23. Enamorada
Minjeong ya no tenía problema en vestir como la mayoría de los de su edad, es más, le parecía muy lindo su sudadera de flores y sus pantalones entallados.
Había estado caminando frente a los hermanos mientras ellos la seguían a la par que conversaban.
—¿Cómo la conquistaste? — el rubio observaba a la joven chica, no parecía tener dudas de ir con ellos, parecía feliz.
—No lo sé, por lo que aprendí, aquí se conquista de diferente manera, así que no tengo ni la menor idea — su mirada no se apartaba de Minjeong — Pero me alegra que haya sido así.
—¿Debo secuestrar a mi chico? — preguntó dudosamente, podría ser esa su salvación.
—Creo que a él ya lo secuestraron, no le va a gustar que lo hagan otra vez — se puso a pensar — Aunque podría ser.
—No — Minjeong se detuvo frente a ellos, mirando seriamente a Jimin — Nada de secuestros, ya lo habíamos hablado.
—Sí, ya sé — Jimin viró los ojos — Me diste una larga charla sobre eso, ya entendí — atrajo a su hermano por los hombros — Pero míralo — apretó sus mejillas — Se puede quedar solito. ¿No te da pena?
—Suéltame — Jungkook pedía con sus labios en forma de pez.
—Suéltalo — ordenó Minjeong y la mas alta obedeció en seguida — Y no pueden andar por ahí secuestrando a personas como si nada — pronunció preocupada — Podrían terminar en prisión — la religiosa pudo ver en sus pensamientos a ese par de hermanos llorando en la cárcel y suplicando perdón, que sus ojos se humedecieron de la nada.
—¿Está bien? — murmuró Jungkook mirándola dudoso, la monjita miraba a la nada — Me está dando miedo.
—Creo que está hablando con su Dios — respondió en silencio, cuando Minjeong juntó sus manos y cerró los ojos, comenzando a rezar — Sí, eso hace.
—¿Dios? — preguntó el rubio.
—Nuestro padre — Jimin respondió con simpleza.
—¿Mi papá que tiene que ver aquí?
—Ya llegamos — Sana abría la puerta e ingresaba junto a Tzuyu, había tardado mas de lo normal por el comportamiento tan desesperante que tenían sus compañeras hacia la rubia, para la próxima vez no la llevaría — ¿Nayeon? — llegaba a la sala, no le habían contestado.
—Tengo sueño — Tzuyu se recostaba en el sofá.
—Fue un largo día — buscaba con la mirada pero pareciera que no había nadie en casa — ¿A dónde habrán ido? — se sentó en el sofá contrario y enseguida Tzuyu abandonó el otro, recostando su cabeza sobre sus piernas, ya era algo normal para Sana.
—¿Me das cariño? — la rubia pedía con los ojos cerrados y una ligera sonrisa en sus labios, Sana no pudo resistirse a esa carita.
La castaña acarició su cabello con delicadeza y observó como Tzuyu comenzaba a dormirse en pocos minutos.
Observó sus facciones al detalle, su piel tan perfecta, sus labios carnosos y rosas, y ese rostro tan angelical, sin duda era una chica demasiado hermosa.
Sana continuó acariciando su cabello, incluso cuando Tzuyu ya dormía, sentía una gran necesidad de recostarse a su lado y acurrucarse junto a ella, pero no quería despertarla, aunque también sabia que Tzuyu sería la más feliz si hiciera eso.
Sonrió al imaginarla.
—¿Y esa cara de enamorada?
Sana brincó del susto y tiró a Tzuyu de cara contra el piso, pero sorprendentemente ella seguía durmiendo como si nada.
—¡Nayeon! — Sana regañó a su amiga por asustarla, Nayeon llevaba sentada frente a ella desde hace diez minutos — ¿Qué te pasa? No me asustes — respiró calmada.
—Me parece increíble — Nayeon la analizaba.
—¿De que hablas? — Sana colocaba un cojín debajo de la cabeza de Tzuyu.
—Es que nunca te había visto enamorada — suspiró y se recostó sobre el respaldo del sillón — Estabas tan perdida en ella.
—No estoy enamorada — contradijo de inmediato y Nayeon soltó una risa burlona — ¿Qué te hace pensar eso?
—Por dios, Sana, mírate, ni siquiera te diste cuenta de mi presencia, ni la de Jihyo — señaló a la pelinegra que acomodaba juguetes para niños en una caja, Nayeon pensaba que eran para ella misma, sabe de por si que nunca tuvo algún juguete y quería engreirla — Prácticamente el que te mire se daría cuenta, todos menos tú.
Sana se hizo la ofendida, muy exagerado para Nayeon quien viró los ojos por su fallida actuación.
—No entiendo — continuó — ¿Qué tiene de malo que te guste? Le falta madurar un poquito quizá, pero es cuestión de adaptarse a la civilización.
Tzuyu escuchaba todo mientras fingía dormir, debió morder a Nayeon mientras pudo, ella no es inmadura, el mundo es muy gris en todos los aspectos.
—Ya, quizá…— Sana divagaba — Me guste un poco — la rubia sonrió con disimulo — Pero no puedo enamorarme de ella — susurró, pero Tzuyu la escuchaba perfectamente.
—¿Por qué? — Nayeon se inclino para susurrar igualmente, Jihyo también comenzaba a escuchar sin que se den cuenta.
—¿Acaso no lo entiendes? — mencionó con tristeza en su voz — Nayeon, sé que tú y Jihyo han logrado algo lindo, pero lamento decirte que ellas no están enamoradas de nosotras — las tres chicas fruncieron los ceños con duda.
—No te entiendo, ¿Por qué dices eso?
—Porque es algo obvio, algo que ellas nos dijeron, ¿Crees que llegaron y se enamoraron de inmediato? No, solo tienen una idea en su cabeza y es reproducirse, por eso no voy a enamorarme de alguien que seguro me romperá el corazón — se puso de pie algo enfadada por sus propias palabras y se fue a su habitación.
Dejó pensativa a su amiga, las dudas comenzaron a invadir sus pensamientos al pensar que en realidad no le gustara a Jihyo y solo se haya entregado por dejarse llevar en el momento.
Para su alivio, había tomado la pastilla del día siguiente.
Jihyo miraba seriamente por donde se había ido Sana, no iba a permitir que aquella gata le meta ideas a su novia y arruine el futuro de su descendencia. ¿Ella que sabe de sus sentimientos?
Pero ya verá…
—Así que eso era — Nayeon observó a Tzuyu levantarse, se rascaba una de sus orejas — Creo que no le expliqué lo suficiente — comenzó a reír mirando a Nayeon — Tú te quedas — tomó de su polera a Jihyo quien pasaba por su espalda y la tiró directo a sillón, haciendo que dé una voltereta.
—¡¿Qué te pasa?! — la pelinegra se puso de pie de inmediato — ¿Por qué me tiras? — sostenía una sonaja en su mano.
—No le harás nada a Sana — señaló — Sé lo que estás pensando.
—¿No escuchaste lo que dijo? — se cruzó de brazos — Creo que cuando te bañes debes de lavarte los oídos también.
—Ay, tú tampoco te las lavas — se ofendió.
—Ok…creo que mejor…— Nayeon no sabia que decir — Voy al baño — se fue.
—Ya la espantaste — acusó Jihyo, regresando con enojo de vuelta a su caja con juguetes — Ahora tengo que ordenar esto sola, Nayeon iba a ayudarme.
Tzuyu se encogió de hombros y le dio la espalda, cuando ambas se pusieron alertas cuando escucharon un ronroneo, el estúpido gato estaba en la ventana.
—¡Tú! — ambas hermanas señalaron con enfado.
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