Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La obscuridad y la luz

—¡Vaya! ¡Que sorpresa nos has dado a todos! —Apolo fue uno de los primeros en recibirla al salir de la arena—. Pero, olvidaste ésto. —Abrió la mano y apareció la lanza que le había obsequiado.

Eos miro la lanza y a Apolo un poco confundida y apenada. Siguieron avanzando por un pasillo hacia las habitaciones que utilizaban entre combate y combate.

—Yo... No se que decir, no recuerdo mucho de lo que pasó, pero gracias y prometo que voy a cuidarla mejor. —Extendió la mano para tomar la lanza pero Apolo no la soltó, le miraba con un gesto de enfado.

—Mejor te enseño como guardarla, observa. —Hizo un par de movimientos y la lanza se encogió quedando del tamaño de una daga, otro rápido giro y volvía a tener su tamaño original—. Ahora tú.

Eos copió los movimientos y logró transformar la lanza con éxito. Al tener el tamaño de una daga era fácil esconderla en el brazo de la armadura, así que allí la dejó.

—Veo que aprendes nuevas habilidades con rapidez hermanita. —Helios también había ido a verla—. Y... ¿Cómo te sientes?

—Cansada, aturdida, confundida... ya le dije a Apolo que no estoy muy segura de lo que pasó allá, lo único que sé, es que fue gracias a Selene que sigo con vida.

Se detuvieron frente a la habitación donde la diosa de la luna se encontraba descansando. Eos se sentó cerca de la entrada y descansó su cabeza contra el muro, Apolo y Helios se sentaron en una banca frente a ella.

—La herida prácticamente ya está cerrada —dijo Helios con tranquilidad—, ahora solo necesita descansar.

—Yo también quisiera descansar —murmuraba Eos que permanecía con los ojos cerrados.

—Será un breve descanso, por lo que oigo el combate entre Cloris y Orión terminará pronto.

—Vaya que el destino se ensaña contigo. —Apolo se levantó y sentó junto a ella—. Sea quien sea el vencedor de ese combate, no creo que te sea fácil herirlo.

—¡Por favor Apolo! —replicó Helios—. Venció a los Dioses Gemelos, ni Cloris ni Orión se les comparan.

—No me refiero a eso, la pequeña Eos es muy dulce como para herir gravemente a la esposa de su hijo Céfiro. Y en cuanto a Orión... —Apolo colocó su rostro muy cerca del de Eos, ella al sentirlo abrió los ojos sorprendida y no pudo evitar ruborizarse por la cercanía.

—¡Lo vez! —dijo Apolo señalándole las mejillas y con una triunfante sonrisa de oreja a oreja—. ¡No puede evitar ruborizarse con tan solo oír su nombre!

—¡No es verdad! —Eos lo empujó y se puso de pie—. Es que tú estabas demasiado cerca —murmuró apenada.

—Pues el combate ya terminó —dijo Helios soltando un suspiro—. Te enfrentarás a Enio y ... —Hizo una pausa y volteó a verla—.  Orión.

Al escuchar el nombre, en el acto se le subieron todos los colores al rostro, en verdad, no podía evitar sonrojarse al recordar que tuvo a Orión en su lecho, uno de los seres mas hermosos de todas las eras. Apolo y Helios reían divertidos por la imagen. Eos hizo un puchero y se giro dándoles la espalda despectivamente.

—Si recuerdas bien Apolo —replicó ofendida—, el muy infeliz me abandonó para ser el compañero de caza de tu hermana, así que no me costará ningún trabajo darle su merecido. —Dicho ésto los dejo y se dirigió de vuelta a la arena.

Enio, Eos y Orión, los tres entrarían juntos a la arena, uno solo saldría vencedor.

Enio aún se encontraba adolorida debido a las heridas causadas por la luna, aún así, al ser una guerrera experta se mostraba firme y decidida, La Destructora de Ciudades no iba a permitir verse débil ante nadie.

Eos, seguía cansada y un poco aturdida por el combate anterior, además de que no podía dejar de pensar en las palabras de Thanatos:  '¿Para qué es todo esto?'

El único que parecía estar al cien porciento era Orión, sin embargo, en el fondo se sentía nervioso por tener que enfrentar a esas diosas que habían sorprendido con su poder y habilidades; además, había otro pequeño detalle, en su interior surgió un renovado interés por Eos y no desaprovecharía la oportunidad para conseguirla.

Enio fue la primera en avanzar hacia la arena. Empuñaba una espada en cada mano, las cuales giraba haciendo alarde de su destreza, tenía una malévola sonrisa dibujada en el rostro y una mirada sedienta de sangre. Orión avanzó tras de ella con paso firme, casi casi declarándose el vencedor desde el comienzo. La mente de Eos estaba en otra parte, entró a la arena sin siquiera percatarse de ello, cuándo estuvo consciente de en donde estaba de inmediato se puso en guardia. En verdad, aún sentía algo por Orión, pese a que a la primera de vuelta la había abandonado, ¿cómo iba a enfrentarlo?

Enio notó la "ausencia" de Eos así que de inmediato se lanzó contra ella para atacarla, pero fue interceptada por Orión, quien le sujetó las espadas con las manos desnudas.

—No te metas pequeña Enio, que tengo un asuntito personal que tratar con Eos.

–Según el mito, Orión, siendo perseguido por el escorpión, nadó hacia Delos esperando que Eos lo protegiera; no obstante, encontró la muerte a manos de Artemisa–

Orión levantó los brazos y lanzó a Enio contra una de las columnas del coliseo –ella que nunca pensó en soltar sus espadas-, se estrelló con tal fuerza que hizo una cuarteadura en la estructura y terminó boca abajo contra el piso. Orión giró y vio a Eos en pose defensiva, sonrió de lado y se acercó confiado; ya frente a ella se agachó para verla a los ojos.

—Pequeña Eos —dijo con voz suave y seductora—, tu belleza sigue siendo exquisita, y tu poder... ¡ah... que extraordinario poder nos tenias oculto!

Esas palabras la tomaron por sorpresa y sin saber como reaccionar, dejo que Orión se acercara más, él la tomó por el mentón y se arrodilló para poder besarla. Primero, se sorprendió y estuvo a punto de corresponderle, entonces, recordó su abandono y, sin embargo, ahora después de ver "no se que" en ella, ¡¿él la buscaba!?. Esta última idea hizo que se le revolviera el estomago al sentir como sus labios le rozaban la boca. Apretó con rabia su espada y la levantó hiriendo el brazo con el que Orión le sujetaba.

—¡¡Maldita ingrata!! —rugió mientras cubría la herida con su otra mano—. Todavía que te estoy haciendo el favor de librarte de tu maldición ahora que sea vencedor... Muy bien, si tanto amas a los humanos. —Se inclinó a levantar su garrote de bronce—. ¡Entonces muere como una de ellos!

Orión asestó un golpe en dirección a ella, que apenas pudo esquivarlo haciendo que el garrote se clavara en la arena dejando un profundo agujero.

Estaba claro, el amor que ella le profesó en algún momento nunca fue correspondido; las acciones y las palabras de Orión no hacían más que llenarla de rabia, un sentimiento pocas veces experimentado por ella. Siempre trataba de ser alegre, ser esa luz que viene tras la obscuridad, pero ahora, al ver a Orión sentía cómo todo su ser enardecía de furia.

Enio, quien después de caer todavía trataba con dificultad de levantarse, (usando sus espadas como apoyo) veía divertida todo lo ocurrido y pensó que era sólo cuestión de tiempo para que Orión aplastara a Eos igual que a una mosca y entonces ella se haría con la victoria fácilmente, así que decidió no intervenir.

En todo momento, Orión no dejaba de atacar a Eos y compararla con los humanos para hacerla ver débil.

—¿Corres? Oh sí, lo olvidaba, los humanos lo hacen todo el tiempo. ¿No te cansas? —repetía Orión—. Igual que cucarachas... Pronto morirás, así podrás acompañar a esos patéticos amores en el inframundo...

Etcétera, etcétera,  no dejaba de proferir insultos y con cada frase la ira de Eos crecía más y más.

Eos era esbelta y atlética por lo que esquivaba con facilidad los golpes de Orión. Se movía con velocidad, saltaba y se escabullía con maestría, pero comenzaba a cansarse. Orión al notarse lento en comparación, decidió empuñar su espada, la movió de manera horizontal tratando de cortarle la cabeza mas que simplemente herirla. Al ver venir la espada del gigante, Eos se agachó de forma instintiva y cuando la espada venía de regreso, saltó en el momento exacto quedando de pié sobre ella. Orión pudo ver a Eos de pie sobre su espada, por un instante su mirada se llenó de horror. Eos le miró a los ojos, estaba seria, inexpresiva, de pronto una sonrisa malévola comenzó a dibujarse en su níveo rostro. Antes de que Orión pudiera reaccionar, ella corrió sobre la espada hasta su brazo y le hirió uno de los ojos.

—¡¡¡¡Aaahhhh!!!! —gritó enfurecido mientras se cubría el ojo con su mano derecha (del dolor había soltado su espada)— ¡¡¡¡MALDITA... MALDITA SEAS EOS!!!!

Enio no daba crédito a lo ocurrido, el ataque había sido innecesario y cruel -tal como ella lo haría-, tanto que se había quedado estática en su lugar.

Apenas sus pies tocaron el suelo, Eos volvió a atacar a Orión..., sus ojos grises eran dos brazas encendidas, el odio la había cegado, su rostro era la encarnación de la venganza.

En la mente de Eos una imagen se repetía una y otra vez: Unos labios apretando los suyos contra su voluntad, ella, derramando lágrimas de impotencia. Una voz susurrando en su oído: "Quieras o no, un día tú serás mi reina". Sentía unas manos sobre sus hombros que la aprisionaban y dejaban una huella invisible e indeleble sobre su piel,  una marca que había llevado por demasiado tiempo, una marca que ahora ya le era insoportable. Detuvo su ataque por un momento, se quedó quieta abrazándose a si misma, sujetándose los hombros como si tratara de arrancar algo de sobre su piel.

Levantó la vista mirando a Orión, pero en su mente veía la imagen de alguien más. Con rabia y arañandose la piel gritó:

—¡Nunca!... ¡¡Jamás!!... ¡¡¡VUELVAS A TOCARME!!!

Acto seguido se lanzó contra él, atacándole con gran ferocidad y rapidez, tanta que era difícil seguirle el paso incluso para los dioses; primero en las piernas, un corte tras otro hasta que lo hizo caer de rodillas. Orión agitaba furioso los brazos tratando de detenerla, ahora ella comenzó a cortarle también los brazos y el torso.

—¡¡¡No tienes ningún derecho sobre mi!!! —gritaba sin cesar, con cada ataque.

Todos estaban inmóviles, no daban crédito a lo que acontecía ante sus ojos. Hera por otro lado se hallaba visiblemente satisfecha, «Por fin, ha caído su careta» pensaba, ahora todos verían la verdadera naturaleza de esa "niñita dulce".

Los ataques no cesaban, cada centímetro del cuerpo de Orión se hallaba herido y brotaba sangre igual que ríos. Sus gritos ya eran lastimeros, incluso Enio estaba comenzando a temer por su propia existencia tanto que, continuaba inmóvil, paralizada en su lugar.

Zeus observaba atento a Eos, cómo arremetía sin piedad contra el gigante haciéndolo presa de un odio guardado; podía ver claramente aquellas marcas en los hombros de ella, de hecho, era el único que las veía.

—¡Señor, hay que detenerla!

Hermes había tomado la palabra, estaba seguro que hablaba por todos, pues al igual que los demás estaba preocupado por la escena ante sus ojos.

Zeus salió de sus pensamientos y dirigiéndose a Enio, exclamó:

—¿Que acaso estas muerta de miedo? ¡Perderás si no la enfrentas!

Enio reaccionó ante la voz de Zeus, era una clara orden para que interviniera. Eos estaba apunto de clavar su espada en la nuca de Orión –que yacía postrado sobre la arena–, cuando fue embestida por Enio, la derribó en el aire y empujó lanzándola a varios metros de distancia del gigante; al caer, Eos rodó por el piso perdiendo sus armas, el impacto la desorientó un poco –el tiempo suficiente para sacar al maltrecho Orión de la arena–, poco a poco se fue incorporando, se quedó unos segundos apoyada en cuatro puntos y sacudiendo la cabeza de un lado a otro; cuando levantó la vista vió a Enio en guardia a la distancia, la diosa de la guerra la miraba y tenía una expresión que era difícil distinguir si era terror o psicosis. Enio le observó unos instantes y notó con sorpresa como ella parecía distinta, ya no era la fiera que había maltrecho a Orión, volvía a ser la Eos de siempre, entonces sonrió para sus adentros.

«Mira a tu mosca muerta, ahora sí ¡tendrá su merecido!» Hera tenía tantas ganas de gritarle eso a su esposo, pero debía aguardar.

Enio se recompuso, murmuro unas palabras y sobre ella comenzaron a aparecer unos seres horribles, una especie de mujeres aladas con afiladas garras en manos y pies. Eran las Keres, que siempre le acompañaban al campo de batalla para deborar a los caídos en combate y arrastrar sus almas al inframundo. Ella quería que su victoria fuera absoluta, que el alma de Eos fuera sellada en el inframundo por las Keres. Las criaturas permanecían suspendidas sobre ella apenas agitando sus alas. Cuando ella dio un agudo grito, aquellos horrendos seres cayeron sobre Eos como una avalancha impidiendo que se levantara.

Las afiladas garras de éstas criaturas razgaban la piel de Eos hasta los huesos, lo único que ella podía hacer era protegerse el rostro; entonces, como un flash intermitente, recordó lo que pasó con Thanatos; intentó concentrarse para que esa luz surgiera nuevamente y así acabar con ellas, pero estaba muy cansada y todo el cuerpo le dolía. Después de un rato, Enio consideró que ya había sido suficiente tortura, y con otro agudo grito hizo que de alejaran de ella.

—Mjmjmjmjmj... —reía entre dientes— Mira, mira, ahora quien sangra por todos lados.

Enio se acercó hasta ella y la tomó por el brazo para que la mirara. Eos hizo un gesto de dolor y levantó la vista fijando sus ojos en los de Enio que sonreía triunfante.

—¡Pero que lástima! Ese bonito rostro fue maltratado por mis mascotas. —Su tono era sarcástico y fingiendo angustia—. Creo que Afrodita me estará agradecida.

Tiró fuertemente de su brazo y la lanzó hacia un lado, Eos cayó completamente adolorida sobre la arena, entonces se dio cuenta, ¡había demasiada sangre por todas partes!, esa sangre no era suya, era de ... ¿¡Orión!?. Abrió los ojos perpleja, ¡¡ella había hecho todo eso!!. Luz... obscuridad... ¿¡Cómo pueden coexistir dos cosas tan opuestas!? Apretó la arena bajo sus manos, debía ser capaz de controlar la luz y la oscuridad en su interior antes de que éstas la destruyeran. Con dificultad se incorporó, no quería perder, no ahora que estaba descubriendo la manera de conseguir su libertad.

Sus heridas comenzaron a sanar ante el asombro de todos, un aura lumínica se formó a su alrededor. Dirigió una mirada retadora a Enio quien se lanzó contra ella espada en mano, justo cuando parecía que iba a atravesarla, Eos detuvo la espada entre sus palmas, ejerciendo tal presión que la hoja se partió por la mitad. Con el trozo de metal entre sus manos, trató de cortar a Enio, pero ésta dió un salto hacia atrás evadiendo el ataque. Ahora ambas estaban desarmadas, el encuentro se decidiría cuerpo a cuerpo; sin embargo, Enio aún controlaba a las Keres, con un grito hizo que descendieran nuevamente sobre Eos, ella levantó la vista, saco la lanza de Apolo que llevaba oculta, y la apuntó en dirección a las criaturas, la luz que le rodeaba envolvió la lanza que al arrojarla esparcía ésta misma luz a su alrededor pulverizando a las Keres a su paso.

Enio rechinó los dientes, no podía creer que hubiesen llegado a esto. Eos no era muy fuerte físicamente, pero sí veloz por lo que a Enio se le dificultaba asestarle un golpe directo. En un par de ocasiones pudo arrojarla contra el muro, pero de inmediato se ponía de pie y corría a enfrentarla. Ambas ya estaban visiblemente cansadas, sus respiraciones eran agitadas y se tomaban largas pausas entre un ataque y otro; tenían múltiples heridas por todo el cuerpo que aún sangraban, lo que las cansaba más y más.

«Si esto continúa mas tiempo, es probable que termine desmayándome» -pensaba Eos.

—Maldita mocosa —renegaba Enio.

«¡¿Cómo puede resistir tanto!?, ya comienzo a ver borroso, tengo que ganarle antes de perder el conocimiento.» –Así pensaba Enio haciendo acopio de todo su poder para seguir en pie.

Algo de la sangre de Selene aún se encontraba entre las uniones de la armadura de Eos, lo que hacía que sus heridas fuesen sanando con rapidez y recuperara sus fuerzas, todo lo contrario a Enio que cada vez perdía más sangre, pues los golpes que recibía en el cuerpo volvían a abrir las heridas que Selene le dejó como recuerdo en el combate anterior. Eos golpeó con fuerza el abdomen de Enio, justo debajo de las costillas, esta vez ella ya no pudo responder, cayó sobre una de sus rodillas sujetándose el abdomen, la miró con ojos borrosos y a punto de desmayarse dijo:

—Maldita... ya... me las pagarás. —Y se desvaneció sobre la arena.

-----------

EN EL PALACIO DEL INVIERNO...

La joven de ojos grises seguía leyendo absorta las palabras que se dibujaban ante sus ojos.

“Y fueron cayendo uno a uno en la arena, y así un nombre surgió: EOS. Aclamada por la multitud, la pequeña hermana del sol y la luna se anunciaba como aquella que ocuparía el trono de Hera (al menos por algún tiempo)”

—¡Por fin te encuentro! —Entró a la habitación un chico de ojos azules y cabello castaño, vestía la misma ropa que ella, una armadura de entrenamiento, botas árticas, mallas y un uwagi sin mangas hasta medio muslo.

Ella se sobresaltó al escucharlo y dejó de leer.

—Es que encontré algo muy interesante —dijo levantando el "libro" para mostrárselo.

—¡¡Qué!! ¿Has estado viendo esa piedra todo este tiempo? —inquirió con reproche—. Lady Krysta nos está buscando y no pienso ser castigado otra vez por tu culpa M...

—¡Shhhhh! —Le cubrió la boca al escuchar unos pasos—. Está bien, iré contigo pero primero voy a guardar ésto en mi habitación. Tú ya vete,  para que no te castiguen y yo te alcanzo, ¿ok? —murmuró, después le dio un beso en la mejilla y se fueron cada cual por su lado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro