— Está vez quien preguntó fue Alexander. 

—Se nota a leguas que ama a su sobrino, no creo que me quiera hacer daño y después responder ante mi prometido... Además tengo un gps especial que ubica mi cuerpo dónde esté...— Sonrió dejándolos con la curiosidad —Ya me tengo que ir. Adiós su majestad, nos vemos mañana.

—Adiós Álex, te hablo al rato... 

—Ok, cuídate y cuida a la prometida de mi hijo— Dijo Alexander mientras negaba con la cabeza todo lo sucedido.

Cuándo su mejor amigo le contó lo sucedido en la cafetería no podía dejar de pensar en la reacción de su niñera, y el hecho de que se hubiera compuesto en segundos para no entristecer al pequeño.

Cualquiera en sus cincos sentidos habría salido corriendo, pero es que nadie en el mundo podía entender a su pequeño, pues Camila, la madre de Nathan iba y venía a su antojo dejando un terrible cráter en el corazón de su pequeño hijo, siempre le decía antes de irse, que ya no volvería... Y hace unos días lo había hecho, se lo había quitado a la niñera y secuestrado por días, hasta que él le había dado dinero para que lo devolviera, sabía que con ella su pequeño aguantaba hambre y frío, porque a esa mujer no le importaba ni siquiera ella misma.

Esa mañana todo estaba al revés para Alexander, lo último que esperaba es que esa maldita lo dejara en la recepción de su empresa, quién sabe que le habría dicho para que no llorara cuando se alejó o quizás él mismo en sus primeros tres años de vida había entendido lo que otros en tres décadas no podían comprender, el amor no se ruega... Además una desconocida en unas cuantas horas le había dado más amor que su propia progenitora, que en su ADN debería estar programado amarlo sin condiciones. La propuesta era de lo más razonable, claro, para cualquiera que supiera la historia, pero Stephanie seguía siendo una desconocida y con la desconfianza hecha carne aún esperaba que fuera otra maldita que solo intentaba seducirlo y quedarse con su dinero... Si supiera la terrible historia podría hacerla pública o chantajearlo con ella. Pero a la vez, no quería que ella se fuera de la vida de Nathan al menos no tan pronto, da hijo tenía el derecho a ser amado y no la víctima de tantas personas tan inhumanas.

Apenas salieron, se sentó en el suelo y las lágrimas invadieron sus ojos, su pequeño sufría las consecuencias de una noche de tragos locos y una aventura con una mujerzuela cazadora de fortunas...

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Víctor corrió para alcanzar a Step que ya estaba en la puerta, a diferencia de hace unos momentos estaba seria y podría jurar que estaba triste.

—Vamos.

—Oh, sí... Gracias por llevarme— Parecía un poco distraída, aunque el moreno no dudó ni un momento en aprovechar la situación.

Le abrió la puerta del copiloto y la ayudó a subir caballerosamente.

—¿Qué harás más tarde?— Preguntó Víctor cuando subió y encendió el vehículo.

—Tengo que ir a mi apartamento, ir por dinero y luego volver a salir, para encargarme del asunto... Ese del que ya les había hablado.

—Sí no es mucho dinero, te puedo prestar— El moreno desvió su mirada de la carretera para dedicarle su dulce y conquistadora sonrisa. 

—No gracias, he trabajado fuertemente y tengo unos ahorros para eso... Además no sé cuánto se irá— Ella no solo ignoró su coquetería sino que era firme en sus palabras.

—Entonces te llevo... Seré tu conductor designado esta noche.

—No es necesario, no entrarás a mi apartamento a esperar y segundo no necesito uno, si lo necesitara le había pedido al señor Nelson que lo hiciera— Su voz enojada había lo había puesto en su lugar.

No estaba interesada en él, en realidad en nadie, ya el niño sería demasiada distracción para su carrera lo último que necesitaba era un idiota con ideologías de gallardo conquistador revoloteando a su alrededor. No podía dejar de pensar en Nathan, cuando preguntó qué estaba mal sus ojos decían qué está mal en mí... Le dolió en el alma, y la mirada desesperada del padre en pensar que ella podría huir lo confirmó, una mujer estuvo en sus vidas y se las dejo vuelta añicos, en un hombre de la edad de Alexander es normal tenía uno o varios desamores, pero en la de Nathan lo que único que debería preocuparle es el nuevo juguete que promocionan en la televisión.

Una lágrima traicionera se escapó, rápidamente la desechó, pero no lo suficiente rápido como para que Víctor no lo notara.

—¿Estás bien?

—Sí. Ese de allá es mi edificio... Bueno, en el que vivo. Gracias por traerme.

—¿En serio estás bien?

—Sí solo pensaba en Nathan y en lo difícil que debe ser que su mamá esté muerta.

—¿Quién dijo que lo está?— Las palabras salían con sarna del moreno.

—¿No es lo que desean todos acaso?— Víctor esperaba una disculpa por el desatinado comentario, pero la verdad es que la chica nueva había dado en el punto... Todos deseaban que esa mujer muriera y no volviera a aparecer en sus vidas.

—Dios te oiga muchacha— El comentario los hizo reír a ambos.

—Gracias nuevamente— Ella se bajó y se despidió con la mano cuando entró al edificio.

Esa chica era un misterio ambulante, pensó en irse a su casa, pero la conversación que antes habían tenido le dejó con sozobra, así que solo se quedó a esperar desde las sombras dónde aparcó el auto mientras ella salía... O al menos si era verdad lo que decía.

A los quince minutos aparcó frente al edificio un taxi, minutos después ella salió, se había cambiado de ropa aunque no era muy diferente a la que tenía antes, lo que si llevaba era un abrigo que soportaba el frío de la noche.

Dejó que el taxi recorriera unos cuantos metros y encendió su auto, con las luces apagadas les siguió hasta entrar al tráfico, con moderada distancia les siguió hasta que se detuvo en el hospital.

Tuvo que perderla de vista para poder aparcar su auto y luego seguirla a pie, trató de demorarse lo menos posible, para su suerte aún estaba en la recepción esperando a lo que él imaginó era información. Al menos una media hora después se encontró con una mujer, totalmente diferente a ella.

Se veía bastante demacrada, su piel era amarillenta, pero no ese color bonito y perlado de una asiática, más bien era por falta de luz solar y vitaminas, quizás estaba en sus treinta o un poco más, su cabello también estaba opaco y desalichado, llevaba por ropa una camisa manga larga de tela gruesa rosa pastel y sobre ella y una chaqueta blanca, unos jeans que prácticamente le colgaban de sus piernas y unos tenis blancos.

No le dió un saludo amigable, sino más bien le indicó con la mano que le siguiera, y la mujer sin ningún reproche le obedeció. Se dirijieron a la cafetería, Step pidió un café y ordenó un sándwich con jugo para la otra mujer.

Se sentaron en una de las mesas disponibles, en todo ese tiempo no habían hablado nada. Víctor les seguía desde cierta distancia, pero ahora podía estar más cerca de ellas porque la mesa continúa estaba desocupado y además lo cubría un medio muro hecho en madera para soportar las plantas y flores en ello.

—Eras más bonita hace unos años— Fue lo primero que dijo Step después de beber un sorbo de su café.

—Lo siento.

—¿Por qué? ¿Por ponerte fea? Si tanto lo sientes, entonces sal de aquí y cuida de tí, como lo hacías antes, recuerdo que te vanagloriabas de tu belleza.

—Siento mucho lo que hice antes... Fuí mala... Yo...— Empezó a llorar.

—No llores— Su voz era fuerte, no había un gramo de misericordia en ella —Odio que llores, perdiste el derecho y lo sabes, solo dime para qué me quieres aquí.

—Lo siento— Se limpió las lágrimas —Han pasado tres años y necesitan tu firma, ya sabes para que no lo desconecten... Además hay un nuevo tratamiento, pero eso no lo cubre el seguro.

—¿Qué dijo Elhena al respecto?

—Ella no me quiere hablar y dijo que si es por ella, prefiere verlo muerto...— Sollozó.

—Deberías cumplir su deseo y dejarlo ir... 

—No señora, por favor no me pida eso, por favor se lo ruego— Se levantó para arrodillarse en el suelo y suplicar con lágrimas.

Step se levantó y con la fuerza de la furia en su interior, le abofeteo tan fuerte que hizo a caer a la mujer.

—Tienes prohibido llorar delante mío y lo sabes... Levántate, sé que lo tuyo es el espectáculo, pero no es el escenario para andar con tus teatros.

La mujer se levantó, para acomodarse nuevamente en la silla.

—¡Come!— Le ordenó —La primera vez que te golpeé resististe bien, además estás a los huesos... Hablé con la recepcionista antes de que llegaras y te hice un plan de comidas. No te lo llevaran a la habitación tienes que venir por ello, si faltas un solo día no podrás volver a su habitación, jamás. Además tienes que estar al menos una hora fuera del hospital, no sé cómprate un libro, móvil o cualquier cosa que te distraiga durante ese tiempo. 

Imagino que has dejado tu empleo y todo... Pon en orden tus cosas, porque no puedo y no quiero lidiar con nada que tenga que ver con ustedes, mientras yo trabaje no les faltará lo básico, solo toma decisiones por tí misma y haz frente como la mujer de ese tiempo... No quiero volver a ver tu cara ridícula de nuevo.

Te prometí que serías la única que tendría el derecho de escoger sobre cualquier asunto, así que no me hagas estos teatros, me fastidia verte en estas condiciones— Sacó una tarjeta de su bolsa —Toma, no me llames a menos que esté muerto. Aquí están mis ahorros de dos años de trabajo, tengo un mejor trabajo así que cuando se te acabe lo pondré más dinero... Y en serio, no me llames, no quiero saber de ustedes dos y antes de decir gracias, no lo hagas... No lo hago por tí. 

—¿Sí despierta?

—Me enteraré por las noticias— Se levantó y se marchó de la mesa.

La mujer terminó de comer mientras sollozaba. Víctor estaba anonadado, no sabía qué pensar de toda la situación, ni siquiera estaba seguro de sentir pesar por la mujer desconocida, era obvio que le había hecho mucho daño a Step, y por alguna increíble razón, esta le ayudaba.

Cuándo la mujer terminó su cena volvió a su lugar, y este le siguió hasta la recepción, la señorita que atendía le siguió con la mirada hasta perderla en el ascensor. Así que Víctor decidió indagar.

—Disculpa hermosa dama— Hizo uso de sus encantos para obnubilar el juicio de la recepcionista.

—Sí dígame ¿En qué puedo ayudarle?— La mujer también hizo uso de sus trucos de coquetería después de todo también era hermosa.

—Wao ¿Te han dicho que eres preciosa?

—Si, algunas veces.

—¿Hoy también?

—No, hoy no...— La chica sonrió coqueta.

—Pues eres preciosa. 

—Gracias...

—Por cierto preciosa, imagíNathan de que mi amigo le llamó la atención la mujer que pasó hace unos momentos, él tiene una fundación para personas con necesidades... ¿Tú me podrías facilitar su nombre y caso para ver si podemos ayudarle? Es que se ve muy abrumada, pobrecita. 

—Te puedo decir su nombre, pero lo demás está restringido.

—Pero la novia de mi amigo, creo que pagó algo aquí hace como una hora...

—Creo que te equivocas cariño, la que estaba con esa mujer no tiene novio, y además ella solo registró un código al que yo no tengo acceso y canceló.

—¿Cómo sabes que ella no tiene novio?

—Como ya te dije dulzura, eso es información confidencial ¿Quieres saber el nombre de la mujer o no?

—Sí claro.

—Lo siento, acaba de volverse información restringida— Se burló en su cara —¿Qué? ¿Crees que no tenemos que lidiar con periodistas a diario cómo para no saber deshacernos de un curioso? Sé quien eres niñito rico. Solo vete antes de que llame a seguridad.

Víctor salió enfurruñado por la treta que le había jugado la joven de la recepción, no se le ocurrió ni por un momento que lo reconocerían, pero era un hombre mujeriego que salía en las noticias con sus amantes furtivas de cuando en vez. Por primera vez sintió que le salía caro.

Se dirigió a su auto, y en el camino la vió, Step estaba en suelo recogiendo los trozos de su celular roto, quizás como simbolismo de sus sentimientos, estaba agazapada mientras su llanto descontrolado ganaba la batalla, la observó un rato y de cuando en vez la veía golpear el piso con sus puños. Ya no pudo más, así que se acercó y le ayudó a recoger las piezas del cadáver en el que había convertido su aparato móvil. La levantó del suelo y la confortó en un abrazo.

No sabía la razón por la que estaba así, pero entendía el sentimiento, frustración. También la había sentido muchas veces, hace cuatro días cuando se enteró de lo que Camila había hecho, estaba en la misma posición, en el suelo, maldiciendo a la vida, pensó que no volvería a ver a su amado Nathan, esa mujer era capaz de cualquier cosa y temía lo peor... Su madre se acercó a él y cuando ya no tenía fuerzas, lo abrazó y besó su cabeza...

—Hay bendiciones disfrazadas de maldiciones, quizás esta se una de esas... No dejes de tener fe, Nathan volverá a casa.

La frustración es algo que no se puede actuar porque es un dolor inimaginable... Con eso mente, la besó en el cabello.

—Ya, ya— Expresó con cariño —No sé qué pasa contigo, así que solo te puedo decir... No dejes de tener fe.

Ella no dijo nada, tampoco hacía nada, no devolvió el abrazo y cuando la llevó al auto solo le seguía como un cuerpo sin alma. Le colocó el cinturón de seguridad y la llevó al apartamento. 

Por suerte había dejado de llorar y se había calmado para cuando llegaron.

—¿Cuál es tu apartamento? 

—5B 

—Está bien... Vamos, la llevó de la mano como si fuera una niña pequeña. 

Estando dentro, le preparó un baño caliente y la dejó sola en la habitación para que se relajara.

Mientras tanto empezó a observar el apartamento curioso, no tenía nada fuera de lo común, más bien la ausencia de fotos y cuadros le llamó la atención, nada en el lugar decía quién era ella. Un juego de sala sencillo, una televisión pequeña, no había comedor y la cocina no parecía tener muchas cosas.

—Ya salí del baño y me voy a dormir, gracias por todo— Dijo Step cuando salió de la habitación, aún llevaba la toalla en su cabeza, además vestía unos pantalones deportivos anchos y una camisa negra igual de holgada.

—Ok, descansa.

Ya estando ella segura, el moreno abandonó el apartamento, pensando si sería prudente investigar la causa del dolor en la chica, porque no podía dejar de pensar en Álex y el hecho de que a él le dolería que todo se hiciera público y lo mucho que le podía afectar a Nathan más adelante.

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