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1. Mucho relleno de sosten

*En alguna parte de Latinoamérica*

—Beep, beep, beep.

Lunes, el primer día de la semana según mi mamá y eso... no me emocionaba, ¿lo bueno? ¡Es la última semana de clases!

—Gracias Diosito por este nuevo día, te pido por las personas del mundo mundial, ¡y que esta sea la mejor semana!, amén —luego de la pequeña oración me levanté de un salto con toda la energía del mundo ¡Pues hoy me sentía realmente positiva!

Tomé mi uniforme (mi feo uniforme), y me vestí ¿me bañe? Pfff no, ya lo hice en la noche ¿pa' que me voy a volver a bañar? Me hice una cola y salí a comer.

—Bendición —le dije a mi mamá.

—Dios te bendiga mi reinita —respondió mientras metía ropa en la lavadora.

—¿Qué hay de desayuno?

—¡No se! —me volteó a ver—, estoy lavando. Ya estás grande... hazte un pan con jamón y queso —contestó volviendo a su labor.

Uní mis labios en una fina línea y giré sobre mis talones con el fin de buscar las cosas que necesitaba para hacer un pan.

—Si ya soy "grande" —le comenté mientras abría el pan francés—, significa que puedo un tener novio ¿verdad? —toqué el delicado tema, sabía que a ella le molestaba (tanto como a mi padre) cada vez que hacía referencia a eso.

—¿Quieres que te agarre y no te suelte? —sentí que algo quemaba mi nuca, tal vez su mirada.

—No —le respondí cerrando el pan para que dejara de quemarme con sus ojos.

—Mija —llamó la atención mi madre.

—¿Humm? —producí el sonido para que continuara hablando.

—¿Cuándo van a entregar la boleta de notas? — «Diantres», pensé... eso había sido un golpe bajo.

—¡Ah! —exclamé alargando las palabras buscando tiempo para inventar una excusa—. P-pues, no se... no soy científico —tomé el pan y salí corriendo de la cocina como alma que lleva el diablo.

—¡Camila Celeste! —gritó mi madre mientras venía dando zancadas detrás de mi.

—¡Chao, Dios te bendiga! —terminé la conversación mientras tomaba mi mochila y salía (huía) de casa.

Estamos en la última semana de Junio ¡estoy emocionada! Ahora pasaré a tercer año y seré poderosa.

—¡Camila! —no había terminado de pasar por el portón del liceo cuando Sofía me saltó encima— ¡Adivina que hizo Daniela!

—¿Se preñó? —pregunté y Sofía me pegó en el hombro, a raíz de eso me quejé acariciando el área previamente atacada— ¡Ay!, te pesa esa mano ¿qué haces para que sea tan fuerte? —le di una mirada pícara a lo que ella me volvió a golpear el hombro— ¡AY!

—¡Mira! ¿qué te iba a decir? —se quedó pensando un segundo mientras yo ejercía cierta presión sobre el golpe— ¡Ajá!, Daniela invitó a Juan a la salida del cine —abrí los ojos como platos, ellas saben que me gusta desde sexto grado más nunca hemos hablado «se ha vuelto loca», me dije a mi misma.

—¡Daniela! —grité en cuanto la ví—¿¡Vo sois loca!? —ella me miró y se carcajeo, pero cuando comencé a caminar más rápido se alteró y empezó a correr.

—¡Chama ya! ¡Deja lo loca! —me dijo mientras se refugiaba detrás de Sofía.

—¡Animal del monte! —exclamé nuevamente— ¡¿Por qué hiciste eso?! —iba a seguir gritando pero sentí una mano en mi hombro (el cual momentos antes había sido golpeado).

—¿Qué está pasando? —llego José, el varón del grupo... siempre de chismoso yendo y viendo a ver que pasa.

—Lo que te dije —le respondió Daniela corriendo a refugiarse detrás de él.

—Ja, ja, ja. Pa' que sigas de pila —se rió de mi desgracia.

—¡A los salones, se dañó el timbre, suban pues! —comenzó a gritar la profesora.

—¡Si no hay timbre, no hay clases! —gritó uno de cuarto año.

—¡ACABA DE COMENZAR EL DÍA Y NO ME QUIERO ESTRESAR, ANTONIO! —profirió fuertemente en respuesta mientras avanzaba y seguía gritando (ahora de mal humor) que fuésemos a clases.

—Vamos a subir antes de que se ponga peor —dijo Sofía y nos tomó de las camisas para subir al salón.

Hicimos la columna para entrar al salón de clases, una vez dentro el profesor se sentó en su escritorio y nosotros en los pupitres (como no hay puesto fijo nosotros nos sentamos en la columna que está en la pared frente al escritorio).

—Haber muchachos, ya esta es la última semana y como ya cerré evaluaciones con ustedes pueden hablar... —en eso todos comenzaron a hablar sin dejar que el profesor terminara de explicar— pero en voz baja.

Y aunque no crean, bajaron la voz.

Sofía, José, Daniela y yo giramos los pupitres para hacer un círculo y poder hablar mejor.

—¿Entonces si va lo del sábado? —cuestionó Daniela.

—Ustedes saben como es mami, ella no me deja salir casi —dije en forma de advertencia.

—Yo hablo con la señora Liliana y vas a ver cómo te deja salir —añadió Sofía.

—¿Y vos José? —giré para ver que decía.

—No se... —antes de que continuara con su explicación alguien lo interrumpió, un miembro de otro grupo, pero como nosotros hablamos con todos, nos dio igual.

—¿Qué quereis? —dijo Daniela de mala gana.

Miarma mija, a mi no habléis así —los cinco soltamos una risita—, ajá ¿tienen un lápiz?

—¿Quién trae lápiz la última semana? —pregunté.

—Yo creo que tengo la mitad de uno —comentó José quien miró mal a Sofía, puesto que ella lo había roto.

—Ya entendí —dijo de mala gana la antes mencionada mientras colocaba su frente en el pupitre.

—Toma —le pasó José la mitad del lápiz.

—Gracias, te lo regreso ahorita —todos sabíamos que eso no iba a pasar.

—No hagas promesas vacías —le mencionó Daniela mientras este se alejaba.

—¿José que ibas a decir? —pregunté.

—¡Ah, si! Que... —pero se vió interrumpido otra vez porque la puerta del salón fue abierta y todos, como búhos, giramos para ver quién era.

—Buenos días muchachos —la coordinadora más odiosa de la galaxia.

—Buenos días —lo dijimos de forma lenta y en coro, sin levantarnos.

—Vine para informar que el año siguiente van a tener terminantemente prohibido traer cualquier objeto que no sea necesario para ver clases, incluyendo teléfonos —todos se quejaron, menos yo porque no tengo—, libros que no sean de texto escolar —yo no traigo porque ajá x—, cosas para intercambiar, eso incluye las pulseritas que brillan en la oscuridad y por su puesto nada de productos para vender.

«¡¿Cómo?!», «¡¿quién sapeó sobre nuestra venta de chicles ácidos?!».

—¡¿Por qué?! —exclamó Ana desde el fondo.

—Porque obstruye la buena educación —respondió con altanería.

—Usted es la que me obstruye hasta las ganas de vivir — «¿Lo dije o lo pensé?», me pregunté a mi misma.

—¡¿Cómo dijo?! —la coordinadora alzó la voz.

—Que... e-esto... ¿no repito dos veces? —vacilé, es la última semana y si me van a abrir expediente quiero quedar como un héroe.

—¿Camila pero que pendejada hiciste? —me susurró Sofía.

—Uuuhhh —se escucharon mis compañeros.

—Te crees la gran cosa por pasar a tercer año, ¿verdad?

—Aaamm pues... no, la verdad no... —ella levantó una ceja, el calor en mi cara me alertó que probablemente estaba roja, ¡me asusté! ¿ahora qué digo?

—Disculpe, aquí lo único "gran" es el relleno de su sostén —soltó Daniela.

—Daniela, ¡no voy a tolerar tal falta de respeto, las dos se van a mi oficina ya mismo! —caminó hasta la puerta y la abrió.

—¿Acaso solo sabe abrir puertas y expedientes? —le susurré a Daniela mientras tomaba mi mochila y ella la suya.

—No, sabe abrir otras cosas, pero no le gusta cerrarlas —murmuró Sofía.

—¡Sofía y yo que la creí tranquila, venga usted también! —la mencionada de puso pálida.

Pasamos por la puerta del salón y seguimos a la coordinadora por el pasillo hasta llegar a su oficina, nos sentamos en unas sillas que estaban frente a su escritorio.

—Ustedes tres, ¡en la última semana! —miró con decepción a Sofía—, jamás lo espere de usted: una alumna tan buena —luego miro a Daniela—, de ti si, tú nombre lo dice todo.

—¡Hey! ¿por qué el bullying con mi nombre? —se quejó pero recibió una mala mirada y por ende agachó la cabeza.

—Y por supuesto Camila, la que se cree mucho por su posición económica —la mire mal.

«Li qui si crii michi pir si pisicin icinimici», vieja bruja.

—Yo no, no me creo mucho ¡Esto es un ultraje, un escándalo..! —pero me interrumpió.

—No me importa, ahora les voy abrir un expediente por mala conducta, y falta de respeto —giró y sacó tres carpetas vacías, tomo tres hojas y un bolígrafo, tragué en grueso... tengo miedo y no por manchar mi expediente... si no por la reacción de mi mamá.





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