El ejército del Sol y la Luna
Al cabo de unas horas de correr, "Ella" llevaba la delantera, una fuerza más grande que ella misma le obligaba a apretar el paso.
—¡¡Krysta, Krysta!! —gritaban los que venían siguiéndole.
Miró a sus espaldas y allí estaban sus 7 compañeros jadeando exhaustos, se habían detenido y trataban de recuperar el aliento.
Por un instante se quedó a contemplar a aquellos jóvenes que decidieron seguirla:
>Björn, el gigante nórdico de 19 años. Su mirada penetrante y fría aunada a sus dos metros de altura lo hacían verse imponente. Aparentaba más edad de la que tenía pero carecía de barba; su cabello rojizo lo llevaba trenzado hasta media espalda. En su piel pálida sobresalía el verde oliva de sus ojos enmarcados por un par de cejas semipobladas. Serio y aguerrido.
>Aurelio, un joven romano igual que Ilitia, de complexión media y músculos marcados. De un metro setenta de estatura y 20 años, era de carácter centrado y amigable lo cual se reflejaba en su rostro, del mismo tono que el de su compatriota pero con ojos más obscuros y cabello castaño muy claro hasta la barbilla.
>Cástor, el mejor amigo de Björn y a simple vista el más pequeño de todos. Pese a sus 20 años, su baja estatura de apenas un metro sesenta, su cara redonda y ojos grandes y azulados, le dan una apariencia infantil, además de que tiene un carácter muy alegre y relajado. Lleva el cabello corto de arriba y a los lados, pero largo de atrás y es de un color negro con reflejos azules. Creció en Grecia, hasta que lo llevaron al palacio.
>Dante, probablemente franco (ni él mismo lo recuerda) era el serio del grupo. Sus rasgos afilados y su piel blanca muy pálida contrastaba con sus ojos y cabello negro dándole un aspecto lúgubre. De la misma edad que Cannon (23 años) pero más bajo de estatura (1.70m) su carácter reservado y mirada penetrante lo apartaban un poco del resto, además casi siempre andaba ensimismado.
> Fobos, griego igual que Cástor. Siempre anda con una sonrisa y actúa despreocupado, aunque es temeroso. Tiene 21 años y su piel es más morena que la del resto, su 1.78 de estatura y su cabello obscuro, largo y recogido en una coleta lo hacía de muy buen ver.
El frío y apuesto Cannon y su ahora mejor amiga Ilitia.
Se acercó a ellos y los alentó a seguir, ya faltaba poco para llegar, sólo unos kilómetros más y podrían ver el reloj de las doce casas, como pudieron renovaron la carrera.
Más adelante, en los límites del santuario, ahora fue ella quien se detuvo de golpe, su respiración se encontraba agitada, no por el viaje, mas bien por el esfuerzo que hacía al tratar de contener unas lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos.
Sus compañeros llegaron instantes después, uno a uno, todos quedaron petrificados, sabían de antemano la situación, ¡pero nunca imaginaron la escena que se extendía ante sus ojos!. Como una pesadilla que se repite sin sesar y de la que no hay escapatoria.
Habían llegado por el extremo Noroeste del santuario, y lo que contemplaban mientras avanzaban era por demás escalofriante. Los cuerpos de los santos de Atenea se hallaban por toda el área, simplemente nunca tuvieron oportunidad contra el adversario que les atacó. Por aquí y por allá, hacia donde miraran solo había muerte y destrucción. Ilitia estaba horrorizada y de manera inconsciente comenzó a caminar hacia atrás, apenas dio un par de pasos se tropezó con el cuerpo de un guerrero y al caer, su rostro quedo frente a otro, al que reconoció como el santo de la Cruz del Sur por su armadura, iba a gritar con todas sus fuerzas, pero notó algo extraño.
—Chicos —dijo acercándose al cuerpo del caballero y revisándolo con atención—, él no parece haber peleado, su armadura está intacta y no tiene ninguna herida.
—Es cierto, igual que este —admitió Cástor mientras se inclinaba sobre otro "cadáver"—, parece haber muerto sin pelear.
—¿Crees, que simplemente se rindieron? —preguntaba incrédulo Fobos .
—Miren bien, sus cuerpos están relajados, parece... —Cannon titubeó un poco— es como si...
—... Estuviesen durmiendo —Krysta concluyó la oración haciendo que todos la miraran—. Todos éstos guerreros de Atenea, cayeron en un sueño de muerte.
—¡Hey vengan aquí! —llamaron Aurelio y Björn que se habían alejado de los otros en busca de sobrevivientes.
Al escucharlos, los demás corrieron esperanzados hasta donde se encontraban, pero al llegar, el terror invadió sus corazones con tal fuerza que Fobos e Ilitia cayeron de rodillas al piso. Cannon golpeó con el puño el suelo lleno de rabia e impotencia y "Ella" quedó paralizada en su lugar temiendo lo peor.
Lo que antes había sido un frondoso bosque, ahora no era más que un cementerio; aves, insectos, plantas, animales grandes y pequeños, todo al alcance de su vista se hallaba sin vida.
A los pocos metros vieron los primeros cuerpos aparecer, al igual que los anteriores, tenían las armaduras intactas, pero sus rostros reflejaban agonía, estaban tensos como si les hubiesen arrancado el alma sin piedad.
—Quién... ¡Quién pudo hacer esto? E...eesto no... no parece ser obra de los espectros de Hades —musitó Ilitia con voz apenas audible.
—El sueño, la muerte, tan similares entre si —Dante repetía estas palabras una y otra vez, tenía el rostro desencajado y se hallaba ausente, sumido en sus pensamientos.
Cannon y Björn, que eran los únicos que permanecían mas o menos en sus cabales, el primero, por esa frialdad que lo caracterizaba, y el segundo porque de niño había presenciado el exterminio de su villa a manos de un uno de los jefes vikingos más crueles de la época. Ambos se acercaron hasta donde ella y hablaron preocupados.
—Los enormes cosmos que visualizamos, no... no eran quienes pensábamos —insinuó Cannon.
—No, nos equivocamos —admitió Ella—, en una noche sin luna no había quien nos lo informara.
—Si concluimos que esto no fue obra de los tres jueces del inframundo —señaló Björn recordando lo que habían visto—, entonces, ¿quienes están atacando el santuario?
—No estoy segura, pero creo que Dante tiene una idea de quienes podrían ser —aseguró Ella, observándolo a la distancia.
Retomaron su camino tratando de sacar de su mente las imágenes anteriores, a fin de que pudieran concentrarse en lo que les esperaba. Habían disminuido el paso pero seguían avanzando hacia el sureste para llegar a la primera casa, el único acceso a la villa de Atenea. Ilitia iba recargada en el brazo de Aurelio quien la invitaba a recobrar la compostura o podría ser fatal. Krysta, Björn y Cannon iban al frente, éste último vigilaba de cerca a Dante que no dejaba de balbucear: "El sueño, la muerte, tan similares entre si."
—¡¡¡Ya deja tus murmullos que me pones los pelos de punta!!! —reclamó Fobos quien con trabajos mantenía la compostura para no abandonar a sus amigos y escucharlo realmente le crispaba los nervios.
Eran alrededor de las cinco de la mañana, algunas aves habían comenzado a despertar y se escuchaba su canto como un eco a la distancia, pero había algo más, una voz que empezó a susurrar de entre las sombras.
—Parece que a ese par se le han escapado unos insectos.
Era una voz horrenda, sonaba por todas partes como un eco incesante, así que no podían adivinar en donde se encontraba, instintivamente se colocaron espaldas unos a otros contemplando la penumbra.
—Mi señor Hades hizo bien en dejarme atrás vigilando
Al oir esas palabras todos tensaron la mandíbula, ¡Hades marchaba con sus espectros!
—¡Ahora, tendrán que morir a manos de Ikarus de la estrella terrestre de la velocidad!
Aun no había terminado de hablar cuando Aurelio, Cástor y Fobos cayeron de rodillas sujetándose el abdomen. Una ráfaga de viento parecía haber pasado cerca de ellos, pero en realidad habían recibido un veloz ataque. Cannon retrocedió al interior del círculo tras ver lo ocurrido, los demás cerraron el hueco; comenzó a concentrarse y fue bajando la temperatura del lugar, poco a poco todo fue cubriéndose de escarcha y una ventisca helada surgió alrededor de ellos. Ahora podían ver a su atacante moverse con ayuda de la nieve. Los siguientes ataques por parte del espectro fueron repelidos por el escudo de hielo de cada uno, pero aún no conseguían verlo para atacarle. La temperatura bajo hasta llegar cerca de los -125° C.
—Cannon detente, si baja más la temperatura, nuestras armaduras podrían quebrarse —advirtió preocupada Ilitia.
—Imposible, estas armaduras no son de bronce —aclaró Krysta dejandola sorprendida—. Debemos apresurarnos, casi amanece. ¡Yo te ayudaré Cannon!
Y así ella comenzó a esparcir el "polvo de diamante" como un rocío muy fino en todas direcciones; pronto la temperatura rondaba los -195°C.
—¡¡¡Ma...ma... maldiiitos mocosos, achu!!!. Esss qqueee preeetenndeeen commbertititirme en paleta. ACHUUU!!! —Tiritaba el espectro oculto tras una columna.
El castañeo de sus dientes y armadura ayudó a que los diamantados le ubicaran, rápidamente Björn golpeó la columna tras la que se escondía el espectro, el cual trató de reaccionar, pero ahora sus movimientos eran considerablemente más lentos.
—¡Iiiiidiotas, jamás podrán quebrar mi armadura!, mi surplice es tan resistente como una de oro mientras que las de ustedes —Hizo una grotesca sonrisa de lado al notar pequeñas cuarteaduras en la cloth de Björn.
—Tal vez tu surplice sea más resistente, pero tu cuerpo no esta acostumbrado a tan bajas temperaturas —recalcó Björn.
Antes de que el espectro pudiera moverse para atacarlo, el joven vikingo lo cogió por el cuello y comenzó a congelarlo a partir de allí hacia abajo.
—Espera Björn, antes de acabar con su vida... ¡¡¡Responde escoria!!! —exigió Krysta autoritariamente—, ¿quiénes marchan contra el santuario?
—El sueño, la muerte, tan similares entre si —Dante comenzó de nuevo, como si le hubiesen preguntado a él.
El espectro, al oírlo soltó una carcajada mientras hablaba.
—¡¡¡¡¡Pero si ya lo saben!!!!!
Björn no soporto su risa y le partió el cuello como si fuese cristal.
Los primeros rayos del sol surcaban el cielo, el grupo ahora corría en dirección a la casa de Aries, primero porque habían perdido ya mucho tiempo y segundo para ver lo menos posible el panorama a su alrededor. Conforme se iban acercando la escena se tornaba cada vez peor, parecía que habían entrado al mismísimo infierno, había sangre salpicada por todas partes, pedazos de cuerpos esparcidos en todas direcciones; rostros irreconocibles, ensangrentados o totalmente deshechos; restos de armaduras que brillaban contra los primeros rayos del sol, muchos de ellos no eran mas grandes que un puño. Éste era el futuro para toda la humanidad si no lograban detener a Hades, quien al parecer, tenía dos nuevos aliados, uno dominaba y traía los sueños y el otro la muerte, tan similares entre si.
Horas antes en el Olimpo...
Los dioses observaban atentamente el enfrentamiento que daba inicio. Los tres dioses atacaban el santuario al unísono trayendo muerte y destrucción a su paso.
Apolo era quien más incómodo se hallaba con lo ocurrido; se movía de un lado a otro de su trono, nervioso, incapaz de hacer algo para ayudar a la humanidad.
—¡Vaya!, Hipnos y Thanatos si que son eficientes —elogiaba Hera.
—Hades sigue siendo un bruto —se quejó Perséfone un tanto asqueada al ver las acciones de su marido.
Las horas pasaron, y el designio de Zeus se llevaba a cabo sin contratiempos, pero, poco antes del amanecer Zeus sintió una perturbación; aunque había permanecido inmóvil observando, ahora se inclinó y movió su mano frente al espejo cambiando el lugar de observación. Unos jóvenes caballeros aparecían en la imagen, se hallaban recorriendo los lugares por los que Hipnos y Thanatos ya habían pasado. Seis varones y dos amazonas sin máscara, tras reconocer las armaduras era claro que no eran santos de Atenea.
—¡¡¡HELIOOOOOOS!!! —llamó Zeus enfurecido.
El dios del sol entro de inmediato en el salón.
—Me puedes explicar qué hacen ellos en éste lugar —inquirió Zeus con rabia en su voz y señalando las imágenes el espejo.
—No lo sé —contestó secamente.
—¡Son diamantados bajo tu mando y están interponiéndose en la voluntad de los dioses!
—La de los dioses o... ¿tu voluntad? —subrayó Helios—. Puedo darme cuenta que algunos de los presentes no están de acuerdo con la acción que llevas a cabo. ¿O me equivoco?
—Eso, no es de tu incumbencia —le reprendió—. Lo que quiero saber es qué creen que hacen estos humanos.
—Deben creer que hacen lo correcto —aseguró Helios quien ahora veía fijamente el espejo que mostraba el rostro de "Ella"—. Moviste bien tus cartas, una noche sin luna impidió que Selene me alertara de tus planes. Bien, si me disculpas pronto va a amanecer así es que me retiraré a observar desde un lugar más privilegiado.
Helios hizo una breve reverencia y salio, no sin antes dirigir una mirada y un gesto tranquilizador a Apolo.
—¡Ah!, sí, lo olvidaba —añadió Helios—, deberías prestar más atención a tu alrededor Zeus, esos niños, no son tan insignificantes como crees, y Ella tampoco —dicho esto abandonó la sala para partir en su carruaje y dar paso al día.
De vuelta en el Santuario...
Los ocho caballeros pronto tuvieron frente a ellos el templo de Aries, al comenzar a subir la escalinata, notaron un charco de sangre que comenzaba a formarse; procedente del final de la escalera bajaban delgados hilos de sangre. Cástor fue el primero en subir corriendo en esa dirección, podía sentir un poderoso pero débil cosmo. Al llegar arriba todo era un montón de escombros, en medio de una pila de rocas nacían esos hilos de sangre. Entre todos congelaron las grandes rocas que volaron en pedazos, bajo éstas estaba Bóreas -el santo de Aries-, la imagen ante ellos era perturbadora, Bóreas estaba arqueado sobre una roca, su cabeza echada hacia atrás; totalmente bañado en su propia sangre, todos sus huesos estaban destrozados al igual que su armadura. Björn lo acomodó un poco, entonces, el de Aries comenzó a toser y escupir sangre. Ninguno podía hacer nada para ayudarle, su vida se extinguía rápidamente. Ilitia se acurrucó junto al de Aries y sostuvo su mano. Cannon se hallaba alerta, vigilando, analizando el entorno; entonces Bóreas abrió los ojos y comenzó a hablar con dificultad.
—Entonces... eran ustedes...
—No hables caballero —sugirió Ilitia mientras trataba de reconfortarlo.
—Por fin llegaron... pude... sentirlos acercarse... ¿quiénes son? —hablaba con dificultad, atragantándose con su propia sangre—. Mis ojos... solo distinguen sombras... pero puedo sentir sus poderosos cosmos.
"Ella" se acercó a Bóreas, notó que la fiebre comenzaba a invadirlo por lo que se enfrió la mano y la posó en su frente tratando de aliviarle,
—¿De... nnhhn... donde vienen...?
—Venimos del Palacio del invierno, queremos... —respondió; lentamente Bóreas levantó su mano y le buscó el rostro.
—Tú... te recuerdo... eres... aquella chica... ¿cuál... era su nombre?
"Ella" le observó con atención, y reconoció a aquel áureo que la encontró en el mercado de la ciudad, gracias a él su vida había cambiado, ya no se hallaba sola, había encontrado un propósito y un amor.
—Ahora me llaman Krysta, ellos son mis compañeros: Aurelio, Björn, Fobos, Cástor, Dante y Cannon —dijo señalando a los otros cinco que se habían reunido frente al áureo—; y ella es Ilitia. Sabemos la situación y hemos venido a apoyar al santuario.
—Arggg... ¿de verdad? su ayuda... podría ser valiosa, jamás el santuario había requerido la ayuda de otro ejército. Según Atenea... ññññahh los otros dioses no se inmiscuyen.
—¿De que esta hablando? —preguntó Fobos— ¿Acaso no somos caballeros de Atenea?
—En realidad no— explicó Krysta brevemente—, "El que todo lo ve" es Helios dios del sol. Él y su hermana crearon éstas armaduras.
—Deberíamos seguir adelante —instó Cannon quien seguía vigilante—. Hades y sus espectros no se han detenido.
—Yo me quedaré con él —dijo Ilitia.
—¡No! —objetó Bóreas incorporándose—. No es necesario, mi vida, terminara pronto, pero... ustedes deben permanecer juntos —Con gran dificultad tomo un grueso mechón de su largo cabello, lo cortó con un movimiento de su mano y se lo entregó a Ilitia—. Toma. La casa de Tauro ha caído —lamentó y se dejo caer nuevamente—, podrán cruzar sin problemas, pero... necesitarán ayuda para pasar el laberinto de la casa de Géminis. Krysta... gracias —articuló con dificultad antes de cerrar los ojos para siempre.
Bóreas exhaló su último aliento, su cuerpo se desvaneció y su cloth salio volando como una estrella fugaz en dirección a la villa de Atenea.
—¿Y que se supone que haremos con esto? —preguntó Fobos quien era el mas despistado de todos.
—Una cuerda —respondió Dante que hasta el momento había permanecido ausente.
—¿Eh?, bienvenido de vuelta hermano —Le palmeó Cástor en la espalda—. Pero nos tomara una eternidad unir cabello por cabello.
—Ilitia, teje esos cabellos dentro de tu Red glacial —ordenó Dante con seguridad.
Ilitia era capás de crear una red de hielo tan resistente como el acero cuya función principal era inmovilizar al enemigo, pero ahora utilizaría su técnica para crear una cuerda con los cabellos del santo de Aries y así poder cruzar a salvo la casa de Géminis. No tardó mucho en lograr su cometido, el cabello dorado de Bóreas hacia parecer de metal el delgado hilo glacial.
—Aquí está, terminé —informó Ilitia tras enrollar la cuerda y ofrecersela a Dante.
—Llevala tú, solo tú puedes controlarla —indicó colocandole la cuerda en sus caderas.
—Bien, en marcha —llamó Cannon y todos hecharon a correr a la segunda casa.
—No logro sentir ningún cosmo —gritó Cástor quien ahora llevaba la delantera junto con Cannon.
—Hay uno, muy debil, ¡por allá! —Aurelio señaló hacia el interior del recinto.
La casa de Tauro permanecía en pie, pero tenía más el aspecto de un cementerio que de un templo.
—Ese cosmo es... ¡de un espectro! —Alertó Aurelio haciendo que todos se pusieran en guardia.
En una esquina estaba un espectro que se arrastraba con dificultad en dirección a ellos, al tenerlos cerca, sujetó a Cannon del tobillo y levantó el rostro mostrando su horrenda faz.
—No importa quienes sean. ¡Terminaran igual que él! Jajajajaja!!!!!!
Cannon le congeló en el acto para después destrozar su cabeza de un pisotón. Poco tuvieron que avanzar para entender aquella risotada. En medio de la casa se hallaba el santo de Tauro, de pie, inmóvil, sin vida, con los brazos cruzados sobre su pecho; a su alrededor, un montón de cuerpos de espectros que habían luchado contra él y perecieron.
—Sólo el santo de Tauro puede verse así de imponente estando muerto —exclamó Björn solemnemente cuando pasaron junto a él.
Al salir de la casa de Tauro, miraron a lo lejos, podían sentir el poderoso cosmo de Hades cerca de la casa de Leo, debían darse prisa. Hasta el momento no habían sido capaces de sentir a Thanatos o Hipnos y desconocían si se encontrarían con ellos o no, por ahora su único objetivo era llegar con Atenea lo más pronto posible.
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