1.- Una luz en mi oscuridad.
Tony Stark
Camino sintiendo el frio de la nieve bajo mis pies y la ventisca gélida golpeando mi rostro, mala noche para estar deambulando por la ciudad cuando toda la gente yace en casa con su familia celebrando y sintiendo el cálido sentimiento del cariño envolverlos.
El resto de la gente —al igual que yo— se divide embarcándose en la diversión que proporciona una ciudad como Nueva York. Para aquellas almas rebeldes que buscan distracción en lugar de amor, o aquellas almas como la mía, solitaria, que buscan aminorar el vacío en el interior de la misma.
Llego a una calle tenuemente iluminada por luces de colores, personas bien abrigadas en grupos de amigos, otras tantas sentadas en cafeterías en la compañía de un libro clásico o de romance y otras navegando en lo sea que se centren en sus computadores.
Me detengo frente a una cafetería de aspecto antiguo, en lugar de luces típicas es decorada por farolillos, y tonos cafés de madera barnizada. Entro y el golpe a chocolate caliente inunda mi nariz.
Me siento en el primer lugar vació que encuentro.
—¿Le ofrezco algo? —pregunta un joven castaño.
—¿Qué me recomienda? —le pregunto. Nunca he visitado el sitio, por el cual no tengo idea de que pedir y no he revisado la carta.
—Mhm, ¿Le gusta el chocolate? Es muy rico, Señor. —dice. Algo en su voz suave y juvenil me hace sonreír. Pese a que no soy de bebidas dulces, hare una excepción esta noche.
—Me parece bien. —Lo veo desaparecer después de obsequiarme una sonrisa.
Mi mirada se centra en el chico, lo veo darle el pedido a la chica que lo acompaña, mientras su mirada sonriente de segundos atrás decae a un semblante triste y gris. Suspira y observa al resto de personas pérdida en sus asuntos en el sitio, hasta que vuelve a dar conmigo y noto el rubor en su rostro al percatarse que lo miraba mientras lo hacía.
Él me sonríe y se da la vuelta.
Siento vibrar mi móvil y veo un mensaje.
Rodhes: No tienes que pasar la noche solo, sabes que eres bien recibido con mi familia.
Suspiro y escribo.
Yo: No te preocupes, ¿Quién dice que estoy solo? Salúdame a todos. Feliz Navidad, amigo.
Rodhes: Feliz Navidad, Tony.
—Su chocolate, Señor. —Dice el chico castaño y alzo mi mirada hasta él, después de guardar mi móvil—. ¿Algo más?
—¿Tiene donas? —cuestiono, reprimiéndome por el hecho de aun no haber leído la carta.
—Claro. —Sonríe.
Vi su rostro minutos antes, me pregunto si es una sonrisa falsa, si en verdad la siente o si solo la usa para cubrir la tristeza en él.
—Entonces una dona, por favor. —El asiente y se dispone a retirarse, pero lo detengo—. Espera.
—¿Si, señor?
—¿Cuál es tu nombre?
—Peter.
Asiento y el esta vez se retira.
Después de acabar, pido la cuenta. Saco mi billetera y deseando que al menos alguien pase una buena noche, dejo una muy amable propina para el chico de cabello castaño. Salgo del lugar y me detengo a visualizar el resto de los locales. Sé que en la ciudad hay un sinfín de lugares para perderse, pero no deseo esa clase de emoción que te llena por el furor en el aire, solo quiero un poco de paz, sin embargo, sé que muy probablemente no la encontrare.
Los años pasados la pase de fiesta en fiesta, hasta el punto en que ni siquiera me percataba si ya era navidad. Sin embargo, el tiempo —bastante tarde— me ha hecho reflexionar y enfocarme en las verdaderas emociones y no es las fugaces. No en sentir adrenalina por jugar y desperdiciar mi dinero, no en alcohol y no en estar de cuerpo en cuerpo. Si bien, percartarme de ello fue algo que muchos considerarían bueno, los efectos han sido contrarios, la tristeza ha sido el sentimiento más constante en mi vida desde entonces.
Una oscuridad total.
—¡Señor! —Grita una suave voz ya conocida—. Ay, qué bueno que alcance a encontrarlo. Creí que estaría lejos.
—Peter. —Saludo—. ¿Qué sucede?
—Quería agradecerle por la propina, es bastante. Sentí que debía darle las gracias.
—No es nada, fuiste bastante amable. ¿Acabo tu turno?
El asiente.
—Terminó desde hace un par de horas, pero no tenía nada que hacer así que me quede.
—¿No tienes nada que hacer en navidad?
El niega y suspira.
—Solo soy yo en esta gran ciudad. Sin familia y amigos. —Explica, y pese a que es una respuesta triste, veo que está más que acostumbrado a eso—. ¿Y usted?
—Tony. —Pido, ignorando su pregunta—. Llámame Tony.
—Lo sé —sonríe—. El famoso Tony Stark.
—¿Tan obvio soy?
—Al inicio se me hico conocido, pero pensé, ¿Qué haría un genio multimillonario en una simple cafetería y solo? Pero la muy amable propina hizo entre ver que estaba equivocado y si era usted.
—La próxima vez no será amable. —Me rio.
Ambos quedamos en silencio, no incomodo, sin embargo se volverá si alguien no dice algo antes.
—¿Qué hará ahora? —Me pregunta—. Digo, si no es ser imprudente mi parte preguntar, lo-lo siento mucho, creo que debo dejarlo solo...
Me sonríe dándose la vuelta para irse. Mi cuerpo reacciona tomándolo de hombro para detenerlo, me mira confuso.
—No tengo nada en mente, al parecer ambos estamos en las mismas condiciones, solos y sin nada que hacer. ¿Alguna idea en mente?
—Yo... solo pensaba ir a ver una película y después dormir. Pero hay un lugar al que podría llevarlo. Si usted gusta.
Es tímido al hablar. Sin embargo, lo hace ver muy lindo.
—Dejare que me guíes.
Comenzamos a caminar, juega con las mangas de la sudadera—nervioso, supongo— mientras avanzamos. El lugar comienza a hacerse bastante oscuro, no estoy seguro de que parte de la ciudad es, y sé que no es muy inteligente de mi parte seguir a un desconocido ciegamente, pero ¿Qué puede pasar? Peter me da buenas vibras, pese a la timidez que desborda, me hace sentir seguro en su compañía, quizá es la sonrisa amable o los movimientos torpes. Haciéndome consiente de que nada malo podría venir de él.
—¡Peter! —le saluda un chico, acercándose.
—¡Louis! —Voltea y me mira, dándome a entender que lo espere, entonces se aleja un poco de mí.
—¿Cómo estás? —le pregunta, sonriente.
—Bien, ¿Tú? —Le devuelve la pregunta y el responde afirmativamente—. ¿Dónde se metió Harry?
—Está comprando algo en la tienda de acá —voltea señalando a un chico rizado—, mira aquí viene.
Me giro un poco, dándoles privacidad. Los escucho saludarse e intercambiar algunas cuantas palabras. Volteo cuando escucho algo que puede volver a hacer que tenga una noche solitaria.
—¿No quieres acompañarnos? —Le pregunta—. Seguro te divertirás.
—Gracias. Pero ya tengo planes.
Los chicos le susurran palabras que no logro entender.
—No-no, no es eso. —titubea—. Solo... nos vemos después. ¡Feliz navidad, chicos!
—¡Feliz navidad para ustedes también! —Me giro y les sonrió asintiendo.
Peter vuelve a mirarme, sonriente.
—Sigamos. —me dice.
—Creí que dijiste no tener amigos.
—Los conocí hace poco, la costumbre me hizo decirlo, supongo.
Asiento.
—¿Seguro que no quieres acompañarlos? —le pregunto, no está en mis planes que pierda la oportunidad de pasar una noche con sus amigos por estar conmigo, pero mi lado egoísta me hace querer que se quede.
—Prefiero seguir guiándolo. —Me dice y sonrió triunfante.
Unas cuadras más adelante me detengo sorprendido, al igual que él quien más bien se ve maravillado. Un puente se divisa, solo un par de personas cerca. El me indica seguirlo, y mientras lo hago veo los farolitos rodear la parte superior del puente y las luces de colores adornar el contorno. Decorativos navideños cuelgan del mismo, siendo discretos y no llamativos.
Al llegar a la mitad del puente ambos nos detenemos. Volteo hacia abajo y el agua corriendo me llena de calma, su sonido de la corriente es suave. Sé que si cayera enfermaría de hipotermia, pero desde mi distancia Hermoso es la palabra que lo define.
—¿Y bien? —Me mira expectante de mi respuesta.
—Es hermoso. —Admito y el sonríe. Aun jugando con las mangas de su sudadera y abrazándose a sí mismo, a causa de frio proporcionado por estar encima de un rio.
Pese a no considerarme un hombre caballeroso y mucho menos alguien que demuestre a través de esta clase de acciones importancia a alguien. Me deshago de mi saco y me acerco para colocárselo, pero él niega.
—No, no es necesario. Usted tendrá frio. No puedo aceptarlo.
—Tonterías, tómalo. —Ordenó. Y pese a lo tímido y tierno que se mira, puedo asegurar que no es la clase de chico que se deje ordenar. Pero pese a eso, lo acepta.
—Gracias.
Nos quedamos en silencio unos segundos, muy cerca el uno del otro.
—¡Están de bajo de un muérdago! —grita una voz. Ambos volteamos y vemos a los chicos que anteriormente nos encontramos.
—¿Qué hacen aquí? —pregunta Peter, ruborizado.
—Teníamos que pasar a tomarnos una selfie aquí. —dice el ojiazul.
—Disculpen la imprudencia de Lou. —Dice el rizado, siendo más amable y lento al hablar—. Ya nos vamos.
Toma por la espalda a su pareja —según pienso es—, y empujándolo se alejan.
—Discúlpalo, suele ser un poco imprudente. —Noto el tono avergonzado en su voz y me rio.
—¿Lo del muérdago? Pues no deberíamos ignorarlo, tenemos uno aquí arriba y tal vez tengamos mala suerte de hacer caso omiso.
—Eh... —Su risa nerviosa se hace presente, pero me mira fijamente.
Pienso en la situación, es navidad, ¿Qué podría pasar?
Me acerco quedando a unos centímetros de distancia, su risa nerviosa cesa y pasa a solo una sonrisa y mejillas ruborizadas. Lo tomo de la cintura, todo con cautela, dándole la oportunidad de retroceder si lo desea, pero solo siento su mano llegar a mi cuello y el tirar de su mano acercándome para unir nuestros labios.
Mis manos firmes se cierran sobre su cintura, lo aprieto más contra mi cuerpo, profundizando el beso, sin llegar a lo salvaje, solo siendo dulce como lo debe ser un beso de navidad.
Abrimos los ojos, y lo veo sonriente, seguramente con la misma sonrisa que ahora adorna mi rostro. Nos separamos un poco y cuando el tic tac de su reloj suena indicando la media noche.
Susurra. —Feliz Navidad, Tony.
—Feliz navidad, Peter.
Ambos miramos al cielo y a la luna siempre testigo de cada uno de los besos de navidad, siendo cómplice de cupido juntando almas sin conocerse, pero que si no está mal pensarlo, destinadas a encontrarse.
Y así logrando quizá encontrar una luz en mi oscuridad.
¡Feliz navidad a todos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro