Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2 ❅

Capítulo 2

El padre de la novia les regaló a los recién casados una casa situada a las afueras de Londres, en el no muy transitado Chelsea. El Conde de Oxford dijo que era pequeña, que podrían comprar una finca en el campo más adelante. Collin solo podía pensar que tres pisos, ocho habitaciones, dos salones sociales y servicio completo no le parecía algo que pudiera ajustarse al término «pequeño». La novia iba a todas partes con una dama de compañía que rondaba los dieciocho años, con el cabello castaño recogido en un gracioso moño con mechones que se escapaban una y otra vez del recogido. La joven tenía muchas pecas y siempre llevaba vestidos sencillos, pero de buena calidad que, según le habían explicado, Edith se encargaba de comprarle varias veces al año.

Cuando Collin llegó a su nueva casa, se sorprendió al ver cómo el banquete ya había sido servido en ese enorme salón de paredes con molduras blancas y una chimenea que le recordaba a uno de los palacios de verano del Rey George, que había invitado a su familia a dos fiestas campestres meses atrás. Sabía que esa noche varios amigos de la familia se quedarían en la casa y eso lo incomodaba. Para él esa boda no tenía nada de real y ese espectáculo era exagerado.

Aun así, se entretuvo todo lo posible con el banquete y las celebraciones, agradeciendo el gesto que, quien-demonios-hubiera-organizado-esa-boda, había tenido con su hermana Arianna, muerta —no, muerta, no, a Collin le gustaba hablar con claridad: asesinada— solo seis meses antes. Habían dejado un asiento vacío en la mesa, junto a su madre y, aunque ahí no hubiera nadie, al menos todos habían sentido en su interior la presencia de Arianna.

Cuanto más tiempo estuviera en la fiesta, fingiendo divertirse, más podría alargar el fatídico momento de acudir a la alcoba con su nueva esposa. Pero apenas eran las diez de la noche cuando los invitados a la boda comenzaron a bromear, guiño en el ojo y patada disimulada por debajo de la mesa.

—Vas a bailar la próxima gavota bajo las sábanas, Collin —le susurró entre carcajadas el Duque de Southhampton, padre de Archer, su mejor amigo.

Y Collin se dio cuenta de que el canapé que masticaba en ese momento no le entraba bien por la garganta. Tosió durante un minuto y finalmente tuvo que bajar la comida con dos copas de champán que tan solo acentuaron el mareo que sentía desde hacía una hora, con la orquesta tocando en mitad del que ahora era su salón y todas esas caras de felicidad flotando a su alrededor.

Solo vio a Edith en dos ocasiones durante la fiesta, tras haberse sentado junto a ella durante todo el banquete. No habían hablado y ella parecía no querer mirarlo, tan solo comía en silencio y de vez en cuando bebía un sorbo de vino especiado. Collin se imaginó que era la primera vez que lo hacía, que nunca antes habría probado ni una sola gota de alcohol. En el baile, Edith se había quedado sentada junto a su madre, que desde hacía ya varios años debía moverse en una silla de ruedas a causa de la artrosis muscular. La mujer, lady Elizabeth de Vère, a pesar de sus más de sesenta años, conservaba su belleza de la juventud: cabello negro, ojos azules con ligeros toques violeta y piel suave, hoy ya adornada por pliegues y arrugas. Las malas lenguas cortesanas se mofaban, cuestionando que la condesa hubiera tenido una hija tan fea siendo ella una de las mujeres más hermosas de Inglaterra.

—¿Cómo estás? —Una voz a su espalda lo sobresaltó.

Al instante, Collin tuvo a su lado a su joven hermana, Charlotte. La muchacha de dieciséis años llevaba entre sus manos varios canapés y cada pocos segundos se llevaba uno a la boca, huyendo de la supervisión de su madre.

—Estoy bien —susurró Collin, cansado—, he dormido muy poco.

—Madre dice que engordaré treinta libras solo en esta tarde.

Collin observó a su hermana, luciendo un vestido azul zafiro que le quedaba bastante ajustado en el pecho. Chasqueó la lengua, molesto. El problema no era que su hermana fuera a engordar, sino que su cuerpo aún estaba madurando y su madre pretendía tratarla como si aún fuera una niña. Las curvas en su cuerpo eran normales para una muchacha de su edad, no deberían ser una condena.

—Tú come —le aconsejó—, yo te escondo. Charlie, tú sabes que madre aún está sufriendo por Arianna. Tú eres su niña, siempre lo has sido...

Charlotte suspiró. Su cabello rubio, igual que el de Collin, siguió el movimiento cuando ella se mostró cabizbaja un segundo y varios tirabuzones cayeron sobre su frente.

—Lo sé, es difícil para madre. —Miró a su hermano, componiendo una sonrisa triste—. Extraño a Arianna.

—Todos lo hacemos.

Collin apretó la mandíbula y decidió cambiar de tema. Señalando hacia la pista de baile, le tendió el brazo a su hermana.

—¿Me concedes este baile?

Charlotte, con las manos sucias de tomate y pesto, se rio adorablemente, roncando como si fuera un cerdito. Negó con la cabeza.

—Hermano, deberías bailar con tu mujer. No ha salido a la pista ni una sola pieza, se ha quedado ahí, con su madre.

Collin buscó a Edith con su mirada. Escondida tras sus anteojos, Edith tenía la cabeza gacha y evitaba el contacto visual con todo el mundo.

—No creo que le guste mucho bailar —se excusó él.

—¿Y qué? —preguntó Charlotte—, es su boda, se ha casado con uno de los hombres más apuestos de Londres, perdidamente enamorada de él. Créeme, aunque no le guste bailar, lo hará contigo.

Collin se preguntó dónde demonios lo había visto esa muchacha para haberse enamorado tan perdidamente de él. Las veces que recordaba haber coincidido con ella, ya estaban prometidos, y nunca se había acercado a hablarle. Pero a él... a él le gustaban las mujeres extrovertidas, seductoras, intrigantes. Le gustaban hermosas, con curvas sugerentes y voces dulces. ¿Cómo demonios se habría de fijar en Edith de Vère? Mejor dicho, lady Edith Witt, ahora.

Venciendo su reticencia inicial, Collin decidió escuchar el consejo de su hermana pequeña y caminó hasta llegar a su suegra.

Lady Elizabeth —dijo con educación, inclinándose para besar su mano.

La mujer lo miró, con ojos brillantes y sonrió. Se giró entonces hacia su esposa.

—Edith, ¿me permites alejarte de tu madre por unos instantes y llevarte a la pista de baile?

—Por supuesto, por supuesto —contestó lady Elizabeth por su hija, asintiendo vehementemente con la cabeza—, bailad, jóvenes, vosotros que estáis en el momento de hacerlo.

Y Edith sonrió tímidamente, dejándose llevar por su marido hacia la pista. Una ronda de aplausos los siguió hasta el centro del salón y la banda de música marcó el compás antes de arrancarse con una forlana.

—André Campra —susurró Edith, ajustándose las gafas.

—¿Disculpa?

Ella se aclaró la garganta.

—El compositor de esta pieza, André Campra.

Collin lo comprendió al momento y sonrió cordialmente.

—¿Te gusta la danza?

Ella negó con la cabeza enérgicamente.

—Mis hermanos dicen que tengo dos pies izquierdos —murmuró—, nunca he bailado en los eventos de la corte.

Las palabras de su esposa no lo tomaban por sorpresa y, así mismo, tampoco lo hicieron los primeros movimientos de Edith, torpes y sin gracia. Saltó dos veces seguidas, tal y como regía la coreografía, pero se chocó con otro bailarín en el segundo salto. Estuvo a punto de caer y regresó ante su esposo. Durante varios minutos, Edith giró a la derecha cuando debía girar a la izquierda, dio tres vueltas cuando habían de ser dos y se tropezó con sus propios pies en diversas ocasiones. Collin no dejaba de sonreír forzadamente, tratando de inculcarle fuerzas, y Edith no parecía avergonzada, de hecho se mordía el labio constantemente para no perder la concentración. Al menos había que reconocer que, vistiendo esa cantidad absurda de capas y capas en su vestido, moverse debía de ser una tarea más que ardua.

Cuando la pieza acabó, todos aplaudieron a su alrededor. Collin se acercó a su esposa.

—Lo has hecho muy bien —mintió.

Y antes de que Edith pudiera contestar, se encontró con que dos de sus seis hermanos habían llegado hasta ella. Sin previo aviso la tomaron en brazos, alzándola en volandas y, acto seguido, Collin se vio corriendo la misma suerte. A él lo cargaban su amigo Archer y dos más de los hermanos de Edith. Antes de que se diera cuenta, todo el mundo gritaba y se reía a su alrededor, mientras los conducían a la habitación principal.

Edith se sujetaba los anteojos y las pelucas a la vez, sin poder contener la risa, él solo podía rezar porque lo dejaran caer y tuviera que acudir a un médico para poder escapar de esa noche. Eso, desde luego, no sucedió, y las puertas del cuarto se abrieron cuando sus familiares y amigos las empujaron, dejándolos en el interior de la sala. El barullo se cortó de inmediato, en cuanto las puertas de regia madera negra se cerraron.

La habitación era impresionante: una inmensa cama con un dosel de color azul, a juego con los dos sillones, imponentes, que reposaban delante de la chimenea. Las paredes, recubiertas con un exquisito papel tapiz, tenían visibles incrustaciones de oro y grandes alfombras dotaban de calidez la estancia. Avivando el fuego se encontraba la dama de compañía, que se incorporó en cuanto vio que el matrimonio había llegado.

A apenas unos metros, había una enorme bañera portable que la muchacha había preparado con humeante agua de rosas y otros olores agradables.

—Todo está en orden, señores —dijo con una sonrisa—. ¿Quiere que la ayude a prepararse, mi señora?

La respuesta iba dirigida a Edith, pero antes de que ella pudiera contestar, Collin se adelantó.

—No, no. No es necesario, gracias —respondió, despachando a la muchacha—, puede retirarse.

La joven se mostró sorprendida. Era evidente que ella necesitaba ayudar a la novia a desvestirse y prepararse para el lecho nupcial. ¿Acaso él mismo le iba a quitar el corsé? ¿E iba él mismo a desabotonar las numerosas capas de faldas, y a deshacerse de esas tres enaguas distintas? Sin rechistar, se dirigió a la puerta y salió al bullicio de gente que aún rondaba toda la casa.

Edith, con los labios apretados y sin saber qué hacer, miró a su esposo. Él se dirigió a la cama y ella se limitó a seguirlo.

¡Hola! Mil gracias por pasar a leer mi nueva historia, ¡espero que os guste un montón! Tengo muchísimas ganas de seguir compartiendo capítulos (y de seguir escribiendo), así que vuestros comentarios me ayudarán un montón para saber qué opináis.

¿Qué creéis que va a pasar esta noche con Collin y Edith? ¿Pensáis que la pareja de recién casados saldrá adelante?

Nos vemos en el próximo capítulo. Intentaré publicar a principios de la próxima semana (miércoles o jueves), pero estoy super liada con el trabajo y siento que tengo muy poquito tiempo libre 😭. ¡Os mantendré informadas!

Mil besos


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro