La Ira de Jenna.
Se podría decir de cierta forma, que para ella, para Jenna, había sido toda una hazaña la resistencia que distancia que tuvo, y que ella misma no creían lo más mínimo que pudiera llegar a tener.
Jenna no podía explicarse a sí misma, cómo había sido capaz de pasar esos casi 4 meses sin el. En cualquier otra situación, en cualquier otra circunstancia, ella estaba más que segura de que habría muerto de tristeza desde hace mucho. Su ruptura, había sido simple y sencillamente lo peor que a ella le pudo pasar en la vida. Tras aquel lamentable hecho, ella de pronto sentía que ahora lo había perdido todo, completamente que su vida ya no tenía sentido alguno. Y lo peor de todo, era que ella en serio se odiaba a sí misma, tras haber comprendido que nadie más que ella tenía la culpa de que fuera así.
Simplemente no podría haber sido más terrible para ella de lo que ya era. El día que él se fue de su casa, Jenna nunca volvió a ser la misma. Lo espero pacientemente, ella sabía que muy probablemente, Balto habría vuelto a su casa de origen, ese viejo bote pesquero varado a las afueras del pueblo, y en el que había vivido durante varios años en compañía de su padre Boris, y esos dos osos polares bebés. Primera gran y cálida familia que Balto había podido tener en su vida, y tambien a la que no cambiaría por nada del mundo.
Ella lo esperó, todos los días, se iba a la misma zona de todas las casas y establecimientos, que daban justo a las afueras del pueblo, y por supuesto, tambien en dirección a la casa de su amado. Cabe señalar, el hecho de que Jenna, jamás se animó a intentar ir a buscarlo a su casa, porque tampoco deseaba en lo absoluto que él se enojara más con ella. Incluso con lo que había pasado, ella seguía deseando arduamente que pudiera volver a verlo, durante todo ese tiempo, durante esos largos cuatro meses para ella, Jenna mantuvo fervientemente la esperanza de que él viniera al pueblo, pero por supuesto, ella jamás lo volvío a ver por ahí, en esos rumbos.
A lo largo de estos mismos cuatro meses, Jenna al final no pudo pasar de las dos semanas semanas, porque luego de estas, ella tuvo que aceptar y entender de la forma más dolorosa posible, que Balto debía de estar evitando lo más posible el pueblo ahora, con tal de no volver a verla a ella. Algo que en serio le dolió a ella, como nadie podría haberse imaginado.
Se ocultó del mundo, se escondió de todo y de todos. No quería salir afuera ni ver a nadie. Sufriendo por esta gran tragedia de amor, Jenna pareció ahora querer encerrarse para siempre en su casa, en todo ese tiempo, ella nunca salió de ahí. De pronto ahora detestaba la luz del día, aborrecía completamente ver a otros, perros como ella felices con sus parejas. No quería ver a nadie, estaba totalmente deprimida, la mayoría de esas noches, por no decir que todas, ella se dormía llorando, solo para luego tener una pesadilla, que al inicio parecía ser un sueño hermoso, donde volví a estar al lado del macho que tanto amaba, para que luego este de inmediato se fuera con otra, dejándola a ella sola, provocando que Jenna se levantará abruptamente empapada en sudor y lágrimas. No quería comer, ya tampoco quería dormir, en un punto incluso había comenzado a tener delirios de amor, o ya solo divagaba en los recuerdos de su mente, recuerdos a los que daría cualquier cosa por volver, al lado de él. Hablaba sola ahora, balbuceando cosas en las que siempre llegó a mencionar en más de una vez, el nombre de Balto. Jenna prácticamente se había convertido en un cadáver andante.
Había un cierto objeto, que ella ahora atesoraba como nada en a ese mundo. Su propio pañuelo naranja, el que alguna vez, ella misma le había puesto a Balto alrededor de su cuello. El cual hasta ese momento, aún no había sido lavado, y por lo tanto, Todavía tenía en sí mismo impregnado el olor de el perro lobo. Jenna todos los días se iba a dormir, no sin antes oler el mismo, para luego abrazarlo con fuerza mientras soltaba leves lamentos y quejidos, y las mañanas al despertar, nuevamente volví a repetir la misma acción. Ese pañuelo era de alguna forma, ya todo lo que le quedaba de él, él no estaba muerto, pero simplemente no había vuelto a saber nada de él. Su esencia, el olor que había quedado en ese pañuelo de él, era lo único que aún la mantenía lo suficientemente cuerda, y también lo único que había evitado que ella llegara a cometer barbaridades, no podía vivir sin él. Un ejemplo de esto, era que si no fuera porque en el fondo ella aún tenía una chispa de esperanza, de poder recuperarlo algún día, muy probablemente, Jenna habría consumado su propia vida hace mucho tiempo.
No estaba dispuesta a dejarlo ir aún, ni tampoco lo estaría nunca. Pero Jenna misma, aún era hasta ese momento, lo suficientemente inteligente como para darse cuenta, aquello que ella tanto deseaba, que volvieran a estar juntos, difícilmente sucedería con suerte. Pero su comportamiento obviamente no pasó desapercibido, para todos los que la querían. Su amada niña, la pequeña Rosie, estaba demasiado preocupada y angustiada por su amada mascota. Ella no sabía que era lo que había pasado, pero lo que sí sabía con completa seguridad, era que Jenna estaba así porque Balto ya no estaba más con ella, algo más que extraño. La pequeña niña pelirroja, al igual que sus padres, no podían explicarse en lo absoluto, por qué de pronto Balto se había marchado no sólo de su casa, sino también del pueblo, y no había vuelto, que su repentina desaparición, parecía ser lo que tenía a la pobre Jenna tan mal.
Y es que el caso de la desaparición de Balto, no era algo de lo que solamente Jenna fuera conocedora. Todos en el pueblo también se habían dado cuenta de esto. Balto de pronto se fue y no volvió a mostrar nunca más su cara por el pueblo. Ya no se presentaba a ayudar con el equipo de perros de trineo, y tampoco se juntaba más con ninguno de los nuevos grupos de amigos que había hecho. Era casi como si hubiera oído, como se hubiera escapado. Cosa que al parecer sí tenía a todos los que lo conocían bastante preocupados. Muchos eran los que se preguntaban qué había sido de él.
Un par de todas estas personas, habían sido justamente las que se suponía que eran las dos mejores amigas de Jenna, Dixie y Sylvie, mismas que ya eran conocedoras de todo el drama se había dado entre Balto y Jenna, y claro que nunca se lo dijeron abiertamente a ella, pero eventualmente la husky pelirroja se daría cuenta, de qué quieres se suponía que eran sus amigas, parecían estar a favor de que Balto la haya dejado. Ninguna de las dos lo admitió nunca. Pero para sus adentros, ellas sí que se mostraron más que felices con esto. Y por lo consiguiente, las dos consideraban, que Jenna se merecía lo que le pasó, consideraban que se merecía estar sufriendo como lo estaba haciendo, y que ella era completa y totalmente culpable de que Balto decidiera marcharse. Claro, no hay que ser un gran genio para darse cuenta con esto, de que ellas dos en realidad, no parecían ser sus amigas. Incluso cuando querían aparentar que Jenna les importaba.
El perro lobo, era quien verdaderamente les importaba a ellas. También estaban a la espera de que él regresara. Cuando se enteraron, de la que para ellas no era una tan desastrosa ruptura, bailaron y brincaron de la pura felicidad. Porque para ellas dos, eso podría significar, que ahora ellas podrían tener una oportunidad con él. Claro, ya solamente tenían que esperar a que él volviera al pueblo. Solo que no tenían en cuenta, o no habían contemplado el riesgo, de que Jenna también iba a querer buscarlo tan pronto como volviera a verlo.
Fueron cuatro larguísimos meses de espera, de incertidumbre, de desconcierto, de no saber qué iba a pasar. En un punto, todos en el pueblo, ya habían dado por hecho, que Balto no regresaría. Sin embargo, el día menos pensado lo hizo. Sorprendiendo una vez más a todos. En dónde había estado, no era para nada un misterio, hubo quiénes si sabían en dónde se había metido él, tal y como lo habían sido algunos de sus amigos que había hecho en el pueblo. Que fueron a buscarlo a su bote a las afueras del pueblo, y ahí estaba él. Le preguntaron por qué no regresaba al pueblo, y el les explico sus razones de la mejor manera que pudo. A ellos no les quedó mejor opción que entender.
Pero que por supuesto, era algo más que claro que una noticia así, no pasaría desapercibida para Jenna, quien tan pronto como se enteró, finalmente volvió a salir al pueblo, y también a la luz del día, luego de varias semanas de estarse resguardando en la oscuridad y en el frío de su cuarto.
Poco se imaginaba ella, que terminaría por enterarse de la peor noticia que haya podido escuchar en toda su vida. Una noticia que más que hacerla sentir destrozada, en realidad, la hizo experimentar una emoción que tenía mucho tiempo de no probar: La ira. Jenna estaba furiosa. Más que furiosa. Pero aún no estaba lista para admitirlo. No lo demostró. Ella sintió en su interior, cómo nacía un odio, como ningún otro. Un odio que hacía que ya nada más le importara, una ira que fácilmente podría cegarla completamente, y la llevaría a cometer cosas que nunca antes había hecho. La razón por la que estaba así, era por hacerse sabedora de una noticia, al principio se rehusó rotundamente a creer.
Su amado Balto por lo visto, estaba en proceso de conseguirse una nueva pareja.
Continuará.
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