"El señor del hielo eterno"
Los ocho guerreros del Sol y la Luna recorren por última vez la distancia que separa la casa de Sagitario de la de Capricornio.
Ellos tambien se han percatado de la presencia de los dioses gemelos; ¡justo ahora!, cuando más golpeados se encuentran es que deciden mostrarse. ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones?; ¿tendrán que vérselas con ellos cara a cara antes de poder enfrentar a Hades?. Con preguntas como esas en mente aprietan el paso a fin de acortar la distancia que los separa de la Villa de Atenea.
—En la casa de Acuario tal vez hallemos aún con vida al maestro Vladimir —comentó Krysta, tratando de subir los ánimos.
—¿Qué te hace pensar que sigue con vida? —dijo Fobos—. Adam nos había dicho que estaría aquí, en la casa de Capricornio junto con Astra y Décimo; además, este último sólo mencionó a Bellatrix de Piscis.
—No tenemos razones para pensar lo contrario —respondió "Ella"—, además, las armaduras de los caídos siempre vuelven a Atenea y no sé ustedes, pero yo no he visto pasar la suya.
—No, pero no todas las armaduras han vuelto. —aclaró Cástor, sacando cuentas con los dedos—. La de Shang de Tauro permanece con él, su cuerpo tampoco se desvaneció; la de Rigel de Leo aparentemente fue pulverizada por Hades y nuestras armaduras se fusionaron con la de Fausto de Cáncer.
—No lo sabremos hasta llegar allá y para eso hay que cruzar éstas ruinas —añadió Cannon colocando su mano sobre el hombro de "Ella".
La casa de Capricornio se mantenía en pie con precariedad, los múltiples ataques que había recibido por parte de la espada Seiken del caballero dorado, habían causado grandes daños a toda la estructura. Mientras avanzaban, trozos de columnas, techo y paredes se desprendían aquí y allá haciendo eco en el lugar.
—¿Y si el maestro también fue dominado por los Oneiros? —comentó Cástor preocupado—. Nos estaríamos enfrentando al "Señor del hielo eterno"; ¡el más poderoso de todos los maestros de Crystal!; es más, ¡¡de todo el Palacio del Invierno!!
—¡No exageres! —le reprendió Fobos divertido—; está bien que lo idolatres, pero no es para tanto.
Sin darse cuenta se habían dividido en dos grupos. Fobos, Cannon, Castor y Krysta iban a la cabeza pues sus fuerzas eran aún muchas, no así en el caso de Dante y Aurelio cuyas mermadas energías les habían hecho quedar atrás junto con Ilitia y Björn. A simple vista podría pensarse que cuidaban de estos últimos pues debido a la pérdida de sangre avanzaban a paso lento.
—¡Como quisiera comerme un jabalí entero en estos momentos! —exclamó Björn imaginando la comida.
—¡Y yo quisiera una tarta de manzana del tamaño de un jabalí! —secundó Ilitia.
—¡Genial! Tenemos a Hades que nos quiere muertos y ustedes pensando en comida. Van a hacer que a mí también me dé hambre —se quejó Dante, intentando, sin éxito, ocultar un gruñido por parte de su estómago.
—Cuando hayas perdido casi un tercio de tu sangre me cuentas qué es en lo único que piensas —alegó Björn entre animadas risas.
Aurelio caminaba detrás de todos ellos sin mucho ánimo de unirse a la conversación. Su mirada ensombrecida se mantenía clavada al piso. Sujetaba su brazo izquierdo con fuerza tratando de resistir el dolor. Huellas impregnadas de sangre marcaban el camino detrás de él; ya no escuchaba la conversación de sus compañeros, en su mente, sólo resonaban las últimas palabras que le dirigió el de Capricornio: "Lo siento".
En aquel momento, cuando todos retrocedían para atacar Astra, él también se quedó atrás. Los contínuos ataques de Seiken no sólo habían herido a los Oneiros, una de las ráfagas había asestado bajo su hombro y muy cerca de su corazón. Era a través de esa herida que brotaba un caudal de sangre y descendía colándose por entre su armadura hasta sus pies, manchando el suelo con sus pisadas. La herida era mortal y él lo sabía.
—Ilitia —pronunció con voz apenas audible.
Aurelio alargó la mano posándola sobre el hombro de ella para que se detuviera.
La joven giró a verlo, notó que sus ojos estaban deslucidos; al estar frente a frente ella se estremeció al observar los hilos de sangre que corrían por el costado de la armadura hasta la cintura. En el brazo la sangre descendía hasta sus dedos y caía en finas gotas al piso dejando un segundo rastro junto al de las pisadas.
No hubo palabras de por medio, Aurelio acunó su rostro con ambas manos y la besó con un amor profundo, sincero y melancólico. Un último beso antes de partir. Ya sin fuerzas, cayó de rodillas frente Ilitia, ella no se movió. Lágrimas silentes recorrieron sus mejillas, limpiando parte de la sangre que las manos de Aurelio había dejado en ellas, se deslizaron sobre su rostro volviéndose carmín y precipitándose hasta desaparecer en la fría loza del templo de Capricornio.
Lo que desde lejos parecía una tierna escena, se volvió alarma en el momento en el que Björn y Dante vieron caer de rodillas a Aurelio. Ambos corrieron en su ayuda temiendo lo peor; al examinarlo, escucharon que su corazón aún latía, pese a ello, era claro que la vida abandonaría su cuerpo tarde o temprano.
—¡Debió decirnos de este herida! —reclamó Dante retirando las hombreras y la coraza de la armadura para ver mejor.
—¿De qué habría servido? —preguntó Ilitia con voz monótona—. Él sabía que no podíamos hacer nada, sólo nos habría retrasado.
—¡Qué hacemos ahora! —Björn daba vueltas rascándose la cabeza preocupado—. Sora... ¡dijo que solo unidos venceríamos a Hades!
—Seguiremos adelante, nada ha cambiado —respondió Ilitia ante las miradas asombradas de sus amigos—; el poder de los siete chakras está completo. El Anahata sigue dentro de mí —recalcó colocando la mano sobre su pecho.
Pese a su voz tranquila y de aparente frialdad, de sus ojos todavía descendía un caudal de lágrimas.
—Hay que moverlo fuera de estas ruinas y avisarle a Cannon y a los otros de lo ocurrido —instruyó Dante e intentó cargar Aurelio.
—Yo lo haré. —El joven nórdico se le adelantó y en un movimiento levantó el cuerpo inerte de Aurelio como si no pesara nada—. Sé que tú tampoco te encuentras muy bien —susurró a su amigo—. Sólo espero que los tres resistamos lo suficiente.
Dante echó a correr y dió alcance a los otros que ya iban a medio camino de la casa de Acuario. La noticia fue recibida con calma mas no sin preocupación. Cannon ya sospechaba que algo andaba mal y aunque débil, el cosmo de Aurelio aún era perceptible. Él y Dante volvieron hasta dónde los otros se encontraban. Una vez allí, Cannon examinó la herida y con ayuda de su técnica de curación logró cerrarla.
—No podremos moverlo —dijo Cannon mientras Aurelio continuaba inconsciente—. Pese a que he cerrado la herida superficial, la pérdida de sangre ha sido catastrófica y el daño interno irreparable. Si vive o muere dependerá de él —añadió.
Con la esperanza en zozobra, el corazón contristado y un propósito compartido, dejan atrás a uno de sus compañeros. Ahora, la muerte implacable espera, paciente, reclamar su alma cual trofeo para Hades.
Frente a ellos se alza majestuoso el templo de la onceava casa; sus amigos les esperan a las afueras del mismo para ingresar todos juntos; después de lo ocurrido saben bien que no es sensato volver a separarse.
Una vez dentro, una sensación familiar les invadió, era como haber vuelto a casa. Una ventisca helada los recibió, recordándoles aquel lugar al que por mucho tiempo llamaron hogar. Todo el lugar parecía haber sido congelado desde el centro hacia el exterior, terminando en peligrosas agujas congeladas que se extendían hacia los lados; cuando miraron alrededor notaron que había grandes formaciones de hielo de apariencia extraña aquí y allá; al mirar con atención, vieron que algunas de las formaciones de hielo tenían en su interior espectros pertenecientes al ejército de los dioses gemelos, parecía que nada habían podido hacer ante el poder que les atacó.
—¡Todo esto es obra del maestro Vladimir! —aclamaba Castor con admiración—. ¡Es impresionante!, ni con el poder de todos nosotros juntos pudimos congelar a uno de los espectros.
—¿En dónde podrá estar? —preguntó Dante mirando en todas direcciones—. ¿Creen que de verdad haya muerto a manos de Hades? No logro sentir ningún cosmo.
—Allí, ¡miren! —Krysta señaló en dirección a una de las columnas de soporte.
Bañada por la tenue luz del lugar, la figura del santo dorado de Acuario seguía en posición de combate. Había sido congelado al igual que los espectros a su alrededor; víctima, al parecer, de su propia técnica.
—¿Seguirá con vida? —Cannon se aproximó a examinarlo; pump pump... pump pumb... escuchó tenue y constante. —¡Fobos, intenta descogelarlo con el poder del Manipura! —apremió con urgencia.
Las alas de fuego de Fobos iluminaron el lugar con una hermosa luz azul que se confundía con el resplandor del hielo a su alrededor. Con sumo cuidado envolvió la estatua de hielo con sus alas y poco a poco estas cambiaron a un amarillo pálido y después a un naranja intenso, llenando de color todo a su alrededor.
—Ten cuidado, si te excedes tendremos un gran problema aquí —advirtió Castor un poco nervioso y observando con atención las otras figuras congeladas.
El largo cabello de Fobos flotaba al vaivén de su cosmos. Para quienes lo vieran, la imagen evocaba a aquella ave mitológica, el fénix, capaz de resurgir de sus cenizas.
Al cabo de un rato el cuerpo de Vladimir fue liberado del hielo que lo apresaba y cayó siendo sujetado por Fobos que continuaba envolviéndolo con el calor del tercer chakra. Los ojos del maestro del hielo se abrieron y se fijaron en los de Fobos que los mantenía cerrados, envueltos por llamas de color naranja.
—¡Fé...nix..! —balbuceó el de Acuario.
Al escuchar la voz Fobos abrió los ojos y las flamas en ellos se volvieron azules, confundiéndose con el color de su iris.
—Casi. Mi nombre es Fobos —aclaró.
—Ustedes... —habló el de Acuario poniéndose de pie lentamente—. ¿Lograron derrotar a Décimo y a Astra? ¡Quién lo habría pensado! —elogió.
—En realidad se neutralizaron entre ellos —confesó Cannon—. De no ser por Décimo que despertó del dominio de los oneiros, es muy probable que todos hubiéramos terminado muertos.
—Pero lograron despertarlo —ratificó Vladimir—. Eso de por sí ya era algo difícil.
—Chicos... —interrumpió Castor con voz temblorosa—. Creo que se te pasó la mano Fobos.
El chico observaba como alrededor de ellos, poco a poco se quebraban las estatuas más cercanas y dejaban caer a sus prisioneros al piso, algunos de los cuales se incorporaban con siniestras risotadas.
—Sin descanso alguno... —Krysta suspiró poniéndose en guardia, acción que imitaron sus compañeros.
Poco les tomo deshacerse de aquellos debilitados espectros. El santo de Acuario les observaba sin intervenir.
—Veo que ustedes también han sido mermados —señaló cuando terminaron.
Sus ojos se clavaron en los de Dante. Aunque físicamente trataba de seguirles el paso a sus compañeros, su espíritu, sostenido por el Muladhra se iba debilitando poco a poco; lo mismo ocurría con Ilitia, el Anahata se diluía en ella a la par de la vida de Aurelio.
—¡Es impresionante la forma en que congeló todo el templo y a esos espectros, todo en un movimiento! —exclamaba Castor. El chico parecía no prestar atención a su alrededor, visiblemente extasiado por haber conocido por fin al "Maestro del hielo eterno"—. No cabe duda, ¡sois el maestro de maestros!
Vladimir no pudo evitar soltar una carcajada al contemplar a ese muchacho comportándose igual que un niño.
—¡Gracias! —dijo alborotando el cabello de Castor—, pero el crédito no es del todo mío —aclaró—. Esta es una técnica que aprendí hace poco, gracias a unos manuscritos que Lady Krysta envío con el santo del Cisne hace tres años.
—Entonces, esta técnica es... —conjeturaba Cannon mientras examinaban con atención a su alrededor.
—La "Ejecución de Aurora" —completó Vladimir con voz solemne—. O ese nombre le puso Lady Krysta. Hasta donde tengo entendido los primeros en usarla fueron: el actual santo del Cisne y ella —añadió señalandola a "Ella"—, a quien ustedes ahora llaman Krysta.
—Ahora recuerdo que quedaron inconscientes por tres días después de usar esa técnica nueva —añadió Dante, rememorando lo ocurrido aquél día.
—No es fácil de dominar —admitió el aúreo—, pero sirvió a mi propósito; gracias a un error mío es que puedo hablar con ustedes ahora e informarles. —Hizo una pausa—. El Palacio del Invierno, ha sido atacado —declaró Vladimir al tener la atención de todos.
¿Quién ha sido? ¿Cuándo? ¿Cómo? Diversas interrogantes se dibujaban en los rostros de los diamantados, que incapaces de articular palabra siguieron escuchando al maestro Vladimir.
—Mi enlace con el se ha fracturado, por lo que deduzco que nada quedó en pie, fue totalmente destruido. —Vladimir se aproximó hasta "Ella" y colocó ambas manos sobre sus hombros—. Y ahora, pequeña, los sucesos actuales te han ascendido a Lady Krysta y aunque ya no haya un palacio al cual volver, la responsabilidad que fuese de ella ahora recae en ti y su armadura será tuya. Sé que ya cuentas con el poder necesario para dominar la "Ejecución de Aurora". Esa técnica les ayudará a detener Hades.
—¡Hades es demasiado poderoso! —protestó—. ¡Aún con esa técnica no podré sola, usted tiene que..!
—Pero no estarás sola —le interrumpió sonriente—. El santo del Cisne les espera junto con Lady Marian, es decir la diosa Atenea, más allá de la sala del patriarca, en la Villa de Atenea.
Esperanzas renovadas surgieron en ellos a consecuencia de las palabras antes dichas, mas la llama encendida fluctuó una vez más.
—Temo que mi inmunidad a los Oneiros, selló mi destino —explicó el maestro Vladimir—; Hades fué más rápido y no solo escapó a la Ejecución de Aurora, sino que se llevó mi alma consigo.
»Yo sabía que si ustedes lograban superar a Décimo y a Astra, entonces significaría que realmente son capaces de detener al dios del Inframundo. Me alegra haberlos conocido, sin embargo, tal parece que los Santos de Atenea están destinados a extinguirse. —Su voz se llenaba de tristeza—. Esperaba al menos, dejar esta armadura en manos de mi sucesor; ahora veo con tristeza que ya no está con ustedes.
«¿Sucesor? El único que falta es...» pensaba Krysta.
—¡Aurelio es el próximo santo de Acuario! —afirmó Fobos y los demás se sorprendieron.
—¿Por qué se sorprenden? ¿No recuerdan que fue el único que no participó por la armadura del Cisne? Además, soy el más viejo de todos los santos de oro así que ya debía tener un sucesor —añadió el aúreo—, igual que Adam y Ryota.
»Tengan cuidado —continuó diciendo—, el Olimpo decidió acabar con el Palacio del Invierno y con el conocimiento que resguardaba por alguna razón. Si sobreviven a esta Guerra Santa su misión será reconstruirlo, cumplir con el propósito del Palacio y evitar una época de oscurantismo y temor.
Sin perder más tiempo se dispusieron a seguir adelante. El de Acuario les acompañaría solo hasta el umbral del templo, desde allí deberían continuar solos.
—Cannon —llamó el de Acuario y lo retuvo aparte de sus compañeros—. A tí te encomendare la labor que nos encomendaron antes: protege a Krysta.
—Nunca le ha gustado ese nombre —mencionó sin mostrar sorpresa alguna.
—Que lástima, le queda bien. Sabes, la razón por la que Bóreas, Sora, Fausto y yo llevábamos niños al Palacio no era únicamente para hallar al santo del Cisne. El dios Helios me encomendó buscar a alguien especial y creo que ese alguien podría ser ella. Llévala al final de su travesía.
—¿Por qué me dices esto?
—Porque necesita saber su lugar para ganar la última batalla. Ayúdala a comprender que su destino está más allá de éste lugar.
Mientras hablaban alcanzaron a ver a Ilitia que se sostenía recargada en una de las columnas. Sudaba copiosamente y su respiración era irregular.
—¡Ilitia! —Cannon corrió hasta ella y alcanzó a atraparla antes de que diera contra el piso.
Se veía más pálida que de costumbre, una peligrosa fiebre parecía atacarle, y sin embargo, estaba fría pues la vida se le escapaba sin remedio. El reciente enfrentamiento contra los espectros había terminado por agotar sus últimas fuerzas, además sin saberlo, su vida y la de Aurelio estaban entrelazadas aún en la muerte.
—Ella ya está muy débil y no podrá continuar —dijo el de Acuario—. Será mejor que la dejen aquí si quieren que sobreviva, debe descansar. Él también debe quedarse —ordenó viendo a Dante.
Cannon observó con atención a su amigo, su obscuro cabello rizado se veía opaco; su tez blanca: pálida, sepulcral. Aunque su respiración era regular, múltiples gotas de sudor en su frente delataban su verdadera condición.
—¡Dante! —llamó— Te quedarás con Ilitia.
—Eeestoy bien —replicó nervioso al sentir la mirada reprobatoria de su compañero—. Un poco cansado, pero puedo seguir. ¡Yo ya no temo a la muerte y si ha de llegar quiero que sea luchando junto a ustedes, junto a mis amigos!
—Nobles palabras —elogió el de acuario—. Tú eres el Muladhra, la raíz y ancla de todos. Si acaso murieras antes de que enfrenten a Hades, de nada servirá todo lo que han recorrido. Debes quedarte y mantener así la vida de tus amigos. A través de ella el Anahata no se extinguirá; a través de ti, ella vivirá.
El de acuario entrelazó las manos de Ilitia y Dante, al contacto la fiebre de ella se detuvo y su respiración se normalizó. Dante comprendió lo que debía de hacer.
El de Acuario les dirigió unas últimas palabras.
—Mi vida ha de extinguirse antes que las de ustedes. ¡Sigan adelante, sobrevivan y tomen su lugar en la siguiente generación de los Santos de Atenea!
Los cinco que quedaban en pie se retiraron confiados en las palabras de Vladimir y esperando que algún milagro les diera la ventaja sobre Hades.
—No te preocupes Cástor —animó el joven nórdico al preocupado muchacho—; los santos de Atenea resurgirán, siempre lo hacen, además, si sobrevivimos, tú hermanito, tendrás que ponerte tu legítima armadura de Sagitario. Nada de sentirte inferior esta vez, ¡eh!
—¡De acuerdo, de acuerdo! —asintió quitándose de encima a Björn cuyo abrazo amenazaba con partirlo en dos—. Pero sólo si tú aceptas la de Tauro. Un gigante es quien debe de llevarla.
—Cada uno de nosotros deberá aceptar el destino para el que hemos nacido —enfatizó Cannon mirando a Krysta.
«Destino» pensaba "Ella" «Nunca me he sentido a gusto con esa palabra, y sin embargo, los sucesos en mi vida me han traído hasta aquí» suspiraba fastidiada. «Si mi destino es morir para que "Él" viva, ¡que así sea!»
Björn por su parte, estaba sumido en su propia fantasía, las palabras de Cástor le habían hecho imaginarse ataviado con la brillante armadura de Tauro. Se detuvo, esbozó una sonrisa triunfante y cruzó los brazos sobre su pecho emulando la ya famosa posición del caballero de Tauro. Viéndolo, Cástor reía divertido y echaó correr detrás de Cannon y los otros. Björn miró hacia atrás; a la distancia contempló el templo de Acuario, en su interior, Dante cuidaba de la vida de Ilitia para que no se extinguiera. Allí, parado en las afueras del pórtico, alcanzó a distinguir al maestro Vladimir que le dirigió un último saludo antes de desvanecerse y enviar su armadura a Atenea. El gesto triunfal de hace un instante se borró de su rostro, dirigió la mano a su pecho, su corazón latía errático y cada vez su respiración se volvía más y más difícil.
«Debo aguantar hasta el final» se repetía. «Ahora no puedo dejarlos.» Elevó su cosmo y echó a correr hacia la última casa.
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