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8. Página de relleno

—Y aquí vemos otra pila de huesos —dijo el menor de los hermanos señalando otro fósil—, ¿cuándo vemos lo interesante? —murmuró viendo el cartel de la era medieval (área a la cual no tenía permitida ir por los instrumentos de tortura).

—Pero si todo es interesante —salté alegre y le vi emocionada, al hacer contacto visual pude ver cómo hizo un puchero— N-no hagas e-eso —entonces alzó la mirada... «esos ojitos», pensé dejándome llevar por ellos—... está bien —patee el suelo molesta—, vamos a ver esos instrumentos de tortura.

—¡Si! —sonrió de oreja a oreja y comenzó a dar saltitos en camino a la sección medieval.

—Javier —mi otro hermano volteó a verme en cuanto le llamé—, ¿podrías acompañarlo? —frunció el ceño—, es que tengo que ir a ver algo.

—No se si quiera —se cruzó de brazos en reproche. Bueno... yo tampoco quisiera ir con el y correr el riesgo de que papá nos atrapase mientras veíamos una representación de las horcas para brujas.

—Bueno —tragué saliva y junté mis manos—, según el código de "Derechos y deberes de hermanos", el menor debe permanecer bajo supervisión (en caso de que los padres estén ausentes), y yo —apunté las manos hacia mi— ya me hice responsable de el (por un buen rato).

—¿Y Bella? —dejó de fruncir el ceño y me recorrió con la mirada.

—Con los animales acuáticos —rodé los ojos... llevaba casi toda la mañana ahí.

—¿Y los padres? —suavizó su agarre en los brazos.

—¿Y yo qué se? —pregunté—, creo que nos dejaron aquí y se fueron al café... a adquirir más grasas de las necesarias —Javier bufó y dejó caer los brazos «¡Ja! El código de hermanos siempre funciona», pensé viendo como iba arrastrando los pies para alcanzar al menor.

Una vez hubo desaparecido de mi campo visual avance a la sección de animales voladores tan rápido como mis piernas y la amontonada gente me lo permitían. Cuando llegué comencé a buscar a las lechuzas, me deslicé como pude y en algunas ocasiones (casi todo el tiempo) tuve que pararme en puntitas para ver... el problema se reducía a la cantidad de gente, si no al hecho de habían más lechuzas de las que mi cerebro me permitiría recordar.

Solo quiero información general —murmuré mientras me disponía a traducir los pequeños carteles informativos, todo mal y empeoró cuando alguien tocó mi hombro haciendo que volteara bruscamente tratando de descubrir que pasaba.

—¡No me pegues! —alzó sus brazos tratando de proteger su rostro... y tal vez su sonrisa, era el... el chico del metro.

—¡Hey! —saludé alegre y al ver sus ojos verdes recordé algo—, te devuelvo tu bolígrafo —metí una de mis manos en mi abrigo tratando de buscar el pequeño artefacto.

—No importa —sonrió—, puedes quedártela, ¿estás bien?, ¿por qué traes un abrigo?

—Si, si —afirmé varias veces—, me estaba congelando así que tuve... —pero dejé las palabras ahí «tampoco quiero aburrirlo con tanta platica», pensé rápidamente— que comprarlo, si.

—¿En serio? —deshizo su sonrisa dejando que una mueca de incredulidad se adueñara de su rostro—, pero si estamos en pleno verano... el clima es fresco.

—¡¿Fresco?! —solté sin pensar—, pero si esta misma mañana he soltado humo por la boca —sus mejillas parecían sonrojarse.

—S-supongo que es porque vienes de un clima más cálido.

—En efecto —comenté—. Apropósito, ¿es normal ver a grupos de lechuzas persiguiendo a un objetivo en común?

—En efecto —sonrió y rodé los ojos divertidos—, es común verlas en grupo —alcé la vista un momento y vi a mis hermanos aproximarse—, espera un segundo, ¿has dicho persiguiendo a un objetivo?

—Gracias —lo tomé por los hombros haciendo que dejase de pensar en las palabras que había dicho— pero es mejor que huyas... a propósito —lo solté y volví a mirar a mis hermanos — ¿cómo te-?

Pero mis palabras quedaron en el aire cuando al tratar de devolverle a la mirada me encontré con la sorpresa de que no había nadie.

«Genial», murmuré para mis adentros.

—Camila, ¿qué haces aquí? —preguntó mi hermanito con una sonrisa.

—Viendo —murmuré aún buscando señales del chico de ojos verdes—, ¿qué más podría estar haciendo?

—Hablando con tu novio de ojos verdes —sonrió burlón y le di un golpe en el hombro.

—Le dices una palabra de eso a papá y ni siquiera los vengadores te podrán salvar de mi —le amenacé hasta que su sonrisa desapareció—. Ahora, busquemos a Bella.

Nos dirigimos al punto de reunión (básicamente era la sección de dinosaurios) y estuvimos ahí un rato hasta que Bella apareció y nos aviso que iríamos al café donde se encontraba papá.

—Papi, no me creerías —el menor corrió hasta donde estaba nuestro progenitor.

Mientras el aún llegaba yo apresuré el paso mientras pensaba en posibles excusas. Cuando mi hermanito hubo llegado le lancé una mirada de advertencia mientras aún caminaba el pequeño metro que me faltaba.

—¿Qué cosa, hijo? —preguntó papá mientras lo recibía.

El menor al verme tragó saliva— L-los chinos —dejó de verme para observar a su progenitor—, les sacaban los ojos a sus enemigos con cucharas —murmuró lo último mientras giraba su rostro para ver nervioso una cuchara en la mesa.

—Ah, si... —papá sonrió y luego cambió su expresión por una más seria— ¿y tu cómo sabes eso?

—¿Se van a comer eso? —interrumpí señalando la pequeña cheesecake que se encontraba en la mesa.

—¿Lo quieres? —asentí y el me devolvió el gesto— puedes comerla —entonces le sonreí y tomé asiento—, pero debo hablar contigo —volvió la vista al menor (quien aún veía nervioso los utensilios de la mesa).

—¿Qué? —dije bajo la atenta mirada que me dedicaban Javier y Bella—, es una cheesecake... no la dejaría morir.

—¿Me das un poco? —señaló el varón.

Sáquese —y arrimé mas el plato para mi misma.

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