Harry disfrutó de veinte minutos de alivio total antes de que llegaran Ron y Hermione, benditas distracciones como eran, lo sacaron del castillo y lo llevaron a La Madriguera para pasar las vacaciones de invierno. Las semanas siguientes fueron un respiro bienvenido de los meses que las habían precedido; ahogó sus preocupaciones del año en la amistad, la familia y la excelente comida de la señora Weasley, y ni siquiera pensó en la guerra durante un tiempo.

Eso no quería decir que nunca le gritara a Ron y Hermione sobre las sospechas de Malfoy (ahora que sabía que el bastardo rubio era responsable de uno de los planes de Voldemort, estaba claro que estaba tramando algo más), pero después de darse cuenta a mitad de una perorata de que no podía explicar cómo lo sabía, Harry se desanimó y lo dejó pasar. "Vi la iniciación de Voldemort como mortífago en una visión" la mentira más cercana que se le ocurrió, aún generaría más preguntas de las que podía responder, y Harry no quería recordar esa noche más de lo necesario.

Así que dejó de hablar de eso y se dedicó a disfrutar de las vacaciones. Y entonces Scrimgeour interrumpió la cena de Navidad, lo cual fue muy grosero, pero no pudo desanimar por completo a Harry; después de todo, podía rechazar esta exigencia de una muestra de lealtad. Sin embargo, proclamarse "el hombre de Dumbledore" podría haber sido un poco dramático; Harry no pudo evitar recordar lo cerca que había estado de ser el hombre de otra persona. Se estremeció después, solo en la nieve, y se rascó el lugar donde recordaba que había estado la Marca; comió postre extra para calmar sus nervios cuando el hombre se fue.

<< La marca se ha ido >> se recordó, así que está bien, pero esta es la línea de tiempo más oscura, así que...

A mitad del semestre de primavera, se enteró de que su relevo estaba fuera de lugar.

—Me quedaré durante las vacaciones de Pascua —estaba informando Malfoy a un grupo de Slytherins que se encontraban en la esquina de un pasillo de mazmorras. Sus palabras llegaron a oídos de Harry justo antes de que doblara la esquina. No había nadie más cerca para verlo, así que sacó la capa de su bolsillo y se la echó encima a toda prisa, acercándose sigilosamente para escuchar.

—Ten en cuenta que tendrás treinta minutos de margen para responder a su llamado antes de que comience el dolor, y esto sólo por las protecciones del castillo. —La voz de Malfoy era baja, severa y conocedora; Harry supuso que debía haber sido marcado mucho antes que todos los demás — Se realizarán pruebas a pequeños grupos de acólitos de invierno y se les asignarán grupos para un entrenamiento adicional según sus resultados. Desafortunadamente —Malfoy se encogió de hombros — cada prueba es diferente, así que no puedo dar muchas pistas. Buena suerte a todos.

El grupo se dispersó y Harry continuó su camino hacia el Gran Comedor, archivando la información para el reconocimiento; podría ver a los otros mortífagos abandonar el castillo durante las vacaciones de Pascua si usaba el mapa. Sería una buena información, ¿no?

Hizo planes para observar el mapa durante el descanso de los grupos que se marchaban, y deliberadamente no imaginó cómo habría sido si hubiera estado entre ellos.

Excepto que, tarde en la noche del tercer día de vacaciones de Pascua, Harry se despertó sobresaltado, tocándose la piel con la mano, debajo del antebrazo, y se dio cuenta ...

El miedo se instaló en su estómago, frío y sólido como si hubiera tragado hielo. << No >> pensó Harry, arañando frenéticamente su camisón, luchando contra las náuseas <<No está allí, no puede ser, desapareció... >>

<< ¿Y desde cuándo exactamente? >> reflexionó la vocecita sarcástica en la cabeza de Harry que alguna vez había considerado su conciencia, <<el hecho de que algo sea invisible significa que no está ahí >>

En piloto automático, renovó el Muffliato alrededor de su cama con dosel, saliendo del nido de ropa de cama para hurgar en el contenido de su baúl. Allí, en el fondo, había un paquete de tela oscura que Harry había descubierto meses atrás y escondido rápidamente con manos temblorosas, sabiendo que él era responsable de su presencia y que no podía recordar cuándo lo había puesto allí. Sus manos temblaron nuevamente ahora, mientras retiraba el paquete y desdoblaba la tela (las túnicas) sobre la cama, revelando su maldito, maldito contenido para que él lo mirara y se desesperara.

Brillando en el centro del charco de tela negra estaba la máscara, su máscara, demasiado brillante en la tenue luz de la habitación y demasiado cálida donde la sostenía en sus manos; su superficie tan seca y pulida como cualquier cosa hecha de hueso.

Cerró los ojos y apartó la cara. La picazón en el brazo se intensificó; luchó contra el impulso de rascarse, sabiendo que no haría nada, que solo aumentaría inexorablemente hasta convertirse en un dolor insoportable y ardiente si intentaba evadir la llamada. Era demasiado tarde para intentar ser valiente. No. Se obligó a mantener la compostura mientras se cambiaba la ropa de dormir.

Un observador externo habría visto las cortinas de la cama de Harry abrirse y cerrarse, y no qué era lo que las había movido. Debajo de la capa, Harry agarró la máscara contra su pecho envuelto, y se dirigió al bosque prohibido, donde había visto a otros ir en el mapa anteriormente. En algún lugar de esos bosques, él sabía, estaba el lugar fuera de las barreras desde donde se aparecerían.

No era tan solitario, aunque lo parecía; cuando el lugar de su brazo donde estaba la Marca (Harry todavía se negaba a mirarla) había pasado de picar a picar y a escocer, había llegado al borde del Bosque y podía ver otras figuras, desilusionadas pero no invisibles, moviéndose delante de él en la maleza. Había un sendero débil, desgastado entre los árboles, una hendidura poco profunda en la tierra que se había llenado con arena con el tiempo. Viejo. ¿Cuántos habían caminado por ese camino antes que él?

Agarrando la máscara con tanta fuerza que podía sentir los latidos de su corazón en la punta de sus dedos, la siguió.

En otra línea temporal, Harry Potter, de diecisiete años, recorrería este sinuoso camino adentrándose en el bosque lamentando su muerte inminente, encontrando el escaso consuelo que podía en el orgullo y el amor de los fantasmas de su familia. Harry llegaría al claro del final y encontraría a Voldemort esperándolo, y aceptaría su fin con la certeza de la inminente destrucción del Señor Oscuro, sabiendo que estaba salvando el mundo para todos los demás.

En ese momento, Harry no tenía esa esperanza. El artefacto que tenía en las manos no era la "Piedra de la Resurrección"; el terror que lo ahogaba y lo dejaba sin aliento, el miedo que lo helaba de adentro hacia afuera, no tenía contrapeso, ninguna salida; las figuras que veía no eran fantasmas, a pesar de que no se hablaban entre sí, y mucho menos a él.

Y el claro del fondo estaba vacío, iluminado por la luz de la luna, igual que la cueva, porque los que iban delante desaparecieron en cuanto pudieron. Eso significaba que no tenía tiempo para recomponerse; no podía, no quería , destacarse por llegar tarde. El Señor Oscuro lo estaba esperando ...

Harry respiró temblorosamente, mareado por la ansiedad, mientras guardaba la capa en un bolsillo debajo de su túnica, sostuvo la máscara frente a su cara-

Se estremeció por la forma en que encajaba, dio un paso adelante, hacia el claro. Y era fácil, muy fácil, aparecerse en sintonía con la atracción visceral de la Marca invisible en su brazo. Un cambio, un giro, y una niebla negra lo envolvió, oliendo y sabiendo a ceniza. Cegado y ensordecido por su presencia, cerró los ojos, se rindió y se dejó llevar por los vientos del sepulcro, lejos y lejanos.

La escena a la que llegó cuando la niebla se disipó se parecía más al cementerio de su cuarto año que a la cueva de varios meses atrás: un claro en un exuberante jardín, bajo la luz de la luna, y él rodeado por las túnicas negras y las máscaras blancas de los mortífagos. Solo que, esta vez, Harry estaba en medio de ellos, entre ellos; esta vez, no tenía por qué tener miedo.

Aunque si así lo decidiera, no estaría solo; el aire vibraba con la ansiedad de sus inquietos compañeros acólitos, sus movimientos inquietos rompían el silencio con el leve roce de la tela sobre la hierba. Todos esperaban lo que vendría después, igualmente inseguros de lo que podría ser, incluso cuando Harry pensó que la tensión estaba llegando a un punto crítico.

¡Allí! Fuego mágico desde todas las direcciones, el rojo cegador de los poderosos hechizos aturdidores desde fuera de la multitud. Harry no podía ver las fuentes con toda la gente que lo rodeaba; los que todavía estaban de pie en el exterior después de la primera descarga ahora estaban levantando escudos o enviando hechizos de vuelta. Se agachó cuando otra descarga voló por encima, a través de los huecos en los escudos, o a través de los escudos mismos si eran demasiado débiles. Más por instinto que por cualquier otra cosa, Harry se desilusionó de nuevo y huyó en dirección al seto más cercano, lanzándose entre los acólitos caídos, y los que todavía estaban de pie dentro de la multitud. Los sobrevivientes estaban comenzando a recuperarse, pero la sorpresa y la inexperiencia los habían vencido; un mayor intercambio de fuego mágico de sus números cada vez más reducidos iluminó el claro lo suficiente para que Harry distinguiera las formas del grupo atacante en los márgenes del claro.

Otros mortífagos de rangos superiores, los mismos que los habían escoltado durante la iniciación. Harry vio a Gold, a Stripe y a alguien del grupo de otro iniciado cuya máscara era mitad negra y mitad blanca, muy reconocible.

Lo cual significaba que se trataba de una prueba, se dio cuenta mientras se hundía más en el seto. Y si ese era el caso, ¿qué era el fracaso y qué el éxito?

No había tiempo para pensar. Una niebla blanca inundaba el suelo a la altura de sus tobillos; los mortífagos guardaron sus varitas y avanzaron hacia el claro, mientras una pared de tela negra se cerraba sobre los acólitos que se encontraban en el interior. Solo dos permanecieron sin estar aturdidos como sus compañeros; bueno, dos y Harry, cuando una palabra susurrada por el mortífago divertido que estaba a su derecha lo dirigió de regreso a su propio grupo. Lanzó varios reenerverte al pasar en su ruta de regreso, y solo disipó la desilusión cuando llegó al lugar donde estaban los demás.

Gracias a Dios sus máscaras eran indistinguibles una de la otra, los otros dos "supervivientes" saltaron cuando lo vieron y lo miraron fijamente durante un largo momento, hasta que...

La niebla se levantó y desapareció, como lo había hecho la hoguera en el invierno. Cuando se disipó, todos habían dejado de estar aturdidos y estaban de pie una vez más, frente al Señor Oscuro, que estaba de pie en el otro extremo del claro. Harry captó un atisbo de sonrisa en sus rasgos; lo más probable es que fuera el único que la vio.

— No fue un mal comienzo — el murmullo de Voldemort se extendió por el espacio, — aunque algunos de ustedes tuvieron más éxito que otros... — y Harry se estremeció al ser señalado incluso indirectamente de esa manera. — Afortunadamente... — Voldemort se acercó más, estudiándolos uno por uno; los que sabían más sobre su número se arrodillaron cuando los ojos rojos los alcanzaron, y todos los demás los siguieron rápidamente, —su desempeño no afecta las posiciones de esta noche. Habrá muchos más ejercicios para determinar sus habilidades individuales más tarde. Por ahora, cada uno de ustedes recibirá entrenamiento básico con mentores seleccionados de entre nuestras filas...

Un gesto ordenó al grupo que se pusieran de pie; otro hizo salir a los mortífagos de los bordes del claro, cuyas máscaras, vio Harry, estaban estilizadas en patrones y colores específicos para distinguirlos (Gold y Stripe, como las había apodado, estaban en lados opuestos del círculo, justo a la vista), mientras que las máscaras de los acólitos eran igualmente idénticas en su sencillez.

Sólo Voldemort parecía saber quién era quién; no se dirigía a nadie por su nombre mientras caminaba entre ellos, dirigiendo a cada uno hacia su mentor seleccionado. Cada pareja desapareció, hasta que solo quedaron unos pocos; y Harry tuvo la nerviosa sensación de que lo estaban dejando para el final.

—Y tú, Harry —dijo el Señor Oscuro, que estaba solo en el claro — estás conmigo.

Harry tragó saliva, sin atreverse a hablar. La misma ansiedad sofocante que lo había atrapado en su paseo por el bosque antes, había regresado ahora, triplicada; si fuera menos Gryffindor, estaría temblando en sus botas, y la leve sonrisa en los delgados labios de Voldemort mientras lo observaba sugería que lo notaba.

Entonces el Señor Oscuro giró sobre sus talones y salió a grandes zancadas del jardín, dejando a Harry trotando para alcanzarlo. Recorrieron un sendero tortuoso a través del terreno, en silencio, pasando junto a fuentes con esculturas suntuosas y sobre arroyos artificiales, a través o alrededor de lo que a la luz del día serían zonas de estar enmarcadas por parterres de flores bien cuidados (y a la luz de la luna eran poco más que formas vagas en la oscuridad). A ambos lados del camino principal se alzaban altos setos que, en ciertos puntos, incluso se curvaban hacia arriba para bloquear el cielo estrellado.

Voldemort no miró hacia atrás ni una sola vez para ver si Harry todavía lo seguía. Ni una sola vez Harry consideró hacer otra cosa. El Señor Oscuro seguramente sabía dónde estaba en todo momento, a través de la Marca; siempre lo sabría.

Y cuando el verdor finalmente dio paso a la mansión en sí (Harry sabía que la mansión Malfoy se alzaba alta, pálida y cuadrada contra la noche, con ventanas que arrojaban luz naranja sobre el césped), Voldemort avanzó y Harry lo siguió, a través de las puertas dobles y por los pasillos poco iluminados, con antorchas encendidas a baja temperatura que proyectaban sombras siniestras sobre las paredes. Los retratos se encogían ante la presencia del Señor Oscuro cuando pasaba, mirándolos desde las esquinas de sus marcos. Harry se preguntó qué les habría hecho para intimidar tanto a las figuras pintadas. ¿Podían los retratos sentir dolor?

Harry dejó ese pensamiento para otro momento, porque reconoció las puertas a las que se acercaban; puertas dobles, finamente labradas y negras como la túnica del Señor Oscuro. A pesar de que Voldemort debía pasar mucho tiempo allí, las visiones de Harry nunca le habían mostrado más que un vistazo del interior; aun así, supo que era su oficina, como descubrió cuando entró.

Sin prisa, Voldemort se dirigió hacia detrás de un escritorio imponente y ornamentado y tomó asiento. No había sillas para visitas; solo una alfombra de felpa semicircular dispuesta delante del escritorio, a la distancia obvia para que uno, en cambio, se arrodillara.

Harry sabía que no debía caer en esa trampa. Hizo lo que había visto hacer a otros en sus visiones y se arrodilló sobre el suelo de mármol pulido, frente a la alfombra. Respiró profundamente. —Mi señor.

Podría haber prescindido de la satisfacción viciosa que inundó su mente, proveniente de Voldemort; podría haber prescindido del brillo petulante que seguramente había en los ojos del Señor Oscuro, si levantaba la cabeza lo suficiente para verlos. (No se atrevió; mantuvo la mirada en el suelo.)

Más silencio, interrumpido por el sonido de un pesado vaso de vidrio colocado sobre madera y el vertido de un poco de alcohol picante en él. El Señor Oscuro bebió un sorbo de su bebida, con la mirada clavada en la coronilla de la cabeza inclinada de Harry, durante largos minutos; hasta que por fin, reflexionó:

—No eres ni la mitad del subordinado rebelde que esperaba, Harry. Confieso que estoy casi... decepcionado.

Harry reprimió una creciente sensación de esperanza. Su mente frenética ya había considerado esa posibilidad antes; que podía ser, si no libre, al menos un simple mortífago, un gruñón. Aburrido, indeseado, ignorado, como lo había sido en casa de los Dursley. Había vivido así la mayor parte de su vida. Podría soportar vivir un poco más.

El momento se prolongó demasiado y Harry se dio cuenta de que debía responder. — ..mi señor soy conciente de lo impredecible que puede ser — dijo con incertidumbre, buscando la frase correcta que los mortífagos usarían, (que habían usado), en las visiones que había tenido antes.

Un... ¿suspiro? Voldemort tomó otro trago, luego dejó el vaso sobre la madera con tanta fuerza que Harry se estremeció. — Debería haber sabido que le quitarían la diversión — murmuró el Señor Oscuro para sí mismo en pársel, y Harry reprimió un escalofrío de alegría por haber predicho correctamente su reacción.

Una brisa de magia atrapó los mechones sueltos del cabello de Harry que cubrían la máscara; apareció una simple silla en su visión periférica. —Puedes levantarte — dijo Voldemort, — y sentarte allí.

Así lo hizo. Lo que significaba que ya no miraba al suelo, sino que miraba directamente a los ojos del Señor Oscuro, y sabía que la máscara no hacía nada para ocultarlo de la legeremancia por la forma en que entrecerró los ojos, leyendo el fondo de los pensamientos de Harry con facilidad como no lo habían hecho desde el final del último semestre.

<< Debería haber sabido que la Oclumancia me fallaría ahora >> pensó Harry miserablemente.

—Ah, ya veo —murmuró el Señor Oscuro después de un momento. La comisura de su boca se había curvado hacia arriba—. Así que sigues siendo tan insolente por dentro... bien, bien. Si fueras otra persona, tal vez habría perdido el interés con este acto. Qué astuto de tu parte.

Harry juntó las manos en su regazo, con la boca cerrada, pero su mente fue directo a los persistentes pensamientos sobre su selección, a cómo el Sombrero siempre le decía que le iría bien en Slytherin, al fino deleite que no podía evitar sentir por haber engañado a Voldemort justo ahora, aunque fuera por un momento (y siendo que todavía estaba siendo Legilimizado, probablemente siempre lo estaría, siempre que estuvieran en la misma habitación) fue suficiente respuesta a las palabras del Señor Oscuro que siguiera hablando.

—Fascinante... —Voldemort lo miraba como si fuera una noticia interesante en "El Profeta" —. Qué rica ironía... Te has moldeado a ti mismo en forma de león, te has engalanado con el título de héroe año tras año... pero ese mismo acto de dar forma y colorear es lo que te convierte en un Slytherin, Harry. No cambia tu naturaleza.

Eso no fue lo que Dumbledore había dicho "son nuestras elecciones las que muestran lo que realmente somos, mucho más que nuestras habilidades" pero las palabras que escuchó ahora sonaron más verdaderas, cortaron más profundamente, tiraron del núcleo de él que no podía reconocer...

—Te engañas a ti mismo, ¿sabes? — dijo el Señor Oscuro en voz baja —Puedes negarte a mirarla, pero la Marca sigue estando allí.

Una sacudida. A Harry se le puso la piel de gallina en los brazos. Abrió la boca para hablar, pero la cerró y se mordió el labio.

—Pero podría quitarlo —supuso Voldemort, haciendo girar el licor en su vaso con la punta de un dedo.

<< ¿Qué-? ¿En serio? >>

—Ah, te gusta esa idea, ¿no? La absolución es la única que puedes tener. — Harry tragó saliva, intentando no revelar lo mucho que lo deseaba, sabiendo que era obvio. —Dime, Harry... —el Señor Oscuro se levantó de repente, apoyando las manos en el escritorio. — ¿Qué darías por ser liberado?

***

El viento azotaba la Torre de Astronomía, llevándose consigo los ecos de la batalla que se desarrollaba abajo. Esta era la victoria del Señor Oscuro, el triunfo de los mortífagos, el triunfo de Draco .

O estaba destinado a serlo. Draco había trabajado durante meses para facilitar esta noche, y ahora estaba de pie con el círculo de sus mentores detrás de él, con la varita apuntando al enemigo principal, Albus Dumbledore, y...

No pudo hacerlo.

Merlín, quería hacerlo, pero no podía, no podía mirar al hombre a los ojos, no podía pronunciar el encantamiento en el que había entrenado. Estaba atravesado por esa mirada azul al igual que lo estaba por la roja del Señor Oscuro, pero donde su expresión prometía dolor, prometía castigo, esta, esta era gentil, más gentil de lo que Draco quería, de lo que merecía...

Su mano temblaba; sentía que las lágrimas le picaban en las comisuras de los ojos, admiraba y odiaba a Dumbledore por aprovecharse de la debilidad de esa manera. —Draco —presionó Alecto—, hazlo o hazte a un lado para que uno de nosotros...

La puerta detrás de él se abrió y apareció el padrino de Draco, con la varita en la mano, evaluando al instante lo que siempre le decía a Draco que hiciera. — Tenemos un problema — decía Amycus, — el chico no parece capaz...

Un susurro, entonces, desde la misma garganta a la que todavía apuntaba la varita temblorosa de Draco:

— Severus...

¿Estaba suplicando? ¿Suplicando a su tío Sev? Draco tuvo un momento para sentirse ofendido por el hecho de que Dumbledore le estaba rogando por misericordia, antes de que su padrino lo empujara fuera del camino y tropezara y cayera sobre las piedras. Los otros mortífagos retrocedieron, saliendo por la puerta abierta, y ahora solo estaban Draco y Severus allí, y Dumbledore habló de nuevo:

— Severus... por favor...

Pero justo cuando Severus levantó su varita, apuntándola firmemente a Dumbledore, se produjo un frío y un viento repentino desde el otro lado de la Torre, y una figura más emergió en escena desde las sombras, desprendiéndose de la capa de invisibilidad que lo había ocultado de la vista.

— Avada Kedavra — entonó una voz familiar, y si alguien hubiera estado mirando en dirección a Dumbledore en ese último momento, habrían visto los ojos azules abrirse de par en par por la sorpresa justo cuando la vida los abandonó en un destello verde.

<< ¿Ese es-? >>

—¿Potter? —jadeó Draco, poniéndose de pie—. ¿Tú..?

Harry Potter lo miró con expresión estoica, y por primera vez, Draco vio profundas sombras bajo sus ojos, del tipo que se desarrollaba tras muchas, muchas noches de insomnio; y donde otros se habrían sentido fortalecidos por la magia, al menos, el niño héroe no había mejorado, estaba solemne, resignado. De hecho, en ese momento, no parecía en absoluto el Niño-Que-Vivió.

Incluso Severus parecía confundido, si la forma en que su rostro adoptaba varias expresiones a la vez era una indicación. Pero Potter no dijo nada, solo parpadeó lentamente hacia ambos, asintió con la cabeza en reconocimiento, se puso la capa y se fue.

— y luego desapareció, mi señor — divagaba Draco, completamente estupefacto por cómo Potter pudo haber superado la barrera.

— Basta, Draco — el Señor Oscuro lo hizo callar con un gesto — Severus, ¿tú también viste esto? — El Maestro de Pociones murmuró una afirmación.

<< Ahora era el momento del dolor >> pensó Draco, preparándose para un Cruciatus que... no llegó. Parpadeó y miró a su Señor. ¿No había fracasado? ¿Dónde estaba el castigo?

—No, Draco — le dijo Voldemort — Esto no será considerado como un fracaso tuyo. Cumpliste con tu parte. Pueden retirarse los dos.

Draco estaba tan eufórico por este perdón inesperado que no dedicó ni una segunda mirada al mortífago que pasó a su lado y entró en la sala del trono. Cuando la puerta se cerró, escuchó el final del murmullo complacido del Señor Oscuro:

— Bienvenido de nuevo Harry, siéntate, siéntate, cuéntame, ¿cómo estuvo tu pequeña aventura?..

La máscara de un mortífago ocultaba gran parte del rostro del portador, pero no lo suficiente para ocultar sus lágrimas.

¿FIN?

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Hasta aquí la primera parte de la historia "Una Linea de Tiempo Más Oscura" (A Darker Timeline) de Anna_Hopkins.

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