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Entre sueños y tinieblas

Eos avanzó al centro de la arena, estaba nerviosa, si no es que asustada. Pudo derrotar a Eris gracias a su astucia, pero dudaba mucho que algo así pudiera emplearse contra el oponente que tenía enfrente: Thanatos, su aspecto era imponente, ataviado con la armadura que Hefesto hizo, parecía inabatible.

Lo miró allí, de pie justo en el medio, mantenía sus ojos cerrados, su spatha desenfundada estaba apoyada en el suelo y la sostenía frente a él de la empuñadura, con una mano sobre la otra. Ella iba armada hasta los dientes, en un tahalí llevaba la xiphos de su hermana Selene, un escudo clípeo bellamente ornamentado con los símbolos que la representaban a ella y a sus hermanos, su gladius colgando del cinturón y una lanza dorada que Apolo le obsequió. Avanzó hacia el centro, esperando estar a una distancia prudente de su oponente; caminaba con la mirada baja y se detuvo a mirar el lugar en donde el suelo se había manchado con la sangre de su hermana.

—Ella no morirá —le habló Thanatos con tranquilidad—, no es su destino y tampoco es el objetivo de éstos combates.

Eos, quien había mantenido la mirada baja ahora le miró directamente, entonces Thanatos abrió los ojos y posó su mirada en ella diciendo:

—¿Sabes por qué vamos a pelear?

—Para obtener un lugar en el dodekarión del Olimpo —respondió Eos con seguridad.

—No... solo es para entretenerlos —seguía hablando tranquilamente, igual que si le hablara a un niño pequeño—. ¿Cuál es el verdadero objetivo de aquél que propuso todo ésto? y ¿Qué quiere aquél que lo autorizó?

En realidad ella no había pensado en nada de eso, hasta ahora, no le había importado.

—¿Porqué me cuestionas todo ésto? —Eos quería entender.

—El destino de los dioses y los mortales se ha entrelazado en más de una ocasión —Dirigió su mirada hacia arriba y después hacia ella—. Tu destino no será hoy, pero tampoco lo será otro día.

«¿¡Destino!? -pensó ella-, ¿es que acaso...?»

—Acaso... ¡las Moiras te han declarado mi muerte! —inquirió con premura y algo de miedo.

—Ya te lo dije, no será hoy, pero tampoco otro día.

Eos no entendía nada, comenzaba a sentirse ansiosa, no le gustaban los acertijos y el pensar que todo esto fuera sólo un juego más de los 12 para reafirmar su domino sobre los otros, le hacia sentir nauseas, ¡jamás estaría conforme de sentirse manipulada! Éstas y otras ideas comenzaron a distraerla, entonces, sacudió fuertemente su cabeza como tratando de ahuyentar esos pensamientos, concluyó, que solo trataba de confundirla para que bajara la guardia igual que ella hizo con Eris, su hermana. Sujetó su escudo con fuerza, e hizo un esfuerzo por concentrarse en los movimientos de su oponente y no en sus palabras.

Thanatos seguía inmóvil, no parecía tener intención de moverse, o de atacarla, entonces, se alejó de su espada que quedó suspendida en el aire frente a él.

—"El sueño eterno de la muerte" — murmuró y de inmediato de su espada salió una luz obscura en forma de ondas que envolvió a Eos dejándola paralizada.

....       ....        ....

Parpadeó un par de veces, miró a su alrededor, ya no estaba en la arena, se encontraba en otro lugar, un lugar más semejante la tierra que al Olimpo; su armadura había desaparecido, y sus ropas eran las de una doncella. Llena de curiosidad, empezó a recorrer ese lugar. Pudo ver el hogar que había compartido con el joven Céfalo en Siria y otros lugares familiares. Siguió a avanzando con cautela, tratando de descubrir como abandonar ese lugar; cuando se dio cuenta, estaba parada sobre el agua, en el centro mismo de un lago tan quieto como un espejo, tan azul como el cielo mismo y tan grande que sus límites se confundían en el horizonte. De pronto, el agua se la tragó -siendo una diosa no temía ahogarse- , comenzó a sentir como si un peso se agolpara en su pecho, la sensación que sentía era asfixiante, igual no podía respirar, empezó a tener miedo por su existencia, trataba de salir a la superficie pero no había manera de saber dónde era arriba y donde abajo, los pulmones le dolían, los brazos y piernas se le acalambraban por la falta de oxigeno, estaba desesperada, deseaba salir de allí, quería gritar, pedir ayuda, pataleaba tratando de salir a flote...

Entonces... nada... sus pies se posaron nuevamente en una superficie, el terror de hace un momento había desaparecido, sus ropas estaban secas, pero ahora eran como las de una esclava romana. Ante ella había una línea de color rosado, a la derecha todo era brillo, vida y luz; a la izquierda, obscuridad, muerte y desolación. Sintió que era jalada en ambas direcciones, pero no su cuerpo, más bien su esencia misma, como si su alma fuera rasgada en dos, se dobló de dolor, un grito desgarrador brotó de lo más profundo de su ser, jamás creyó sentir tal agonía, trató de minimizarla al mantenerse en la luz pero no hubo gran cambio, aún dolía demasiado; se inclinó entonces hacia la obscuridad, el dolor pareció desaparecer pero en cambio un vacío se apoderó de ella, la sensación de vacuidad era demasiado desagradable. Con gran dificultad se incorporó y comenzó a caminar por la linea que existía entre ambas opciones. Mientras avanzaba, veía imágenes borrosas, algunas le resultaban familiares, otras, totalmente desconocidas.

«¿Qué es ésto?, acaso ¿Oniros está mostrándome el destino?»

«¿Seria éste el destino que las Moiras habían trazado?»

No, no era posible, ella es una diosa, no una humana, no podía estar sujeta a ellas. Aun así esa idea la asustó, si seguía caminando significaba que llegaría al momento de su muerte. Se detuvo y trató con todas sus fuerzas de salir de allí.

En el coliseo...

Todos estaban espectantes: Eos se hallaba allí paralizada, con el escudo en la zurda y la lanza en la diestra y Thanatos solo le observaba de lejos, inmóvil, sin mostrar ninguna emoción, parecía solo estar esperando por algo. Pronto una luz comenzó a surgir de ella y a su alrededor, era como si se cuarteara un cristal obscuro y al otro lado estuviera el sol.

En su sueño...

La luz y la obscuridad alrededor suyo se derrumban como si de muros de cristal se tratase. Las imágenes ante ella se van reacomodando​ y entremezclan unas con otras; todo a su alrededor caía en pedazos. Sintió un viento muy fuerte que la envolvía y la arrastraba hacia el final del camino, era mas fuerte que ella, era igual a si alguien la estuviera halando de las muñecas contra su voluntad. Trató de dar la vuelta y retroceder, pero le fue imposible, se arrodilló tratando de oponer la mayor resistencia. Su rostro reflejaba el esfuerzo y la agonía de la situación, entonces alcanzo a ver a las responsables de ese viento maldito, las Keres (espíritus femeninos de afiladas garras, arrastran a los guerreros muertos en batalla al inframundo) revoloteaban sobre ella, dando terribles alaridos.

—No, no quiero —murmuraba—, ¡no quiero! ¡¡¡No quiero ir allá!!!

—¡¡¡¡¡NO PIENSO PERMITIR QUE ME ARRASTREN A ESE LUGAR!!!!!! —gritó con todas sus fuerzas mientras se ponía de pie, rompiendo las cadenas invisibles que le ataban y una luz se esparcía en todas direcciones desapareciendo a las Keres.

El caos a su alrededor cesó, todo quedó en silencio y tinieblas, diversas voces hablaron al unisono, y lo que decían era:

—Lucha y prevalece ante Moros (destino impuesto)

—Has detenido a Aisa (la que corta el hilo de la vida) y ahora no esta escrita

—Has conocido a Geras (vejez) y el peso tras de sí

—Te has levantado frente a Ker (perdición) y sus hermanas

—Dejas que Oniros (los sueños) te guíe

—Harás de Nemesis (equilibrio) tu camino, Ezis (dolor) tu espada y Filotes (amistad) tu fortaleza.

En ese instante despertó. Jaló aire como quien es sacado del agua y cayó al piso sosteniéndose de la lanza y apoyando la otra mano en el piso. Respiraba agitada, gruesas gotas de sudor caían sobre la arena, sus ojos desorbitados, trataba de asimilar lo ocurrido.

«¿Qué..., qué fue todo eso?» se preguntaba mientras trataba de recuperar fuerzas.

La espada de Thanatos continuaba levitando en su lugar.

—Has superado a mis hermanos y hermanas —habló con voz sepulcral—. Sólo quedamos nosotros, ahora estas lista para enfrentarnos.

«¿Por qué habla en plural?» -pensó Eos-, sus ojos se abrieron con sorpresa a tiempo que sentía un escalofrío recorrerle todo el cuerpo. Levantó la vista y pudo ver claramente a Hipnos y Thanatos, espalda con espalda, frente a ella.

«¡Los Dioses Gemelos!, ¡¿Cómo seria capaz de enfrentarlos?!»

NOTAS FINALES

tahalicorrea de cuero que cruza la espalda en donde se colocaba la espada Xiphos ya sea al frente o en la espalda. 

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