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7. Toto malo

Sana no se lo podía explicar, es que simplemente no entendía. Por mas que recapitulaba todo lo que había pasado, le era demasiado difícil entender como pasó de estar tranquilamente yendo a hacer unas simples compras. ¡A ser detenida por la policía y terminar en una celda desde hace cuatro malditas horas!

¿Y Tzuyu?

¡Ella está en la perrera!

—Esto debe ser una broma — la castaña sollozaba dentro de su celda — Debe ser eso, no puedo tener tan mala suerte — se echó en el suelo — Sólo fui de compras…— ahora ella se hacía bolita.

Regresemos a cinco horas atrás, donde Sana observaba dudosa un par de zapatos mientras Tzuyu observaba todo con asombro y maravillada por las diferentes cosas que no conocía.

—¿Qué es esto? — Tzuyu llegaba a su lado, mostrando uno de los objetos que la había asombrado.

—Eso es un balón — Sana la miró dudosa — ¿De dónde lo sacaste?

—De la otra fienda — sonrió.

—Tienda, Tzuyu, se dice tienda — corrigió — Y no vayas a otros lugares y deja de tomar cosas, no quiero problemas — regresó su vista a los zapatos.

—Bueno — alzó los hombros.

Fue nuevamente a la tienda de en frente y regresó el balón a su lugar, todo en ese espacio era realmente hermoso para ella, ya que ella no lo sabía, pero estaba en una tienda para niños. Sonrió animada y con los brazos en su espalda, comenzó a regresar junto a Sana para seguir esperándola.

La rubia se detuvo en seco cuando vio con duda al hombre que estaba al lado de su castaña. Observó incrédula como aquel sujeto le sonreía mientras tomaba el zapato que tenía Sana, y rozaba su mano sobre la de ella, no no, ACARICIABA su mano. Por otro lado, la castaña no parecía percatarse de las acciones del hombre, y sólo escuchaba sus consejos para comprar un buen zapato para alguien demasiado inquieto, como se lo había explicado Sana.

Tzuyu sintió el aroma de ese sujeto en el aire, y fue cuando frunció los ceños con molestia. Ese hombre tenía todas sus hormonas revueltas y tal parece que su objetivo para tranquilizarlos era Sana.

Pero eso Tzuyu no lo iba a permitir.

Sana era suya, y si piensa que puede venir y quitarle la pareja a una loba frente a sus propios ojos, está muy equivocado. Tzuyu podría ser todo lo tierna que quieran, pero nadie mira a su chica con esos ojos, nadie la toca, nadie se mete con ella, o verán el escalofriante carácter que tiene su lobo interior.

El chico se asustó cuando vio a un perro blanco a su lado, mirándolo como si estuviera molestó.

—Wow, me asustaste amigo — sonrió con calma — ¿Es tu perro?

Sana guardaba el par de zapatos que había comprado, cuando giró a ver a la dirección que el chico veía. Casi se le salen los ojos al ver a Toto allí, donde supuestamente debía estar Tzuyu.

—Ehh…sí — se acercó — No sé qué está haciendo aquí — sonreía nerviosa, para luego advertir con disimulo a la rubia quien no dejaba de ver al chico como si quisiera matarlo — Bueno, creo que eso es todo, necesito hacer otras compras —Se acercó al lobo — Vámonos Toto — lo llamó, pero el animal se quedó quieto. Miró mas nerviosa al chico que sólo le volvió a sonreír, y llegando al lado del lobo, intentó empujarla — Dije que nos vamos — habló entre dientes, pero Tzuyu no se movía — Toto, no seas terco — pedía mientras intentaba jalarlo pero era demasiado para ella — ¿Puedes avanzar? — suplicó ya cansada.

—Creo que le agrado — el tipo se inclinó a su nivel — ¿Es por eso que no quieres irte? — le habló como si fuera un bebé — Oww, que bella cosita eres — colocó su mano en su cabeza, casi como si fuera una palmada.

Tzuyu comenzaba a gruñir en su interior, y eso la castaña lo notó.

—Será mejor que no hagas eso — advirtió Sana.

—Tranquila, después de todo, si aceptas salir conmigo, tendrá que verme desde ahora — le guiñó sonriente a la castaña.

Cuando regresó la vista al animal, este ya mostraba los dientes mientras gruñía con mas molestia, dejándolo asustado.

—Perrito lindo — sonrió nervioso, comenzado a preocuparse en serio — Tranquilo — retrocedía.

—Tzuyu — a Sana no le importó llamarla por su verdadero nombre — No hagas una tontería, tranquila, ¿sí? — también estaba preocupada, y no por el chico. Tzuyu podría meterse en un gran problema.

La rubia ignoró sus palabras y se acercaba tan lentamente al chico sin dejar de gruñir. Era como si estuviera acechando a su presa.

—Tranquilo — pedía el pelinegro — ¿¡Puedes controlar a tu maldito perro!? — fue casi como un grito hacia la castaña, que hizo enojar aún más a Tzuyu que decidió lanzarse encima.

Sana gritó aterrada ante su acción, pero el chico golpeó a Tzuyu en el rostro con un zapato y salió corriendo por el centro comercial.

Tzuyu gruñó nuevamente y sin obedecer las órdenes de Sana, corrió tras él para capturarlo.

¿Cuál era su objetivo?

Pues sólo romperle un par de huesos y ya, no era una psicópata para matarlo.

Ah, y quitarle la mano con que había tocado a Sana.

El chico corrió con pánico dentro del cine, y entró a uno de los salones como escapatoria, Tzuyu estaba a sólo metros de él.

En tan sólo segundos, la gente salía aterrada junto a sus palomitas que tiraron al paso, y madres quienes cargaban a sus hijos o los arrastraban como sea con tal de salir.

El chico corría entre tropezones entre los asientos y Tzuyu brincaba en cada uno de ellos. El pelinegro había logrado dar toda la vuelta a la sala y volvía a salir, estrellando la puerta en la cara del animal.

Sana llegaba a la entrada del cine, y observaba en shock todo el desastre que Tzuyu estaba causando. Gente salía corriendo, los de seguridad hablando rápidamente por sus radios y policías que estaban hace solo minutos en la calle, ingresando como si fuera un asalto o algo por el estilo.

Tzuyu continuaba persiguiendo al chico quien salió desesperado del cine, iba a trepar sobre la barra de una juguetería pero la rubia saltó al instante y lo atrapó de su ropa, cayendo ambos detrás de la barra y desapareciendo de la vista de todos.

—¡Tzuyu! — Sana corrió rápidamente y subió a la barra, también cayendo sobre ellos.

Lo único que la gente podía ver, eran las manos y la colita del animal, que parecían batallar entre jalones.

La castaña jaló de las dos patas traseras del lobo y comenzó a retroceder a rastras fuera del lugar. Tzuyu mantenía su mordida en el brazo del sujeto, y este se arrastraba al lado contrario.

—¡Ya basta, Tzuyu! ¡Suéltalo! ¡Ahora! — gritaba enfurecida — O rompo el trato contigo! — Sana cayó al instante junto a Toto sentado sobre ella.

Se levantó molesta y tomando las mejillas del animal, la atrajo a ella para poder gritarle como se lo merecía.

—¡Te dij- — pero antes de que lo hiciera, ambas miraban paralizadas como los policías apuntaban hacia ellas, junto a los de control de animales — ¿Y así quieres que sea tu esposa? — Sana tragó el nudo que ya tenía en la garganta, pero miró indignada como Tzuyu asentía — Tu no tienes vergüenza, en serio.

(…)

Jihyo veía maravillada el horno microondas, su comida que estaba dentro no dejaba de girar y eso realmente era asombroso para ella.

—¿Y sólo lo calienta así? ¿Tan rápido? — Nayeon sacaba el plato y lo colocaba sobre la mesa, siendo seguida por la pelinegra.

—Es sólo uno de todos los artefactos que los humanos tenemos, nos hace más fácil la vida — sacaba una caja de jugo de la refrigeradora — ¿Quieres…— observó algo asombraba como Jihyo se comía la lasaña rápidamente, sin importar que estuviera caliente.

—Quiero mas — habló con la boca llena era muy poco.

—Pero si era un plato lleno — señaló incrédula.

—Pero debes de tener mas, ¿no? — se acercó a ella, y la quitó con cuidado del camino a la refrigeradora — ¡Aquí hay mas!

Nayeon veía con el rostro desencajado como su comida de toda una semana iba desapareciendo en la boca de la pelinegra.

—¡No comas eso! — advirtió demasiado tarde, Jihyo enrojecía por el fuerte ardor que comenzaba a invadir su boca, y se levantó desesperada en busca de una solución.

—¡Quema! ¡Quema! — sollozaba, Nayeon la jaló de su polera y le estampó una botella con agua en su boca, haciéndola tomar a la fuerza. Jihyo bebía todo en grandes bocadas.

—Tranquila — acariciaba su cabeza — Ya pasó.

Jihyo se quitó la botella al acabar y suspiró aliviada, aún sintiendo un leve ardor en su lengua. Le sonrió a Nayeon agradecida y se fue nuevamente a seguir comiendo.

—¿Ustedes comen así? — preguntó sin poder creerlo. Jihyo no le respondió, y sólo seguía acabando con todo lo que sea comestible — Ya basta — se acercaba molesta — aléjate de mi comida — ante su sorpresa, Jihyo gruñó cuando intentó quitarle el pollo que tenía.

Había algo con lo que nadie podía meterse en la vida de un lobo; su territorio, su compañera, y su comida.

—A mi no me gruñas, ¿oíste? — advirtió Nayeon.

Y había algo con que nadie debía de meterse en la vida de Nayeon, su comida.

—Esto es mío — respondió Jihyo con molestia.

—Ni creas, esto es mío — jaloneo el pollo.

—Suéltalo — el iris de sus ojos se volvían rojos — Te lo advierto.

Nayeon no se intimidó, incluso cuando vio sus colmillos salir como amenaza.

—No te tengo miedo — acercó mas su rostro, retándola — ¿Qué harás? — sonrió —Lobita.

Jihyo enfureció, y saltó sobre ella, Nayeon la recibió lista para pelear.

(…)

Sana observaba seriamente a la rubia quien evitaba a toda costa su mirada. Estaban frente a la otra en distintos sillones, y la castaña tenía los brazos cruzados esperando a que hablara.

—Lo siento — fue casi un susurró por parte de Tzuyu.

—Tranquila — Sana sonrió falsamente — sólo fueron mil dólares de multa por todo el caos que ocasionaste, aparte de lo que sigo debiendo, claro.

—¿Estás…molesta? — preguntó con temor.

Sana suspiró cerrando los ojos, no podía molestarse con ella, ese dinero no era nada comparado a lo que obtendría en unos meses. Además, la torpeza de Tzuyu le causaba gracia, le resultaba tierno.

—Estás sonriendo — Tzuyu señaló contenta no estás molesta.

—No, sólo…—Tzuyu ya estaba a su lado, acurrucándose sobre su cuerpo en un abrazo. Eso era una manía de la cual Sana ya se estaba acostumbrando — Sólo no lo vuelvas a hacer, ¿esta bien? — sonrió — Gracias a Dios que ese tipo no nos denunció.

—Si lo hacía, me lo comía — Sana río — Habló en serio — Sana se atoró con su propia saliva.

—Okey, cambiemos de tema — carraspeo — ¿Quieres comer algo?

—Sí — sonrió.

—Qu- — Sana abrió los ojos sorprendida ante el beso de Tzuyu. La rubia sonrió ante el contacto, cuando sintió las manos de la castaña acariciando su mejilla e intensificando el beso.

(…)

Mientras Jihyo y Nayeon seguían peleando por su comida.

Minjeong observaba de reojo a Jimin, no podía concentrarse en su oración si ella le mandaba besos volados.

¡Estaban en plena misa!

La castaña se había infiltrado en la iglesia al conseguir un atuendo igual al que traía Minjeong, estaba disfrazada de monja.

Copiaba las acciones del resto, el cual era estar de rodillas rezando, pero sin dejar de mirar a Minjeong con disimulo y guiñándole el ojo coqueta cuando la veía.

—No nos dejes caer en tentación — pronunciaba Minjeong al mirar a Jimin, como si estuviera suplicando a Dios en no caer en sus garras — Líbranos del beso… ¡digo! Del padre, ¡del mall — se corrigió en el micrófono ante la mirada incrédula de la gente, Jimin sólo reía en silencio — Sí, del mal, eso — sudaba — Amén — se retiró rápidamente para darle pase al padre, quien aún confundido, continuó con la misa.

Al terminar, Minjeong caminaba nerviosa por el jardín de la iglesia, pensando seriamente qué hacer con esa chica.

Se sobresaltó cuando Jimin apareció de repente delante de ella, y la aprisionó contra la pared, no permitiéndole salir al poner ambos brazos a los costados de su cuerpo.

—Me…vas a…besar, ¿cierto? — preguntó Minjeong.

—Esta vez no — sonrió, viendo el alivio en la expresión de su chica — Quiero pedirte algo.

—¿Qué?— tragó saliva.

—Quiero que vengas conmigo — la miraba a los ojos — Tu destino no es esto, no es estar aquí. Si fuera así, el destino no te hubiera elegido como mi compañero.

—No comprendo de lo que estás hablando.

—Lo sé, por eso quiero que vengas conmigo. Quiero que viajemos a mi hogar, que conozcas mi mundo, y así puedas entender por qué te busqué por tanto tiempo.

—Qué…¿qué pasaría si no acepto? — preguntó temerosa.

Jimin sonrió.

—Tendré que secuestrarte — antes de que Minjeong pudiera responder, ya la callaba con un beso.

No podían culparla, le gustaba hacerlo, y a Minjeong también, aunque lo negara.

(…)

Nayeon dormía sobre el cuerpo de Jihyo quien también estaba dormida en el suelo, con el detalle que ninguna soltaba el pollo aún.

Nayeon se acurrucó aún más en el cuello de Jihyo, y esta la abrazó con su brazo libre para pegarla a ella, ambas siguieron durmiendo.


Creo que es la última actualización de hoy, porque subiré un nuevo cap de Lucifer Is Taiwanese, tal vez también de Yellow, pero si apoyan mucho este cap y la historia en si, me ponen de buenas y les vuelvo a actualizar.

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