🌦️
El viento hacía volar la camisa mojada del peli negro. Sin embargo en lugar de darle frió, le parecía refrescante y por alguna razón le producía paz sobre sí mismo. En alguna curva o aceleración por parte de la motocicleta, no podía evitar abrazar a esa chica por la cintura, aquello le hacía sentir seguro, y sin darse cuenta, por inercia recargó su cabeza en su espalda, cerró sus ojos y se dispuso a disfrutar el resto del viaje.
Un par de minutos después, la motocicleta se estacionó frente a un edificio de más de quince pisos, y sin decir nada bajaron de ella y entraron a él.
—Buenas noches, Señor Min—mencionó el recepcionista siendo demasiado alegre una vez lo visualizó a la entrada.
—Buenas noches, señor Choi—contestó con voz casi inaudible. Queriendo evitar el contacto visual lo más posible.
A Min YoonGi, el viejito le daba envidia.
Había perdido a su esposa hace apenas unos meses, pero el día de hoy ya se encontraba saludando a las personas alegremente. ¿Algún día el podría llegar a ser así? ¿Actuar como si nada hubiese pasado? ¿Podría volver a ser tan feliz?
Miles de preguntas así aparecían en su cabeza.
YeoSol, por su parte, sólo se dedicó a darle una reverencia como saludo, además de regalarle una de sus hermosas y brillantes sonrisas antes de seguirle el paso al peli negro.
Cuando el ascensor llegó a la planta baja, subieron a el presionando el botón hacia el piso 14. El trayecto fue silencioso y casi tormentoso para la chica.
Cuando este se detuvo y las compuertas se abrieron, caminaron por el pasillo en medio de las paredes color guinda dando pasos cortos sobre la alfombra café.
El pelinegro se detuvo frente a la puerta número 303, colocó la clave.
—Entremos, prepararé café—mencionó mirando a la castaña de reojo y entró quitándose los zapatos con ella siguiéndole el paso.
—Primero deberías atender eso—hablo por fin señalando la mano de Min Yoongi, siendo tan mandona como siempre—Se ve realmente mal.
—Claro...—susurró acercándose a un cajón donde aquel guardaba un pequeño kid de primeros auxilios, tomó un algodón y lo humedeció con agua oxigenada.
—Déjame ayudarte—dijo Sol quitándole de las manos esa bolita color blanca.
—No hace falta—contestó bajando la mirada, como si se avergonzara de algo.
—Por favor, quiero hacerlo—insistió a lo que el peli negro ya no pudo negarse—Soy una experta en curar heridas.
—Gracias—contestó sediendo completamente ante ella—¿Has salido lastimada muchas veces? Pregunto porque, dices ser una experta. Y para considerarse una experta en ello, necesitas de...cierta experiencia. Digo yo.
—La vida a veces es así—contestó con una sonrisa de boca cerrada—A veces te golpea tan duro como si fuese un saco de boxeo y pareces estar encerrado. Sólo queda seguir y liberarte tú solo.
—Liberarte—susurró el chico de tes pálida mirando hacia otra parte.
—No sé qué fue lo qué pasó—habló limpiando con delicadeza sus nudillos, interrumpiendo sus pensamientos —Tampoco sé lo que cruza por tu mente en este momento, no tengo idea de que estás pensando, oh lo que estás sintiendo, pero si me dejas ayud...
—No—interrumpió con voz queda.
Ni siquiera la había dejado terminar.
—¿No?—repitió con una evidente confusión.
—Nadie puede ayudarme.
—Min...—suspiró y nuevamente una sonrisa apareció, él estaba cansándose de esa sonrisa—¿Te ha pasado que no encuentras tu celular? Lo buscas como loco por todas partes y resulta que siempre lo tuviste en tus manos—preguntó riendo, el otro asintió confundido—Bueno...lo mismo pasa con la felicidad.
Min alzó la mirada topándose con los ojos de la contraria. Definitivamente su debilidad.
—Tienes la felicidad entre tus dedos, siempre ha estado ahí—dijo nuevamente terminando de limpiar su herida—Sin embargo, sumido en pensamientos, con la ceguera a flor de piel, no has sido capaz de encontrarla.
Dicen que la vida es una aventura, que en ella se aprende, se crece, cambias. Su desafío es superarse, atreverse.
La belleza de esta vida es dar. La alegria es el amor.
Pero...¿Qué pasa cuando el amor para ti ya no existe?
—La felicidad no te va a llegar si la sigues esperando aquí, Suga—dijo nuevamente la chica.
—¿Y tú, YeoSol?—le interrumpió correspondiendo su mirada—Respóndeme algo, ¿Realmente eres feliz? ¿O es que acaso cada que sales, usas una máscara para encapotar tu dolor? Esa sonrisa, para mi, no es sincera.
La chica le miró sorprendida. Guardó silencio unos instantes y luego, de ella una contagiosa carcajada salió desde su estómago.
—¿Q-qué...qué es tan gracioso?—exclamó Min Yoongi sin comprenderla del todo—¿Dije algo divertido?
—¿Lo dices por esto?—cuestiono la castaña señalando el moretón alrededor de su ojo—Oh Min...—murmuró bajando la mirada, negando suavemente con la cabeza—Tú felicidad llegará cuando por fin disfrutes lo que tienes.
—No tengo nada...
—Te tienes a ti—sonrió con dulzura— Y si quieres, yo puedo asumir la responsabilidad de tu propia felicidad...
Sólo...si me dejas hacerlo.
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