Corrí casi cinco cuadras hasta llegar al puente vehicular sobre el parque abandonado, él estaba ahí sentado bajo éste, balanceaba sus pies mirando el suelo.

—Perdón, se me hizo tarde —quité la correa de mi perro que enseguida corrió en círculos a los pies de Jimin.

—Genial, perdimos quince minutos.

Hice una mueca triste. Sabía lo importante que era cada minuto para ambos, nuestro tiempo era totalmente limitado y esta era la única hora en que podíamos hablar durante todo el día.

—¿Estás bien, Jimin?

Negó con la cabeza sin despegar la mirada del suelo, enseguida ví aquellas gotas cristalinas derramarse sobre el pavimento. Lo abracé fuertemente y entonces su llanto se volvió sonoro.

—Cuéntame qué pasó hoy... Tenemos cuarenta minutos.

¿Cómo estar con el amor de tu vida cuando el mundo los rechaza?

En mis días sólo hay un momento que vale la pena.

Vivo una hora al día.