nueve
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—¡Ni te atrevas a moverte de ahí, Kang!
Hanni, que antes estaba en la cocina guardando el helado de menta en el refrigerador, se asomó por la puerta de la habitación que compartían, con una cuchara en mano como si fuese la mejor arma.
—¡¿Crees que una cuchara me detendrá?! —Haerin se levantó de la cama.
—¡No, pero mi cuerpo sí!
Hanni se acercó a pasos rápidos donde estaba su esposa, dispuesta a lanzarse sobre ella. Pero cuando la tuvo enfrente, recordó la panza de la chica; la panza donde crecía su hijo.
—Ay, casi lo mato —rió Han, dirigiendo sus dedos para acariciar el -no taaan- hinchado estómago de la menor.
—Eres una estúpida —regañó la más alta, aunque no pudo evitar soltar una risa.
Hanni dejó la cuchara en el velador y volteó hacia ella.
—¿Realmente irías donde la vecina? —su expresión cambió de golpe, molesta, recordando el último tweet de Haerin.
Esta rodó los ojos. Ni aunque le aseguraran que sería la mejor modelo de todo el país estaría con alguien más que no fuese con su enana agresiva.
Tiró de la mayor hacia ella, atrayéndola en un beso.
Por supuesto que el repentino enojo de Pham quedó en el olvido, pasando sus manos por las caderas de su chica y correspondiéndole el beso.
Pronto, al notar que no quedaban más de dos horas para que se levantaran e ir a sus trabajos, Hanni decidió que esa madrugada no valía la pena dormir y comenzó a quitarle las prendas a su esposa mientras la recostaba en la cama. Fue cuidadosa, besó sus labios, mandíbula, cuello y acabó por bajar y besar cada parte de la pancita de la chica, ambas sonriendo sin poder evitarlo. Ya deseaban poder sentir las famosas pataditas del bebé.
Luego de su madrugada de intimidad, a las siete de la mañana, Hanni le prohibió ir a trabajar.
—Hanni, no puedo faltar cuando se me dé la gana —reclamaba ella.
Hanni argumentó que, como no durmieron esa noche, Haerin debía faltar para poder descansar y que ella y su bebé, estuviesen sanos.
—¡Sí puedes! ¡Yo hablaré con tu jefe!
—¿Y realmente crees que te hará caso? —preguntó con ironía.
—Claro que sí, si es necesario, lo sobornaré.
—Ya falté dos semanas el mes pasado, Han. Terminarán echándome.
Al segundo mes, Haerin había agarrado un resfrío bastante fuerte y, como tenía una personita creciendo dentro suyo, fue necesario tomarse aquel tiempo hasta recuperarse definitivamente.
—No lo harán, mi amor. Te lo prometo —Hanni habló bastante segura y su esposa supo que, aunque quisiera negarse, no habría caso.
No porque cuando Hanni se proponía algo, Dios santo, se movía por mar y tierra hasta lograrlo.
Así que Haerin terminó llamando a su jefe, y cuando quiso dar su explicación del por qué faltaría -claro que no le diría que era porque pasó de largo teniendo sexo-, este la detuvo de inmediato, diciéndole que no había problema y que se tomara los días que fuesen necesarios.
Fue extraño, pues así no debía reaccionar un jefe, tan relajado. Pero lo que Haerin no sabía, es que Hanni conocía al hombre para quien trabajaba y él tenía claro que Haerin estaba casada con la vietnamita, quien era hija de Linh Pham, un hombre con poder que conoció hace años; un hombre al que más vale no negarle cosas y estar de acuerdo a todo lo que él o su familia quisieran. Si a Linh Pham le agradabas, era una ventaja, si a Linh Pham no le agradabas, directamente, era peligroso.
Hanni se aprovechaba de su estatus y por eso mismo no se lo decía a Haerin, porque sabía que la chica se enojaría y le reclamaría de su inmoralidad.
Sí, Hanni tenía una moral cuestionable, pero como siempre dijo, le importaba una mierda si se trataba de Haerin y, ahora, también de su bebé en camino.
—Duerme un poco, Rinnie. Hoy llegaré temprano para que almorcemos juntas —besó la frente de su chica una vez la acostó en su cama matrimonial luego de que ambas cambiaran las sábanas.
Haerin sonrió, dejándose mimar.
—Te amo, ratoncita —murmuró con dificultad por el sueño que comenzaba a hacer sus ojos cerrarse lentamente—. Ten un buen día.
Hanni salió de su departamento radiante, esperando con ansias a llegar a casa nuevamente y reencontrarse con esa mujer que cada día la enamoraba más.
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