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Sin retorno


En algún lugar del Inframundo

Desde un recinto privado, uno de los sirvientes de Hades monitorea el avance de los Diamantados. El lugar está en penumbra, decorado con finas y delgadas cortinas de seda negra, de aspecto tétrico y sin embargo, el aire esta lleno de suaves notas musicales; detrás de las cortinas puede distinguirse la silueta de una mujer quien es responsable de crear la melodía.

—Ciertamente esto es una complicación —dijo con voz tranquila a la vez que interrumpía la melodía que producían sus dedos.

Tocó una serie de cuerdas del arpa y al instante una sombra negra se materializó frente a ella. El espectro, ataviado con una surplice se arrodilló y dijo:

—El "espíritu" del Yomotso —dijo refiriéndose a lo que fuera que les afectaba a los diamantados—  no ha sido capaz de vencerlos, mi señora, cuatro de ellos aún no han caído y los otros ya lo superaron.

—Entonces hemos de forzarlos un poco más —Una sonrisa malévola se trazo en la comisura de sus labios—. Tarde o temprano sus fuerzas se agotarán.

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De vuelta en el Yomotso...

Cástor no tubo mucho tiempo para digerir lo que había ocurrido; apenas se incorporaba, fue tumbado al piso nuevamente por Ilitia (que emocionada se arrojó sobre él dándole un fuerte abrazo) y apenada le ayudo a ponerse de pié; acto seguido, un fuerte abrazo de oso por parte de Björn; algunos golpes en el hombro y varias palmadas en la espalda por parte de sus compañeros quienes estaban felices de verlo de nueva cuenta con esa ingenua sonrisa en su rostro. No faltó uno que otro coscorrón por haberlos preocupado o bien le alborotaban un poco su azulado cabello.

Uno se mantenía un poco distante entre el jolgorio: Cannon sólo observaba, de pie a la distancia y recargado en unas rocas que sobresalían de la ladera de la montaña. Cástor miró por encima de las cabezas de sus compañeros que le rodeaban, por un instante su mirada se cruzó con los ojos grises de Cannon... una breve sonrisa de agradecimiento de su parte fue respondida por un asentimiento con la cabeza, no hacía falta más, no hubo palabras o contacto alguno, era innecesario para dos almas que se habían conectado.

—¿Quieres decirme qué fue todo eso?—Krysta se había colocado junto a Cannon, miraba al frente, observando la feliz escena.

—No se a qué te refieres —Cannon respondió como siempre, inexpresivo y sin abandonar su postura.

Esa frase hizo que Krysta le mirara molesta, pues no era ninguna tonta, se dió cuenta que había algo más en Cannon de lo que les dejaba ver.

—Sabes muy bien a que me refiero y será mejor que...

— Ya debemos continuar —Él comenzó a caminar ignorándola por completo y dejándola con la palabra en la boca; exhortó a los demás a continuar y se colocó a la cabeza del grupo.

—¡Oye no creas que vas a evitarme! —Krysta echó a correr rebasando a todos y situándose junto a Cannon.

Al estar junto a él no dejaba de mirarlo mientras caminaban, una mirada inquisidora difícil de pasar por alto.

Los demás iban distraídos, visiblemente alegres por estar juntos de nueva cuenta, parecían olvidar por un instante que se hallaban a las puertas del infierno, bromeaban y conversaban, de hecho, en este momento, se veían como un grupo cualquiera de jóvenes (a excepción de las armaduras) y así terminaron por rebasar a Cannon y Krysta. Al ver que ella no se daría por vencida, Cannon suspiró con resignación y volteo a verla

—Bien, de todas formas de nada me servirá seguir negándolo —Un signo de interrogación se dibujó en la expresión de Krysta y le dedico toda su atención.

—Existe... una razón del porqué siempre me he mantenido al margen de cualquier contacto o convivencia —hablaba como si desenterrara un valioso secreto—. Ustedes y todos los demás a quienes he conocido me consideran apático, frío e incluso insensible, cuando la realidad es todo lo contrario. Desde pequeño he podido leer en los rostros de las personas su verdadero ser; los humanos se parecen unos a otros, hay un patrón en los rostros, en las voces e incluso en la forma de moverse, si hoy veo a un niño, puedo ver como será de grande; me di cuenta que personas similares tienden a cometer errores similares. Crecí rodeado de muchas personas, huérfanos y monjes; debido a las continuas guerras (comunes entre los pueblos Bardos de la antigua Alemania donde creció) eran mujeres y niñas las que normalmente se encontraban en los campos y a los muchachos mayores nos enviaban para ayudarles con el trabajo. Creí que sería bueno para variar, ayudarles con el "descubrimiento" que había hecho, una advertencia aquí, un consejo allá, una teoría compartida. Cuando poco a poco vieron que tenía razón, se hicieron rumores, la gente comenzó a evitame y finalmente me echaron. Los monjes me tildaron de aprendiz de brujo y me enviaron a un aislamiento para arrepentirme. ¡Grité durante días que no era culpable! Al final, mi voz se apagó al igual que mis fuerzas; me quede allí en la obscuridad, entendí que al mundo no le interesa solucionar sus problemas, o los de los demás, viven en una constante ilusión, creyendo saber como son, creyendo conocerse. Cuando finamente me sacaron, estaba al borde de la muerte. Me arrojaron por una ladera creyéndome muerto, allí, en el lodo, lloré por última vez, no por mi desventura, si no por la humanidad, concluí que al parecer, sin discernimiento, podían ser felices, cada uno atrapado en su propia ilusión de creer ser quienes son, de creer ser únicos.
No sé cuanto tiempo estuve inconsciente, cuando desperté estaba en una cabaña improvisada, tenía ropa limpia y junto a mí había un fuego reconfortante. Salí tambaleandome y me deslumbró un gran resplandor, creí que era el sol, pero al lograr ver, no podía creerlo: ¡frente a mi había un hombre ataviado totalmente con oro!, caí de espaldas sin saber si era un Dios o un demonio. Era Fausto de Cáncer, había salido del santuario para meditar y se topó conmigo. El me ayudo a poner mis sentimientos en orden y al margen, yo tenia un problema al relacionarme con los vivos, y él no podía evitar angustiarse cuando las almas de los muertos pasaban a su lado y le contaban con sus auras sus lamentos.

—Entonces así fue como lo conociste, podría decirse que Fausto de Cáncer fue tu maestro —Krysta había permanecido callada escuchando, pero no pudo evitar interrumpirlo un poco sorprendida.

—No en realidad, o si lo fue, debí haber sido su peor estudiante pues al parecer lo entendí todo mal. O por lo menos al revés, cerré mis sentimientos y me mantuve al margen de los demás evitando que ellos entraran en mi, pero lo que provoqué fue evitar que yo entrara en ellos. Fausto me enseño a no sólo ver el exterior, sino a escuchar sus almas. Aun así me negaba a creer que mi don fuese algo bueno así es que cuando llegue al palacio del invierno trate de evitar a toda costa un vínculo. Pero ciertamente, con ustedes no me fue posible, sus almas me llamaban como si fuésemos una sola, finalmente, cuando llegamos aquí ese vínculo se volvió mas fuerte, tal vez por que somos las únicas almas con vida o por esta aura maldita que busca sumirnos en la confusión.

—Y, entonces, tu fachada insensible es por que en el fondo... —Krysta hablaba como si tratara de entender la teoría de la relatividad.

—¡Podía sentirlo todo! —completó Cannon con un profundo suspiro.

—Por eso a veces parecías un sabelotodo —Krysta hablaba sonriendo recordando algunas anécdotas que ahora por fin tenían sentido—. Andreas hasta llegó a decirte "Anciano entrometido" pues parecías saber de más para tu edad. Ahora ya sé como supiste lo que le ocurría a Cástor y como ayudarlo, pero dime ¿qué fue esa luz que los envolvió a ambos al final?

Cannon se le quedó viendo un tanto desconcertado, no por que no supiera la respuesta, si no porque le sorprendía que preguntara al respecto.

—Parece que fuiste la única que logró verla, o al menos la única que le dio importancia. Los siete chakras tienen cada uno un color y elemento característico —explicó—.  El Vishuddha o 5° chakra, que era el que Cástor tenía bloqueado se manifiesta en un color azul, así que eso fue lo que viste.

—¿Y que hay del otro color, la otra luz? —insistió Krysta claramente insatisfecha con la respuesta.

—¿Otra luz? —Cannon parecía no entender la pregunta.

—Claramente ví dos colores, azul y morado, casi púrpura y ese último estaba justo en tu frente.

—Bueno... —murmuró Cannon hablando para si—. Ése color corresponde al 6° chakra o Ajna. ¡Vaya! parece que matamos dos pájaros de un tiro —Al caer en cuenta, sonrió y habló más fuerte mientras levantaba un poco la mirada como si tratara de encontrar el cielo—. Ocultarme tras una cortina creó una ilusión de insensibilidad y al parecer provoco un bloqueo en mi 6° chakra o Ajna, éste domina el discernimiento y se sitúa justo aquí —dijo señalando el centro de su frente mientras esbosaba una amplia sonrisa—, "el tercer ojo".

Krysta no pudo evitar verle un tanto anodadada, de hecho, esa sonrisa inusual le hizo ruborisarse, Cannon la miro extrañado, ciertamente había un cambio en él, pero lejos de sentirse extraño, por primera vez se sentía completo.

—Pues, que bien, por ti —tartamudeó Krysta recobrando la compostura—. Si sigues con esa sonrisa no tardarás mucho en conseguir una novia, si es que salimos de aquí. ¿Y como es que sabes tanto sobre los chakras?

—Con una basta biblioteca a nuestra disposición, tonto el que no aprovechó a leer un poco. Creo que después de todo que me llamaran "sabelotodo" no estaba de más, si siempre que me alejaba me ponía a leer.

Tras su respuesta Krysta quedó cabizbaja, era su responsabilidad proteger el conocimiento de la gran biblioteca del Palacio del Invierno, pero ahora, también debían detener a Hades y a sus espectros a toda costa o el daño podría ser irreversible.

En el tiempo que habían estado hablando no se percataron de que el paisaje había cambiado radicalmente, el monte Yomotso no se hallaba a la vista por ningún lado y las agrestes faldas de la montaña se habían transformado en un amplio valle estéril. Todos se detuvieron extrañados, el aura del lugar tambien era diferente, incluso la temperatura, ésta parecía ir en aumento desde hacía un rato.

Comenzaron a ver a su alrededor y detrás de ellos.

—Oigan, ¿y ese río? —La voz de Fobos hizo voltear a todos.

—¿Que acaso no venimos de esa dirección? —Ilitia dijo lo que todos estaban pensando.

—No es posible que lo hallamos cruzado sin darnos cuenta. Tal vez sólo... cambiamos de dirección y por eso está detrás nuestro en lugar de estar al frente —Aurelio trataba de darle lógica al asunto.

—¡Imposible!, hemos caminado en linea recta —negó Dante.

Dante en un inicio se encontraba al frente de ellos, pasó por en medio y se aproximó al río, al estar más cerca, sus ojos se abrieron como platos y un temor profundo le paralizó, solo pudo señalar un punto en el horizonte: ¡El Yomotso!

—Si el Yomotso esta allá, entonces, ¡este río es...! —Björn no podía evitar un ligero temblor en su voz.

—... El Río Estigia —dijo Aurelio con claro temor, un temor que estaba presente en los rostros de todos ellos.

De alguna manera habían sido transportados al mismísimo Infierno, si salir del valle del Yomotso era de por sí complicado, ahora estaban al otro lado del Estigia, un lugar que solo las almas de los muertos pisaban. Sus posibilidades de salir ahora eran casi nulas.

Mientras tanto en el santuario...

Marian observaba el horizonte desde un balcón, su mirada estaba fija y su semblante sereno. El patriarca y los otros estaban en el interior.

—¡Ya estoy harto! —gritó de repente el de Pegaso que no dejaba de dar vueltas como león enjaulado—. ¡Cuánto tiempo más vamos a seguir esperando!

—No exageres Philip, no ha pasado tanto tiempo —aclaró el del Cisne que estaba sentado en una mesa tratando de leer—, apenas un par de minutos.

—No sé como puedes estar tan tranquilo —Philip se aproximó a la mesa y le arrebató al libro—. ¿Y qué es lo que estas leyendo? "Ora... Oracles y te..." no, "Oracol y..." —Antes de que siguiera tartamudeando intentando leer el título, el del Cisne recuperó el libro y le dio con el en la cabeza.

—"Oráculos y templos de la antigua Grecia" —dijo mientras Philip se sobaba la cabeza—. ¿¡Qué nunca aprendiste a leer!?

—Claro que sí —replicó un poco ofendido—. Sólo que la lectura no me haría mas fuerte, así que no le di mucha importancia.

Ajena a toda esta conversación Marian comenzaba a lucir cansada.

—¿Se encuentra bien?, diosa Atenea —preguntó Immanuele al tiempo que le aproximaba una silla—. No es prudente  que gaste energías antes de tiempo —le sugirió tomar asiento, sin embargo, ella no se movió, continuaba con la vista fija al horizonte.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? — preguntó sin voltear a verlo.

—Apenas unos minutos, 10 quizá.

Atenea suspiró y tomó asiento como quien ha estado horas de pié, cerró los ojos recargandose en el respaldo y comenzó a hablar con tono tranquilo, pero con un tinte de preocupación en su voz.

—He estado siguiendo el avance de los santos del ejercito del Sol y la Luna. Entraron a la casa de cáncer, pero no han logrado salir, sólo llevan diez minutos en ese lugar infernal, aunque para ellos ya han sido horas. Y ahora, siento un poder inmenso y maligno acercándose a ellos, espero que encuentren pronto la salida o estarán perdidos, y nosotros con ellos.

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