TRECE
JUNGKOOK
°
No pude dormir los próximos días, envié mensajes a Jimin para que pudiéramos encontrarnos una vez más y pudiéramos solucionar todos los problemas, pero él no recibía los mensajes.
—Ven a cenar conmigo hoy —pidió Sana al verme tan perdido.
—¿Hoy?
—Sí, tus papás me dijeron que tendrías la tarde y noche libre. Te conté que entré a un buen curso de cocina, así que quiero cocinar algo para ti, puedes considerarlo como una cena romántica. —contestó sonriendo dulcemente—. Eso podría animarte.
Llamarlo románticamente no me sentó nada bien. Tuve entonces una sensación asfixiante que comenzó a hundirme mientras se acercaba la noche, cada vez me sentía más nervioso y preocupado. Di vueltas por mi habitación una y otra vez pensando en excusas para no ir, pero ninguna tenía sentido.
Soy de aquellas personas que aparte de pensar las cosas mucho se quedan con el remordimiento de lo que hubiera pasado de haber tomado otras decisiones, sé perfectamente que eso sólo es símbolo de una inseguridad enorme, pero no puedo detenerlo, siempre me quedo con las ganas de muchas cosas.
Y aquella vez sentí ganas de decirle a Jimin lo mucho que lo extrañaba, pero no lo hice.
—¿Ya te vas a ver a Sana? —preguntó mi madre entrando a mi habitación con una sonrisa radiante, estaba muy feliz con la idea de que mi relación con esa chica crecía cada vez más.
Asentí con la cabeza sin mirarla y entonces terminé de acomodarme la camisa. Quesito entró a la habitación moviendo su colita de un lado a otro y entonces comenzó a saltar a mis piernas ladrando dulcemente, se robó mi atención de inmediato.
—Quesito quiere ir contigo, eh —comentó divertida—. ¿Por qué no lo llevas?
Sonreí a medias pensando un poco en ello, entonces sólo sonreí y asentí con la cabeza, me agaché para recogerlo y tomé un par de cosas más.
—Volveré antes del anochecer.
—No, tomate tu tiempo, han estado muy metidos en el estudio así que sólo diviértete y no te preocupes por la hora, pásenla bien. Incluso puedes quedarte a dormir con ella.
Me dio unas palmaditas en mi hombro y las llaves de su auto. En otro contexto este podría ser el momento más feliz de mi semana y sobre todo el más relajante, pero era todo lo contrario y no podía culpar a nadie de mi miseria mas que a mí mismo.
Quesito estuvo muy alegre en el camino asomándose a la ventana y ladrando chillonamente una y otra vez, cuando llegamos a la casa de ella envolví a Quesito entre mis brazos y bajé del auto tratando de calmarme, pues de algún modo tenía un extraño presentimiento que me ponía a sudar.
—¡Amor! ¡Trajiste al bebé!
Sana salió de su casa sonriendo y nos abrazó a ambos entre risas hermosas. Le devolví la sonrisa y entonces deje que tomara a Quesito.
Estos días yo me encontraba muy irritable y debo aceptar que me estresaba escucharla llamarle "Mi bebé" al perro, porque este pequeño yo lo había adoptado junto a Jimin y todo me hacía acordarme de él una y otra vez. Vi dentro de su casa una pintura tierna de un pequeño pollito e inmediatamente su imágen me vino a la cabeza, extrañé sus berrinches, sus maldiciones, sus bromas, su risa, sus apodos, sus comentarios, su delicadeza, su sonrisa, su voz, sus besos, sus abrazos...
—¿Amor?
—¿Eh?
—Te estaba hablando, Quesito está un poco irritado y parece ser que quiere salirse.
—No dejes que lo haga, por favor —pedí preocupado—. No conoce mucho por aquí...
—Okay, amor.
Estuvimos preparando botanas para ver alguna película antes de la cena, ella aparentemente estaba muy feliz con la situación, durante la película no paraba de reír y abrazarme fuertemente cada que tenía oportunidad, incluso me robaba uno que otro beso con una sonrisa traviesa enmarcada en el rostro, pero mis pensamientos no le pertenecían en absoluto. Ni siquiera noté sus poco inocentes intenciones.
—La película me encantó —comentó levantándose para ir a la cocina—. ¿Estás bien? Te siento muy desanimado.
—Sólo he estado estresado, pero estoy bien.
Asintió no muy convencida y me dejó solo en la sala, Quesito subió a mis brazos y comenzó a chillar, tal vez el pobre creyó que nos dirigíamos al parque para ver a Jimin y se desanimó al saber que no era así.
—¡Ven a cenar!
Me levanté de inmediato y fui a la cocina.
¿Cómo estará él en su empleo en estos momentos?, ¿estará yendo en un horario más temprano?, ¿estará saliendo todos los días con su madre?, ¿estará aprovechando esa hora en algo productivo?... Espero que él no este sufriendo y lo esté superando, pero también espero tener aún algún lugar en su corazón, un lugar en lo más profundo a donde ninguna persona puede llegar, es lo más egoísta que puedo sentir por él, quiero ser el primero y el único tal y como él lo es para mí.
—Me gusta la comida —murmuré un poco avergonzado, pues era difícil para mí dar cumplidos por muy cercana que fuera la persona.
—Eso me alegra, el pastel de carne es lo que mejor me sale.
En mi mente recordé a Jimin y llegaron a mi memoria aquellos días lejanos en que Jimin comenzaba a ser vegetariano, claro, fue un largo año que terminó en un Jimin comiendo hamburguesas y filetes de carne, fue lo más encantador y divertido en él que he podido apreciar. Lo amo, amo cada pequeña acción y detalles suyos.
—Me gustó, pero creo que mejor me voy ahora mismo... no quiero contagiarte mi aura depresiva, estoy en un momento de crisis.
Llevé lo usado al fregadero en la cocina y me puse mi abrigo, Quesito estaba pegado a la puerta queriendo salir en cualquier momento.
—Amor...
Sana se acercó a mí y acarició mi rostro bajando lentamente hacia mi cuello con sus manos pequeñas, delgadas y frías cual emoción mía. Entonces sentí un escalofrío y un horroso cosquilleo recorrer por toda mi espalda baja. Quería salir pronto.
—Me tengo que ir, Sana...
—Has estado muy tenso, cariño... Sólo relájate.
Comenzó a besarme, pero no era un beso como el que siempre nos dábamos, su lengua humeda y tibia se encontraba con la mía y la acariciaba eróticamente. Sabía a donde pararía todo esto, pero daba igual porque mi relación con Jimin era casi inexistente en esos momentos. Los dedos de Sana bailaron por todo mi cuerpo provocándome fuertes sensaciones excitantes que deseaba no querer, me arrinconó a la pared con sus encantos y me perdió entre besos y caricias de consuelo a mis memorias.
No tardé en regresar a la realidad, Sana estaba desabotonando mi pantalón cuando algo en mí se activó y enseguida la detuve abruptamente mirándola con miedo y súplica unos segundos.
—No puedo, no estoy listo para estas cosas... —susurré avergonzado sin poder mirarla a los ojos—. Me tengo que ir, lo siento.
—Jungkook...
Corrí a la puerta tratando de alejarme de ella y la abrí casi como escapando de una prisión, ella me detuvo enredando su mano en mi muñeca que apenas alcanzaba a rodear con sus finos dedos.
—Lo siento, fui muy apresurada, podemos hablar de esto.
—Por favor, Sana, deja que me vaya...
—No, no quiero que estés molesto conmigo —rogó, ella estaba casi igual de desesperada que yo por arreglar las cosas.
—Luego hablamos de esto.
Claro, era injusto, probablemente sólo me había invitado a su casa para esto y yo cobardemente la había decepcionado, no podía tener peores días, no podía sentirme aún más horrible, no podía sentir mi mente arder y consumirse aún más de lo que ya lo hacía.
Nuestra atención se desvió a Quesito, quien salió corriendo de la casa y sin que fuéramos capaces de reaccionar a tiempo desapareció de nuestra vista.
—No puede ser...
Y de inmediato subimos al auto para ir a buscarlo.
Pronto anochecería y algo podía sucederle a mi pequeño hijo, no sólo era esa mi preocupación, también lo que diría Jimin y cuanto más terminaríamos alejándonos. Me sentí desesperado, en el auto no podíamos buscarlo bien.
—Dejaré el auto en esta calle, tendremos que separarnos, yo por la izquierda y tú por la derecha, le gusta ir a lugares repletos de gente, buscaré cercas de la avenida principal —ordené nervioso.
—Claro, amor.
Al estacionar me bajé rápidamente y corrí hacia mi izquierda sin decir nada más. Cada vez me sentía más preocupado.
Iba a media hora gritando su nombre y corriendo por la avenida principal y algunos parques, ya casi estaba por el centro comercial y no lo veía en ningún lugar.
—¡Pequeño bebé! —reconocí la voz de inmediato y busqué entre la gente al dueño de esa frágil exclamación—. ¡¿Cómo llegaste hasta aquí?! —La gente me mareaba.
Entonces lo vi junto a aquel chico sonriente mientras sostenía al perro y le daba mimos, a pesar de usar un tono tan dulce miraba su ceño fruncido y sus labios abultados, claro que estaba molesto de encontrarlo en un lugar tan peligroso donde en un descuido podrían atropellarlo. Su mirada furiosa me encontró entre la gente.
—¿Jungkook? —preguntó sólo para confirmar mi presencia.
—Perdón, Jimin.
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