Aquella era una noche de tormenta, siendo la lluvia y los truenos lo único que se escuchaba en el ambiente.

En medio de ese escenario, una joven corría desesperada entre la lluvia, tratando de dejar atrás a sus perseguidores, una horda de demonios.

A pesar de que su cuerpo estuviera agotado por la larga carrera, la joven no podía detenerse ahora, tenía que poner a salvo al bebé que llevaba consigo en brazos, que lloraba asustado por la tormenta.

Finalmente llega a donde quería, el muro que separaba la tierra de los demonios con una de las ciudades más grandes del mundo, Holcity.

En cuanto llega al muro, y antes de ser detectada por la vigilancia del mismo, cubre al bebé con su propia ropa y, enfrente de sus perseguidores, desaparece en el suelo como una sombra, deslizándose así con cuidado y sigilo hacia el interior de la ciudad mientras al otro lado escuchaba maldiciones.

Sin embargo, ahora tenía problemas más serios, pues en cuanto salió de su escondite en un callejón, su presencia fue notada por la alta seguridad antidemoníaca de la ciudad y, sabiendo que tenía poco tiempo, evita la vigilancia lo mejor que puede hasta llegar a una casa en concreto, parándose frente a la puerta de la misma para contemplar al pequeño que tenía en sus brazos, el cual ya no lloraba tanto al haber estado protegido de la lluvia.

Con unas suaves caricias en su oscuro cabellito mientras las lágrimas en sus ojos comenzaban a salir, la madre le da un pequeño beso en la frente a la pequeña criatura antes de llamar a la puerta de aquella casa y dejar una pequeña nota entre el manto del bebé.

-Cuídate mucho, mi pequeña Shade... -le susurra al bebé antes de irse corriendo de allí, sabiendo que aquella sería la última vez que vería a su bebé.