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9. La tía Elizabeth lo hizo de nuevo, El hola y ¡Los gatos no hablan!

—... Y cuando cumplí 18, apareció ante mi el libro de los Spellman —continuó su magnífico relato.

—¿Y el libro debe aparecer a los 18? —pregunté juntando mis manos debajo de la mesa.

—Bueno, nuestro maravilloso libro aparece por sabiduría —respondió la tía Elizabeth—, cuando el linaje cree que estás preparado aparece. Algunas veces prueba a sus futuros poseedores. Yo he sido la más joven de la familia en tenerlo —llevó una mano a su pecho.

—¿Y qué pasa si en lugar de recibirlo primero el mayor, lo recibe otro? —me miró con una ceja levantada— ¡Digo! En un caso hipotético.

—El menor heredaría la casa, claro. Pero si es un varón no aplica. Por ejemplo, si tú llegases a recibir el libro primero que tú hermana, tendrías a potestad está casa —señaló a su alrededor—. Pero claro, a la queridísima Beth le ha de faltar poco ¡Que divino!

Mi hermana sonrió feliz, y asintió ¡Claro! ¡¿Quién no querría heredar la casa?! Ella me miró con sus ojos brillantes y una sonrisa, cuando el libro apareciera; lo primero que haría Bella cuando la tía Elizabeth muriera (ojalá y fuera pronto), sería traer a mamá... y probablemente comprarse un perro.

—¿Y papá no tiene disposición de heredar la casa...?

—¡Preguntas demasiado, niña! —por un momento recibí un flashback de Natalia— Pero por su puesto que no, solo las mujeres heredamos la casa... todo desde Elizabeth primera.

La añoranza cubrió su rostro y juntó sus manos alegremente, yo seguía incómoda. El libro de los Spellman es una reliquia, que, por derecho, todos los miembros deben recibir, incluso hasta a los hijos bastardos.

¿Por qué recibimos un libro?

Aparentemente los Spellman son una familia de sabiduría (por esa razón quedaron impresionados cuando no entramos a Ravenclaw), la lechuza es nuestro símbolo (eso explica muchas cosas) y por sobre todo ¡Tenemos increíbles dones de aprendizaje!

—Cosas maravillosas les esperan a los miembros de la familia... —habló (nuevamente) enorgullecida la tía.

—...Si, por un precio —murmuró mi padre.

—¿Precio? —Preguntó Javier, dejando a un lado su ejemplar de "¿Si o qué?".

—Eh, si. Lamentablemente a los Spellman llega el olvido, en cualquier momento —admitió—, a algunos se les presenta desde siempre, mala memoria para cosas tan simples como fechas, olvidar direcciones, nombres y cosas así... lo peor es el Alzheimer, pero, ya casi no hay casos. Es nuestra arma traicionera.

—¿Una maldición? —volvió a preguntar mi hermano.

—No, yo diría que es un precio, no se puede tener todo sin sufrir —entonces se quedó mirando un cuadro en la pared—, es lo que nos recuerda que somos mortales, tan consumibles como un algodón en un incendio. O eso es lo que creemos.

No quería darme vuelta y ver el cuadro que yacía colgado... sentía que me podía gritar: "¡Ja, volteaste!". Preferí mirar hacia mi taza de té prácticamente vacía... lo que me recordó al momento en el que James decidió leerme la "fortuna", trágico final.

Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar esos eventos del pasado.

Lo que importa realmente es que para esta altura ya me había puesto al día en cuanto a los eventos que debía plasmar en el diario. ¡Lo cual era muy útil! Al menos, así, si llegase a tener problemas de memoria ya tendría como narrar algunas historias.

—El libro lo deberían poder heredar las esposas y esposos de... —pero tía interrumpió a mi madrastra para dedicarle unas hermosas palabras.

—Silencio, sangre sucia... —vi de reojo como mi hermana se aguantó una sonrisa. Sin embargo mi plato sin comida se veía muy interesante, cuenta la leyenda que si ves a los ojos a la tía Elizabeth mientras discute, podrías perder tu alma ¡No lo digo yo! Lo dice la ciencia.

—¡Hermana! —mi padre se levantó en defensa— No voy a consentir que le hables así.

Entonces miré a mi papá. Tía se levanto, y entre ambos se veían enojados... yo veía mis opciones: ocultarse debajo de la mesa podría ser útil.

Lo preocupante era que si tía tenía afinidad por la sangre mágica "pura" estaba en aprietos, mi mamá es, evidentemente una muggle... mas sin embargo, nunca se ha referido mal a ella.

—Largo de mi mesa —le espetó Elizabeth.

—No.

Javier chilló y Ale saltó para abrazarle, Bella me tomó de la mano y me miró decidida.

—¿No?

—No. —contestó mi padre, firme.

—Te he dado techo, he estado para ti, somos lo único que tenemos ¿y así es como piensas agradecerme? —ah, se va a hacer la víctima— ¿Después de todo?

—No te debo nada.

—Malagradecido.

—Impía.

Esto se va a poner feo, Camila, hay que irnos.

—¿Estás loca? ¿Y perderme esta batalla épica?

Insufrible.

Alrededor de tía aparecieron ciertos cristales, cosa que me perturbo, la luz del comedor empezó a temblar— Oppugno.

Los varios cristalitos volaron tras papá, quien inmediatamente sacó su varita y contrarrestó el hechizo con uno no-verbal.

¡Pele-! no pude seguir hablando porque ya había aparecido en la habitación— ¿Qu-?

—¡Toma tú baúl, rápido!

—Bella...

—¡APÚRATE!

Asentí y tomé el diario que estaba en el escritorio, lancé todo al baúl y lucifer saltó de la cama hasta dentro del mismo.

—Miau —Fer ladeó su cabeza sin entender.

No tuve tiempo de explicarle nada, así que lo saque de ahí con un empujón, cerré el objeto y después tomé su jaula.

—Debes entrar, las cosas se están poniendo turbias luego se escuchó una explosión y sin rechistar saltó dentro de la misma.

—¿Qué haremos? —le pregunté a Beth.

—Ellos jamás se habían peleado así, sabes que papá es muy cuidadoso en la mesa y tía no colabora. Duraron mucho tiempo tranquilos.

—Creí que tenía una familia feliz.

Me miró un momento, no se que vio, pero yo estaba sosteniendo la jaula en una mano y el baúl con la otra.

—En todas las familias hay drama, todo es temporal —me dejó un beso.

Tomó sus cosas y desaparecimos, no tuve que abrir los ojos, el calor y el olor a carne atacaron mi cuerpo, el bullicio atolondrado y las voces en español llegaron a mis oídos.

—N-no tengo... —comenzó mi hermana.

—Yo si —le dije en respuesta.

Abrí mi mochila y saqué la llave de casa, Bella había sido cuidadosa al dejarnos en el patio. Procedí y abrí la puerta para entrar.

—¡Mami, soy es yo! —grité al entrar (ua para este punto no habrá necesidad de colocar la diferencia entre ingles y español ¿no?).

—¿Mija? —escuché que alguien corría por las escaleras— ¡MI MUCHACHITAAAAA!

—¡Mamiii!

Deje caer el baúl y coloqué a Fer en el suelo, alcé los brazos para nuestro encuentro pero una brisa y un olor dulce pasó volando a mi lado.

—¡Ayyyy! —de resto escuche sollozos y un "Mamá". Me volteé y me encontré una imagen memorable, mi hermana y mami abrazándose, luego de muchos meses.

& • &

Le contamos a mami lo qué pasó... bueno, una parte; Bella se había guardado algunas cosas no muy relevantes (como el hecho de que nos fuimos por una pelea). Mi hermana sabe que tendría problemas con el ministerio, ya que hizo una apareció con una menor de edad en otro país. Pero le importaba poco.

Mami no entendía mucho, y había algunas cosas que debíamos repetirle, me impresionó mucho que dijera "jamás he estado en Londres, suena genial"... debido a que: si la casa de los Spellman estaba ahí, entonces ¿No tuvo que haber ido? Pero no insistí.

—Si lees los libros, puede que... —comencé.

—¡Ay!, no se si me de tiempo —¡Mentira!, No lo hace por flojera.

—¿Y si ves las películas? Así le entiendes más a lo que estamos hablando.

Mami exhaló y se llevó una mano a su cien, no se si estaba molesta, Fer se encontraba en sus piernas bien a gusto.

—Mija —llamó y ambas la miramos—. He pensado que, estamos demasiado lejos.

—Mamá... —comencé.

—Escúchame que te estoy hablando —cerré mi boca y traté de bajar mi corazón de la garganta hasta donde se supone que debía de estar, entonces, inconscientemente comencé a jugar con mis deditos—. Puedo pedir que me trasladen hasta Inglaterra. Las cartas se tardan mucho en llegar y no se casi nada de ti, en cambio, si yo...

Pero carraspeó. Ver a mi madre aguantándose las ganas de llorar es bien feo ¿saben? Te da como una impotencia, querer destruir absolutamente todo lo que le cause tristeza.

—... así sería mejor.

—Pero no hablas... —interrumpió mi hermana.

—¡No me importa! —se levantó del sofá— ¡Me importa una mierda, ustedes son más importantes que un desgraciado inglés! Lo aprenderé, aunque me tome la vida entera.

—¿Que tal si mejor te vienes a Estados Unidos conmigo? —silencio, mamá no decía nada—, Camila estará todo el año en el internado y seguirás relativamente sola —continuó—. Por otro lado, si vienes conmigo, podremos estar más tiempo juntas siempre y cuando no esté trabajando.

—Es mejor así —le seguí—, luego podrás venir a Londres, el año que viene ¡Al callejón diagon! Y verás si te gusta la ciudad —me levanté emocionada y me fui a sentar en el lado disponible—. Y veremos muchas cosas geniales ¡Te presentaré a mis amigos...!

Entonces una lágrima resbaló por su mejilla y una sonrisa de dibujo en su rostro sonrojado, río un segundo y más lágrimas caían, nuestro único reflejo fue abrázala y confirmarle que todo estaría bien. De todas formas ella siempre se ha estado mudando y se adapta muy bien. Solo que... ahora yo no estaría físicamente para ella.

Más tarde nos dormimos las tres juntas en la misma cama, nos importaba poco. Fer durmió en la sala y mamá me hizo prometerle que el gato no dormiría en ningún sofá. Esa noche no dormí casi nada, estaba nerviosa, tenía un revoltijo en el estómago y un ahogo en la garganta: Estaba nerviosísima. Creo que tenía muchos motivos para estarlo, pero prefería no decir nada ¡Absolutamente nada! Me pondría más nerviosa si pensaba que estaba nerviosa, de nuevo ese tic. Pensando en mis probabilidades, lo que estaba pasando y lo que posiblemente pasaría al volver a Hogwarts; Comencé a jugar con la yema de mis dedos juntándolas y separándolas rápidamente, dedo índice de mano derecha con la mano izquierda y así sucesivamente. ¡Ayuda!

Quería gritarlo "Ayuda" pero ¿Quién podría defenderme? Que pésimo autoestima tengo.

& • &

Mamá tuvo que hacer compras de último momento (ya que no contaba con que la pasaríamos con ella) Bella se ofreció a acompañarla y traje a Fer arrastras conmigo. Me detuve a mitad del camino, avisándole a mamá que iría a visitar a Sofía.

Llegue hasta la puerta y dejé tres golpes, la etiqueta del timbre dejaba un papel que decía: "No sirve"— ¿Quién es?

El grito de la señora Fabiana se escuchó desde alguna parte de la casa.

—¡Soy yo!

—¡Ay, mija! ¡Por el fondo!

Salí del portal para rodear la casa, cuando llegue a la reja del fondo, efectivamente se encontraba abierta. La señora Fabiana salió a recibirme con los brazos abiertos.

—¿Cómo se te ocurre tocar? ¡Muchacha, está es tu casa! Pasa, pasa —me adentré a la casa con olor a canela, tenia tiempo sin venir, se ve todo tan familiar. Fer me seguía inquieto, después de todo seguía siendo un gato obsesionado con el territorio— ¡SOFÍA!

—¡¿Qué?! —pero la abuela no respondió y en su lugar me miró a mi.

—¿Quieres algo? Siéntate, ya viene Sofía, ¡Sofia! —llamó otra vez.

Desde el piso de arriba se escucharon poderosas pisadas y luego una puerta siendo bruscamente abierta— ¡¿Qué?! —profirió mi amiga cuando bajó un par de escalones y se sentó en uno. Pero al mover los ojos con fastidio me vio a mi— ¡CAMILA!

Terminó de correr escaleras abajo y me abrazo— No sabíamos nada de ti ¿qué haces aquí? ¿te deportaron? Yo sabía ¿hiciste negocios ilegales? No importa, ahora estas aquí... ellos no te quieren pero nosotros si.

La abrace de vuelta y después subimos hasta su cuarto (no sin antes darle las gracias a su abuela).

—Está un poco desordenado, pero siéntate donde quieras.

"Un poco desordenado", mentirosa, lo único que tenia mal era un par de zapatos tirados al lado de la cama y la misma cama con la cobija doblada (dando a entender que se acababa de levantar).

—Mialma, desordenado nada. Eso es que no has visto a mis compañeros de sala común —hice una mueca de asco, esa gente si sabía que era desastre.

—¿Sala común? —dejé mi rostro sin expresión, en serio, solo la miraba y no movía ningún músculo de mi cuerpo ¡Piensa!

—Miau —"la regaste" se que lo dijo en gatones, podría apostar mi varita a que dijo eso.

—¡QUE HERMOSO!

Sofía lo tomó con muchas ganas y lo comenzó a acariciar. Fer no tuvo más remedio que dejarse.

—¿Cómo se llama?

—Mmm, tú dile "Fer".

—Hola, Fer, soy tu tía Sofía. Yo te rescato de esta loca.

Al parecer Lucifer se sintió agradecido por ese último comentario y se dejó llevar por el amor que le estaba dando mi amiga.

—Llamaré a los muchachos ¡No escapes!

Entonces tomó su teléfono y le envió a los chicos ¿qué si sentía envidia? No ¿envidia yo?, ¡Jamás!

Más al rato llegaron los otros dos ¿Coincidencia que llegaran juntos? No lo creo.

Me obligaron a contarles todo, pero no todo... exceptué lo mágico... que es casi todo. Les expliqué que era un internado bien bacana y que había mejorado bastante en mis calificaciones. Todo iba bien, hasta que me preguntaron algo que me dejó perpleja.

—O sea —añadió José— ¿Eres aplicada? ¿le entiendes a lo de las ramas de carbono? Se que estamos de vacaciones pero sigo sin entender.

¿Qué es eso?

—N-n...

—¿Y sabes lo que las leyes de Newton? —interrumpió Daniela—, yo siempre me enredo con eso ¿la primera es la de movimiento continuo o cómo era? —se quedó pensando un momento.

—Pero si tu pasaste el examen con mejor calificación que nosotros, Daniela —le miró Sofía.

—Si, porque se copió.

Daniela golpeó a José y le mandó a hacer silencio con la excusa de "¿quién?"

—Pues tu.

—Te preguntó —y le sacó la lengua.

—El burro que me contestó.

Mientras ellos discutían, Sofía me comenzó a explicar como les fue en el año y un par de cosas divertidisimas... yo quería un año así.

La relleno de sostén se les había afincado durante todo el año, pero lograron sobrellevarla, especialmente cuando la mamá de Daniela le dijo unas cuantas verdades en el estacionamiento de la escuela ¡Que fuerte!

Hablamos mucho, la tarde no alcanzó, así que quedamos en reunirnos otro día, mamá me fue a buscar y le pidió disculpas a la señora Fabiana por dejarme tanto rato.

—No se preocupe, pueden venir cuando quieran.

Fer salió corriendo y saltó dentro del auto. Creo que el calor le sienta mal.

—¿Cómo les fue?

—Bien, compramos todo... mañana me ayudarán con la comida.

Mire hacia la guantera (ahora me sentaba en la parte de atrás porque Beth se llevaba toda la atención), había dos vasos vacíos... y un ligero aroma a helado llegó a mi nariz.

—¿Comieron helado sin mi?

—Te dije que se iba a picar —le murmuro Bella a mamá.

—¡¿Por qué son así?! —me crucé de brazos molesta y miré con el ceño fruncido a Fer quien observaba alegre la ventana.

—¡Ay! Tu estabas a que Sofía, hija.

Resople y seguí mirando al gato.

Al llegar me mandaron a bajar ¡A mi! Los vasos. Cosa que si me molestó y mami me empezó a regañar por ser tan malcriada.

—¡AAH! Pero si soy yo la que las manda a bajar los vasos ¡Ahí si!

No era normal pelearnos entre nosotras (no muy a menudo), pero siempre explotábamos por cosas pequeñas... como vasos vacíos.

—Ese carácter. Igualita a tú padre —eso si fue un insulto.

Me quedé callada y fui hasta mi cuarto con Fer siguiéndome de cerca.

—¡¿Qué me ves?!

Cuando cerré la puerta le encaré y escuche como su estómago crujió. Llevé ambas manos a mi boca y sentí que mi corazón se encogió ¡Lo estaba matando!

—Miau.

Cargué al gato para que no hiciera más esfuerzo y lo llevé hasta la cocina. Mami estaba ahí, así que la ignoré y ella a mi. Bajé a Lucifer y le di comida y agua.

—¿Por qué te llevaste al gato? —preguntó mi hermana.— Son muy territoriales.

—El me siguió —me encogí de hombros y me dediqué a observarlo—, siempre es así. Parece mi sombra.

—Entonces parece que es muy inteligente.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo— Demasiado, diría yo.

Arrugue la nariz, era muy listo para ser un simple gato. Pero de este año aprendí la valiosa lección de no meterme mucho en asuntos extraoficiales o si no podrían terminar matándome, así que no quise averiguar más.

& • &

Lucifer, el gato.

El libro blanco, de tapa dura con diseño similar al mármol comenzó a escribir en una página vacía.

"En la cenicienta..."

—¡Ese no! Mi gato, el que está comiendo.

Ese no, mi gato, el que está comiendo.

Resoplé molesta por cómo había redactado la pregunta, sin embargo, surgió efecto y me hablo acerca de Fer, la palabra "Kneazle" apareció en su definición. En lo uso indague más.

Entonces lo comprendí al 100% ¡Tenía un gato! (claro está) pero no era 100% gato. Abrí la puerta y Fer se encontraba viéndome con los ojos entrecerrados y yo lo veía de la misma manera.

—Así que...

—Miau.

El gato entró y se subió a la cama, comenzó a mover su cola como siempre suele hacerlo. Cerré la puerta y le encaré.

—¿Por qué no me dijiste nada?

El gato dejó de mover la cola y me miró sin expresión. Claro, los gatos no hablan.

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