Capítulo 19
2004. Segunda semana de Diciembre.
Mavis miraba el techo, con una amplia sonrisa. Aún no podía creer que ayer había sido el gran día, donde todo había culminado y conseguido su meta. Así como había recibido su título institucional, su graduación se había dado con su padre mirándola tan orgulloso al recibir su título. Orgulloso de verla terminar algo de lo que se había propuesto realizar, a pulso y esfuerzo. Al igual que haberle demostrado que no todos los humanos eran tan crueles a como le había tocado conocer en épocas viejas.
Su título había sido encuadrado y la copia de este yacía colgando ahora en su pared como un trofeo y recordatorio de su primer triunfo. El original se encontraba probablemente en la biblioteca o en el recibidor del hotel, y su padre alardeando un pedazo de papel entre todos los huéspedes.
Aunque así como se había terminado su estadía como estudiante en el instituto de Forks, así tambien tuvo una conversación seria con su padre. Diciéndole que su meta universitaria era ser maestra en la Reserva de Forks, materia que le había maravillado bastante había sido biología e historia, por ahora utilizaría su tiempo para ser auxiliar de maestra en el lugar y luego iría muy seguramente a aplicar en Seattle. Al menos así había quedado con su padre, aunque para ello necesitaba bastante dinero para conseguirse un buen departamento cerca de la universidad y un nuevo trabajo cerca.
Pero ya cuando fuera necesario, pensaría en todo eso. Ahora solo quería descansar de tanta pesadez emocional tras los exámenes finales. También había quedado en ir al hotel en las épocas festivas sin falta.
—¿Qué estarás haciendo, lobito? ¿Comiendo bambis o Cullen's? —pensó en voz alta, totalmente embobada.
—No somos esos tipos de lobos.
La voz grave y divertida masculina sonó desde la ventana. Mavis se sentó de golpe para mirar en esa dirección.
—¿Te tomó un mes encontrarme o su paciencia expiró ya?—preguntó Mavis sentandose en la orilla de la cama para mirarlo mejor.
Recordaba haber dejado la ventana abierta para sentir el fresco viento de Forks para mover sus cabellos. Pero no lo había escuchado llegar. «¿Tan metida entre mis pensamientos quedé como para no notarlo?»pensó Mavis.
—Las dos. Fuiste difícil de encontrar —expresó el nativo— hola, soy Sam Uley.
—Alias lobito negro. Un gusto... Ya sabes como me llamo, ¿No?—preguntó divertida Mavis, sin molestarse realmente. Ni siquiera se había asustado con su intromisión.
Ya estaba acostumbrada a que se metiera su padre por la ventana. Entre sus vuelos nocturnos.
—Tal vez. ¿Me concedería el honor de escucharlo de sus labios?—pregunta Sam con una corta sonrisa. Mientras acomodaba sus brazos en el marco de la ventana, para mirarla mejor.
—Mavis Drac. Universitaria de 19 años, y con residencia indefinida. —responde Mavis con una gracia cómica. Y una dulce sonrisa.
Sam niega divertido ante la edad.
—Yo creo que me merezco saber la verdadera edad. No la excusa humana...—se queja suavemente.
Mavis sonríe divertida. Se acerca hasta él, y a pocos metros se inclina hasta la altura del marco de la ventana. Como su casa era de un piso, probablemente Sam estaba arrodillado para mirarla un poco desde el marco.
—¡Santa rabia! ¡cuánta razón tienes! —susurró divertida mirando como el nativo de piel morena la miraba sin remera puesta— Tengo ciento diecinueve años, ¿Y tu?
Sam abre la boca al escucharlo. Pero luego lo cierra y lo vuelve a abrir, para luego cerrar. Sam suponía que era unos años mayor por ser una cara pálida, pero nunca se imaginó tanto.
—Yo... Tengo dieciocho años. —responde aturdido aún.
— Un siglo y un año de más nos llevamos. Ni tanto. —bromea Mavis tras verlo tan pálido.
—¿Estás cómoda con esta diferencia de edades? —pregunta torpemente Sam.
—En teoría ambos tenemos la edad legalizada como para tener juicio propio, digo los dieciocho años es índice de edad legal. No sería una pareja ilegal, ni mucho menos incómoda, ¿O si? —responde pensativamente— Entra, me sienta mal verte desde la ventana nada mas.
Sam al verla retroceder y sentarse en la cama, se endereza para luego pasar por la ventana hacia la habitación de su impronta, que muy amable y comprensiva se mostraba ante él.
—Tampoco me molesta.
—¿Sam?
—¿Si?
—¿Comes vampiros como los Cullen verdad?—pregunta Mavis tontamente.
—Nosotros no nos los comenos. Matamos y decapitamos, para luego fundirlos en fuego. Pero con ellos tenemos un tratado, si cruzan nuestro territorio serán exterminados, o bien si matan humanos. Como ellos no hacen eso, les dejamos quedar en este lado del territorio de Forks —comenta Sam, de manera incondicional ante la duda de su impronta.
—Hmm... Entonces los que consumen sangre, digo, los vampiros que lo hacen... ¿Ustedes matan? —pregunta con una voz en hilo, como si tuviera miedo a ser rechazada por él.
Sam lo nota e inmediatamente se arrodilla frente a ella, para tomarla de las manos, notando como el frío contrasta perfectamente con su alta temperatura cálida.
—No te mataré. Ni a tu familia. Somos familia desde que nos vimos hace un mes atrás, no temas por favor...—suplica preocupado por ella. Dolía verla con miedo y temblar por ello.
—Pero yo y mi familia si consumimos sangre humana. Claro que no desde la yugular, hace bastante tiempo pero en situaciones especiales nada más. Yo y mi familia somos vampiros originales, Sam, nosotros no podemos ser como esos vampiros truchos que tienes de enemigos... Morimos sin sangre humana... Yo... Yo no puedo cumplir con tu expectativa de vida si me niegas como soy... Yo... Yo no quiero que me rechaces... No lo hagas por favor...—suplica Mavis con suplica, con la mirada celeste perdida y desesperada.
Sam al escucharlo, no era propiamente agradable pero los ancestros los habían unido a un mismo hilo de vida. Si lo han decidido así, era por algún motivo en particular y así debía ser. Él no viviría sin ella, y un mundo sin ella no le daba ningún sentido más.
—No lo haré —gruñó molesto. Siquiera sentir que hubiera forma de hacerlo, se sentía como un suicidio estupido— No puedo rechazarte, eres mi vida, Mavis Drac. Y desde que conectamos miradas, nos conectamos para toda la vida. Eres mi impronta.
—También lo sentí así. Hice Clic contigo, mi Zing —responde Mavis, totalmente feliz y contesta de escucharlo decir aquello.
—¿Y eso qué es? —pregunta Sam confundido al no entenderlo.
—Al fin coincidimos al mismo tiempo. No sé que sea ser una impronta. Pero ser mi clic, o Zing... Según lo que alguna vez dijo mi mamá era algo como: Hacer clic es algo de monstruos, es algo como amor a primera vista y el clic no miente nunca. Tú eres una mitad y tienes que ir tras tu destino para hallar un todo infinito. No hay que ignorar un clic: monstruo, humano, unicornio… ¡eso no importa! —exclama Mavis con tanto amor y entusiasmo al recordarla.
Sam se queda tan asombrado por la forma en que lo dice. «¿Monstruos?»pensó extrañado por la forma en que lo decía, pero coincidió gratificantemente que era ciertamente similar con el concepto de la imprimación solo que era mas mágico lo suyo. Sam quedó callado varios segundo digiriendo esa información.
—La impronta, es la huella de un metamorfo del lobo Quileute. Palabra proveniente de nuestra leyenda que habla acerca de la imprimación. Para hablar tan sintetizado como esa definición del clic, es similar a eso. —responde Sam tratando de pensar en poco explicarle lo que era— La imprimación es un suceso que ocurre tras una conexión de miradas, una vez que un quileute conecta la mirada con ella...No es como el amor a primera vista, en realidad. Es más como... Como si la gravedad se moviera... de repente. Ya no es la tierra que te retiene aquí, ella es quien lo hace... Y Te conviertes en lo que ella necesita que seas, ya sea un protector o un amante, o un amigo.
Mavis se queda totalmente asombrada por la respuesta y dicha información, tanto que no puede evitar chillar de la emoción, saltando a sus brazos. Logrando que ambos caigan al suelo.
—Es lo mismo. ¡Estamos destinados a estar juntos! ¡Santa rabia, santa rabia! Estoy muy feliz —exclamó tan encantada que hasta le importó muy poco haberlo empujado al suelo, solo supo que estar entre sus brazos era la mejor sensación del mundo.
—Soy un hombre muy afortunado. Gracias por aceptarme como soy... Pero, tengo una duda —comenta Sam, mientras la abraza. Sintiéndose completo al tenerla entre sus brazos a unos pocos centímetros de darse un beso justo.
—¿Qué cosa? —pregunta intrigada.
—¿Por qué tanta redundancia al hablar acerca de monstruos?—pregunta Sam extrañado por la mención previa.
—Dha... ¿No es obvio? ¡somos monstruos! Soy vampiro, tu un lobo con mucha fibra muscular muy anormal, y pues... Hay mas monstruos en el mundo... ¿O es que tu no has visto más?—pregunta extrañada y con diversión en la voz tras aclarar algo como eso.
—Hm... Tiene cierta razón. Pero nos mezclamos más entre humanos que otras criaturas, realmente yo no sabía que existieran otras cosas más que los fríos, caras pálidas, o vampiros. —aclara Sam, totalmente cohibido.
—Uy, entonces te culturizaré bastante, cariño mío —bromea encantada Mavis.
—¿C-como me dijiste?—preguntó Sam totalmente embobado.
—¿Cariño mío? Me apresuré en decirlo? ¿Debía esperar más?—pregunta Mavis preocupada y dramaticamente se levanta de estar toda pedaga a él— Yo... Perdón por si te incomod-...
—No, no. No lo hiciste, solo qué... No me lo esperé tan pronto. Se siente muy dulce escucharte hablarme así, pero aún no te he pedido que seas mi pareja oficialmente. Te mereces muchas cosas buenas, a pesar de que por nuestra naturaleza... Mistica todo sea más llevadero, quiero hacerlo formal y serio. ¿me dejarías proponertelo al menos?—pregunta Sam como todo un caballero, sintiendo como su corazón va a full con la necesidad colocandolo nervioso y extasiado con solo pensarlo.
—Oh, es lo más tierno y bello que me han dicho. Y eso que eres el primero que me lo dice. —responde encantada Mavis con una mirada llena de amor— Si lo quieres así, lo esperaré con ansias. Aunque nunca tuve una pareja formal, ni siquiera probé más allá que de los besos de mi papá o mami.
Sam queda mucho mas tranquilo, contento y agradecido. Competencia no tenía, y sería el único como el último en darle toda la mejor vida que se mereciera vivirla. Le daría el mundo si pudiera, pero lo prepararía con los chicos una cena romántica.
—¿Oye, Mavis...?
—¿Si?
—Si los vampiros beben sangre. ¿Qué comen? ¿puedes comer algo?—pregunta al nunca haber visto como los Cullen comieran siquiera algo.
—Pues, podemos comer cualquier cosa. Pero somos intolerantes al ajo. Nos produce flatulencias y malestomago. También tenemos comidas propias de nosotros, en el hotel de la familia en Transylvania, mi casa. —expresa Mavis totalmente encantada de que su pareja destinada quisiera saber acerca de ella.
—Perfecto. Entonces... Tengamos una cita, allí te pediré como debe ser, a que seas mi pareja. ¿Cuándo podría ser?—preguntó curioso Sam.
—Los sabados trabajo hasta las seis de la tarde. Podrías venir a buscarme. Aunque... ¿qué se hace en una cita?—pregunta curiosa Mavis.
Todo eso, mientras se levantaba del suelo y lo ayudaba a hacerlo. Aunque, de pronto, Sam la abrazó no dejandole escapatoria alguna.
—¿Qué haces? —preguntó cohibida por la cercanía tan repentina, sintiendo calor en las mejillas.
—Necesito un beso. ¿Puedo? —pregunta mientras se acerca, disminuyendo el espacio personal entre ellos. Casi rozando sus narices y labios.
—P-puedes... C-claro que si.
Y tras esa aclaración. Sam la besó como tanto había estado anhelando. Un suave y lleno de la calida sensación de su piel. Ambos contrastes de temperatura, volvieron a producir en ambos un cosquilleo que los hizo temblar de pie.
El amor avanzaba y empezaba a colmar cada parte de su ser en ambos.
Ambos se apartan un poco, para que Sam pudiera respirar un poco y recuperar el aliento que Mavis no necesitaba para nada.
—Ese... Fue mi primer beso.
—El primero, de muchos, mi cielo.
Cielo... Por su color de ojos.
Por la plenitud y paz que le transmitía a su alma tras tenerla tan cerca.
Ambos por fin habían encontrado su hogar, su lugar donde siempre querrían estar para toda la vida.
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